Revista 360 / 131

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4CONTENIDO

Directorio Zeus Munive Rivera Director General Uriel Zuloaga Asesor de Recursos Humanos La Aldea. Edición y Diseño Edición, corrección y diseño editorial

Año 12, Julio de 2020, Número 131. Revista 360° Instrucciones para vivir en Puebla es una publicación mensual editada y distribuida por Grupo Editorial Revolver S. de R.L. de C.V. Calle 9 Poniente 2519-2, colonia La Paz Puebla, Pue., C.P. 72160. Teléfono (222) 2303239 y (222) 7853800. Editor responsable: Zeus Munive Rivera. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2012-091814274100102 otorgado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Número de Licitud de Título y Contenido 16759 expedido por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Impresa por Pincel Digital, Priv. 37 Norte, col. Amor, CP 72140, Puebla, Puebla. Revista 360° Instrucciones para vivir en Puebla es una marca registrada. Este ejemplar se terminó de imprimir el 30 de junio de 2020 con un tiraje de 10 mil ejemplares. Las opiniones expresadas en la revista por los autores o columnistas no reflejan la postura del editor. Los listados y demás datos comerciales son solo de carácter informativo y el editor no asume ninguna responsabilidad respecto de la calidad, confiabilidad, veracidad o cualquiera otra característica de los productos o servicios anunciados. Todos los derechos reservados © 2020. Queda estrictamente prohibida la reproducción de los contenidos sin previa autorización del editor. Para quejas, sugerencias, comentarios y felicitaciones: @revista360 Revista360º Instrucciones para vivir en Puebla @revista360grados revista360grados@gmail.com

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En portada


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En defensa del egocentrismo NO FICCIÓN

Instrucciones para vivir en Puebla (en mitad de una pandemia) DOSSIER

Carlos Moreno Cravioto: versatilidad a prueba de todo EN CORTO

El nuevo (e histórico) Teatro de la Ciudad CRÓNICA

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El cine y la televisión pospandemia TENDEDERO


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En defensa del egocentrismo Por Julieta Lomelí Balver

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uando era adolescente, a veces tenía abrumadores episodios de sinsentido, y era sumamente infeliz. En esos momentos mi madre no dudaba en sugerirme que si ayudaba a otros quizá no tendría tiempo para sentirme tan mal: “Mira a tu alrededor, deja tu egocentrismo, ve cómo sufren otros por problemas reales, ayúdalos y estarás tan ocupada en los demás, que no tendrás tiempo para andar sufriendo por lo tuyo”. Quizá ella tenía razón, la solución era entonces amar al prójimo, auxiliándolo de algún modo y entonces olvidarme de mí misma y mi sufrimiento “burgués”. Sobre este tema de la “disolución del propio yo” por medio de la compasión, varios filósofos han escrito largos tratados al respecto. Pero la obra que considero aborda y da ejemplos prácticos de eso que mi madre me aconsejaba, la de llevar una vida dedicada al prójimo, los he visto mayormente plasmados en la Santa Biblia. Sobre todo en los evangelios del Nuevo Testamento, ahí se enseña de manera muy clara este concepto de “caridad” (caritas), de amor, escucha y auxilio incondicional del prójimo.

Este amor por el prójimo que en los orígenes de la cultura fue reconocido como ágape (αγάπη), que significaba un amor fraternal, un interés distinto por los demás al interés que tenemos en el amor erótico. El ágape, o posteriormente —para los latinos y medievales— la caridad, no involucra pasiones o impulsos sexuales. Ojalá mi madre, en aquella época de adolescencia, me hubiera sugerido ese otro tipo de disolución, más carnal, en el prójimo para entonces olvidarme de mis problemas, pero optó por el consejo cristiano. Pero volviendo a la adolescencia y al sentimiento de vacío que me ahogaba en un profundo malestar, en ese pasado, la efervescencia hormonal, los cambios de ánimo, y ese reencontrarse con el cuerpo físico de manera más “racional”, con una distancia reflexiva; me hacían mirar con sorpresa, e incluso con prejuicios, cómo mi propio cuerpo tomaba una forma nueva. Y a pesar de que seguía siendo mi propio cuerpo, lo sentía extraño, lejano, como si no me perteneciera. Esa abstracción de nosotros


