Laberinto No°. 540

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Laberinto David Toscana Cristo economista página 2 Roberto Fernández Iglesias Poesía página 3 Sergio Rommel Danza Página 10 Avelina Lésper Los cisnes salvajes de Paola Celada página 12

N.o 540 sábado 19 de octubre de 2013

Vinicius de Moraes, 100 años Miguel Ángel Flores Página 4 PAOLA GARCÍA

MILENIO

Eduardo Lizalde

“La felicidad es una vergüenza” Iván Trejo Página 6


02 sábado 19 de octubre de 2013

MILENIO

antesala Isis EKO

EX LIBRIS

Cristo economista TOSCANADAS David Toscana dtoscana@gmail.com

E

n Polonia la palabra preferida de los comercios es “mundo”. La zapatería “El Mundo del Zapato” se encuentra frente a “Zapatos del Mundo”. Lo mismo pasa con “Cocina del Mundo” y “Mundo de la Cocina”, y así nos vamos con todos los mundos que se puedan imaginar. Por eso no me extrañó que mi novela El último lector la publicara la editorial “Mundo del Libro”, que luego cayó en manos de una empresa alemana conocida como “Imagen del Mundo”, o sea, Weltbild. Esta compañía tiene algo curioso: hace un par de años se reveló que la iglesia católica germana posee el cien por ciento de las acciones y que durante años uno de sus principales ingresos ha venido de publicaciones eróticas y pornográficas. Usé el adjetivo “curioso” porque no quiero lanzar un juicio moral. Me parece bien que la Iglesia se busque medios de sustento más allá de pasar la charola. Ya sabemos que en algunos países nadie les da una moneda, así que han de ponerse a fabricar cerveza o regentar negocios de venta por catálogo o sacar de noche a las monjas o vender sus bienes. Hay quienes se espantan de que muchas iglesias cristianas se estén convirtiendo en mezquitas; pero esto no es nuevo. Comenzó con la caída de Constantinopla. Quizá Cristo no estaría de acuerdo con estos manejos financieros, pues nunca tuvo inclinación por la administración de empresas. Por eso dio patadas a los cambistas del templo y al rico le dijo que vendiera todo y lo entregara a los pobres. Esta última es la peor fórmula económica. Repartamos el dinero equitativamente y mañana todos estaremos en la miseria. Si la Iglesia entregara su dinero a los pobres, mañana dejaría de existir. Al describir la batalla de Guanajuato en 1810, el historiador Lucas Alamán dijo: “Ese día se perdieron muchas fortunas, sin que por eso un solo pobre pasara a ser rico”.

DE CULTO

Lorel Manzano lorel_hm@yahoo.com.mx ESPECIAL

Jakob Wassermann

La indolencia del corazón

Título del sello Weltbild

Cristo parece invitar a una hambruna mundial cuando dice: “Miren las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre celestial las alimenta”. Aquí saca un cero en economía y otro cero en ornitología, pues cada pajarraco vive en una guerra diaria por conseguir alimento mientras cuida que no se lo coman a él. Mamá y papá pájaro sufren lo indecible para traer comida al nido donde unos polluelos pilladores exigen su diario alimento. Los únicos padres celestiales son los avicultores que echan alimento a los pollos para luego torcerles el cuello. Conocemos bien otro mal consejo del mesías: “Y por la ropa, ¿por qué se preocupan? Observen cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan; pero les digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos.” Estoy seguro de que Salomón vistió mucho mejor. También estoy seguro de que Cristo sí se preocupó por su vestido; de haberse cubierto con trapos viejos, nadie hubiese echado suertes para quedarse con ellos. Sea como sea, éste es otro consejo que el mundo entero se pasa por el forro, pues en cuestión de ganarse la vida no nos educa el Nuevo Testamento, sino el Génesis. Y sin embargo, por ingenua que sea su visión económica no es ni mejor ni peor que la de algunos secretarios de Hacienda. L

H

abía una vez un niño alemán que vivía en el centro de una ciudad industrial de finales del siglo XIX. Su nombre era Jakob Wassermann y sufría una infancia como sacada de la pluma de los hermanos Grimm: su madre había muerto cuando él tenía nueve años, su padre lo educaba con dureza para una vida de comerciante, en tanto la madrastra cruel arrojaba a las llamas los cuentos del niño; la comida escaseaba en casa y cualquier bocado de más era castigado con rigor. Además, soportaba las humillaciones cotidianas como cualquier niño judío en Fürth. Entre tanta desdicha, Wasserman alimentó sus fantasías con la literatura y desde entonces se interesó por una historia aún en boca de los viejos, que bien habría podido salir de un terrible cuento de hadas, sucedida medio siglo atrás: un buen día de 1828, apareció en la ciudad de Núremberg un joven “de embrutecido aspecto”, con los zapatos deshechos y sangrantes, y una carta que sugería el aislamiento en el cual había crecido. Lo encerraron en la torre de un castillo y, según relataron, la gente hacía filas para ver al incivilizado que no podía sino balbucir algunas palabras, se alimentaba de pan con agua y solo atinó a escribir su nombre “con grandes letras infantiles”: Caspar Hauser. Detrás de él se escondía un crimen de realeza; delante, el asesinato. Años más tarde, Wassermann se vio, como él mismo describe en su autobiografía Mi camino como alemán y judío, a mitad del bosque, sin dinero, sin un lugar adonde llegar y aquejado por dolores de amor. Todo lo que tenía, lo llevaba consigo: un manuscrito que lo obsesionaba y el cual concluyó meses después en el delirio de la enfermedad. Era su segunda novela, la tituló Los judíos de Zirndorf. Fue un éxito: admiradores y enemigos opinaron con ardor. Se abrieron ante él

BITÁCORA PSICOTRÓPICA

las puertas del periódico Frankfurter Zeitung y, poco después, de la famosa revista Simplicissimus. Sus ensayos, notas periodísticas y la prosa ágil de sus novelas, en las cuales se perfilan en particular las lecturas de Dostoievski, lo convirtieron en uno de los autores más leídos de la época. Caspar Hauser o la indolencia del corazón apareció en 1908, le siguieron El hombrecillo de los gansos y El caso Maurizius, entre una veintena de títulos. Aquí debería terminar la historia, con la imagen final de una vida literaria. Pero Wassermann era un escritor judío alemán y un ciudadano sin derechos en su propio país, un huésped en la casa paterna, un escritor que al hablar con su personaje, habla consigo: “ahora, Caspar, retírate a una pequeña ciudad, a una pequeña casita, vivirás en el destierro, se estrecharán las paredes de tu mundo hasta volver a convertirse en las de tu prisión…” Jakob Wassermann murió en enero de 1934, en Austria. Detrás de él ardían sus libros en las ciudades alemanas; delante, el genocidio estaba por comenzar. L Xavier Velasco

Es Arte, nunca Amor, quien recompensa la entrega total.

MILENIO LABERINTO Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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LABERINTO

antesala

Poemas juntos y revueltos

Adiós a Rafael Muñoz Saldaña

Una imagen —en apariencia lejana— hace de los versos de Fernández un viaje a la memoria, al origen, a los primeros deseos POESÍA

A SALTO DE LÍNEA Braulio Peralta juanamoza@gmail.com

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Roberto Fernández Iglesias

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n mi casa dentro de mi origen veo todas las tardes un avión que se convierte en punto más allá del mar y siento deseos de regresar a un sitio en el que nunca estuve Cuando niño viví en un internado y todas las tardes veía un avión con rumbo a mi país y desde el salón de clases o desde el campo de juegos me distraje con su paso cada tarde hasta que solo era un punto en mi imaginación

scribió el 26 de agosto en Facebook: “Dime cualquier cosa y yo te daré una frase de Nietzsche para probarla”. Era filósofo, editor y periodista. Un erudito del lenguaje y la escritura. Es personaje literario en la novela de Javier Marías, Negra espalda del tiempo. Juan Villoro creía que era un personaje de ficción, pero no: cuando lo conoció, descubrió que por una década el susodicho tenía contacto epistolar con el autor español de Corazón tan blanco. Una tarde de lluvia, el 11 de junio, escribió sobre su muro, del “sorprendente poder temporal de nuestra existencia”. El seis de junio había adquirido las Obras completas de la poeta Emily Dickinson. Al parecer le dio tiempo de traducir toda su poesía, que años atrás había empezado. Hay muchos poemas en Facebook. Un ejemplo: En esta breve vida Que dura solo una hora Cuánto —y qué poco— Está en nuestras manos.

ESPECIAL

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oberto Fernández Iglesias (Panamá, 1941) es poeta, narrador y docente de literatura. Fue editor de las revistas TunAstral y Participación–poesía. Autor de los poemarios Cartas (1969), Soñar tu sombra (1974), Sie7e (1971), Canciones retorcidas (Premio Nacional de Poesía Ricardo Miró, 1974), Trastienda (1994), En tiempo de recuerdo (2000) y Furiosa sustancia (2010), entre otros. Poemas juntos y revueltos, publicado por el Fondo Editorial del Estado de México en su colección Summa de Días, es una selección de textos que presenta una diversidad de estilos, retóricas y temáticas que el autor ha desarrollado. De este volumen provienen los versos que presentamos.

También deja una novela cuya idea central definió en una frase: “El tiempo huye, pero se queda”. Si uno revisa su muro en Facebook de 2012 hacia acá, quizá hubiéramos advertido que lindaba en lo que Stefan Zweig llama “esa magnífica y peligrosa levadura del alma” que, en una crisis, puede incendiarnos hasta aventarnos al suicidio. Era un alma solitaria. El 24 de octubre de 2012 escribió: “Una buena forma de hacer un catálogo general de la estupidez en el mundo contemporáneo sería monitorear y registrar todas las conversaciones que, en este preciso momento, ocurre en los diferentes Starbucks del mundo. Yo, al menos, estoy en silencio”. El 15 de marzo compartió un fragmento de su novela:

“Y esa noche, mientras miraba consumirse el cirio de mi Primera Comunión y tocaba sus gotas de parafina líquida, pensé que me gustaría ser como él y lograr que mi vida, en su permanente e irrefrenable proceso de extinción, en su constante pérdida de inocencia, generara también alguna forma de calor, algún tipo de luz”. Le gustaban Schubert y Liszt (tenía todas sus obras). Escribía de David Lynch, Tarkovski y Herzog: era cinéfilo. Le publicamos en la extinta revista Equis, Cultura y Sociedad. Dejó algunos textos en los suplementos Confabulario y Laberinto. Traducía del inglés y francés, y entendía perfectamente el alemán. No tuvo oportunidad de ser más conocido. La cerrazón de algunos medios y revistas es patente. Enrique Krauze, a quien admiraba, le escribió una dedicatoria: “A Rafael Muñoz, compañero querido de travesía intelectual”. Todavía quiso arrancar un viejo proyecto de revista: 1900. Editor en serio, no de membrete, en la editorial Océano, la Enciclopedia Británica o Televisa. Su Libro de valores vendió medio millón de ejemplares. En el poema 997 de Dickinson, comentó: “la degradación vital es mucho más sutil e insidiosa”. Tenía un Iphone 5… Vivía con su madre Margarita en el 171 de Avenida México. Tres días antes de la caída, escribió: “¿Alguien conoce o tiene influencia en el IMSS? URGE”. Fui el primero en responder. Pensé que era por su madre. Ni siquiera le llamé... Su prima Macarena Muñoz fue quien avisó de su muerte, vía Facebook, la madrugada del martes ocho. Pedía a sus amigos no llamar porque la señora desconocía la partida. En el anuncio se advierte que preparó su velorio… Es la única nota necrológica, hasta hoy. Se fue a los 169 años del nacimiento de Nietszche. L

