Los jitomates ancestrales, infravalorado oro rojo de México, son ingredientes básicos en nuestra comida tradicional, en especial de las poblaciones rurales más pobres, además de una fuente importante de minerales, vitaminas (C, E y provitamina A, entre otras) y antioxidantes esenciales para prevenir múltiples enfermedades crónicas e infantiles, asociadas a la mala absorción de nutrimentos.
Por estas razones, representan un patrimonio natural y alimentario insustituible del pueblo de México, de la misma importancia que el maíz, el frijol y el chile. Sin embargo, su conservación no ha recibido la consideración merecida dentro del modelo prevalente de producción agroindustrial de alimentos, aunque somos el centro mundial de domesticación del jitomate, con cientos de variedades ancestrales que han crecido a lo largo del territorio por más de 1,300 años.