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mismos que tenemos en la adolescencia nunca sucede en la infancia, o al menos no de forma tan clara. Cuando somos niños todo parece ser un juego, y el cuerpo es más un fin inmediato en sí mismo del juego. Nietzsche escribía sobre esta ligereza infantil: “inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí”. En la adolescencia se rompe este círculo de placer, esta rueda lúdica que es el cuerpo de cada uno de nosotros. Se abre entonces una pregunta que no solo incluye la figura de nuestro cuerpo que vemos en el espejo nos guste o no, sino que también nos preguntamos por ese montón de sensaciones nuevas que sentimos y que no logramos ver, que no logramos conocer: la pulsión abriéndose paso de una manera turbulenta, las emociones desbordadas y la sangre llegando hasta los sitios menos pensados. Pero, sobre todo, nos obsesiona durante la adolescencia, ese novedoso interés, más profundo y carnal, por el otro. Un interés muy distinto, un interés punzante, inexplicable, que no está marcado solamente por la amistad, ni por la intención de ir al parque a jugar, sino que a veces revienta algunas partes de nuestro cuerpo. Nuevamente, la incertidumbre es doble, el cuerpo sufre muchos cambios visibles, pero también otros tantos invisibles a los ojos, muchos que no entendemos muy bien, y que finalmente son el origen de la transformación física de nuestro cuerpo. Pero volviendo a ese interés novedoso que nace durante la adolescencia por el otro, uno que no está solo supeditado a la fraternidad, sino también al sentimiento erótico, angustiante por momentos, pero a la vez placentero y maravilloso. Un fluir veleidoso que nos somete a una reflexión oportuna: “el querer, el desear no se deja enseñar”, al menos no en esos momentos. Esa consciencia explosiva que tenemos en la adolescencia de nuestro propio cuerpo, no solo es una noción conceptual de los cambios físicos, sino, y sobre todo, es una sensación, difícil de poner en palabras, de los cambios emocionales, los arrebatos pasionales: estás ahí en el mundo con otros, ya no eres el centro del universo, te tienes que salir de ti mismo, tienes que dejar de ser tú para gustarle a los demás. Tienes que volverte atractivo para que Sergio, o Julia, ya no digamos te amen, sino te volteen a ver. Este transitar desde la inconsciencia del juego hacia la consciencia física del cuerpo y también de las necesidades de los demás. De ese disruptivo episodio de consciencia adolescente que mira por primera vez las amenazas o veleidades del mundo exterior, Piaget lo explica como la salida del infante de su propio “egocentrismo”. Este implica


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que el niño mida todo desde una óptica muy privada, metido solamente en sí mismo: desde su propio yo y nada más. Esto significa que los niños asumen que todos los demás ven, sienten, escuchan, y comprenden lo mismo que él. En ese sentido, gracias al egocentrismo, los infantes no toman muy en cuenta el mundo externo, y eso parece ayudarlos a construir un cuarto interior propio: un carácter que lo distinga en algún sentido de todo lo demás y de todos los demás niños. Lo cual no significa que dicho carácter no esté también moldeado en parte por la atmósfera social y familiar que lo rodea. Sin embargo, ese egocentrismo parece ser muy importante para configurar cierta óptica interna, muy privada, y que escapa a la represión del adulto: una identidad particularísima que lo diferencie de los otros. Sin embargo, el contexto psicosocial, el juego con los otros niños y la convivencia con los adultos le da el impulso al adolescente para pensarse después como uno más en el infinito universo de individuos con quienes deberá aprender a convivir de algún modo, “civilizadamente”, y en paz. Despegándose durante la adolescencia de su egocentrismo para compartir la órbita galáctica con los demás sin chocar con los otros planetas. O, mejor dicho, aprendemos poco a poco que no somos el centro de nada ni de nadie, y que la vida de los demás no gira alrededor de nuestros problemas. Esto último es la frase típica de toda madre que remienda al adolescente que sigue siendo “egocéntrico” en sus actitudes. Sin embargo, esta interpretación más bien negativa que se ha hecho coloquialmente del egocentrismo me parece un tanto incorrecta. En el momento en que la salida del egocentrismo implica una mayor consciencia de nosotros mismos, como uno más en el mundo, esto parece implicar que esa abrupta consciencia solo se logra cuando el adolescente o el adulto se vuelve para sí mismo algo así como su propio objeto de estudio, al cual analiza, juzga, crítica, y trata desde esa consciencia de las fallas o aciertos propios, moldear, no solo su carácter, sino también la forma externa en la que se presenta al prójimo, la apariencia, el cuerpo. La supuesta madurez de todos nosotros implica esa salida del estadio egocéntrico que, si bien nos hace ganar afinidades, amigos y aceptación social, pareciera al mismo tiempo que en ese intento por encajar a veces muy artificialmente con los demás se pierde algo muy auténtico y privado de cada uno de nosotros. De tal manera, yo sigo conservando parte de ese egocentrismo “infantil”, les cuento por qué. Si el egocentrismo es una visión sesgada de lo que sucede afuera de nosotros mismos, eso no implica necesariamente un egoísmo, ni implica que seamos malas personas, pero quizá sí, un tipo de particularidad cognitiva que nos impide darnos cuenta de la totalidad, para centrarnos solamente en las particularidades, en las obsesiones, en episodios muy concretos que quizá, vistos desde afuera, como lo hacemos posteriormente en una psicoterapia, desde nuestra reflexión en retrospectiva de lo sucedido o desde ojos ajenos que regañan, parezcan conflictos ridículos y egocéntricos para uno mismo y los demás: “Te preocupas por nimiedades; te ahogas en vaso de agua; enfócate en lo externo, blablabla”. Es en el mundo de la creación en el cual podemos ver con más poder esta rebeldía ante la lógica del rigor, ante la consciencia externa y total de lo que está afuera. El artista generalmente trabaja mucho desde un mundo interior que, sí, posiblemente no ha dejado el egocentrismo. El buen creador es como el niño que proyecta mucho de ese “interior”, un cosmos propio que no se deja regir completamente por designios ajenos, y que no abandona esa originalidad de ser él mismo, sin construir toda una personalidad artificial para agradar. Quizá esa interpretación del “egocentrismo” como algo negativo está muy lejana de lo que en realidad es. Esa exigencia de que al crecer debemos perder una parte importante de nosotros mismos