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04 sábado 19 de octubre de 2013

MILENIO

literatura Vinicius de Moraes

El desvelo de la muerte

ENSAYO

Hoy se cumple el centenario del natalicio de Vinicius de Moraes (1913–1980), figura emblemática de la música y la poesía, autor de la letra de “Garota de Ipanema”. Presentamos un ensayo y poemas de quien formó parte de un grupo de artistas consagrados a la expansión de la cultura brasileña Miguel Ángel Flores

F

ue miércoles aquel 9 de julio de 1980. Los periódico dieron la noticia de la muerte que consternó a todos, sobre todo a aquellos que gustaban de la música del bossa nova: Vinicius de Moraes fue encontrado muerto en la tina de su casa ubicada en la calle Frederico Eyer, del barrio A Gavea, tenía 67 años de edad. Los periodistas se apresuraron a solicitar a Carlos Drummond de Andrade, su contemporáneo, una declaración al respecto, y él dijo: “Fue un poeta total porque hizo versos, escribió música y vivió la vida de poeta. Consiguió popularizar la poesía escrita, la poesía erudita. Ningún otro poeta brasileño —y ahí me incluyo— consiguió tanto”. Podría ahora sorprender si señalamos ahora que Drummond recordó que Vinicius era un poeta, un poeta erudito. En vísperas de su muerte se había convertido en un fenómeno popular debido a la letra de sus canciones, la más famosa: “Garota de Ipanema”, que musicalizó uno de los más importantes músicos brasileños del siglo XX: Tom Jobim. ¿Quién no recuerda la letra? ¿Quién no recuerda la música?: Olha que coisa mais linda Mais cheia de graça É ela menina Que vem e que passa Num doce balançado A camino do mar Moça do corpo dourado Do sol de Ipanema O seu balançado É mais que um poema É a coisa mais linda Que eu já vi pasar 

En la letra de esa canción estaba la vitalidad de Vinicius, la alegría de contemplar a una muchacha que encarnaba la permanencia del deseo, los versos con una acentuación acertada buscaba seguir con su ritmo el balanceo de las caderas. Sus canciones trascendieron las fronteras de la lengua y del Brasil. Al final, el personaje público, el aplaudido músico, había devorado al insuperable poeta que fue Vinicius. Expliquémonos: Vinicius nunca dejó de ser poeta en cuanto escribía, y bien observado, las letras de sus canciones entroncaban con la poesía de tonos coloquiales y populares que nació de la revuelta contra el simbolismo en la ya mítica Semana de Arte Moderno que promovieron en São Paulo, en 1922, los poetas Mario y Oswaldo de Andrade, padres de la vanguardia literaria junto con Manuel Bandeira.

Erróneamente, algunos hablaron del poeta serio y el poeta frívolo. Se olvidó incluso que Vinicius había escrito una obra de teatro, Orfeu da Conceição que sirvió de base para el guión de la película francesa Orfeo negro, dirigida por Marcel Camus y que alcanzó gran éxito en su época. Los parlamentos de dicha obra están escritos con la cadencia del verso y la trama está impregnada con la savia de un verdadero poeta. Marcus Vinicius da Cruz de Melo Moraes —su nombre completo— nació en el mismo barrio donde concluyó su existencia: Gavea, en la periferia de Río de Janeiro, el 19 de octubre de 1913. A sus colegas y entrañables amigos Carlos Drummond de Andrade y João Cabral de Melo Neto, cuasi contemporáneos, los unía la complicidad de haber nacido lejos de Río, el primero en Minas Gerais y el segundo en Pernambuco, haber hecho del paisaje de Itabira, con sus grandes depósitos de hierro, y del agreste paisaje de Pernambuco, motivo de lugares míticos y continua evocación. Vinicius se distinguía de ellos en que convirtió a la antigua capital de Brasil en el elemento vital de su inspiración, en el centro de su creatividad como poeta, en un acontecimiento del poema como materia real y palpable. Es decir, Vinicius siempre fue un poeta de la ciudad, de una ciudad que podía ser infierno y paraíso, donde se podía desatar la euforia ante una mujer bella o vivir los quebrantos que provoca el desengaño, la soledad, la violencia o la meditación ante la muerte. Vinicius tuvo una vida de privilegios, asistió a los mejores colegios de la ciudad donde recibió una sólida formación. Luego se inscribió en la escuela de leyes; mientras se entregaba al arduo aprendizaje de códigos y norma, hubo tiempo en su juventud para cultivar su inclinación a la poesía. En 1933, a los 20 años de edad, publicó su primer libro, O caminho para a distancia (El camino hacia la distancia), la materialización de una escritura que había emprendido años antes. El reconocimiento de la calidad de su libro le abrió un camino de posibilidades y oportunidades: escribió para el cine y en 1938 el gobierno de Inglaterra le otorgó una beca que sería definitiva en su formación como escritor. Se inscribió en el Magdalen College de la Universidad de Oxford. Descubrió así la existencia de un poeta que lo deslumbró: T.S. Eliot. Leyó su legendario poema, el gran poema moderno sobre la ciudad, piedra de toque del nacimiento de una nueva sensibilidad: La tierra baldía; descubrió en él las emanaciones lúgubres del paisaje urbano, de un medio sobreindustrializa-

El poeta y el compositor Tom Jobim

do; el poema podía leerse también como la crónica de un paisaje moral. De este modo escribió bajo la influencia del poeta norteamericano su poema “Elegia V”, pero su experiencia personal era muy distinta a la de Eliot y por eso en su escritura no fluye esa corriente subterránea de desastre que caracteriza a La tierra baldía. En realidad, los poemas de su periodo inglés fueron solo una estación de paso; olvidó los juegos de palabras y las combinaciones de idiomas y regresó a su tradición poética. Sus sonetos demostraron que dentro de las estrictas reglas del género, les podía dar la flexibilidad deseada. Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, Vinicius ingresó al servicio diplomático y en 1946 fue comisionado en Los Ángeles, donde pasó cinco felices años como vicecónsul, felices porque en aquellos años, el más importante centro de la producción cinematográfica albergaba a una notable pléyade de artistas que se hallaban en activo: Stravinsky, Schoenberg, Thomas Mann, Aldous Huxley, Isherwood. Las obras de todos ellos sin duda fueron muy estimulantes para el poeta en funciones de diplomático, tan profundamente interesado en la música y el teatro. La enfermedad y posterior muerte de su padre lo obligó a abandonar la ciudad californiana. Pasó fugazmente por nuestro país donde conoció a Neruda, su colega en todos los sentidos. Luego la lotería diplomática lo llevó a París, allí escribió su ambiciosa obraOrfeu da Conceição, quizá lo animó a emprender su reelaboración del mito de Orfeo su compañera Eurídice, su contacto con Jean Cocteau, que había escrito su versión sobre dicho tema. En una tradición que abarca varios países, el diplomático siguió vigente al mismo tiempo que el poeta. Cada libro suyo fue confirmando sus grandes dotes literarias que contribuyeron a hacer de él un nuevo clásico. Era capaz de hablar de los sentimientos más comunes con un lenguaje que solo podía pertenecerle a

él: elaboraba una profunda meditación con la sencillez de la conversación. Uno de los mejores ejemplos de su poesía y de lo que pensaba de la vida lo representa bien su “Soneto de felicidad”: Sobre todo, para mi amor estaré atento Antes, y con tal celo, y siempre, y tanto Que aun enfrente del mayor encanto De él se encante más mi pensamiento. Quiero vivirlo en cada vano momento Y en su honor he de esparcir mi canto Y reír mi risa y derramar mi llanto A su pesar o a su contento. Y así cuando más tarde me busque Quién sabe qué muerte, angustia de quien vive Quién sabe qué soledad, fin de quien ama, Pueda yo decirme del amor (que tuve): Que no sea inmortal, puesto que es llama Pero que sea infinito mientras dure.

A Vinicius no lo desvelaba la idea de la muerte, y tal vez no pensó mucho en ella, sí era consciente que la vida es indisociable de la muerte, su idea del fin de la existencia estaba más bien permeada por una idea de paganismo latino más que cristiano. Si nos atenemos a sus poemas pensaba, mientras escribía, en el carpe diem. Y eso parece decirnos en las letras de sus canciones, debemos subrayar su admirable destreza para la música. Mientras desempeñaba su trabajo diplomático se fue involucrando cada vez más en el mundo de la música popular. Cada vez le resultaba más difícil rechazar las solicitudes de amigos que lo invitaban a veladas “bohemias” y le era muy incómodo atender sus tareas profesionales rodeado de los admiradores que invadían su oficina. Cuando regresó a su país, en 1964, ya gozaba de gran fama como cantante y compositor. Se convirtió en la figura central de clubes nocturnos como el Zum–Zum de Copacabana, donde


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LABERINTO

literatura PEDRO DE MORAES

POEMAS En torno a la mujer morena (Río de Janeiro) Amigos míos, hermanos míos, cegad los ojos de la mujer [morena Que los ojos de la mujer morena me cubren Y me despiertan en la noche. Amigos míos, hermanos míos, cortad los labios de la [mujer morena Pues son maduros y húmedos y sin sosiego Y saben sacar la sensualidad de los indiferentes. Amigos míos, hermanos míos, y a vosotros que amáis la [poesía de mi alma Cortad los pechos de la mujer morena Pues los pechos de la mujer morena sofocan mi sueño Y ponen colores tristes a mis ojos. Joven campesina que me enamoras cuando paso en las tardes Jálame hacia el casto contacto de tu vestido Sálvame de los brazos de la mujer morena Son flexibles, quedan inmóviles, extendidos, a lo largo de mí Son como raíces recibiendo resina fresca Son como dos silencios que me paralizan. Aventurera del Río de la Vida, adquiere mi cuerpo para [la mujer morena Líbrame de su vientre como la campiña matinal, Líbrame de su espalda como agua que escurre fría. Blanca abuelita de los caminos, reza para que vaya [ahora con la mujer morena Reza para que se vayan las piernas de la mujer morena, Reza para que la vejez roa por dentro a la mujer morena Que la mujer morena está encorvando mis hombros Y me llena de tos maligna todo mi pecho. Amigos míos, hermanos míos, y vosotros que guardáis [aun mis últimos cantos ¡Dad muerte cruel a la mujer morena!

