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HISTORIA EN VIVO

Epitafios: historias de héroes, próceres y amores

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Bertha Hernández historiaenvivomx@gmail.com

De muchos personajes, mayores y menores, de la historia de México, solamente nos queda un puñado de polvo y algunas frases labradas en las lápidas que cubren sus tumbas. Algunas narraban hechos heroicos, otras contaban amores malogrados. Otras, simplemente, intentaban resumir el dolor de la separación o biografías sencillas de gente buena, sin grandes historias, pero que también dejaron huella.

Escribir epitafios era todo un arte, y los mexicanos del siglo XIX lo dominaron a la perfección. Las circunstancias de la vida nacional dieron ocasión al triste ejercicio de tal habilidad. Tristemente, las transformaciones de las ciudades desaparecieron numerosos cementerios, surgidos en el virreinato, y con ellos desaparecieron miles de pequeñas historias escritas en piedra, para recordar a los que ya estaban en el mundo de los muertos.

Quizá los epitafios famosos más conocidos estuvieron en algunos de los viejos cementerios de la ciudad de México. Eso no quiere decir que no los hubiera, y de gran valía, en otros cementerios, como el muy famoso Panteón de Belén de Guadalajara. Pero eran tan apreciados los epitafios, que a veces circulaban pequeños cuadernos donde se imprimían los mejores textos esculpidos en las tumbas. En ocasiones, los epitafios más contundentes y significativos no provenían de los deudos, sino de terceras personas, que sabían bien quién era el difunto en cuestión. Durante décadas se contó, en el puerto de Mazatlán, que en el cementerio antiguo estaba la tumba de un hombre llamado Juan Pasador, que se había suicidado, dándose un tiro en la cabeza, cuando malas operaciones comerciales lo dejaron en la ruina. La tradición oral añadía que, cuando Pasador fue enterrado -echando mano de quién sabe qué maniobras, pues es sabido que a los suicidas no se les entierra en suelo consagrado- alguien fue, y provisto de un lápiz graso y ancho -probablemente un lápiz de dibujo para litografías- dejó una anotación rotunda: “Aquí descansa el traidor Picaluga”, pues el verdadero nombre del suicida era Francesco Picaluga, marino genovés que durante todo el siglo XIX mexicano fue considerado el prototipo de la traición política en México, pues aquel hombre había secuestrado al presidente en desgracia Vicente Guerrero y lo había entregado a sus asesinos.

Pero otros epitafios hablaban no solamente de un duelo personal, sino de días aciagos para el país. Los héroes de la resistencia mexicana ante la invasión estadunidense fueron llevados, conforme iban cayendo, al enorme Panteón de Santa Paula, en la ciudad de México. Al general Lucas Balderas, que murió en combate, se le sepultó ahí. Su lápida era elocuente y breve: “murió combatiendo contra el invasor de México, el 8 de septiembre de 1847.

Otros héroes de la resistencia mexicana, también enterrados en Santa Paula, como el capitán Luis Martínez de Castro, muerto en la batalla de Churubusco. Aquel joven alcanzó a tener mejores despedidas que las del general Balderas:

Uno de los epitafios más famosos del México viejo es el de Dolores Escalante, joven muerta en una epidemia de cólera, antes de que pudiera cumplir su palabra de matrimonio a su prometido, el político liberal José María Lafragua.

“Aquí descansan los restos mortales del capitán de cazadores del Regimiento Independencia, Don Luis Martínez de Castro. Murió a los 28 años de edad, de las heridas que recibió en Churubusco, al combatir en defensa de su patria, el26 de agosto de 1847:

Tu claro ingenio y tu valor pregona La fama en sus anales duraderos; Ceñiste de las ciencias la corona Y el laurel de los ínclitos guerreros”

¿Acaso el capitán Martínez de Castro fue médico y luego se fue a pelear por su patria? Es posible. No todo cabe en un epitafio. Pero, en particular, Santa Paula había sido el lugar de descanso eterno de muchas de las víctimas de la invasión estadunidense, como podía verse en la terrible sucesión de fechas de los sepelios. Otro epitafio de un héroe de aquellos días es este, el de Amado Urbina, uno de tantos muertos al pie del cerro de Chapultepec: en el Cerro de Chapultepec, el 12 (sic) de septiembre de 1847: Valiente, fiel, honrado, Patriota esclarecido, De todos fue estimado, Y de todos sentido”

En ocasiones, el difunto no alcanzaba epitafio, pero quienes le daban sepultura se sentían obligados de dejar consignadas las circunstancias en las que aquel personaje había muerto. Tal es el caso de un caballero llamado Pomposo, un humilde servidor público:

“La funestísima noche del 14 (sic) de septiembre de 1847, perdió esta ciudad a su fiel servidor, guarda mayor del alumbrado, don Pomposo [ilegible el apellido], cumpliendo con sus deberes: sus subalternos y su familia, profundamente conmovidos le dedican este recuerdo en señal de la alta consideración y respeto al que se hizo acreedor”.

