Con los vegetales de diseño la ingeniería genética aplicada a la agricultura lleva al límite la uniformidad productiva a la que antes dio gran impulso la llamada “revolución verde”. Y es que la nueva biotecnología diluye las fronteras entre especies, razas y hasta reinos permitiendo programar formas de vida con el fin de hacerlas lucrativas. Plantas frankenstein que, al extenderse, conducen a un peligroso emparejamiento de lo antes variado. Tenaz arrasamiento que se impone con tal de maximizar la ganancia.
Liberar semillas genéticamente transformadas no enriquece la diversidad de la vida, al contrario, es potencial causa de pérdida de germoplasma, pues de haber selección positiva a favor de la transgénica en competencia con una nativa, irán desapareciendo razas, cada una adaptada a condiciones específicas, y con ello se erosionarán de modo irreversible los recursos genéticos de que disponemos para enfrentar sustentablemente retos tecnológicos como el cambio climático en curso.