A morte (Río de Janeiro) interpretaba canciones cuya música había sido compuesta por Baden Powell y Tom Jobim. Más tarde se le unirían Chico Buarque y Toquinho. Fue el gran momento de la música popular y de la poesía carioca, estaban vivos y en activo los grandes poetas del siglo XX brasileño: Bandeira, Drummond, Melo Neto, Konder Reis, y aquí habría que escribir un largo etcétera. Mucho debió a Rilke, Eliot, Neruda en la poesía que escribió durante su juventud (década de los treinta y cuarenta), pero nunca pensó que estaba “desacralizando” su prestigio y, por consiguiente, su poesía, al escribir canciones; se sabía parte de una tradición que entroncaba con Jacques Prévert. Al morir nos legó su testamento poético con “Receta de mujer”. Jamás pudo imaginar que el año del centenario de su natalicio, por los versos que lo componen, para algunos abierto atentado a la llamada “corrección política”, sería piedra de escándalo. El gran juglar había escrito: “Que las muy feas me perdonen/ Pero la belleza es fundamental”. El funeral de Vinicius estuvo acorde con el cariño que le había manifestado la gente, sobre todo aquella que gozaba de su música y sus versos. Asistieron más de quinientas personas a su entierro. Al escritor Geraldo Carneiro le pareció que en el caso del poeta, el sepelio había sido algo extraño: no había habido, propiamente dicho, signos de duelo. Casi con una sonrisa la gente entonó su “Canción del adiós”: “Si todo mundo fuera como tú,/ Qué maravilloso sería vivir”. L Mira qué cosa más linda/ Más llena de gracia/ Es la muchacha/ Que viene y que pasa/ Con un suave balanceo/ En su camino hacia el mar/ Moza de cuerpo dorado/ Del sol de Ipanema/ Su balanceo/ Es más que un poema/ Es la cosa más linda/ Que yo ya vi pasar

La muerte viene de lejos Del fondo de los cielos Viene hacia mis ojos Vendrá a los tuyos Desciende de las estrellas De las blancas estrellas Las locas estrellas Tránsfugas de Dios Llega sin ser advertida Nunca inesperada ¡Ella que es en la vida La grande esperada! ¡La desesperada Del amor fratricida De los hombres, ay! de los hombres Que matan a la muerte Por miedo a la vida.

Receta de Mujer (fragmento) Que las muy feas me perdonen pero la belleza es fundamental. Es preciso Que haya algo de flor en todo eso. Algo de danza, algo de haute couture En todo eso (o en tal caso Que la mujer se socialice elegantemente en azul, como en la [República Popular China). No hay término medio posible. Es preciso que todo eso sea bello. Es preciso que de repente Se tenga la impresión de ver una garza apenas posada y [que un rostro Adquiera de vez en cuando ese color que solo se halla en [el tercer minuto de la aurora. Es preciso que todo eso sea sin ser, pero que se refleje y desabroche En la mirada de los hombres. Es preciso, es absolutamente [preciso que todo sea bello e inesperado. Es preciso que unos párpados cerrados Recuerden un verso de Eluard y que se acaricie en unos brazos Algo más que la carne: que se les toque Como el ámbar de una tarde. Ah, dejadme decir Que es preciso que la mujer que allí está como la corola [ante un pájaro, Sea bella o que tenga por lo menos un rostro que recuerde [un tiempo. […] Traducción: Miguel Ángel Flores

Dueño de lo que sé y de lo que ignoro RESEÑA Juan Javier Mora–Rivera

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ostalgias de un fumador y otros ensayos (Ivec/ Conaculta, 2013) cautiva e inquieta desde su primer trazo, donde Rafael Antúnez (Xalapa, Veracruz, 1960) dice de sí mismo: “Fumé con ahínco, placer y constancia, desde que cumplí catorce hasta los cuarenta y cuatro en que me dio un infarto. Fumé puro, pipa y cigarrillos (con y sin fi ltro) nunca antes de las diez de la mañana, casi nunca acostado, casi nunca en domingo. Cuando dejé de fumar pensaba, principal y únicamente, en fumar. A cada momento descubría cuán ligada había estado mi vida al cigarrillo y cuánto placer me proporcionaba […] Como amar, fumar es una religión unipersonal. Cada fumador instaura sus ritos y su mitología, sus deidades y su templo.” No debe pensarse en este libro como un diario construido a partir de una apología del cigarro o como una férrea defensa del hábito de fumar. Existe, sí, una pequeña nostalgia de este placer —culposo para muchos—, incluyendo su imprescindible parafernalia (desde los libros hasta el cine, con marcas, fumadores famosos y costumbres). Nostalgias de un fumador… resulta un recorrido por autores, libros y temas particularmente importantes para Antúnez, empleando la memoria o el anecdotario lo mismo para reclamar el injustificado olvido para con la obra de Julien Green; advertir el silencio como señal en común a Melo, Gorostiza, Pellicer, Rulfo, Vicens, Banchs, Salinger, Hammett; descubrir a la narradora Elizabeth Taylor, homónima de la actriz; o defi nir al sueño como el espacio donde volvemos a ser “niños y adultos a la vez, dueños de lo que sabemos y de lo que ignoramos y aun de aquello que jamás llegaremos a saber.” Así, si la columna vertebral del volumen es el ensayo del título, dosificado a lo largo del libro, su corazón se ubica en “El peregrino inmóvil” donde Antúnez concreta, a partir del significado del viaje, una definición sobre el género: “el verdadero viajero no va por

el mundo. Lleva el mundo consigo, descubre algo que solo el viaje nos da: la certeza de que podemos estar en más de un lugar a la vez.” Ello permite entender la decisión del autor de fijar temas como la sal(sa) en la comida, el taco o el silencio, la risa y el sueño en la vida cotidiana y su reflejo en la literatura: se trata del universo propio del viajero y del escritor, imposible de abandonar a pesar de la travesía, del viaje inmóvil que significan la lectura y la literatura. Se entiende entonces el afán del autor por precisar, con rigor y pasión, el punto central de su volumen: sus influencias más sentidas (Sergio Pitol como el mago del lenguaje y la trama; Juan Vicente Melo, el extraordinario conversador cómplice; Ramón Rodríguez, el joven poeta hacedor de versos cautivantes originados desde el silencio) y los libros más reveladores en su opinión (La conciencia de Zeno, El arte de la fuga, Cuando fumar era un placer, aunque el dedicado al “verdadero” Pinocho de Carlo Collodi, es uno de los mejores de la compilación, centrado solo en apuntar los temas sugeridos en la novela por el escritor italiano). Se trata también de un homenaje a libros tan deslumbrantes como Libertades imaginarias de José de la Colina, los ya citados de Cristina Peri Rossi y Sergio Pitol o la literatura de Cardoza y Aragón y Alberto Salcedo Ramos. La aspiración literaria de Antúnez, aquí, es conciliar el mundo real con el del escritor, quien busca la felicidad mientras escribe. Ahora imagino feliz a Rafael Antúnez: en adelante más lectores querrán saber de sus futuros recuerdos y ensayos. L


LABERINTO

“La felicidad es una Eduardo Lizalde acepta que su más grande vocación es la música, pero que las circunstancias lo llevaron a dedicarse a la literatura desde temprana edad. En la siguiente entrevista, el escritor y académico, galardonado con el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca 2013, habla de su obra literaria con amplios registros, de sus gustos e intereses políticos Iván Trejo

E

n su familia hay ingenieros, dibujantes, actores, incluso militares destacados como su bisabuelo Trinidad García de la Cadena, entre tanta diversidad de oficios ¿cómo es que elige la poesía? Estudiamos canto mi hermano Enrique y yo a los 14 años, fui cantante desde muy niño. Mi padre descubrió que era melómano pero no cantante. En la primera etapa del siglo, él oyó a los mejores del mundo, incluido Caruso, que visitó México hacia 1919, y también a otros genios musicales. Mi padre tenía una enorme colección de discos, algo impresionante para la época, así que de él aprendimos todo eso. Era muy buen lector, ingeniero, dibujante, con él también descubrí a escritores, poetas y novelistas. ¿Recuerda el primer poema que leyó? No, pero leí tempranamente a todos los poetas del modernismo, a los románticos del siglo XIX y también a los clásicos españoles. Sobre todo, leía a Machado y Darío, cuyos poemas me aprendí de memoria desde la infancia, y empecé a intentar escribir desde los doce o trece años de edad. Estudia en la Escuela Superior de Música con la intención de dedicarse a la ópera, ¿en qué momento decide abandonarla? Yo no la abandoné, la ópera me abandonó a mí. Estudié varios años, tenía grandes facultades para el canto, una voz poderosa, canté como soprano en los boy scouts a los once años y a los catorce empecé a estudiar. Formalmente, a los 17 o 18 entré a la escuela de música y tomé clases particulares con don Agustín Beltrán, un viejo cantante que había sido de la generación de Titarrufo, de Caruso y de los grandes tenores, pero en ese entonces no había las condiciones necesarias para dedicarse a esa disciplina, a no ser que uno emigrara a Europa, como lo hicieron mis amigos siendo muy jóvenes, y que ya son grandes estrellas. En mi época no se vivía del canto, hubiera podido ser miembro del coro de Bellas Artes, pero no me interesó. A lo que yo aspiraba, con gran y frustrada ambición, era ser una estrella de la ópera. Aún hoy, a mi avanzada edad, conservo la voz, pero no encontré la oportunidad o no tuve la disciplina musical de otros, ya que también, desde muy joven, me dediqué a la literatura. Después de eso entra a la Facultad de Filosofía de la UNAM. No me gradué intencionalmente, pero cursé por completo la carrera de fi losofía. Eso, por supuesto, fue muy favorable. Me enteré de una enormidad de obras y autores que no conocía. Continué estudiando literatura, me convertí en profesor y debido a mi labor docente en la Escuela de Verano, en la escuela para extranjeros de la universidad y luego en la misma facultad, por ahí de

