Laberinto No. 478

Page 11

sábado 11 de agosto de 2012 b 11

LABERINTO

cine CORTESÍA PRODUCCIÓN

El surrealista involuntario El fantástico mundo de Juan Orol, dice su director, Sebastián del Amo, rescata la historia de un realizador que definió una estética en el cine mexicano ENTREVISTA Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com

H

ace seis años, Sebastián del Amo descubrió que el cine nacional tenía una deuda con quien para muchos es “el peor director mexicano” de todos los tiempos. Así nació El fantástico mundo de Juan Orol, filme que cuenta la historia de un cineasta que creó un estilo único. Protagonizada por Roberto Sosa, la cinta triunfadora en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara, más que ser una biografía convencional, es un homenaje construido a partir de la reinterpretación del universo impulsado por el autor de películas como Charros vs. gángsters. ¿Qué lugar ocupa Juan Orol en la historia del cine nacional? Es un personaje fundamental. Siempre que se habla de la “época de oro”, se omite a Juan Orol porque sus películas eran consideradas malas. Los entendidos lo califican como el peor director de la historia del cine nacional, lo que me parece un juicio exagerado, pues abundamos realizadores malos. En realidad, es una persona fundamental; sin proponérselo impulsó infinidad de subgéneros. Cuando puso a cuadro a una bailarina cubana inventó el género de las rumberas; creó la estética de los cabarets. Cuando todo mundo hacía películas de charros cantantes, empezó a hacer cintas de gángsters. La historia está manejada en un tono casi fantástico, ¿esto no deshumaniza al personaje? Cuando me puse a investigar su biografía descubrí que su vida fue muy graciosa, por eso quise rendirle un homenaje. Su historia se desarrolla casi en paralelo con el auge del cine mexicano. Su filmografía empieza en la época preindustrial; su apogeo coincide con la “edad de oro”, llegando a realizar hasta siete películas al año. Su trabajo decae y al final de su carrera tarda años en levantar una producción, situación similar a la que vivió la

industria en la década de los ochenta. Una intención secundaria de mi película es cuestionar lo que representó la “época dorada”. Y mi conclusión es que por lo menos aquellas eran producciones que se autoconsumían por un mercado local. Orol, a pesar de ser el “peor director de México”, tenía proyección internacional. ¿En qué consiste ser un buen director o hacer una buena película? Mi intención era hacer una película propositiva pero sin dejar de tener en mente al público. No creo en el cine intimista y complicado, que es hacia lo que se ha movido buena parte de la producción nacional, filmar ante todo es una tarea colectiva. La primera responsabilidad de quienes nos dedicamos a esto es crear una industria. No se trata de hacer concesiones sino de tener en mente que una película implica bastante dinero y a su vez necesita un público. ¿En qué momento Orol se convierte en figura de culto? Quien realmente lo dimensiona como tal es Carlos Monsiváis, cuando era director de Actividades Cinematográficas en la UNAM. Solía decir que las obras de Orol eran tan malas que terminaban siendo joyas. A partir de entonces la Cinemateca de Francia le rinde homenajes como “el surrealista involuntario”. Es curioso porque a lo largo de su vida él recibió críticas terribles, mismas que nunca le importaron demasiado; bien que mal se mantuvo vigente por más de cincuenta años. Hay varias similitudes de su cinta con Ed Wood de Tim Burton, ambas se dedican a directores “fallidos” pero desde el estilo que ellos crearon. La comparativa es inevitable, aunque me parece un poco odiosa. Ed Wood hizo ocho o nueve películas, en cambio Orol filmó 57. El tipo era una máquina. Sin duda hay paralelismos, aunque Ed Wood es más freak; en cambio Orol tenía una personalidad más compleja, pensemos en la relación con sus actrices,

