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Ya poco importan los hechos
Terminó la etapa de presentación de pruebas del juicio político del presidente Guillermo Lasso; resulta difícil entender por qué el mandatario no se defendió con igual vehemencia antes, cuando su margen no lucía tan apretado.
Ya es evidente: el relato que dio inicio al juicio fue una suma de medias verdades, deducciones apresuradas y malentendidos. Sin embargo, en lugar de desactivarlo a tiempo —ante la opinión pública y los legisladores—, el régimen actuó displicentemente y permitió que la Corte Constitucional, con sus análisis de ‘redes de inferencias inductivas’, dejara todo en manos del Pleno de la Asamblea.
Mientras, el correísmo hizo un cálculo similar. Envanecido con las últimas elecciones y actuando como el ganador inminentes de cualquier comicio futuro, sus cuadros dejaron de enfocar el juicio en el presidente Lasso y su gestión, y lo convirtieron en una elección entre correísmo y anticorreísmo. Enfrentados a ese dilema, muchos legisladores de oposición muestran que su aversión al exmandatario — producto de pasados agravios o de intereses irreconciliables— supera ampliamente la incompatibilidad que en teoría mantienen hacia el actual Presidente.
A estas alturas, poco importan los hechos, ni la posibilidad de que el informe que debía motivar el juicio sea tramposo, la coherencia ideológica o los verdaderos motivos de cada asambleísta que votará a favor o en contra de destituir al presidente Lasso en las próximas semanas. Si él lo pierde de vista, podrá tener la razón, pero igual perderá esta histórica oportunidad.