los años 70 el Consejo Universitario me declaró profesor defi nitivo de literatura, lo que equivale a un título universitario por la larga carrera y los logros literarios en campaña. Fui secretario de la Escuela de Verano y director de la radiodifusora de la universidad, pero nunca abandoné la música: sencillamente no tenía ninguna posibilidad de ser cantante profesional. Entre la literatura y la ópera, ¿cuál es su vocación más genuina? Mí más grande vocación era la música pero, obviamente, la literatura es otra carrera difícil. Los logros literarios no son de la primera edad, la literatura mayor se escribe en la madurez. Lope de Vega escribió desde los cinco años pero sus obras mayores surgieron a los 28 o los 35 de edad; Dante muere con la pluma en la mano y acabando su obra maestra, Cervantes termina la vida escribiendo la segunda parte del Quijote. Son pocos los portentos como Mozart, que a los 17 años escribe obras mayores de composición violinística y orquestal, pero también sus obras maestras son las de la última madurez. La filosofía no puede ser de niños prodigio. No hay fi lósofos– niños prodigio, Hegel escribe la Fenomenología del espíritu a los 40 años. ¿El movimiento poeticista dejó algún legado? El movimiento poeticista nos impulsó. Tratábamos de producir poemas que fueran una mezcla de vanguardia supuestamente poeticista y de marxismo. Aquellos fueron mis peores textos, por eso los recojo como curiosidad y memoria en Autobiografía de un fracaso. Teníamos buena formación y fuimos muy precoces, ya habíamos leído a una enorme cantidad de poetas y novelistas, escritores de estética y técnica literaria a los 18 o 19 años de edad. ¿Había alguna obsesión técnica en el poeticismo? La técnica de la poesía contemporánea es mucho más compleja que la técnica de la poesía clásica, porque recoge todas las experiencias técnicas de la historia. Lo que queríamos era renovar la literatura, creíamos que era posible y buscamos un género que no se pareciera al de los surrealistas o de los poetas en boga de ese periodo. Creo que, de todas maneras, tomamos diferentes caminos, esa formación y esa preocupación estética por una literatura nueva nos llevó a leer y a consolidar una experiencia literaria. De cualquier modo, una cantidad enorme de poemas quedaron guardados en los cajones y ahí deben permanecer. Funda la revista La letra y la imagen, y colabora en muchas más… La letra y la imagen fue una revista que concebimos con Octavio Paz, quien para hacerla aceptó una oferta del periódico El Universal. Octavio se encargaba de Vuelta, ya había publicado Plural, y les dijo que no estaba en condiciones para hacer otra revista, por lo que me propuso para dirigirla. Conté con la colaboración de José de la Colina y duramos año y medio en el consejo editorial, amparado por ilustres escritores como Juan Goytisolo, Arreola y Paz. Duró poco tiempo pero la colección era importante. Al terminar La letra y la imagen, decidimos lanzarnos a otra aventura editorial donde siguieron colaborando estos personajes. Vargas Llosa era miembro del comité editorial, se llamaba El Semanario Cultural de Novedades, y lo dirigí durante 2 o 3 años. Luego lo puse en manos de José de la Colina, quien lo dirigió 20 años más hasta su desaparición, junto con el periódico, a fi nales de los años 90.


sábado 19 de octubre de 2013 07

de portada

a vergüenza” FOTOS: JESÚS QUINTANAR

Volviendo a la poesía, ¿se acuerda de aquellos 14 poemas microscópicos? Esos poemas son de infancia, los publiqué como curiosidad, y no pertenecen exactamente al poeticismo. Son previos a esa etapa, fueron mis primeras publicaciones en 1948, en el suplemento cultural del periódico El Universal, donde se publicó el soneto que sí declaramos poeticista y que amparaba la entrada de mis obras.

¿La izquierda y la derecha de hoy son mitos del siglo XX? No hay tal izquierda y tal derecha. La izquierda mexicana radical es absolutamente hipócrita y vergonzante, ya ni quien hable del socialismo, de la evolución de los medios de propiedad capitalista y de la evolución de los medios de propiedad privada, que son socialistas. Que no me vengan con ese cuento. López Obrador propone un proyecto socialista de los años 40 y 50 democrático–burgués, con ofertas sociales y morales del cardenismo y todos sus seguidores, desde mi punto de vista, no van más allá. Le decía a Alí Chumacero, partidario de la izquierda, y a sus hijos: yo no cambié mi punto de vista sobre la monstruosidad del capitalismo y de lo que debería ser el socialismo, los que cambiaron fueron ellos.

Después toma otro rumbo hasta llegar a Cada cosa es Babel, donde, me parece, hay un diálogo abierto con Pessoa, Machado, López Velarde, Gorostiza, Paz, y con la Generación del 98. Claro, y con Juan Ramón Jiménez, esa generación que leímos a fondo junto con los poetas que tocaron la mentalidad y el estilo de los poetas contemporáneos, Paul Valéry y Saint–John Perse. Uno se alimenta de la tradición y otras fuentes, la dificultad es encontrar un camino que no hayan surcado los poetas leídos. Cada cosa es Babel era un reflexión fi losófico–literario–poética sobre la palabra, texto largo que me llevó muchos años escribir. Cuando el libro se publicó, yo ya trabajaba en El tigre en la casa, un libro con otro aliento. Pensé que iba a ser un fracaso pero fue el libro que mayor reconocimiento me dio. Lo celebraron Neruda, Paz, Fuentes y mis contemporáneos, qué misterioso es el camino del trabajo literario. En La zorra enferma hay un registro muy interesante y un ejercicio casi antiestalinista. Era totalmente antiestalinista. Es el libro por el que fui condenado casi como agente del imperialismo por la izquierda sectaria del país. Un compañero comunista de los que me atacaron, me dijo después: “Oye, qué profeta, eso fue lo que ocurrió tras la caída del muro”, y yo le dije: “Ocurrió antes, pero ustedes no se dieron cuenta”. La zorra enferma es todo un trabajo epigramático de carácter político, misceláneo, complicado, ese ha sido el proceso y los demás libros, que ya son muchos, se siguieron publicando a partir de ese periodo. Generalmente tardo mucho en construir un libro, he escrito más de lo que yo hubiera querido. ¿La poesía puede salvarnos de nosotros mismos? Absolutamente no, no sirve para nada, hacemos poesía porque somos parte de ese proceso emotivo de conmoción, disfrute, gozo y sufrimiento que es la creación artística, pero la gran literatura transforma la mentalidad del mundo, la razón cambia tardíamente en un plazo mucho más largo que las transformaciones económicas y políticas, pero no porque haya reglas racionales y universales. Volviendo a sus libros, ¿a cuál le tiene mayor aprecio? Me parece más perfecto, desde el punto de vista técnico, el material de libros que no han sido tan celebrados como El tigre en la casa, Caza mayor y Tabernarios y eróticos. Son libros escritos con mucho más rigor porque el poeta está sujeto a los procesos de cambio de su formación, de su conocimiento, de sus nuevas preocupaciones y de las nuevas corrientes estéticas del mundo en que vive. Entonces, la literatura se transforma constantemente, es un río. ¿A qué se debe que en la actualidad no se le lea a Montes de Oca ni a González Rojo? Son poetas complicados, pero han sido reconocidos enormemente. Sus obras son mayores junto a las de otros maestros y poetas. Monsiváis, gran lector de poesía, escribió un artículo en el que comentaba: “¿Qué pasa con los poetas de primera línea como Rubén Bonifaz Nuño y Eduardo Lizalde, que no alcanzaron la celebridad y el reconocimiento de Sabines y de Pacheco?” Hay características que impiden que el público llegue a esas obras de mayor

los que perteneció Revueltas. Protestamos contra el Partido Comunista, contra la expulsión de Hernán Laborde y de otros grandes dirigentes que estuvieron en la cárcel por el movimiento del 58. Rompimos también con Sánchez Cárdenas. Él proponía una especie de reconciliación con el lombardismo, que era una especie de PRI socialista, y fundamos la Liga Espartaco, de la que fuimos dirigentes nacionales. Poco después, también nos depusieron por enemigos del maoísmo, de la revolución cultural y del estalinismo chino del periodo. Después de tres años de fundada, la Liga Espartaco se convirtió en un movimiento de rebeldía en el país.

¿En qué momento se reconoce agnóstico? Desde hace muchísimo tiempo. En realidad, el marxismo, como decía Breton, disidente del socialismo cuando el rompimiento con Stalin en los encuentros del año 34, en que hubo fusilamientos de disidentes y todo eso, nos fascinó porque estábamos en una batalla inevitable y terrible contra el monstruo fascista. Contra Hitler no podíamos hacer nada, así que no teníamos más bandera que una filosofía de características sólidas, de planteamientos humanistas, de grandioso cuerpo filosófico como el marxismo. Creímos que esa era el arma y el arma estaba envenenada de autoritarismo, llevó al desastre a todas las sociedades que tomaron ese camino. Por tanto, mi agnosticismo es muy temprano, quizá fortalecido después de la lectura de los fi lósofos escépticos y agnósticos como Wittgenstein.

Dios es una idea, un cuento chino, un instrumento mental como lo dice Hegel: la idea del infinito imposible

dificultad, son fenómenos extraños, el reconocimiento de la gran poesía es muy tardado, hay que pensar en el público en general. ¿Qué poemas son los que la gente llega a memorizar? Los de Díaz Mirón, de Nervo, de Luis G. Urbina, pero no los de López Velarde. Quizá en su época. Si acaso, ahora se sabrán alguno de Benedetti. Un poeta muy mediano. Comparado con Juarroz, Benedetti no es nadie. Hay poetas fáciles de leer pero eso no los hace mayores ni menores, se parte de una corriente. El tiempo es cruel y termina por establecer las estaturas. En el Partido Comunista se vuelve disidente. ¿En su decisión influyen las charlas con José Revueltas y sus lecturas previas de Marx, Lenin, Trotsky, Plejánov, Serge? Entré al partido a los 25 años, ya hecho y formado, mis lecturas eran más amplias que las de Revueltas, que no era precisamente un gran lector de filosofía. Paz lo reconocía al decir: “No soy tan enterado en cuestiones de historia revolucionaria como ustedes”. Me guardaba un poco de respeto, mi instrucción empezó mucho antes, entre los 18 y 20. A los 25 ya tenía una formación. Cuando ingreso al partido en el año 55, empezamos toda una lucha de disidencia a la que se incorporó Revueltas junto con un grupo de amigos de mi generación y de otras anteriores, para criticar al estalinismo y al partido comunista. Nos tocó la caída de Stalin y todo eso, pero después del 57 fuimos expulsados del partido. Nos echaron por disidentes. Junto con Revueltas y otros amigos, ingresé a la Dirección General Nacional del Partido Obrero Campesino, que era un residuo de los rompimientos de los años 40 a

¿Para qué sirve Dios? Dios es una idea, un cuento chino, un instrumento mental como lo dice Hegel: la idea del infi nito imposible. La propuesta de Hegel es de una enorme profundidad, la contradictoria ilusión de la existencia del mundo es absolutamente humana, igual que la ilusión de que existe un creador que haya construido el mundo sin moverse, como suponía Aristóteles. El motor inmóvil, nuestra concepción racional del movimiento, de la realidad, de la historia, de las leyes de la naturaleza, es una obsesión humana. ¿Qué luz puede ofrecer un poeta ante la oscuridad del mundo? Lo digo por ahí en algún texto de La zorra enferma: “solo el idiota, el loco y el imbécil piensan que el mundo es un durazno con sabor a esmeralda”. La felicidad es una vergüenza, un escritor no puede ser completamente feliz en un mundo como éste. ¿Cómo celebrar la felicidad del mundo? Solo siendo un inconsciente. La pregunta de las mil repeticiones: ¿qué es la poesía? Eso no se sabe, la poesía es producto de una sociedad y una serie de concepciones, además, como decíamos, hay muchos géneros de narrativa y de poesía, hay tanta poesía en Musil, Joyce y Proust como en Rilke, Verlaine y Baudelaire. ¿Cuándo decide que un poema está terminado? Cuando uno no puede agregarle más ni perfeccionarlo, la respuesta está en Valéry: “el poema no se termina, se abandona”. Si tuviera una glorieta de poetas ilustres, ¿a quién pondría? A mí no me gustaría estar en ninguna glorieta, sino sobrevivir permanentemente. Ningún hombre decente querría estar en ella. Además, me da igual. L


