No. 63 CUECHTLAN HUASTECA

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15 de diciembre de 2012

Veracruz

CONSUMISMO Y MIGRACIÓN: NUEVAS DINÁMICAS INDÍGENAS Lourdes Rudiño

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Tales planteamientos están contenidos en la tesis En busca de la vida. Grupos domésticos y reproducción social en Tzicatlán, Veracruz que en agosto de este año publicó Liliana Arellanos Mares, para obtener su maestría en antropología, en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En entrevista, esta investigadora especializada en la Huasteca y quien trabaja para el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), sede Distrito Federal, considera que lo observado en

FOTO: Josefina Matesanz Ibáñez

diferencia de lo observado en décadas pasadas, cuando el eje reproductivo de las familias indígenas de la Huasteca era la milpa, hoy el campo sigue siendo importante, pero no lo es todo, pues no podrían sobrevivir sólo con lo que éste produce; las familias ahora son pluriactivas: no sólo cultivan maíz, frijol, calabaza, chile, etcétera, también se dedican a la ganadería en pequeño, al comercio y a los servicios. Y por supuesto dependen de la migración laboral: una fuente importantísima de sus ingresos proviene de las remesas de los migrantes, y ello ha modificado drásticamente la dinámica social y económica de la región.

Tzicatlán es representativo de la Huasteca indígena en su conjunto. Destaca el hecho de que los padres y los abuelos se han dedicado al cultivo de la milpa y han trabajado la ganadería en pequeño, “pero los hijos ya no le apuestan a eso, porque no da para comer”, y no da para afrontar las necesidades de consumo actuales.

Y es que, no obstante que Tzicatlán es una comunidad apartada del norte de Veracruz, el consumismo está a la orden del día, propiciado por el aumento en el dinero circulante y por la migración. En Tzicatlán, explica, la migración local y regional registrada en los 70’s y 80’s, se transformó a nacional, con la gente yendo a trabajar a las maquiladoras de

truir o mejorar sus viviendas –es algo fundamental en la región, implica seguridad, pues se protegen de las tempestades o nortes, evitan que la lluvia rompa en las láminas y que el pasto de los potreros se meta al hogar–. “Los camiones con grava, con cemento y varilla llegan a las comunidades apartadísimas de muy difícil acceso”.

Tamaulipas, y luego, desde fines de los 90s –matizado últimamente por las políticas restrictivas de Estados Unidos– se desató un fenómeno “apabullante” de migración internacional, que involucra a jóvenes varones desde los 17 o 19 años de edad, y que ha provocado “una masificación del consumo impresionante, en todos los sentidos y para todas las edades… Uno no pensaría encontrar la venta de licuadoras en Tzicatlán. Pues existe un local que las ofrece en abonos; venden también camas, refrigeradores, estufas, planchas, productos que antes no entraban en la canasta básica de las comunidades campesinas. Ahora chicas indígenas venden zapatos y ropa por catálogo”. Y las mujeres también exploran la instalación de tienditas de abarrotes, de molinos y de otros comercios.

Liliana Arellanos considera que la dinámica de Tzicatlán está estrechamente ligada a las políticas públicas agrícolas, pues –desde los cambios al artículo 27 constitucional en 1992 y el desmantelamiento de la institucionalidad agrícola– éstas se han enfocado a apoyar sólo a la agricultura comercial, exportadora, y al campo de la Huasteca se le ve como marginal, sin remedio, atrasado. Ahora su mano de obra trabaja para las empresas agroexportadoras del norte de la República.

Además, se comercia y se consume gran cantidad de comida chatarra, como los refrescos, lo cual deriva en que la familia rural coma más, pero no que se alimente mejor; hay problemas serios de obesidad y diabetes en las personas maduras y prevalece la desnutrición infantil.