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para madurar, aprender a convivir con el prójimo, y así realizarnos de modo efectivo en la sociedad, pareciera orillarnos a convertirnos —contra todas las expectativas propias y de un filósofo llamado Kant— en aplastados y en quienes también aplastamos a los otros. Pareciera que al ir dejando ese “egocentrismo”, adaptándonos a los demás, nos volvemos también medios para lograr fines ajenos, mientras los otros también se vuelven nuestros propios medios. Mi lectura de Kant es siempre muy romántica e incluso podría ser distorsionada, no por nada me envuelvo en quimeras sin salida y en utopías. Me gustaría evocar aquí esa ética kantiana de ver al otro como un fin en sí mismo, también como una sugerencia para pensarse a uno mismo como un fin en sí mismo, y en este sentido, para volver un poco a ese egocentrismo perdido en la infancia, para así poder afirmarse siempre más allá de cualquier designio ajeno. De tal manera, así conseguiríamos saber qué es eso para lo cual nuestro fuero interno tiene vocación, y quizá en el plano laboral, estaríamos posibilitados a hacer lo que más nos gusta hacer viéndolo como un hobby, y no como un trabajo; o amaríamos al que nos inspira ser amado, tan solo por lo que él es (desde su egocentrismo indeleble y peculiar) y no por que nos convenga o no nos convenga amarlo. Y en todos los ámbitos de la vida podríamos aplicar esa sugerencia existencial, pensando en esa rueda circular, en ese niño que egocéntrico mira al mundo desde él, sin aparentar para los demás, amando las cosas por lo que son, como fines en sí mismas, como un juego ligero. Quizá recobrar esa idea de egocentrismo es mirar nuevamente a la vida como ese ejercicio circular, la vida como eso que Angelus Silesius escribe: la rosa es sin razón, florece porque florece. Quizá en la adolescencia no supe cómo salir del egocentrismo rápidamente, porque no convivía con muchos niños. Tampoco sugiero un egocentrismo que llegue al autismo como en algún momento me pasó. Un día me levanté de mi cama asustada, sentí un golpeteo dentro de mi pecho, pensé que moriría, ya estaba suficientemente grande para no tener idea de qué pasaba, 10 años bastarían para haberlo entendido antes. Sin embargo, me torturé por horas pensando que ese sonido que provenía de mi pecho, a veces más lento o acelerado, era una enfermedad mortal, cuando no pude más, después de dos noches sin dormir, fui a llorarle a mi madre preguntándole si me iba a morir, a lo que ella respondió: “Hija, pero si es tu corazón. ¡Es la vida!”. Sí, la vida también es, y no hay forma de negarlo, la consciencia del mundo externo, eso es verdad, pero no lo es desde un sentido lógico ni de cálculo, los demás no son números; por eso, desde entonces, ese corazón privado y egocéntrico, es lo que siempre he querido conectar con el mundo. Vuelvo al recuerdo de mi madre cuando en la adolescencia me regañaba porque tenía tiempo para sufrir, y debía dejar mi egocentrismo ayudando a los demás para olvidarme a mí misma. Solo así no tendría tiempo para pensar en mis propios problemas. Ella se equivocó, quizá solo era cuestión de matizar más obsesivamente las palabras. Efectivamente ella quería que dejara mi egoísmo, que significa en sentido literal, un amor excesivo de mí misma, pero en su sugerencia habitaba una práctica muy común pero poco efectiva para amar al otro como fin en sí mismo, como ágape. Lo común es dejar el propio egoísmo, salvando al prójimo, pero viéndolo como un medio para salvarse a sí mismo. Algo así como dejar de ser egoísta siendo éticamente egoísta. Alimentarse del dolor ajeno para distraerme de mí misma, de mi propio dolor, no me parece una forma de olvidar el “egocentrismo”, ni tampoco el egoísmo. Reemplazar mi dolor por el de los demás es hacer de mí misma toda una estrategia artificial para agradarle al prójimo, para ayudarle al otro y ser vista como un ejemplo moral, como una falsa mesías; o engañándome a mí misma de que con eso evadiré el sufrimiento propio, y podré alejarme de esa parte privada y peculiar de mí, que no debería nunca negar: mi propio egocentrismo, mi carácter azotado. Alimentar mi felicidad con el dolor del prójimo, a partir de una terrible y culposa comparación, de un cálculo que, como diría Schopenhauer, nos hace darnos cuenta de que no estamos tan mal como los demás, es la forma más elucubrada e hipócrita de hacer del otro un medio para mis propios fines. Si hemos de ayudar al otro, nunca habrá de ser para salvarnos a nosotros mismos, o ponernos en el aparador del altruismo, sino tan solo porque los demás son quienes son y necesitan un poco de nosotros, porque los amamos por lo que son en sí mismos, porque ayudarlos no nos dará ningún beneficio aparte: porque somos, al final, parte de la misma madera.