08 sábado 19 de octubre de 2013

MILENIO

en librerías

Un abrigo reversible RESEÑA Adrián Curiel Rivera acurielrivera@gmail.com

A

l principio podría pensarse que La invención del amor (Premio Alfaguara 2013) de José Ovejero, es una novela más sobre un hombre deshumanizado en la sociedad moderna. Una persona extraviada en la selva hipertecnificada de la aldea global, incapaz de establecer lazos perdurables con los demás. Un miembro reciente, en definitiva, de la larga lista de antihéroes literarios, al estilo del anodino ingeniero de Ampliación del campo de batalla de Michel Houellebecq, solo que el personaje de Ovejero se instala ya en la edad de los cuarenta. Sin embargo, también cabría sospechar que se trata de algo más específico: un texto cuyo protagonista representa el desencanto de toda una generación de cuarentones españoles de clase media, educados en su temprana juventud en la filosofía de la vida regalada entre marchas y tapitas, y mimados más tarde por el espejismo cruel de la beca eterna del euro, antes de caerse todo a pedazos. Una generación de veteranos infantilizados. Sí, uno podría imaginar que, en ese contexto, la trama se desarrollará a partir de las desventuras y quejumbres de uno de sus integrantes. Pero entonces Ovejero da un vuelco inesperado y nos propone una historia de amor.

El trasfondo de zozobra personal, de crisis generacional y colectiva, no mengua. La España del paro y los recortes decretados desde Berlín, del gobierno caricaturesco, de la insoslayable inmigración masiva y del descontento cada vez más generalizado ante la escasez, continúa ronroneando como un motor al ralentí durante toda la novela. Pero algo emerge y cobra relieve. La primera duda que surge es cómo plantear en nuestros días una historia de amor. Samuel, el protagonista, parece el menos indicado para dar una respuesta. Para él, la misma palabra amor se ha devaluado como una moneda desgastada por las dos caras. Es como un abrigo raído que ya nadie quiere. Por eso, lejos de comprometerse con alguien, prefiere contemplar desde su ático las terrazas de Madrid, el vuelo de los vencejos a la hora del crepúsculo. De hecho, casi no hace otra cosa. Es cierto que todavía trabaja en una empresa de materiales de construcción, pero tampoco le importa mucho. Su relación sentimental más sólida, allá en la prehistoria, duró dos años, hasta que su compañera le recriminó jugar

siempre en el equipo de los suplentes. Una mañana, resacoso, recibe una llamada de un desconocido que lo confunde con otro tipo. Le informa que Clara ha muerto y le dice dónde la incinerarán. Sin mejor pasatiempo, se apersona en el velorio. Ahí, el viudo lo toma por el amante de la difunta y lo agrede. Actuando bajo el mismo impulso irracional, Samuel, con el labio roto, roba del ataúd un retrato de la muerta. Al salir, es interceptado por Carina, la hermana de Clara, más joven que él, quien tampoco cuestiona su identidad. Este equívoco inverosímil, fruto del azar y de la conducta irresponsable de Samuel, no se aclara, todo lo contrario. Carina cree en la autenticidad del impostor y, en busca de pistas para esclarecer algunos caprichos de cuando Clara estaba viva, inicia con él una tortuosa relación de odio/simpatía, convencida de que este Samuel es aquel otro Samuel detestable con quien su hermana sostenía una relación adúltera. El Samuel suplantador, refugiado de nuevo en su guarida, se enamora de la imagen de Clara. En este punto la nove-

la se problematiza: el doppelgänger, la necrofilia, la gratuidad de las decisiones cotidianas son tópicos reconocibles, pero ninguno predomina. Después, una serie de coincidencias impregna al relato de misterio. Carina muestra a Samuel unas fotografías de Clara desnuda, y aunque fueron tomadas de manera inexplicable en su propio departamento y Samuel finge reconocerlas, él lógicamente nunca estuvo con ella. El vínculo entre Samuel y Carina se transforma entonces en el proyecto compartido de conocer quién fue en realidad Clara, tanto a través de la versión verídica de la hermana, como de la apócrifa que aquél se inventa. De un modo inconsciente, mediante esa reconstrucción ambigua de la memoria de Clara, ambos se esfuerzan también en conocerse a sí mismos y comprender al otro. Samuel y Carina, en esencia incompatibles, acabarán cediendo ante la necesidad absurda de asumirse como una futura pareja. Así, en su empeño infructuoso de eludir el cliché del amor, Samuel se pone otra vez ese desgastado abrigo, solo que le da la vuelta para fabular que es uno nuevo, que el forro oculta las viejas heridas. Todo ello enmarcado en una estructura lineal aparentemente sencilla, por medio de una prosa sobria y de amena lectura. Pero el mayor mérito de Ovejero reside en una fórmula quizá tan secreta para él como para el resto. Cada vez que el lector recuerda que el malentendido sobre el que se cimienta la novela entera difícilmente podría ser creíble, los párrafos subsecuentes abren la puerta a la incertidumbre, al “qué tal si sí hubiera pasado esto”, a la hipótesis de que todo lo que nos rodea no sea sino una mera invención de nuestra irremediable soledad. L

RESEÑA

Voz alada

*

Pura López Colomé

H

ace tiempo que le debo a Guillermo Arreola una confesión en voz alta. Como nacimos el mismo día del mismo mes, aunque ciertamente no el mismo año, pertenecemos a un clan pegado a la tierra muy a su pesar, cuyo espíritu tutelar, ese animal de apariencia agresiva y fuerte, posee una savia solo en algunos casos aislados venenosa: ninguno de los dos es de semejante calaña. No atacamos violentamente; en el mejor de los casos, respondemos, apenas nos defendemos. Y ahora, la confesión. Por allá en los años 70, cuando estudiaba en la UNAM, uno de los maestros que recuerdo con mucho afecto, Héctor Valdés, nos permitió entregar, además de los trabajos de rigor, “textos” de nuestra autoría, de cualquier género, entre los cuales escogería los que le parecieran “prometedores” y los leería en voz alta en la sesión final del curso. He de agregar que Héctor no impartía un taller de creación, sino una magnífica clase de literatura mexicana del siglo XIX. Nos permitió arrojarnos al ruedo de esa manera y en esa sola ocasión porque veía nuestras expresiones atentas, sabía que en el grupo había jóvenes escritores, y era un personaje a ratos malicioso, un diablillo chocarrero. Yo creo que también quería divertirse a nuestras costillas. El único requisito que nos impuso fue el anonimato. De esa manera, ante la lectura de aquellos pininos, solo el autor se sabría o no elegido. Cuento esto porque un poema mío le pareció digno de consideración. Lo único que hoy recuerdo es la luz de aquella tarde, un par de versos, la voz articulándolos y su mirada emocionada: “Todas las aves, todas/ a que tu boca pueda dar cabida…” He aquí lo que Guillermo y yo compartimos a fondo: pájaros emblemáticos que alcen el vuelo en la palabra. A diferencia de su servidora, Guillermo, como lo dice el título de uno de los cuentos incluidos en Traición a domicilio (Planeta, México, 2013), es un “natural”. Pero no en el sentido que tiene el término normalmente, alguien procedente de un equis lugar, sino tal vez en referencia a algo que le es espontáneo y fluido a alguien, le sale muy “a lo natural”. O como se dice en inglés cuando alguien nació para algo de manera clara: “He is a natural”. Guillermo es un artista nato y natural que, según afirma en boca de un personaje (no otro que él mismo), se obstinó “en andar copiando el vuelo de los pájaros”. Vaya metáfora. Y

un poco más adelante, en el mismo texto, le habla al buen entendedor de un primer dibujo que “pronto aparecerá metaforizado en mi propia lengua”. Ese primer intento infantil de representar a un gato, y recibir el rechazo de un profesor que lo tilda de “bola de pelos”, resuena asimismo en mi interior. Yo me permití dibujar, en primero de primaria, a “la vaca y sus productos”, y mi maestra pensó que aquello era Superman… Sí, claro, también era niña y veía el mundo de esa única y prístina manera; pero sin el talento de Guillermo Arreola. Cuando Walt Whitman gritó a los cuatro vientos “me celebro a mí mismo” abrió la jaula de par en par. No lo hizo con soberbia, en mi opinión, sino para reconocer poéticamente la entrecomillada imagen y semejanza en el hecho artístico, ese momento en el que más queda de manifiesto el fragmento divino, inapresable en la celda de una definición. Yo celebro no mi persona, sino la preciosa capacidad humana de crear. La distingo en Guillermo de muchas maneras: no conforme con pintar como pinta, escribe poesía, cuento, novela. Logra al escribir —y se dice fácil— reproducir su propio ritmo interior, su peculiar léxico, en armonía con sus percepciones de la realidad. Sabe perfectamente cuándo recurrir a cada uno de los andamiajes necesarios (los gajes del oficio) para sostener su edificio. En una novela corta magistral, La venganza de los pájaros que, gracias a esta nueva publicación, tuve oportunidad de releer, no echa mano de las tipografías convencionales del diálogo o los parlamentos, de las reflexiones del narrador que sobrevuela la escena, por solo dar un ejemplo, porque le estorbarían a esa suerte de plática íntima permanente de los personajes de una familia que va construyendo —diríase que no viviendo— su propio tiempo, su visión del mundo individual y grupal, de célula y organismo. Aquí no entro en la cantidad de emociones y verdades que salen a flote en cada párrafo, eso le toca al lector que se reconocerá ahí, o no; nada más llamo la atención hacia el acto literario

mismo, la palabra artística que merece semejante nombre, articulada por quien sabe cuándo servirse de tal o cual recurso, sin que se note el menor hilván. Pruebas de su dominio de este módulo expresivo a cabalidad las hay en todos los textos de Traición a domicilio. Sin duda, Guillermo es un cazador furtivo. Se desplaza con todos los seres humanos en la mira, hombres, mujeres y quimeras, en terrenos prohibidos de la intimidad, en épocas personales de veda. Otra novela miniatura incluida en este volumen justamente lleva ese título, “Cazador”, pasándose el autor al pizarrón en el paréntesis que lo acompaña, diciéndonos que no queda exento de observación, con todo y máscara. Cuando se toma en serio, se desnuda. Cuando decide burlarse, lo hace a todo color, a las cosas (y a los seres) por su nombre y apellido, colocando los puntos sobre las íes. Los sentidos cuentan con la oportunidad dorada de guiarlo todo, poniendo de relieve las texturas emocionales, los olores y colores de cada una de nuestras entelequias, la música de nuestro inconfesable vacío. Su traición, su venganza, son respuestas pendulares, como lo mencioné en un principio, en referencia a nuestra condición de escorpiones, siempre en relación con una actitud, un sentimiento, un planteamiento inicial, ajeno, dictado acaso por un idus. Si es que todo en estos relatos, cuentos, transcursos, viajes, oscila entre la memoria y el olvido, habrá que orientarse hacia el fiel de su lenguaje para hallar la verdad. Difícil resulta, entre la enorme cantidad de literatura que se publica hoy día, gozar una obra de cabo a rabo, disfrutar en serio de la musculatura, el esqueleto, y sobre todo el corazón, de un cuerpo lingüístico sin resquebrajaduras como éste. Diría don Alfonso Reyes, una de las mejores prosas que ha habido jamás en lengua española: la literatura no está hecha de emociones e ideas, sino de palabras. L *Texto leído en la presentación de Traición a domicilio


sábado 19 de octubre de 2013 09

LABERINTO

en librerías Herejes

La última noche en Twisted River John Irving Tusquets México, 2013 657 pp.