Protagonizada por Roberto Sosa, la cinta se estrenará el 14 de septiembre

se casaba con ellas y cuando adquirían fama lo votaban. Era un hombre orquesta, dirigía, componía las canciones, diseñaba el vestuario… y todo lo aprendía sobre la marcha. Vivía el cine como un juego. ¿Por qué preferir recrear el mundo de Orol, en lugar de contar su biografía? Desde una etapa muy temprana del proyecto nos dimos cuenta de que no íbamos a poder hacer una biografía verosímil porque hay poca información, y la mayoría se conforma con entrevistas que dio a una edad avanzada, de modo que no hay manera de verificar si lo que decía era cierto. Por ejemplo, afirmaba que había sido torero, boxeador, etc. Siempre se preocupó por crear un mito alrededor de su persona y creo que a nosotros no nos correspondía desmitificarlo. ¿Qué virtudes encontró en Roberto Sosa para interpretar a Juan Orol? Él no fue la primera opción, aunque sin duda fue la mejor. Primero manejamos a Bruno Bichir, luego a José María Yaspik y Miguel Rodarte. Pero Roberto es impresionante, es uno de los mejores actores de México y no tiene la fama que debería. Espero que esta película le de un nuevo resorte a su carrera. Juan Orol justificaba sus errores de producción diciendo que la gente no paga para ver cristales rotos, sino para emocionarse con una película. ¿Coincide con él? En cierto sentido. Hay una concepción equivocada de lo que es entretenimiento y de lo que es artístico. La espectacularidad ayuda, pero no puedes olvidarte de tener presente al público, que finalmente es quien da vida a una película. L

HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL

Mexican American War Fernando Zamora @fernandovzamora

E

n Savages de Oliver Stone, sabes que la cosa va a estar simpática cuando descubres que los buenos son dos natural-bornhipsters que se tiran a la misma rubia por aquello del amor y paz. Que tengan un floreciente negocio de marihuana afgana es otro de los toques. La cosa se pone seria cuando entiende uno que Stone está diciendo que en Estados Unidos hay tráfico pero no hay guerra mientras que en México hay guerra por culpa de dos partidos que se turnan el tráfico: PRI y PAN, sí. Con todas sus letras. Lo dice Oliver Stone, no yo. PAN y PRI (Stone dixit) son “el Wallmart de la droga” mientras que nuestros hipsters son “la tiendita de barrio”. Así ve la cosa un realizador que se volvió de culto como guionista en Midnight Express (1978), se consolidó como director en Platoon (1986) y dejó boquiabierto a los amantes de la belleza con la edición de JFK en 1991. Tiene muchas otras obras, por supuesto; aquí sólo hay espacio para seguir con la salvaje guerra que puso a México en los titulares del mundo gracias a Calderón. Salma cae bien en su papel de narco de corazón amable. Gusta la sutil burla que hace de sí misma, de la clase empoderada en México, de un personaje que más que irreal es arquetípico. Bichir es el narco que quiere ser elegante pero no sabe amarrarse la corbata y Del Toro se confirma en su papel como Benicio del Toro: rudo carismático que guarda un secreto mortal. El principal acierto de Stone es volver a los terrenos épicos. La Historia contada así, desde abajo y con arquetipos, tiene sabor a Troya. Que la realidad es más compleja sobra decirlo, pero también hay realidad en la ficción. Hay realidad en el hecho de que la guerra en México está alcanzando a los Estados Unidos; hay realidad en el hecho de

Savages (Salvajes). Dirección: Oliver Stone. Guión: Shane Salerno, Don Winslow y Oliver Stone. Fotografía: Daniel Mindel. Música: Adam Peters. Con Salma Hayek, Demián Bichir, Benicio del Toro y John Travolta. Estados Unidos, 2012 que, con o sin tráfico, los Estados Unidos no van a permitir que los invadan personajes como los que aquí interpretan Hayek, Bichir y Del Toro. ¿Son ellos los “salvajes”? Habrá que verlo. Es una delicia llegar al final y sentir que esta palabra, “salvaje”, se ha re-significado. Las escenas entre Bichir y Salma están llenas de guiños para quien conoce la idiosincrasia del mexicano. El hombre arrecho tiene que cuadrarse frente a la jefa que es jefa por herencia y no por derecho. Según Stone cuando gane el PRI (la película se filmó antes de las elecciones) el control cambiará de manos. Savages pareciera ser un cuento adolescente

enmarcado en una guerra que tiene menos que ver con el poder económico que con el poder político y, con todo y su dosis de cine de quinceañero, hay más honestidad aquí que en la telenovela con la que nos espetó Steven Soderbergh en el año 2000. Un ejemplo: en Traffic, los agentes de la DEA hacían de los buenos de la película; en Savages, John Travolta es el corrupto de la DEA, uno que también pone los puntos sobre la i de la política en Estados Unidos. Con este hombrecillo, Stone remata la historia con un corte de virtuosismo casi musical. Savages es un filme que hay que ver por aquello de que es mejor reír que llorar. L


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.