Aquel buen hombre había muerto la noche del 13 de septiembre, cuando la ciudad de México se quedó sin alumbrado público, para que los invasores estadunidenses no pudieran orientar sus cañones hacia Palacio Nacional; Guillermo Prieto cuenta que en esa noche terrible, en las tinieblas se escuchaban gritos y tiros. Los guardas del alumbrado estaban a la expectativa, en sus puestos de trabajo, para mantener una iluminación mínima. Los invasores no se detuvieron por eso, dispararon a ciegas, matando a los pocos que estaban en la Plaza de la Constitución, como el pobre de don Pomposo.

En otras ocasiones, la vena poética de los deudos garantizaba piezas delicadas. También en Santa Paula, el poeta Guillermo Prieto y su esposa María Caso, dieron sepultura a dos de sus hijos, muertos en la infancia, una niña llamada María y un pequeño llamado Guillermo, muertos en 1847 y 1848. Su padre, con el corazón destrozado, les dejó una muestra permanente de amor: Juntos un día y libres de muerte, Dios hará eternos nuestros dulces lazos”.

Pero, ¿qué pasaba con quienes no tenían padre poeta, con quienes no eran héroes de la patria? ¿Para ellos no había bellas palabras? Sí, las había. Incluso para quienes, como Delfina Ortega, la primera esposa de Porfirio Díaz, muerta al dar a luz, en 1880. Delfina, que había sobrellevado la muerte de varios de sus hijos, siempre prefirió llevar una vida discreta, dedicada a su hogar. Cuando la sepultaron en el panteón del Tepeyac, en el cerro de la Villa de Guadalupe, al lado de tres de sus hijos, su epitafio reflejó, con tino, su biografía y el dolor de la muerte temprana:

“Delfina Ortega de Díaz Abril 8 de 1880 Camilo, Francisca y María Díaz y Ortega La naturaleza los hizo aparecer Fugaces sobre la tierra. Dios los destinó luego Para su alcázar eterno.”

Paradojas de la vida: el poeta romántico más trágico del siglo XIX mexicano, el suicida Manuel Acuña, no tuvo epitafio. A su muerte, en diciembre de 1873, sus amigos intentaron cooperarse entre sí para costear la tumba. Pero lo reunido apenas alcanzó para sepultarlo en el panteón más pobre de la ciudad de México: el cementerio del Campo Florido. No hubo dinero para ordenar monumento y muchos menos una modesta piedra con epitafio. Mucho sentimiento les dio a sus amigos cercanos enterarse de que una joven lavandera, con quien Acuña tuvo amores -a pesar de Rosario- había puesto todo cuanto tenía para mandar a poner una modesta lápida con el nombre del poeta. Tener epitafio no solo requería sensibilidad literaria, sino algo de dinero. Solamente al paso de los años, cuando los despojos de Acuña fueron trasladados, tuvo una tumba más digna, como la soñaban sus antiguos compañeros.

Ninguna historia de epitafios mexicanos está completa sin mencionar el de Dolores Escalante, eterna novia del político liberal José María Lafragua, que todavía descansa en el Panteón de San Fernando, convertido hoy en museo. Víctima de cólera, en una tremenda epidemia, Dolores nunca pudo cumplir la palabra de matrimonio dada a Lafragua, quien jamás se casó, y en cambio encargó a Italia un enorme monumento funerario, donde mandó a esculpir las líneas que resumen sus amores fracasados:

TOMADA DE VIDEO

Aquí estoy, no salí del país, aclara en un videomensaje Lorenzo Córdova.

Mentir y descalificar al INE, clave en ataques contra la democracia: Lorenzo Córdova

Difunden un nuevo engaño, que “salí del país”, revela en un videomensaje

Mario D. Camarillo

Ciudad de México

El consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova, desmintió este sábado a través de un video que publicó en sus redes sociales desde la sede del órgano electoral, que esté fuera del país a tan solo unas horas de que se lleve a cabo la “Marcha por la Democracia“, que se realizará este domingo 13 de noviembre en todo el país.

En su mensaje, el titular del INE explicó que la noticia falsa de que estaba fuera del país es parte de la “mentira y la descalificación” de la cual ha sido parte el órgano electoral en los últimos meses.

“Cómo ha venido ocurriendo desde hace meses, e incluso años, la mentira y la descalificación han sido piezas claves en la embestida en contra de la democracia mexicana y de nuestro sistema electoral. Hoy los detractores del INE difunden un nuevo engaño: dicen que este fin de semana estaré fuera de país, en un viaje con un cargo al presupuesto del INE, nada más lejano a la realidad”, dijo.