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el autor de las célebres novelas El mundo según Garp y Príncipes de Mayne, reyes de Nueva Inglaterra, entre otras de su ingente bibliografía, llega este título recreado en 1954 en el norte de New Hampshire (tierra natal del propio Irving), que cuenta las peripecias de Dominic Baciagalupo y su hijo Danny, en su larga y extenuante huida hacia Canadá, debido al crimen que cometió uno de ellos. Sostenido por un sinfín de aventuras, el relato explora los principios morales de la venganza y la difícil, complicada tarea de adaptación de aquellos hombres en los distintos pueblos por los que pasan.

Un hotel en la Costa Brava

Leonardo Padura Tusquets México, 2013 516 pp.

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e origen cubano, Padura es conocido como autor de novelas negras. Sus libros describen el horror y las perversiones que se sufrieron en algún momento de la Historia. Así lo hace en Herejes, que inicia en 1939, cuando el barco S.S. Saint Louis, donde viajaban judíos que habían logrado huir de Alemania, llegó a La Habana. El niño Daniel y su tío Kaminsky aguardaron en el muelle con la esperanza de que su familia trajera el pequeño lienzo de Rembrandt que perteneció a su familia desde el siglo XVIII. ¿Qué crimen aguarda en la historia de ese cuadro?, de eso nos habla el niño Daniel.

E.M. Cioran Tusquets México, 2013 170 pp.

D

e 1934 a 1939, Nancy Johnstone y su esposo, el periodista Archie Johnstone, vivieron en Tossa de Mar, una localidad catalana en la Costa Brava. Ahí, la pareja construyó un hotel que se convertiría en un refugio para niños a medida que la Guerra Civil española cobraba fuerza. Johnstone escribió dos libros con su experiencia al frente del hotel y de cómo vivieron sus habitantes esta turbulenta época en España, formando un retrato costumbrista e irónico. Esta edición de Tusquets reúne ambos escritos: Hotel in Spain (1937) y Hotel in Flight (1939).

E

La inteligencia de Louis Agassiz

Especies en extinción

l hombre es resultado de una duda original —dice Cioran, recordando una leyenda gnóstica. En la lucha celestial entre los partidarios de Miguel y los del Dragón, algunos ángeles se conformaron con ser espectadores. Ellos fueron arrojados a la Tierra, para aprender a optar; la historia fue su castigo. Dividido en cinco apartados: “Las dos verdades”, “El aficionado a las Memorias”, “Después de la historia”, “Urgencia de lo peor” y “Esbozos de vértigo”, Desgarradura es una suma visionaria y pesimista de uno de los mayores pensadores del siglo XX.

Guy Davenport Libros Magenta México, 2013 71 pp. ouis Agassiz es una de las mentes más originales que ha dado Estados Unidos. Su acercamiento al estudio de la naturaleza es de estirpe griega, pues recordemos que para sus pensadores physis significaba “naturaleza espiritualizada”. Su pensamiento queda resumido en la siguiente frase: “Los fi lósofos y los teólogos aún tienen que aprender que un hecho físico es tan sagrado como un principio moral”. Agassiz se opuso a la teoría evolucionista de Darwin y, como lo muestra Davenport, sin su “sistema de ideas” la poesía de Pound no se hubiera concretado.

Chulas y divertidas. Otras divas mexicanas

Juan Cruz Ruiz Tusquets México, 2013 455 pp.

E

n el prólogo, el autor escribe: “[Este] es un libro de personajes y de experiencias personales. Como una novela, en cierto modo, de la vida real”. Continuación de Egos revueltos, reúne una serie de textos que tienen como eje la reflexión y el recuerdo sobre los dos oficios que Juan Cruz Ruiz ha ejercido con talento e imaginación: la edición y el periodismo, que en los últimos años han cambiado tanto que son —o parecen ser— especies en extinción. En la bitácora, por supuesto, aparecen cavilaciones y anécdotas de grandes editores y autores.

Revista de la Universidad de México

Juan Ponce Guadián INBA/ Galería José María Velasco México, 2012 88 pp.

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el 26 de marzo al 1 de mayo de 2011, se presentó en la Galería José María Velasco de la ciudad de México la exposición Chulas y divertidas, de Juan Ponce Guadián, “fotógrafo de la época de oro del espectáculo nocturno”, que da origen a este catálogo. Con prólogo de Alfredo Matus, el registro atesora imágenes de vedettes de los años setenta y ochenta, mujeres frondosas, en su mayoría, que colmaban los cabarets y teatros de burlesque y revista. Las fotografías son un claro ejemplo de cómo cambian la moda y los gustos a través del tiempo.

LOS PAISAJES INVISIBLES ESPECIAL

Desgarradura

Nancy Johnstone Tusquets México, 2013 413 pp.

L

El mambo y el fin del mundo

UNAM Octubre 2013 Núm. 116 109 pp.

P

asé largas convalecencias con un diccionario sobre las rodillas buscando la definición de la goleta, del porrón, del tifus...”, así narra Julio Cortázar su amor por los diccionarios en la entrevista que Elena Poniatowska le realizó en una de sus visitas a México, y que se publica completa por primera vez. En otros temas, la Revista de la Universidad recuerda al escritor Álvaro Mutis con una conversación entre Ignacio Solares y el autor colombiano, más un ensayo de Adolfo Castañón. También destacan las colaboraciones de Armando González Torres y Héctor Iván González sobre el poeta Francisco Hernández.

Óscar Hijuelos

Iván Ríos Gascón ivanriosgascon.wordpress.com

E

n 1990, el Pulitzer otorgado a la novela de un neoyorquino de descendencia hispana, dio aire a la carrera literaria de los latinos afincados en EU y propulsó la efervescencia de narrativas relacionadas con la experiencia del migrante, el híbrido cultural, la babel lingüística y el temperamento tropical en el mercado estadunidense. Con Los Reyes del Mambo tocan canciones de amor, Óscar Hijuelos se erigió como el héroe de una comunidad menospreciada por la crítica y los grandes públicos, la rumbosa historia de los hermanos César y Néstor Castillo en Nueva York, músicos provenientes de La Habana, abrió otra perspectiva en la manera de mirar el sueño americano pero, también, sentó el precedente de los estereotipos caribeños. Para muestra, ahí está Junot Díaz, el segundo hispano galardonado con el Pulitzer (él sí latino original, pues nació en República Dominicana y llegó a Nueva Jersey a los seis años), cuya novela La maravillosa vida breve de Oscar Wao, virtudes aparte, contiene múltiples clichés análogos a los que habitan en la obra de Óscar Hijuelos. A este respecto, cabe señalar una extraña coincidencia, quizás algo banal, entre el pariente de cubanos y el dominicano: ambos tuvieron un debut regular, poco conspicuo (Hijuelos con Nuestro hogar en el fin del mundo en 1985, Díaz con Drown en 1996), y se llevaron el Pulitzer con su segundo libro. Nada mal para reanudar una vocación en ese espacio tan feroz y despiadado, el mainstream es como lidiar con un tiburón en la bañera. Los Reyes del Mambo tocan canciones de amor generó tal entusiasmo, que logró inmediatamente lo que muchos otros Pulitzer no consiguieron: la adaptación cinematográfica,

dirigida en 1992 por Arne Glimcher y protagonizada por Armand Assante y Antonio Banderas, aunque como siempre ocurre, la película resultó descafeinada, poco justa con la auténtica dimensión de los personajes y el discurso del autor. El premio, la taquilla, la celebridad mediática. Después de Los Reyes del Mambo…, la bibliografía de Hijuelos fue lentamente desplazada de la atención masiva por otros títulos y autores. Fiel a sus raíces, a la temática que lo llevó a la cúspide, con The Fourteen Sisters of Emilio Montez O’Brien, Mrs. Ive’s Christmas, Empress of the Splendid Season, A Simple Havana Melody, Dark Dude y Beautiful Maria of My Soul (secuela de Los Reyes del Mambo…), Hijuelos tejió una cuban american quilt engolada de símbolos triunfalistas como una forma de reivindicación de los arquetipos hasta entonces más cercanos al Tony Montana de Scarface: en sus andanzas, triunfos y conquistas amorosas, los machos sexistas de Hijuelos verdaderamente hicieron suyo el lema “The World is Yours”. El 12 de octubre, Óscar Hijuelos se desplomó en una cancha de tenis y ya no recuperó el conocimiento. Murió en la batalla con una raqueta, una red y una pelota, y yo no dejo de pensar en una paradójica fórmula verbal de su gloria y su deceso: The Mambo Kings Play Songs of Love/ A Mambo Writer Died Playing a Tennis Match. Descanse en paz aquel hombre que gustaba explorar el erotismo femenino. Tal vez ahora, en su fin del mundo, medita lo mismo que César Castillo cuando estaba en brazos de Vanna Vane: “pensó que nunca había sabido cómo se llamaba ese músculo que hay en el ángulo superior del muslo de una mujer, arriba del todo, ese músculo que atraviesa el clítoris y se retuerce y se estremece con un ligero temblor cuando se la besa ahí.” L


10 sábado 19 de octubre de 2013

MILENIO

varia CORTESÍA PRODUCCIÓN

Mara Maciel y María Vale

Espejos en el cuerpo La pieza de las creadoras bajacalifornianas apuesta todo su sentido a los movimientos corporales; es una coreografía que presenta al bailarín como un dramaturgo DANZA Sergio Rommel Alfonso Guzmán