10CRร NICA

El nuevo (e histรณrico) Teatro de la Ciudad Por Carlos Peregrina


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Á

ngeles Mastretta escribió en su novela Arráncame la vida: “En Puebla, todo pasaba en los portales, desde los noviazgos hasta los asesinatos”. Corría el año de 1941. Era una tarde cualquiera, cuando a unos pasos del Palacio Municipal, el empresario asturiano Jesús Cienfuegos caía muerto. De esa manera, Maximino Ávila Camacho, en complicidad con William O. Jenkins, le arrebatarían el Teatro Guerrero (hoy Teatro de la Ciudad) y se lo comprarían a su viuda. El investigador del CIDE Andrew Paxman, en su libro En busca del señor Jenkins, relata: “Era el atardecer del segundo día de enero y Jesús Ciefuegos estaba charlando afuera de su cine en Puebla. El español adoptó su habitual pose alegre, recargado contra una columna con las manos detrás de la espalda. “—¿Cómo le pinta el año, don Jesús?— preguntó su amigo Samuel Kurián. ”—Pues parece que no corre el dinero. Ayer no hubo gente en los toros, perdí 20 mil pesos— respondió el empresario español. ”Cienfuegos era uno de los pocos poblanos que podía permitirse perder semejante suma en un negocio de un día. Si los negocios iban mal en su plaza de toros, podía contar con su sala de cine y sus pulquerías, junto con sus nuevos cines en Veracruz, donde era socio de William Jenkins. ”La columna en la que estaba recargado el español pertenecía a los portales que cercaban el ayuntamiento. Esta hermosa construcción arrendaba parte de su planta baja al popular cine, y Cienfuegos tenía la costumbre de plantarse afuera de las tardes; veía los clientes llegar y conversaba con uno y otro de la nueva burguesía poblana (…) Estudiantes atraídos por los carteles del Guerrero, discutiendo si tenían suficientes centavos para ver El cielo y tú. ”Alrededor de las 18:30, fuera del crepúsculo, un hombre se precipitó hacia Cienfuegos y, exclamando ‘¡Feliz año nuevo!’, hizo como si fuera a abrazarlo. En su lugar, el hombre lo apuñaló en el pecho y en el estómago con una dada. Don Jesús, con las manos en el abdomen, cayó de cara al suelo (…) quince minutos más tarde, Cienfuegos estaba muerto.” De esa manera, no solo el Palacio Municipal y los poblanos de la época eran testigos del brutal asesinato del empresario español, pues el hoy reinaugurado Teatro de la Ciudad fue parte de la trama de uno de los crímenes que nunca se resolvieron: el homicidio del empresario español Jesús Cienfuegos, dueño de la plaza de toros y del Cine Guerrero. Y si bien el crimen no se investigó, todo mundo supo quién fue: la complicidad entre el entonces gobernador Maximino Ávila Camacho y el empresario estadunidense William O. Jenkins. Esta pequeña historia y la cita al libro del investigador del CIDE tienen la finalidad de recordar que mucho de lo que ha ocurrido en Puebla en su historia se ha desarrollado en el Teatro de la Ciudad. En 1996, por ejemplo, después de que dejó


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de ser el famosísimo Cine Guerrero y que abría sus puertas al público, en la taquilla se dio un enfrentamiento entre priistas enviados por el entonces gobernador Manuel Bartlett para atacar a los panistas que apoyaban a Gabriel Hinojosa Rivero. Fue una batalla en la que salieron a relucir bates y tubos, pues la intención del entonces priista —ahora protagonista de la Cuarta Transformación— era boicotear un acto de Hinojosa. Ese teatro ha sido testigo de cuando un grupo de panistas le dieron la espalda al entonces alcalde Luis Paredes Moctezuma y a su candidato a sucederlo: Roberto Ruiz Esparza, el futbolista. Era una asamblea del PAN que había contratado Acción Nacional y justo cuando aparecía Paredes y sus operadores, en todas las butacas los albiazules se pusieron de pie y le dieron la espalda como protesta para dar a entender que no respaldarían al segundo presidente municipal panista que había tenido la Angelópolis. Si ese teatro hablara no solo hablaría de arte, cultura, sino de historia, y eso lo entendió muy bien la administración que encabeza Claudia Rivera Vivanco, quien le apostó a revivir uno de los auditorios más importantes e

icónico después del Principal, que está a unas calles del de la Ciudad. La cita que hicimos unas líneas arriba del caso Cienfuegos es porque ese teatro fue el cierre para que William Jenkins entrara de lleno en el negocio de la industria cinematográfica, y de esa manera iniciara la Época de Oro del cine mexicano. Jenkins, para bien o para mal, es la clave para entender todo lo que ocurrió en la historia del celuloide en nuestro país. ¿Hubiera existido el Cine de Oro sin el señor Jenkins? Probablemente no. Y para entender por qué la importancia de este auditorio es porque la muerte de Cienfuegos provocó que Jenkins se convirtiera en uno de los hombres más ricos, sino el que más, de México. Y creara además una de las clases políticas y empresariales que llegaría a influir en dos presidentes: Manuel Ávila Camacho y Gustavo Díaz Ordaz, además de influir en la prensa, como la cadena de Los Soles (OEM), y Bancomer, cuando era de Manuel Espinosa Yglesias, así como la creación de dos fundaciones Espinosa y Jenkins que pelearon por el control de la Universidad de las Américas Puebla.


