Sujetas a la diversidad como la vida misma, las Asambleas son difíciles de caracterizar, pues sus cualidades toman gamas que las hacen cálidas. Pero también frías, e incluso templadas, por el fuego de la experiencia. Puede haberlas muy sobrias, cuando son “duras” a causa del contenido de las mismas. No hablamos desde lo bucólico, por lo que debemos considerar que las hay también ríspidas, inventario de rupturas y desencuentros. No obstante, es sabido que en el juego asambleario impera la decisión de quien logra más apoyo, quien convence más o parece tener claridad. No son órganos homogéneos en los que el consenso es armonioso, sino articuladores de multiplicidades que deben sopesarse y conceder que alguna de ellas, sea en un determinado tiempo y para una tarea específica, la que se asuma como la Asamblea en general. Los zapatistas lo decían con el “mandar obedeciendo”, a veces hay que esperar para que nuestra voz tenga fuerza, por lo que ceder es la opción que en otra ocasión da oportunidad a ser escuchados.