N

o es solamente la voluntad de decir frente a la aséptica mudez de las formas dancísticas tradicionales lo que implica la emergencia de la danza–teatro sino la convicción de que el cuerpo es una gramática, la danza una escritura y el bailarín un dramaturgo. Alumna de Dora Arreola, integrante de la Compañía Mujeres en Ritual, Mara Maciel asume el riesgo en Espejos en el cuerpo de apostar por un acto performático en el cual la acción dramática

es nulificada a favor de la situación. No se trata de narrar sino de mostrar; la búsqueda no es por la representación aristotélica sino por la abducción. La propuesta escénica de las bajacalifornianas Mara Maciel y María Vale se deslinda de los anclajes del teatro occidental post–renacimiento que aún la irrupción de las vanguardias, a partir de Black Mountain College y el Living Theatre, no ha logrado desarraigar del todo de las teatralidades contemporáneas. La noción de representación que cede paso a la noción de abducción; la noción de autor que

da lugar al trabajo colectivo y sobre todo la noción de espectáculo que —retorno a Grotowsky— da pie a la noción de training como el verdadero sentido del hacer y el ser escénicos. Es decir, frente a la reducción del espectáculo a la condición de signo– mercancía se postula el proceso como el artefacto desestabilizador de las industrias simbólicas del ocio que acapararon y “doblegaron” buena parte de las teatralidades occidentales de los últimos siglos. Frente a un Teatro de la Palabra, Espejos en el cuerpo propone una teatralidad que apuesta todo su sentido al cuerpo del actor–bailarín y no a la palabra del autor. De hecho, la propia noción de autor se diluye en el tránsito del espectáculo. La palabra de autor, legitimada y canónica (Pessoa y Cortázar) se reconfigura y mezcla con la palabra no canónica de Faduma, que es al final de cuentas la única que merece ser encarnada. La trayectoria vocal de Vale reposiciona la palabra–baladí de Faduma y la transforma en palabra–testimonio, palabra–proclamación; palabra–kerygma. Así pues, la irrupción de la palabra–de–los–sin–palabras (¿a quién importa el testimonio de una mujer violada?) desplaza la palabra a su sentido más primigenio y lúcido: el grito. Y el grito y el oleaje gutural son el lenguaje de la periferia buscando el centro. Si la fuerza de Espejos en el cuerpo se deposita en el cuerpo de las actrices–bailarinas, las posibilidades comunicativas de éste se depositan en su entrenamiento. Reminiscencias de tecnologías corporales de oriente y occidente creo ver en la actuante corporalidad de Maciel y Vale. Cuerpos que rechazan tanto las estructuras lineales como lo mimético referencial. Cuerpos que rechazan con rotundidad el psicologismo interpretativo (hasta nunca Stanislasvky) a favor de la abrupta materialidad de una corporalidad animalesca, concreta, descodificada y —como diría Eugenio Barba— extra–cotidiana. Mirar Espejos en el cuerpo es mirar, por ejemplo, Mujeres en ritual o Leónidas de Dora Arreola, quien figura como asesora escénica. Desde la apuesta por una estética compleja a partir de la experiencia de la mujer abusada hasta una técnica corporal que abreva en tradiciones diversas. Pero Maciel no “re–pone” ni imita el trabajo de su maestra. Tiene sus propias pesquisas y, asumiendo el espectáculo escénico como ritual, sus propios demonios y exorcismos, obsequiándonos en su búsqueda de atmósferas visuales, sonoras, gestuales y kinestésicas de gran belleza que desestabilizan al espectador tradicional y lo urgen a asumir el sentido de ver como de–velación y re–velación. L

EL PAPEL DE LAS NOTAS ESPECIAL

Dos conciertos Eusebio Ruvalcaba eusebius1951_2@yahoo.com.mx

1) Octubre 4. Palacio de Bellas Artes. Programa: Jeux de Debussy. Concierto en sol para piano de Ravel. Consagración de la Primavera de Stravinski. Orquesta Sinfónica Nacional. Director: Carlos Miguel Prieto. Solista: Sergio Tiempo. Se escucha la OSN y se tiene una idea de cómo anda la música en México en cuanto a pasta orquestal. Y ciertamente no está en su mejor momento. Desde la primera obra del programa, se advirtió una afinación con altibajos, un ritmo impreciso, en fin, una versión cercana al aburrimiento. Enseguida vino “Ravel”. Y ésta fue la mejor parte del programa. El entendimiento entre Carlos Miguel Prieto y Sergio Tiempo fue considerable. Orquesta y solista caminaron tomados de la mano para ofrecer su mejor arte. En particular el pianista, pues es sabido que este concierto es de los que exigen mayor musicalidad. Sumergirse en el alma de la obra hasta tocar fondo. Por cierto, es una lástima que Prieto no le permitiera al solista hacer un encore. Impuso su voluntad y el bis fue el tercer tiempo del concierto. No como se acostumbra, que el solista toca alguna obra que él considera una ofrenda. Menos afortunada resultó la Consagración de la Primavera. Pese a toda la maquinaria orquestal, es decir a toda la vastedad sonora de esta obra, hubo tramos sin emoción alguna, quizás porque el director no matizó lo suficiente. Pasó de largo ante el secreto de Stravinski, que es el contraste. Entre paréntesis, inmediatamente antes del concierto se proyectó un documental sobre la OSN. El público ya estaba dispuesto a escuchar la música, y se le obligó a ver el corto que reflejó varias cosas. De un lado, el mal tino de no mencionar para nada a los maestros de la orquesta, que son quienes la han hecho una institución de primera línea. Todo el peso recayó en los directores huéspedes —algunos perfectamente

Carlos Miguel Prieto dirigiendo la Orquesta Sinfónica Nacional

desconocidos—, y en entrevistas a contados miembros de la orquesta. Pero cero mencionar a los atrilistas de los que la OSN se ha nutrido. Pésimo. ¿O es que el realizador no conoce los nombres de tantísimo músico excelente? Van solo unos cuantos: Gildardo Mojica, Sally van den Berg, Carlos Luyando, Hermilo Novelo, Gilberto García, Murray Chapinski, Manuel Suárez, David Saloma, Higinio Ruvalcaba, Tacho Flores, Felipe León, Manuel Enríquez. 2) Octubre 13. Sala Nezahualcóyotl. Programa: Concierto para piano No. 5 de Beethoven. Concierto para piano No. 3 de Rachmaninov. Orquesta Filarmónica de la UNAM. Director: Pier Carlo Orizio. Solista: Federico Colli. Antes que otra cosa, hay que destacar la hazaña de

este coloso del piano de tocar dos de los conciertos más difíciles del repertorio en una sola exposición. Si partimos de la base de que lo mismo Beethoven que Rachmaninov son de los compositores más taquilleros, lo que se piensa enseguida es que el éxito estaba asegurado. Y así fue. Pero la mancuerna tenía que darse entre director y solista (por cierto, llamó la atención el formato del evento, dos conciertos en vez de lo convencional: una obra breve orquestal que abriera el programa, luego el concierto, después el intermedio y finalmente una obra orquestal grande). En fin, una mancuerna que funcionó espléndidamente. Vaya pianista. Qué modo de aprehender el alma de ambos compositores. Por cierto, brindó un encore moderno y desparpajado pero brillante.. L


sábado 19 de octubre de 2013 11

LABERINTO

cine Nuria Ibáñez

“Reflejo la naturaleza humana” El dolor, la soledad y la tristeza configuran las experiencias más amargas del núcleo familiar, cuando la enfermedad mental se encuentra de por medio. Este es el tema que la cineasta aborda desde una óptica que escapa a la sensiblería y el victimismo ENTREVISTA ESPECIAL

Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com

A

lo largo de año y medio, Nuria Ibáñez visitó un hospital psiquiátrico infantil. Ahí conoció a un conjunto de niños con diversos padecimientos. Sin sentimentalismos, la cineasta dio forma a El cuarto desnudo, filme que invita a reflexionar sobre la fragilidad humana a través de una serie de testimonios de soledad, violencia, de la pulsión por autodestruirse y del suicidio. La cinta compite en la categoría de documental dentro del Festival Internacional de Cine de Morelia. ¿Qué detona El cuarto desnudo? Una psiquiatra me comentó del hospital y la película nació de la curiosidad por conocerlo. Después de asistir a algunas consultas, entendí que ahí había una historia. ¿Fue fácil convencer a los niños y a sus padres para que se dejaran filmar? Primero conseguí la autorización de la Secretaría de Salud, después me sorprendió la facilidad con la que varios chavos y papás aceptaron participar en el proyecto. Calculo que la mitad me dijo que no pero, en realidad, habré filmado a ciento cincuenta personas, que tampoco son pocos. Creo que había una necesidad por parte de ellos por contar su historia. ¿A qué atribuye esta necesidad? A ciencia cierta no lo sé, nunca les pregunté por qué aceptaron. Mi sensación es que están cansados del estigma y de tener que mantener en secreto cuestiones profundamente humanas como el dolor, el enojo,

la soledad o la tristeza. Percibí un alivio al ventilar su experiencia. ¿Por qué se concentró en la voz de los niños y no en los testimonios de los médicos o familiares? Los niños eran los que me interesaban. Durante las consultas, tenían menos voz, a veces todo se concentra en la interacción entre los padres y el doctor. Al hablar, los chicos mostraron gran autenticidad y elocuencia para verbalizar lo que les sucedía. En cambio, con los papás sentía otras cosas cruzadas, como la falta de recursos, los problemas cotidianos. Por eso, al menos para mí, el testimonio más frontal es el de los niños. ¿Cuál fue su posicionamiento ético como directora? ¿Hasta dónde llegar con el testimonio de los chicos? Mi límite lo establecí en la edición. Mi aproximación obedeció a un interés humano y no morboso. Algunos casos me generaron conflicto respecto a mi presencia, pero otros me motivaron a compartir cuestiones universales. No quería mostrar a los chicos como objetos de estudio. Quería estar abierta a lo que sucedía durante la consulta, un abrazo, una mirada. ¿Cómo trabajar la sensibilidad sin caer en la lástima o el victimismo? Nos guiamos por las historias que resonaban dentro de nosotros. Mostramos lo que nos tocaba como seres humanos y eso nos permitió escapar de lo lastimero. Y de lo meramente clínico… Siempre evitamos esa perspectiva, porque los niños son los menos psiquiátricos. No

Escena del filme rodado en un hospital psiquiátrico infantil

pasan por el filtro de una patología, cuentan su sentir con sus propias palabras.

dizamos la sensación de que varias de las cosas que ocurren provienen de la familia.

A nivel personal, ¿qué le descubrió la película? Para mí es un reflejo de la realidad social y de la naturaleza humana. Le puso cara a muchas cuestiones que tenía volando, por ejemplo, las condiciones sociales, la maternidad, las relaciones familiares, es decir, cuestiones muy determinantes en México.

Si entrevistó a más de 100 pacientes, ¿cuál fue su criterio para seleccionar los casos a incluir en la película? Fue algo intuitivo, nos quedamos con los casos que nos resonaron a la editora y a mí. Nunca quise hacer un catálogo de patologías, nos quedamos con los chavos que hablaban de nosotros mismos.