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El histórico teatro

La construcción de esta obra data de los años 1862 y 1868 por iniciativa del empresario poblano Ignacio Guerrero y Manzano, y fue inaugurado el 12 de abril de 1868. Durante cuatro décadas este recinto acogió a diversas compañías de teatro y ópera de la época. Desde sus inicios, el Teatro de la Ciudad ha estado ligado a importantes sucesos, como señalamos líneas arriba. Su historia nos habla de la evolución de la ciudad, de la fortaleza de su gente y del amor que tienen las y los poblanos a la cultura. Es, por decirlo de alguna forma, tan poblano como los chiles en nogada, La China y el mole que fue creado en la cocina del Convento de Santa Rosa. Lo que conocemos hoy como Teatro de la Ciudad es una adaptación del complejo arquitectónico del Palacio Municipal que funcionaba como cárcel y que en 1861 fue adquirido por Ignacio Guerrero para construir un teatro, cuyos trabajos comienzaron en 1862 y pretendían emular al Gran Teatro Nacional de la Ciudad de México. El 16 de febrero de 1868 se preinauguró con un baile de máscaras, cuya orquesta fue dirigida por Santos Anzures. El Teatro Guerrero fue inaugurado el 16 de septiembre de 1869 por Benito Juárez con motivo de las fiestas patrias y de la inauguración del tramo ferroviario México-Puebla-México, donde se pudo escuchar la obra de Melesio Morales, Locomotiva. Una composición revolucionaria donde la locomotora no solo era el elemento homenajeado, sino también un intérprete de la melodía.


CRÓNICA15

Es, por decirlo de alguna forma, tan poblano como los chiles en nogada, La China y el mole que fue creado en la cocina del Convento de Santa Rosa

El teatro Guerrero se convirtió en el lugar de reuniones por excelencia de la burguesía de la época. Su cafetería combinada con fonda y casino instalada con vistas al pasaje era la más concurrida de la ciudad. Durante más de 40 años se presentaron compañías artísticas como José Valero y su esposa Doña Salvadora Cairon, la compañía operística de Don Gastambide, la compañía de Don Cleófas Moreno y el Ruiseñor. Se presentaron también actores y cantantes representativos del momento, entre ellos Enrique Gusp de Peris, Pilar Belaval, Amalia Gómez, Ángela Peralta y Soledad Amat y Piedad. En 1890, tras la muerte de don Ignacio Guerrero, el teatro fue recuperado por el ayuntamiento y remodelado junto con el Palacio Municipal, por el arquitecto Charles Hall. Fue inaugurado con la presencia de la compañía Gian Carlo Gicolazzi y al terminar la función el inmueble fue consumido por un incendio. Por 18 años el teatro quedó abandonado. En 1928 comenzó la restauración del teatro a través de un contrato entre el ayuntamiento de Puebla y el español Jesús de Cienfuegos, quien hizo el compromiso de reedificar el espacio. El 8 de octubre de 1931 se inaugura el teatro con la obra El guante de oro, del escritor poblano Eduardo Gómez Haro, que contó con las actuaciones de Virginia Fábregas, María Teresa Montoya y las hermanas Blanch.


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De Jesús de Cienfuegos pasó a propiedad de un consorcio de cines de la familia Espinosa Yglesias (socio de William Jenkins). Hubo largas temporadas en las que dejó de funcionar, siendo remodelado varias veces hasta 1993, fecha donde el teatro es adquirido en forma definitiva por el ayuntamiento de Puebla, cuando gobernaba Rafael Cañedo Benítez. Desde entonces, el Teatro de la Ciudad se ha convertido en una de las principales sedes culturales de Puebla por su ubicación y versatilidad. Se han presentado desde espectáculos, conciertos y obras de teatro, hasta conferencias y funciones de cine. Además, es también un centro social donde cotidianamente se reúnen las familias poblanas para celebrar ceremonias y festivales.

La versión del municipio

En el 2020, la administración de la morenista Claudia Rivera decidió poner manos a la obra en la reparación de los daños estructurales que el teatro había acumulado con el tiempo. De esa forma, devolverle el esplendor a este inmueble cultural, para que la comunidad poblana pueda sentirse orgullosa y hacer este recinto accesible para todos y todas. El ayuntamiento de Puebla valoró la importancia y el valor histórico del Teatro de la Ciudad fundado en 1868. Durante este 2020, Claudia Rivera y su equipo de colaboradores, a través del Instituto Municipal de Arte y Cultura, remodelaron el inmueble y retomaron los colores de la época en la que nació este espacio teatral, y se trabajó en el rescate de elementos emblemáticos como su vitral, el cual se convirtió en la imagen que lo representa a partir de este 2020.