Otro efecto de las políticas públicas está en el desestímulo que sufrió la producción de café en este lugar de la Huasteca Veracruzana por la caída de sus precios y eliminación de apoyos públicos a fines de los 80s y durante los 90s. El entonces llamado Instituto Nacional Indigenista impulsó la cría de ganado bovino, lo cual propició la deforestación de selva y afectación del recurso agua; en princi-

Y otro efecto del dinero de la migración es que se ha generado una gran infraestructura de casas habitación. La prioridad de las familias al contar con las remesas es cons-

EL HILO DEL TIEMPO Arturo Gómez Martínez Subdirección de Etnografía, Museo Nacional de Antropología, INAH

El trabajo textil tuvo mucha importancia en las antiguas culturas de Mesoamérica, se vinculó con la identidad, la estratificación social y con el pensamiento religioso. El arte de hilar, tejer y bordar era (y sigue siendo) una labor propia de todas las mujeres, sin importar ran-

gos sociales; los mitos etiológicos señalan que así lo predestinaron los dioses; según un relato mexica, indicaron a la primera mujer Cipactonal, que hilase y tejiese el algodón para su vestido y que así lo hicieran todas las mujeres de su descendencia. Además había diosas propias de esta labor como Tlazolteotl y Xochiquetzal para los mexicas; estas divinidades se distinguen por llevar objetos como husos con ovillos de algodón y lanzaderas (tzotzopaztles) para apretar el tejido. Como herencia mesoamericana y aportación colonial, los indígenas de Ilamatlán, en Veracruz, tienen una riqueza en la producción artesanal de textiles; las mujeres se dedican al arte del bordado con puntadas de cruz, así como también del bordado de blusas con cuentas de chaquiras que se pegan de manera lineal con la técnica de medio punto en diagonal. En menor escala y casi extinta está la producción de mantas hiladas a mano y tejidas en telares de cintura, cuyo destino es para las ceremonias rituales.

En Ixhuatlán de Madero se han especializado en el bordado de hilván o tlaxopilolli, con esta técnica bordan sus blusas, aplicando además una porción de la misma técnica con la variante de fruncido en el canesú. Las nahuas del municipio de Zontecomatlán manufacturan blusas bombachas, recogidas en el cuello y mangas. A éstas les aplican, en toda la pieza, bordados realzados formando figuras de aves, árboles de la vida y flores geométricas; también hacen unas cintas tejidas en telar de cintura para anudar el pelo, llamadas cuayolli, cuyo extremo inferior es decorado con bolitas de colores. Las nahuas de Santa María Ixcatepec utilizan el punto de cruz y pespunteado para enredos, blusas, camisas de varón y manteles, aplicando diseños geométricos de grecas, caracoles, flores y árboles de la vida; también tejen rebozos y jorongos con algodón blanco hilado a mano. Las indígenas nahuas de San Pedro Coyutla, municipio de Chalma, hacen quechquémitl con algodón, decoran los lienzos con brocado realzado y con bordado de punto lomillo, des-

FOTO: Eppur si muove

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l arte textil en la Huasteca Veracruzana es una actividad que han desarrollado los artesanos con el devenir del tiempo. Su evolución incluye las necesidades básicas del hombre para abrigarse y protegerse de las consecuencias climáticas; con la aparición de la agricultura surgen las materias primas vegetales, entre ellas el algodón, la ceiba, el maguey, el izote y otras filamentos que al ser unidos en torzal continuo se lograron los tejidos de mantas. La tecnología y el manejo especializado requirieron muchos años de continuas prácticas, hasta llegar al descubrimiento de las técnicas de manufactura y a las variedades de telas, con múltiples texturas, colores, decoraciones y tamaños.

tacando figuras geométricas de aves, flores, estrellas y grecas, hechas con estambre de lana o algodón de color rojo, negro y solferino. También tejen servilletas de algodón adornados con la técnica de confite, logrado de la manipulación de pequeñas porciones de trama que sobresalen de la urdimbre. Con el comercio y las industrias, la gama de materiales para confeccionar y ornamentar los textiles han crecido; agujas, ganchos, bastidores, telas, abalorios y madejas policromadas de hilo vela se han sumado al complejo bagaje tecnológico del arte textil. Las tejedoras y bordadoras de la Huasteca veracruzana son herederas de una larga tradición textil en donde se concibe la historia local, los mitos y la religiosidad; cada pieza textil forma parte de su indumentaria cotidiana y ritual, mientras que los diseños, formas y colores tienen un amplio significado dentro de sus culturas. Las tejedoras y bordadoras imprimen, transformando con su maestría y paciencia a los lienzos, para convertirlos en códigos de identidad comunitaria y en excelentes piezas de gran valor estético.


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