Detrás de cada historia hay carencias afectivas que provienen de la familia, es curioso que en México, donde la familia es tan importante, ésta sea el núcleo de varias de las patologías que muestra. Al dejar fuera de cuadro a los papás, agu-

¿Filmó las terapias tal cual o indujo preguntas? Nunca les pedí nada. Podría haber hablado con los doctores y sugerirles ciertos cuestionamientos, pero no quise. No me interesaban las respuestas de mis propias preguntas. L

HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL

Un nuevo gangster Fernando Zamora @fernandovzamora

P

areciera suficiente para garantizar una película: Winona Ryder y Ray Liotta en mano a mano actoral. The Iceman tiene además a un director (prácticamente desconocido) que no posee la pretensión de saltar a la fama de un solo golpe. Tampoco parece querer competir con obras del tamaño del Scarface de Brian de Palma. Su historia, una adaptación, se concentra en un polaco contratado por Liotta como asesino a sueldo. El matón hace su trabajo. Y lo hace bien. No permite que interfiera con sus amores familiares. Un sistema de ideas que no puede explicarse es una estupidez. Para explicar las ideologías tenemos las metáforas y The Iceman es una metáfora. No es casual que la película se una (con temática, actores y diseño de producción) a una larga tradición de filmes estadunidenses cuyo héroe es mafioso. El mafioso es para el cine de Hollywood lo que la prostituta para el cine mexicano o la adúltera para el cine francés. El Iceman de Vromen está relacionado tanto con el Little Caesar de LeRoy como

con la serie Breaking Bad de Vince Gilligan. El mafioso es espejo en el que se miran, deformes o sublimadas, las ideologías de esa sociedad: el mentado American Dream, la competencia feroz por un triunfo que es sobre todo económico y, claro, la noción de que el fin justifica los medios. The Iceman es un padre de familia y asesino a sueldo cuyas actividades ilegales desconocen su mujer y sus hijas. No pestañea cuando alguien lo amenaza a gritos con una pistola. Con hombres así, siempre puede uno hacerse la ilusión de que estamos ante un personaje, si no intachable, al menos valiente o de buen corazón. Nos identificamos con él. Y aunque es cierto que The Iceman poco avanza en la tradición del cine de gángsters, tiene el encanto de no ser pretenciosa. Ariel Vromen tiene, pues, el crédito de haberse atrevido a filmar una película que evidentemente iba a ser comparada con el gran cine de su país. Hay que decir, claro, que si la ponemos junto a The Goodfellas de Scorsese o The Bad Lieutenant, de Ferrara, The Iceman no parece tener mucho que ofrecer. Creo, sin embargo, que aunque la comparación le vendría mal, The Iceman es, ante todo, un estudio (casi un experimento)

The Iceman (El hombre de hielo). Dirección: Ariel Vromen. Guión: Morgan Land y Ariel Vromen, basados en el libro The Iceman: The True Story of a Cold–Blooded Killer. Fotografía: Bobby Bukowski. Música: Haim Mazar. Con Ray Liotta, Michael Shannon, Winona Ryder y Chris Evans. Estados Unidos, 2012. que puede redundar en obras más acabadas en el futuro. El filme ha tenido una recepción fría en su país (tanta, que en México la estrenan junto con toda la basura que en un año no logró trascender en Estados Unidos; nuestra cartelera sigue siendo un recalentado gringo), pero más allá de políticas y prejuicios podríamos estar viendo la primera película de un futuro gran director.

Las actuaciones son contenidas, el drama no cae ni en el melodrama ni en la comedia y, sobre todo, lo dicho: Ariel Vromen se atreve a ir por lo grande en el cine de su país: ¡los mafiosos! Ya lo dijo Goeritz, el arquitecto, si quieres algo grandioso, tienes que hacerlo grandote. The Iceman está lejos de ser un filme grandioso, pero se alimenta de una tradición muy grandota. L


12 sábado 19 de octubre de 2013

MILENIO

varia PAOLA CELADA

ESPECIAL

Búfalo, de la serie "Catarsis", exhibida en Casa Lamm hasta el 3 de noviembre

Elija un diablito: ¿Ensayar o academizar?

Los cisnes salvajes de Paola Celada

ARCHIVO HACHE

CASTA DIVA

Heriberto Yépez

Pero el estatus estético de la prosa ensayística es mayor. (Y ambos grupos deben creerlo para que su relación los beneficie simbólica y los interesados en económicamente). literatura mexicana Debido a lógicas globales —especialmente en el y nuevas comunidades de la ensayo y crítica— recomiendo Ensayando el ensayo. Artilugios escritura, entre México y Estados Unidos la relación entre ensayismo del género en la literatura mexicana contemporánea (2013). y academia seguirá creciendo. Esto quizá endurecerá la El libro lo publican Ediciones índole reaccionaria del ensayo Eón, Colegio de Puebla AC y Grand Valley State University. Lo (buscar diferenciarlo vía “estilo”): coordinan las académicas Mayra prejuicios sociales hechos retóricas agradables. Fortes González y Ana Sabau Y endurecerá la índole Fernández. reaccionaria de la academia (buscar Pensar al ensayo sin escribir consolidarlo como definición ensayo: reto de un libro de interna de un otro externo). Lo que 13 artículos mayormente de ocurre en la Academia se queda académic@s en USA. Los artículos analizan ensayos dentro de la Academia. Unos lo hacen en nombre del de Vivian Abenshushan y arte; otros en nombre de la ciencia. Fabio Morábito (E. Hind); de Ambos son grupos que buscan Juan Villoro (R. F. Long y J. V. Waldron); de Parménides García poder intelectual. Pero no lo aceptarán. Saldaña (Fortes); Roger Bartra He disfrutado Ensayando el (Sabau); Evodio Escalante (I. Sánchez Prado); Fausto Alzati ensayo aunque muchos de los (Potter), entre otros. artículos usan lenguaje estándar Su introducción caracteriza al (que estandariza ideas). ensayo como persuasión estética. Si medito las tensiones entre ensayistas y académicos es para Pero hay una diferencia más animar a los lectores a buscar este determinante (pienso en el libro (y otros). Son los lectores caso de México): los ensayistas quienes romperán las inercias, escriben para lectores literarios costumbres y dogmas de ensayistas regulares (en revistas y y académicos. periódicos). Pongan mucha atención a las Mientras que el académico relaciones entre ensayistas y (pienso, sobre todo, en USA, cuya lógica académica da forma académicos (en México y Estados Unidos) porque esta dinámica al libro) escribe para otros comienza a definir el destino de lo académicos. La posición que se busca tener literario mexicano. Hay tensiones entre ambos con el otro–lector determina grupos acerca de qué define a la formas y contenidos de literatura. Ambos grupos están ensayística y academia. separados por puntos ciegos que El estatus social de la prosa posee cada uno. académica es mayor (como su Son dos bandos de escritor@s valor económico, ya que un cuya profesión los obliga a texto académico es siempre desconfiar uno del otro. Cada vez un escalafón hacia un puesto y habrá más choques. L salario). hyepez.blogspot.com

A

Avelina Lésper www.avelinalesper.com

C

ada adulto es un damnificado o un sobreviviente de su propia infancia. Los recuerdos de la infancia son sueños que emigran a la pesadilla, visiones pasajeras. Es imposible asimilar todo lo que hemos vivido en ese lapso, y vislumbrar si esos hechos fueron reales o los inventamos. Los niños son mentirosos innatos, a la fantasía de una edad fugaz se suma la invención del que no conoce el mundo, que intenta codificar y comprender la realidad y lo hace con ficciones. En los siniestros cuentos infantiles decimonónicos las aventuras son dolorosas: a Karen, la niña que baila, le cortan los pies en los Zapatos rojos de Hans Christian Andersen. Los padres dejan a sus hijos en el bosque para que las bestias los devoren y se encuentran con una casa de dulces habitada por antropófagos y hornos para cocinarlos. Estas metáforas desacralizaban a la infancia, describían la vulnerabilidad a la que está expuesto un ser que es ignorante, inocente y débil. La infancia es así, y los niños, para defenderse, se hacen tan crueles como les sea posible, o aprenden a soportar el paso lento del tiempo hasta que puedan ser otra persona. Henry James en Otra vuelta de tuerca inventa dos niños hermosos, huérfanos y malvados, establece que son frágiles, pero que están aprendiendo a ser peores que el mundo, y que la belleza está en esa tragedia. La obra de Paola Celada recrea con barroquismo la infancia, está presente esa vuelta de tuerca y la nostalgia fetichista de algo que se fue. Regresar puede ser doloroso y Paola, para ubicar este estado en una narración visual, usa el recurso de Henry James, lo hace espectral y ambiguo. Lleva a un bosque a una niña que no vemos, porque tal vez sea ella misma, y pinta su vestido con detalle en un vidrio, en el fondo están los árboles, el vestido flota, se va, la inocencia se quedó entre esas ramas, en la oscuridad de la maleza. Densos ensambles encapsulados en cajas, saturan el espacio pictórico con talismanes: conchas, encajes, piezas de metal; un espacio casi rococó, un altar para que la inocencia pueda ser ofrendada. En pequeño o gran formato, estos ensambles tienen como

base el dibujo y la pintura, son un proceso de creación minucioso y obsesivo, casi maniaco. Las niñas en fiestas con joyas, vidrios, cadenas, perlas, o se coronan con auras brillantes, juegos inocentes que estallan en un grito: una niña azul llora, pregunta si es verdad que la vida cambia, una jaula le cuelga del cuello y unos pájaros clavados con agujas posan en su cabeza. La vida no cambia, nosotros aprendemos a morir poco a poco. A los niños también se les rompe el corazón. Un niño puede morir de desolación y conocer el desamor. El sobrevalorado amor adulto, el romance de película impide que entendamos las emociones infantiles. Es dramático vislumbrar las consecuencias de que alguien que sabe tan poco de la vida pueda sentir grandes pasiones y sumergirse en ellas pero así sucede, por eso en la edad adulta mutilamos a los sentimientos, para no regresar a ese tormento. Las pinturas de Paola Celada toman ese riesgo, son Los cisnes salvajes que regresan a esas emociones y es tal su honestidad que conmueve que se exponga de esa manera, que no tema mostrar su mundo, que se descubra sin pudor. Cuelga ropones de bautizo que les crecen ramas, espinas y flores, que flotan en un limbo, si el bautismo es purificación, este quedó suspendido, sin un lugar en dónde asirse, como los niños de Henry James que pierden la inocencia sin abandonar su cuerpo infantil. En un dibujo de gran formato una niña montada sobre un bisonte, los dos comparten esa condición indefensa, en peligro de extinguirse, son cómplices y se cuidan, se defienden. El dibujo es una de las obstinaciones de Paola, una de tantas, llena cuadernos como si escribiera un diario de su vida reinventando su propia infancia, buscando eso que perdió en cada página en blanco que violenta con su trazo. Esta exposición es la casita de dulces de Hansel y Gretel, tiene la belleza terrible de esos cuentos, tiene el horno en el que incineramos los recuerdos y con las cenizas Paola va a crear una nueva pintura, un ensamble más complicado, un dibujo de una niña que grita con los ojos vendados: “¡Acábala!”. L


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