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A pesar de haber sido intervenido en años pasados, el teatro acumuló una serie de daños estructurales que representaban un riesgo para los usuarios. De ahí que se decidió realizar adecuaciones urgentes, como el reforzamiento de la estructura del escenario y del foso de orquesta, que resultaron dañados por el sismo de 2017. Se brindó mayor soporte al escenario, sin descuidar la parte estética del mismo, ya que también se retapizó y cambiaron los telones. Además, se instalaron nuevas luces de escenografía para destacar las presentaciones de los artistas que se presentan en este espacio, incluyendo equipo de luminaria graduable y tres pares de luminarias robóticas. Asimismo, buscando que los espectadores visualicen las distintas disciplinas artísticas desde sus asientos, se ajustó el aforo de los palcos y se retapizaron 461 butacas con un color neutral. Como el arte debe ser accesible a todas y todos, se abrió un espacio de butacas para personas en situación de discapacidad. En total, se colocaron 1 050 metros cuadrados de alfombras en el área principal, palcos, pasillos y escaleras, junto con 2 020 metros cuadrados de piso plastificado, antiderrapante y antirruidos. En los palcos se instalaron 142 butacas, sillones y alfombras. Se dio mantenimiento a los barandales y se cambiaron las puertas de acceso. Se restauraron las columnas y los chapetones del palco de honor y se limpió el mármol. Para conseguir una experiencia artística de calidad, la cabina de sonido del teatro ahora cuenta con tecnología que asegura una experiencia auditiva de calidad. En la planta baja del mezanine se restauraron el capitel y las columnas. De esta forma, el Teatro de la Ciudad cuenta con una planta alta de mezanine más iluminada y vistosa. En el lobby se rehabilitó la taquilla, así como el módulo de atención y el candil que adorna la entrada al mismo. También se recuperaron las yeserías, destacando sus formas y colores en una restauración minuciosa que aporta elementos vistosos y artísticos. Finalmente, se elaboró el programa interno de protección civil del teatro, acorde a los lineamientos de un espacio de esta importancia. Con estas adecuaciones, el Teatro de la Ciudad cobra nueva vida y se asume como el espacio por excelencia para el arte y la cultura de Puebla. En días pasados, fue la presidenta municipal de Puebla, Claudia Rivera Vivanco, quien inauguró la remodelación que le hizo a este espacio de los poblanos y reconocido como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Rescató un candil original que se encuentra en el lobby y un vitral, entre otros trabajos.


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En total se invirtieron 8.5 millones de pesos. Por la pandemia de la Covid-19, la reinauguración fue virtual y solo asistieron pocos funcionarios e invitados especiales. Se hizo una transmisión para dar a conocer este importantísimo evento. “Enhorabuena por la remodelación de un espacio que le pertenece a todas las y los poblanos”, celebró la presidenta municipal, Claudia Rivera Vivanco, quien aseguró que continuará otorgando un espacio para las expresiones culturales que recodifican los valores sociales. “Estamos construyendo una nueva normalidad, nuevos hábitos de consumo y de convivencia. Parte de esta nueva etapa busca motivar la salud emocional a través del arte”, agregó la alcaldesa. Las adecuaciones de este icónico inmueble de la ciudad iniciaron con el reforzamiento de la estructura del escenario y del foso de orquesta, los cuales resultaron dañados por el sismo del 2017, brindando mayor soporte al escenario sin descuidar la parte estética del mismo, ya que también se retapizaron y cambiaron los telones.

Los colores de la época en la que nació este espacio teatral fueron retomados, y se trabajó en el rescate de elementos emblemáticos como su vitral, el cual se convirtió en la imagen que lo representa mediante la creación de un nuevo imagotipo, evitando cualquier tipo de intervenciones partidistas. Para disfrute de todas y todos los asistentes a este espacio, se ajustó el aforo total a 577 lugares, distribuidos de la siguiente manera: 193 en luneta con una zona especial para silla de ruedas de tres lugares; 252 en platea y 132 espacios en la zona de palcos, además del denominado Palco Presidencial. Estos lugares fueron retapizados con un color neutral. Además, se colocaron más de 1 050 metros cuadrados de alfombras en el área principal, palcos, pasillos y escaleras y 2 020 metros cuadrados de piso plastificado, antiderrapante; se dio mantenimiento a barandales, se cambiaron las puertas de acceso y se restauraron las columnas y los chapetones del palco de honor, donde también se limpió el mármol.


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Estamos construyendo una nueva normalidad, nuevos hábitos de consumo y de convivencia. Parte de esta nueva etapa busca motivar la salud emocional a través del arte

Esta obra está lista para recibir al arte y la cultura nacionales y extranjeras. Hoy, la administración que encabeza Claudia Rivera Vivanco deja un legado para que cuando regresemos a la normalidad y que pase esta crisis sanitaria volvamos a este auditorio a escuchar obras musicales, óperas y, por supuesto, obras de teatro que tanto bien nos hacen a los poblanos. Y, además, justo en los portales, porque, como bien decía Ángeles Mastretta: todo pasa en los portales.


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Carlos Moreno Cravioto, versatilidad a prueba de todo Por Gilberto Brenis / @GilbertoBrenis / Fotos: Jafet Moz / esimagen.mx

Agradecemos al hotel María Condesa por las facillidades brindadas para la realización de esta entrevista y sesión fotográfica.


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C

arlos Moreno Cravioto supo desde siempre que lo suyo era dedicarse al mundo del espectáculo. Sin embargo, no era sencillo, viviendo en Reynosa, Tamaulipas, poder aspirar a una carrera en ese medio. Tuvo que valerse de su talento y de las casualidades que le fueron abriendo puertas para llegar hasta donde hoy se encuentra. Probando un poco de canto, de modelaje, de producción y de actuación ha logrado ofrecerle al público una versatilidad que él considera es poco usual. La entrevista sucede en el restaurante del hotel María Condesa en la Ciudad de México.

