Revista N° 3, Diciembre 2011

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Vida y obra de don Clotario Blest Riffo (1899 – 1990)

¿De quién es la culpa, Don Clota? Por Patricia Matus de la Parra “¿De quién es la culpa, don Clota?”, le preguntan. “De los trabajadores que han dejado que esto pase”, responde fijando la mirada. Se trata de un mirista con la chapa de “Juan Hernán” quien sigue mirándolo apoyado en la mampara de aquella casa que ha albergado a tantos sobrevivientes durante la dictadura. Jadea porque ha corrido desde la intersección de calle Aysén con Av. Vicuña Mackenna, donde se ha juntado con sus compañeros. Ha quemado todos los libros con las inscripciones del Partido Socialista (PS). De saberse alguno de esos nombres, serán los que estamparán luego los carteles que, apretados contra el pecho de mujeres llorando, digan con letras de dolor: detenidos desaparecidos.

La casa ubicada en la calle Ricardo Santa Cruz fue durante sus últimos años la residencia de don Clota. Allí deja que se junten agrupaciones, socorre a los perseguidos y los defiende mientras en su patio da de comer a las cientos de palomas que llegan todos los días, desplegadas a los pies del naranjo que es a su vez el lugar preferido del “momio”, su perro, apodado así por engordar sin nunca hacer nada. Blest comenzó desde muy joven a buscar formas de hacer de la lucha sindical organizaciones y acciones concretas. Escuchando los primeros discursos de Luis Emilio Recabarren, agitando a la Iglesia Católica con el grupo “Germen” y utilizando el deporte para comenzar a agrupar a los trabajadores fiscales a través de lo que se conoció como la Asociación Deportiva de Instituciones Públicas (ADIP), base de la futura Asociación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF) por estar prohibidas en esos años las agrupaciones sindicales. Su pequeña figura que contrarrestaba con la fuerza de su historia, se alzó el 1° de Mayo de


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