INVATICIÓN RECHAZADA

“Si bien como consejero presidente fui invitado a participar en Estrasburgo en la Conferencia de Organismos de Gestión Electoral del Consejo de Europa, por cierto, sin que ello implicara erogación alguna para el INE, pues los gastos correrían por cuenta de los organizadores, decidí permanecer en la CDMX dada la importancia del evento cívico previsto para mañana y participar virtualmente en dicha conferencia desde nuestro país”, agregó.

Lorenzo Córdova destacó que, si el organismo es invitado a foros internacionales para compartir su experiencia sobre organizar procesos democráticos, se debe a que” el sistema electoral mexicano se ha convertido, le pese a quien le pese, en un referente mundial, y sus buenas prácticas son un modelo a seguir en todas las latitudes”.

Agradeció la solidaridad para con el INE en los últimos meses, órgano que llamó como la “institución civil mejor valorada por la población, que es una creación común y patrimonio de todas y todos los mexicanos”.

“Es momento de defender la democracia que hemos construido y de ejercer los derechos político a plenitud. A las autoridades de la CDMX y de las demás entidades donde la gente saldrá a marchar mañana, les agradezco y reconozco su disposición para que estas acciones cívicas transcurran en paz y civilidad, garantizando así el ejercicio pleno del derecho a la libre manifestación y a la protesta, dentro de los cauces legales”, adujo.

“A tí, que defiendes al INE y a nuestra democracia, muchas gracias. Nuestro sistema democrático es una obra colectiva y su defensa es una responsabilidad de toda la ciudadanía”, finalizó 

“EL SIERVO”

César Daniel González Madruga @CesarG_Madruga

Pasaremos de un sistema poco democrático a uno totalmente antidemocrático

El acto más digno en el que he participado dentro de la política fue ser candidato independiente, es decir, sin partido, donde enfrenté de todo, a la partidocracia, al INE, al OPLE, a los medios decantados con la partidocracia y un largo etcétera. Mi motivo era luchar por los derechos humanos, en particular por los que considero más importantes, los derechos políticos, por los cuales luchó Morelos, Mandela, Luther King o Lincoln.

Con la reforma electoral recién presentada, se vulnera el derecho a ser elegido, así como el derecho al voto y a la participación política sin limitaciones o restricciones irracionales, desproporcionadas o innecesarias, tal como lo establece la Convención Americana de los Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Si bien habría una reducción en el número de diputados y senadores,lo delicado es que se pasaría a un sistema de pura representación plurinominal empoderando a la partidocracia. Si de por si existen restricciones innecesarias, ahora con la reforma electoral presentada se dinamita dicho camino.

Estoy seguro de que en las filas de la sociedad existen muchas almas libres, independientes y soberanas que podrían representar mucho mejor al pueblo, que aquellas opciones presentadas por la partidocracia, pero que sus valores son totalmente incompatibles con la indecencia de los partidos. Por ejemplo, no se trata de malear ni adoctrinar a los jóvenes con interés de participar para que puedan destacar dentro de un partido, sino que deben tener la posibilidad de ser votados y que la gente pueda discernir y elegirlos si lo desea, porque eso asegura un derecho pleno al voto y no limitar las alternativas a modo o conveniencia de un sistema partidista.

Lo mismo sucederá con aquellos que quieran ser parte del Consejo del nuevo Instituto Electoral; se plantea que los consejeros sean votados de manera abierta, sin embargo, para poder ser candidatos y tener derecho a ser votados se verán imposibilitados cualquiera que quiera aspirar al puesto, a menos que tengan palancas en alguno de los poderes, ya que la propuesta de esta reforma establece que los candidatos podrán ser propuestos por solo por los miembros de los poderes constitucionales para después ser sometidos a votación popular. Actualmente, cualquier aspirante a consejero puede presentar su examen y entrevista, y aunque son procesos casi siempre amañados, más de un consejero libre de intereses se ha logrado colar.

En síntesis, pasaremos de un sistema poco democrático a uno totalmente antidemocrático o, como dirían los guatemaltecos —a quienes les reitero mi cariño y respeto—, “pasamos de Guatemala para entrar a Guatepeor”.

Lo anterior no implica que no se deba reformar el sistema político electoral de México y que deba debatirse ampliamente, sin embargo, hacerlo a 20 meses de la elección presidencial pone todo en tela de juicio, si esto se hubiese debatido al inicio del sexenio, otro gallo cantaría. Por ello, es importante que esto sea una de las prioridades a debatir en el próximo sexenio.

La democracia no es debilidad de un gobierno, sino la fortaleza de una sociedad. La democracia no es una meta, sino un camino que hoy debe ser andado para defender los derechos políticos de los mexicanos 

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