Gilberto Brenis: ¿Dónde naciste? Carlos Moreno Cravioto: Nací en Pharr,

Texas, en 1981. Mi familia es de Reynosa y lo más común en ese entonces era que nacieran en Estados Unidos y se regresaran a México. Así que, aunque nací en Estados Unidos, crecí en Reynosa.

¿Y desde cuándo te llamó la atención la actuación?

Desde chiquito, yo creo que desde los seis años. Me encantaba hacer pastorelas y festivales infantiles. Me sentía muy a gusto. Mis amigos me decían que lo mío era el mundo artístico. Y realmente me sentía como que pertenecía a este medio. Es más, les dije a mis papás que yo quería hacer esto, en ese momento no quisieron, pero me dijeron que terminara la prepa y que después veíamos.

¿Te gustaba también la música?

Nunca he sido el más talentoso cantando, pero bailaba muy bien, y eso me ayudaba a que me tuvieran en un grupo de chavos que hacía shows.

¿Y qué pasó cuando terminaste la prepa?

Me vine a la Ciudad de México después de que el mánager de Perfiles (donde estaban Sandra Echeverría y Faisy) me viera abriéndoles a ellos en la Feria de Reynosa. Me dijo que estaban armando un grupo en TV Azteca y de ahí hasta ahora no he parado. Mis abuelos vivían aquí en la Ciudad de México, así que estuve con ellos unos meses en lo que me adaptaba.

¿Qué fue lo primero que hiciste?

Estuve en varias boybands, de hecho me iba muy bien. Trabajé mucho y me fui relacionando con mucha gente. Entonces un amigo me pide que lo acompañe a hacer un casting a Televisa y tanto él como yo nos quedamos en un programa que se llamaba El reto Burundis, donde bailábamos y cantábamos.

¿Y cómo llega la actuación?

Precisamente por ese programa de televisión empezaron a darme oportunidades en algunas telenovelas como Clase 406 y Las vías del amor con papeles pequeñitos, pero empecé a conocer el medio y a darme cuenta de que realmente era lo que me gustaba, así que decidí estudiar actuación. Y lo curioso es que una vez que ya estaba estudiando y más preparado nadie me daba trabajo.


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¿Te hizo dudar de tu vocación?

Pues me deprimí un poco, la verdad es que no entendía qué era lo que estaba pasando. Me dediqué entonces a producir convenciones y la verdad es que me iba muy bien, pero me sentía en un mundo que no era lo mío. Un día decidí retomar la actuación.

¿Cuándo fue la primera vez que te pagaron por actuar? Mis primeros pagos por actuar fueron en Burundis y en Las vías del amor; seguramente me lo gasté en la fiesta. Habré tenido en ese entonces 19 o 20 años.

Tú sabes que en la carrera del actor normalmente se enfrentan al rechazo cuando hacen un casting y no se quedan, ¿eso te afecta? Mi familia se dedica a arreglar bombas de agua en el municipio de Reynosa. Yo lo asocio un poco con el trabajo de los actores. En el caso de las bombas, pues una vez que una está arreglada debes de buscar otra que no lo esté; así es un poco la vida de los actores con los proyectos que inician y acaban. Nunca he tomado los rechazos de manera personal, yo no peleo contra eso. Trato de es-

tar vigente, aprovecho las oportunidades cuando llegan y no me preocupa buscar nuevos trabajos. Entiendo que esto es lo que me gusta y lo disfruto mucho, así que cuando tengo trabajo me siento muy bien y cuando no, lo busco pronto para tener.

¿Te gusta el modelaje o la publicidad?

La verdad es que no mucho, creo que no tengo perfil para eso. Lo intenté. pero como que mi tirada nunca ha sido por ese medio. Prefiero la actuación.

También escribes…

Sí, soy guionista y también por ese lado he tenido oportunidad de hacer proyectos muy interesantes como el de la Capilla Sixtina. Me siento muy orgulloso de haber ganado con mi propuesta.

¿Crees que en este negocio es más suerte que talento?

Mi papá dice que la suerte no se junta con los huevones. Todo mundo quiere que el trabajo llegue a ti, yo busco el trabajo. El que se queda sentado no recibe nada, tienes que estar viendo qué están buscando y aprender, proponer.


24EN CORTO

¿Minimizas algún tipo de trabajo dentro de este negocio?

Ninguno, nunca sabes qué puede salir de un proyecto. Hay algunos compañeros y compañeras que le hacen feo a los programas unitarios como La rosa de Guadalupe o Como dice el dicho, y déjame decirte que en lo personal son los proyectos que me han dado más visibilidad en mi carrera. Cuando pasan un episodio yo veo que aumentan mis seguidores en redes sociales. Ningún trabajo es pequeño. Incluso una vez estaba comiendo en un restaurante en Estados Unidos y me reconocieron precisamente por un episodio de Como dice el dicho.

¿Qué te gusta más: teatro, cine o televisión?

