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Consenso para hacer frente a la naturaleza
Esmeraldas es la vitrina en la que se aprecian los más dolorosos fracasos del Estado ecuatoriano. Como si la violencia no fuese suficiente, la naturaleza desnuda la falta de infraestructura, planificación y sistemas de alerta y auxilio que la provincia enfrenta.
Las tragedias que frecuentemente nos dicta nuestra geografía no discriminan ideología y son capaces de echar abajo el proyecto de cualquier partido. Tampoco hay región o grupo social inmune. La diversidad climática y topográfica de nuestro país implica también diversidad de riesgos —terremotos, deslizamientos, inundaciones, erupciones—; esa vulnerabilidad nos iguala a todos. ¿Qué hace falta para articular una política de Estado ante los desastres naturales? Cuando se habla de ‘acuerdo nacional’ o de ‘amplios consensos’ se suele pensar en poner fin a las pugnas políticas, el hostigamiento judicial o a las cuentas atrasadas; pero los consensos que verdaderamente se requieren son los que salvan vidas, evitan calamidades y previenen que descendamos de un plumazo un par de peldaños en la escalera al desarrollo.
Las grandes obras que han transformado al país para bien no han sido producto de una persona ni de un Gobierno, sino fruto de un trabajo colectivo a lo largo de varias generaciones. La red de transporte, el sistema energético, la infraestructura petrolera, la matriz agroexportadora, la plataforma turística fueron producto de un verdadero esfuerzo nacional. Se requiere lo mismo para, paulatinamente, salvaguardar al país de catástrofes como la que enfrenta Esmeraldas.
Lo sucedido en la ‘Provincia Verde’ es una alerta para el resto del país, que sufrirá con furia los embates de El Niño, pero la ayuda para levantarla no puede esperar.
El voto
Este país vive una democracia de muchas mentiras y pocas verdades que confunden a los pueblos. Suelen afirmar que, al obligar a emitir un voto en los procesos electorales, organizados por los sectores que usufructúan del poder, en sus diversos niveles, es democracia, cuando en verdad, es el sistema del engaño el que se reinventa en cada proceso.
El voto ciudadano es un derecho, pero también es un deber, una obligación que debería servir para cambiar o mejorar sustancialmente el sistema, y sería de vital importancia si fuera un voto razonado que surja del análisis, del conocimiento y la decisión de elegir , previo pleno conocimiento del candidato o candidata que esté dispuesto a servir a sus electores con inmensas necesidades, casi siempre insatisfechas, muy a pesar de las ofertas en tiempos de campaña electoral.
Sería fundamental el voto en cada elección, si la persona elegida en realidad representara al pueblo, para con sus actuaciones procurar elevar el nivel de vida de la comunidad a través de una sana economía o con la apertura de fuentes de trabajo, con la dotación de vivienda a los sectores más necesitados, con mejoras sustanciales en los procesos educacionales, en los servicios médicos y la supresión de la violencia en todas sus formas.
Si el ciudadano piensa en objetivos superiores, analizará con frialdad a los candidatos y sus propuestas, pero sustancialmente a sus ideologías, sus partidos y movimientos políticos. Nada es más peligroso que consignar el voto por simpatías y carisma.
El voto es un derecho y un deber que abre la posibilidad de elegir para proyectar el futuro de la familia, la colectividad y el país en general, porque ese derecho siembra esperanzas por las que se debe luchar en cada día de la existencia que no merece el engaño.
Electoral aceptó las demandas presentadas por un grupo de mujeres que demostraron vulneración a los derechos de participación política con la errónea interpretación que hizo días atrás el Consejo Nacional Electoral sobre el cumplimiento de los principios de equidad, paridad, alternancia y secuencialidad en la conformación de listas pluripersonales y en el binomio para elegir al presidente y vicepresidente de la República.
Hoy dedico esta columna a esas mujeres que, en representación de todas, se orga- nizaron en tiempos muy ajustados para exigir a la autoridad electoral el cumplimiento de la Ley. Gracias a: A. Gómez; K. Ponce; A. Vera; D. Chacón; R. Rosero; G. Bermeo; S. Guerra; I. Briones; J. Osejo; J. Zambrano; K. Michay; L. Fernández; L. Romero; M. Quinaluisa; C. Gamboa; N. Pernett; N. Silva; N. Villavicencio; Y. López; M. Ortiz; M. Vera; D. Mora; M. Montero; Z. Menéndez; V. Gómez de la Torre; S. Cuesta; V. Saritama; N. Vélez; y, L. Placencia. También a: M. Carrión; A. Cucalón; M. Portalanza; L. Alvarado;
E. Franco; Alba Moreira; C. Merino; G. Lucas; K. Menéndez; M. Aucancela; P. Moya; N. Vidal; D. Zambrano; A. Idrovo; V. Idrovo; C. Mena; A. Gordillo; S. Angus; G. Guerrero; G. Tassi; M. Hadati; P. Álvarez; F. Morejón; E. Bustamante; M. Intriago; B. Juárez; N. Saritama; C. Medina; J. Sánchez; M. Vera; M. Delgado; A. Gómez; L. Lara; N. Carrillo; M. Solórzano; A. Quijije; T. Tulcán; D. Intriago; D. Cornejo; M. Montalvo; S. Córdova; L. García; R. Álava; R. Utreras; M. Mieles; S. Cuesta; M. Alvear; G. Gómez de la Torre; M. Pozo; M. Reyes; A.
Díaz; M. Camacho; J. Espinoza; S. Miranda; C. Chacón; M. Cardona; A. Quijije; S. Viveros; D. Miño; S. Hessamzadeh; R. López; M. Chuji; C. Calderón; M. Vela; E. Celi; M. Ludeña; D. Grijalva; M. Arcentales; A. Bravo; F. Camacho; D. Padilla; I. Espinosa; S. Romero; V. Meneses; R. Crespo; G. Camacho; A. Gallardo; y, más de treinta colectivos que apoyaron la causa.
Su decidida acción cambió la historia del Ecuador y, por primera vez, todos los binomios presidenciales en la papeleta tendrán rostro de mujer.