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La mano que nos extiende el mundo
El éxito que está cosechando la pitahaya ecuatoriana en el mercado chino debería llenar al país de optimismo. La llegada al mercado del gigante asiático es un capítulo más en la exitosa historia de este producto, cuyas exportaciones sumaron el año pasado alrededor de 100 millones de dólares y en 2023 serán, según todos los pronósticos, considerablemente mayores. Esta es una tierra afortunada. A lo largo de nuestra historia económica hemos cosechado inmensos éxitos con productos ajenos a nuestro entorno—el banano, el camarón, la floricultura— y siempre que se produjo la crisis catastrófica de algún producto –como pasó con la cascarilla, la escoba de bruja, la mancha blanca o la pudrición del cogollo, en diferentes épocas— surgió otro para tomar la posta.
El mundo nos está extendiendo una mano para prosperar. Otras regiones crecen a un ritmo muchísimo mayor al de América Latina y surge una nueva clase media — cientos de millones de nuevos consumidores — hambrientos, literalmente, de nuestros productos agrícolas. Los cambios tecnológicos en el mundo generan desde ya una demanda inmensa de los minerales de nuestro subsuelo, como el cobre —que probablemente desplazará al petróleo en importancia para nuestra economía—, y de fibras que crecen en nuestros bosques; los cambios geopolíticos y financieros, a su vez, constituyen una oportunidad para nuestros metales preciosos. poder el engaño, la propaganda emocional y a veces la mentira de mala fe. Hoy en el Ecuador frente a la crisis de inseguridad, crimen organizado, embates de la naturaleza, todos reclaman liderazgo al presidente Lasso. Otros, los más radicales, creen que el liderazgo podría estar en otros políticos, inexistentes o poco probados al momento. Tal vez se juega a una lotería constitucional o dictatorial.
Todo esto, pese a que nuestro Estado, tradicionalmente, ha trabajado poco en ello. Imaginemos cuánto más se podría lograr si —con reformas comerciales, educativas y laborales, y con inversión en infraestructura— pusiéramos de parte como país.
El aeropuerto de El Alto hace honor al nombre que le identifica a más de cuatro mil metros de altura s.n.m. El sector, conocido antiguamente como Alaj Pacha (Tierra en el Cielo), se localiza al oeste y a pocos kilómetros de la capital de Bolivia. La vista es impresionante, especialmente en días soleados: se mira a lo lejos la figura del Illimani, cautivante macizo montañoso cubierto de nieve, al que los antiguos habitantes aymaras llamaron Illimana (por donde sale el sol).
En dicho aeropuerto, hace algunos años, fui presentado al Dr. Mario Jaramillo Paredes, quien llegaba en su calidad de ministro de Educación ecuatoriano a cumplir una misión oficial; me encontraba yo listo a retornar a mi país, una vez que sustenté una conferencia en la Academia Diplomática de Bolivia. En esas circunstancias, y enterado del motivo de mi visita al hermano país, me dijo de inmediato: “Ud. va al exterior a disertar y no ha venido a la Universidad del Azuay, le hago la más cordial invitación para que ocupe nuestra tribuna y nos honre con su presencia”. En estas palabras, que las transcribo textuales y que no he olvidado, pude identificar al notable ciudadano que siempre tuvo en su mente y en su corazón a la ilustre ciudad en que nació y vivió.
Para cumplir el ofrecimiento que le hice a Mario, tiempo después viajé complacido, como siempre, a Cuenca y sustenté una conferencia en el prestigioso centro de educación superior qué el había forjado y en el que se desempeñó como rector por tres períodos consecutivos, entre 1992 y 2012.
Aprecié en él sus reconocidas cualidades de humanista, doctor en Historia, catedrático equilibrado en sus fundamentadas opiniones, escritor y periodista, buen amigo. Paz en la tumba recién abierta de este caballero que honró no solo a Cuenca del Ecuador, merecidamente galardonada por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Hay que admitir que el liderazgo no es ciencia sino arte, desde en la política hasta en los deportes. Flaubert afirma:
“El arte es, de todas las mentiras, la que engaña menos”. Hay rápidos cambios en la actualidad que para gobernar es imprescindible que junto a la sabiduría tenga vivencia el liderazgo. Analistas y politólogos sostienen que en el liderazgo hay cosas en común en los personajes que han llegado al éxito. Sirven también a los que quieren mejorar su liderazgo y a los que están intentando convertirse en líderes.
Los líderes coinciden en que el primer elemento de un autén- tico liderazgo es la capacidad y luego que puedan influir positivamente en la gente. Los mejores líderes son aquellos que están a la altura las circunstancias: Lincoln en la Guerra de la Secesión; Franklin D. Roosevelt en la Segunda Guerra Mundial. Clinton tuvo que afrontar una Cámara de Representantes de mayoría republicana ante una posible destitución. Bush ejercía la presidencia de los Estados Unidos durante los ataques del 11 de Septiembre, las guerras de Afganistán e Irán y una recesión económica. Allí aprendieron — dicen los analistas— sobre el liderazgo.
A Kennedy le preguntaron si recomendaría el trabajo de presidente, y él contestó: “Ahora mismo creo que no. Esperen a que termine mi mandato”. Bush a la pregunta de qué se necesita para ser presidente, respondió: “Humildad. Es muy importante saber que hay cosas que no sabes y escuchar a la gente que sabe lo que tú no sabes”. Y completa: “Tener en la mente, pensando: ‘Sí, voy a ganar las elecciones. Pero, ¿por qué quiero ser presidente?’”.