Es que son muy diferentes. En teatro tienes la energía de la gente ahí, es muy divertido, hay retroalimentación inmediata y puedes modificar en el momento. En el cine tienes mucho tiempo para hacer las cosas, es mucho más pausado, necesitas guardar tu energía y recordar perfectamente lo que haces para que cada toma sea igual. En televisión trabajas contrarreloj y a veces tienes en un mismo día escenas de diferentes estados de ánimo, en tres tiempos diversos.

¿Cómo te sentiste en Rubí?

Fue un gran proyecto, la verdad es que me divertí mucho con las escenas de acción y la respuesta de la gente ha sido increíble. Carlos ha tenido siempre como lema el hacer la diferencia donde quiera que se presente. Recientemente, con la apertura que ha habido en las televisoras, ha tenido la oportunidad de trabajar indistintamente bajo varios sellos, lo cual le permite también seguir aprendiendo sobre el arte de hacer televisión. A pesar de los años, no olvida la inquietud y emoción que le daba de pequeño cuando pensaba en dedicarse a este medio, a pesar de las altas y bajas que ha tenido considera que de todo ha salido victorioso y reforzado… listo para seguir ofreciendo lo mejor de su trabajo al público, a la industria y a sus compañeros.


EN CORTO25

PREGUNTAS TONTAS ¿Qué es lo que nunca falta en tu refrigerador? Pingüinos Marinela y Powerade rojo. ¿Tienes alguna superstición? Ninguna. Si pudieras regresar el tiempo, ¿qué consejo le darías a tu yo de 15 años? Mantente positivo. ¿Qué es lo que no te gusta de ir al súper? Las filas de las cajas. A veces voy a las cinco de la mañana para que no haya gente. ¿Con quién te gustaría tomarte un café? Con Marilyn Monroe. ¿De qué decisión profesional te arrepientes? Realmente no me arrepiento de ninguna, porque para bien o para mal me tienen parado donde estoy ahora. ¿Cuál es tu canción favorita? “La pajarera”, la cantaba de niño y me trae muchos recuerdos. ¿Qué platillo no comerías? Cebolla cruda. ¿Cuál es tu película favorita? Marea de fuego.


26TENDEDERO

El cine y la televisión pospandemia

J

Por Gilberto Brenis @GilbertoBrenis

usto el mes pasado le platicaba sobre lo tenebroso que pinta el panorama para el mundo teatral no solamente en México sino en el mundo. Siendo honestos, la perspectiva no se vislumbra mejor en el terreno del espectáculo en general. Ha sido uno de los rubros más golpeados durante esta pandemia. Claro, muchas personas pensarán que este sector es trivial, poco importante e innecesario; nada más alejado de la realidad. Hay miles de familias en nuestro país que dependen directa e indirectamente del mundo del espectáculo. Desde quienes te atienden cuando compras un boleto en el cine, hasta el actor o la actriz que protagoniza una película o telenovela. La producción tanto de películas como de serie de televisión se ha suspendido por meses. En algunos casos está retomándose con interminables medidas de seguridad. Estos cambios harán que lo que estábamos acostumbrados a ver en la pantalla (grande o chica) sea, a partir de ahora, muy diferente. Los productores tendrán que hacer uso de múltiples efectos especiales para lograr escenas donde haya muchas personas juntas; y no hablemos de las escenas de beso o de sexo… serán cada vez más escasas.

La industria del entretenimiento sufre y seguirá sufriendo uno de sus más grandes descalabros. Habrá muchas personas que quizá decidan dedicarse a otras cosas, habrá quienes no se recuperen, quienes opten por ver hacia otros sectores. Ir al cine, ver televisión o ir al teatro (como le comentaba el mes pasado) no es una trivialidad, es un necesidad. El divertirse o desentenderse del agobio de las actividades diarias es una actividad que todos nos merecemos, no importa a lo que nos dediquemos o quienes seamos. ¿Qué vamos a hacer tantos meses sin esto? Esa es una gran pregunta que espera respuesta. Y lo malo es que lo que se logra percibir no es muy positivo que digamos. La producción ha sido tan escasa que tendremos un largo periodo sin muchas novedades en los sectores cinematográficos y televisivos. Estoy seguro de que la industria del entretenimiento saldrá adelante, que el show seguirá, como siempre lo ha hecho, pero eso no quiere decir que las cosas estén bien. Hay mucho que hacer, muchas familias que sostener, muchos recursos que generar y mucho trabajo que reactivar… todo para que quienes vamos al cine o prendamos una televisión podamos disfrutar, llorar, reír, asustarnos, cantar o simplemente… olvidar.


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Instrucciones para vivir en Puebla (en mitad de una pandemia)

Dossier

Nos enfrentamos, quizá, a uno de los hitos más dolorosos en la historia de la humanidad. El progreso, el desarrollo y una civilización llena de sí misma han sido reducidos al pavoneo solitario del confinamiento. En medio de la incertidumbre, nos vamos adaptando a las nuevas maneras de estar en el mundo, recordando a cada respiro que un agente microscópico ha sido capaz de evidenciar nuestra fragilidad. Aquí el testimonio fotográfico de la transformación de nuestra sociedad. Fotos: José Castañares, Jafet Moz y Daniel Casas / esimagen.mx


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