Es una pregunta dura. Mira: creo que todo surgió por la misma característica de los tzántzicos, desde sus manifiestos muy violentos, el de cortar la cabeza del padre y reducir las cabezas; el de matar el pasado para fundar algo nuevo. Ese espítiru es el que me motivó. Por otra parte, Gianella Silva revela una realidad híper-masculina dentro de nuestra cultura. Cuando se presentaba meses atrás la segunda edición de ‘La desfiguración Silva’, en Quito, Ojeda contaba que Ulises Estrella, una de las figuras clave dentro del tzantzismo, alcanzó a leer la novela. Mónica relataba que en Barcelona, mientras estudiaba una maestría, y donde aprovechó el tiempo para terminar su primera novela, pudo abordar a dicho movimiento literario.
ECO. Con ‘Nefando’ (2016) alcanza el reconocimiento de la crítica y lectoría nacional y extranjera.
El propio Ulises, con quien se contactó a través de correos, le facilitó información sobre la revista Pucuna y una serie de ensayos. Recuerdo la penúltima charla con Ulises, cuando fue despojado (sí, despojado) de su cargo frente a la Cinemateca de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Él, en medio de la tristeza que le invadía, me decía que sentía cierta alegría por lo que había hecho junto a sus aliados reductores de cabeza. Ahí apareció por primera vez Mónica Ojeda sin saberlo, pues Ulises sacaba pecho de que el tzantzismo sigue inspirando y de que desde España, una joven guayaca –así me contaba- estaba interesada en el movimiento y escribir una novela, la cual tuvo una observación por parte del poeta, según compartía la propia escritora en el lanzamiento: “Me pidió que cambiara un nombre, por un tema de veracidad. Así lo hice, era un pedido que para nada alteraba la novela. Me encantó que pudiese leer la novela antes de morir”. Has dejado en claro que no hay un álter entre tú y tus personajes. Pero si vemos a Irene, que es todo un misterio, “un caramelo sobre la mesa donde se apegan los insectos”; y por otro lado está Lena, en el sentido de que no le da miedo
nada y dice sin reparos lo que piensa, ¿con qué personalidad te identificas más?
Definitivamente, Lena. Eso sí, repito que ninguna de ellas ni otras u otros personajes son mi álter. Irene es un personaje, al igual que todos los Terán, construido con un cierto aire de misterio, que ni yo como escritora los termino de conocer; son sólidos, pero los sigo conociendo porque tienen muchas capas: por eso es que en ‘Nefando’ profundizo en ellos. Con Lena me identifico porque trata de ser honesta consigo misma y es muy sincera con los demás. Está fuera de las poses del mundo, está fuera de un grupo de estudiantes universitarios y profesores que están en el mundo del arte y son muy esnob. ¿Sientes que con ‘Nefando’ el lector termina dándole ‘enter’ a su propia ‘deep web’ interior?
Estoy de acuerdo. De hecho, pienso que uno debe enfrentar de alguna manera todo lo que le perturba. Ojo, no digo que todo el mundo lo deba hacer, pero me refiero a que desde mi corta experiencia trato de enfrentar aquello. Es muy importante tantear los límites, que son los míos propios, ya que te permite ver ciertas verdades incómodas de ti mismo. Pienso que cuando ocultas tu cara con las sábanas para ver una película de terror no enfrentas tus miedos. Pienso que en la vida debemos afrontar las cosas perturbadoras: ahí corres menos peligro de caer en ese horror. ¿Se puede considerar a ‘Nefando’ como una gran cartografía humana, en la cual cada geografía nos aproxima a la violencia?
“El silencio forma parte de nuestro retrato literario. Basta con ver la estatua del Libertador (Bolívar) y del Protector (San Martín) dándose la mano frente el río para entender que aquí las palabras se hunden”, escribes en ‘La desfiguración Silva’. ¿Cuánto influyó Guayaquil, en general, para que tu literatura salga a flote cuando las palabras parecen hundirse?
(Risas) Creo que vivimos en un mundo donde todo es efímero y todo pasa a la velocidad de la luz. La literatura detiene el tiempo y te ensancha por dentro. La escritura va contra la marea de la rapidez, donde las palabras son fantasmagóricas. Yo solo escribo, y lo hago con un tono paisajístico. En algún momento aflora tu paisaje, como pienso que aflora en cualquier escritor. ¿Qué decir de Mónica Ojeda en la columna ‘Chongo cultural’?
(Risas) Hubo un tiempo en que escribía mucho en Gkillcity, desde el ‘Chongo cultural’. Me parece que es un espacio interesante donde pueden caber ideas, propuestas y formas de pensamiento que se encuentran en la periferia. Inclusive puede ser un
Justamente, pienso que desde la escritura se practica un ejercicio de empatía, que permite describir algo de ti mismo. No necesariamente pudo ocurrirte, pero es importante saber cómo encaras eso que te puede perturbar.
Entre los asistentes a la presentación en Libri Mundi (Quito) está el escritor Leonardo Valencia, quien le pregunta a Ojeda sobre cuánto cambió el proceso de la es-
I
Protagonista
escribiendo, doy mis clases. Pienso que lo chévere será cuando viaje a Colombia el otro año y conozca ese país, comparta con su gente y comparta con varios autores que leo. Lo de las listas es una cuestión editorial para luego poner en la franja de un libro, pero para nada pienso que son definitivas. Hay autores que los leo y me gustan mucho. Eso sí, no hay que negar que las listas te dan mayor visibilización. ¿Al igual que los premios?
Voy a ser políticamente incorrecta, pero debo decirte que uno debe atinarle a los premios porque hay dinero de por medio. El dinero para un escritor representa tiempo para escribir, tiempo para producir y no estar realizando otra labor para poder subsistir, por lo menos por unos meses. ¿Es cierto que escribías desde los 10 años?
Pero solo eran puras porquerías –dice cómicamente, antes de soltar una pequeña carcajada–.
¿Qué decir de quienes creen que se puede caer en una apología de la violencia?
Me molesta mucho cuando hablan de una apología, porque siento que hago lo contrario. Me ha pasado que ciertas personas se sienten muy, pero muy lastimadas, totalmente ofendidas, como si las atacara. No entiendo por qué hablar sobre pederastia puede ser algo ofensivo, cuando es un tema del que se debe hablar para que no suceda. De hecho, pienso que lo complicado es no trabajarlo desde la simplificación del tema. También pienso que no se puede ser totalitario sobre este tema, no se puede hablar de las víctimas en macro. Cada víctima vive un drama particular, una experiencia única que cada uno la maneja de forma diferente. Eso es lo que quise dejar en el libro.
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critura de su novela entre su inicio en Guayaquil y su proceso final en Barcelona. También sobre la recepción de los lectores entre Ecuador y España. “No sé cómo hubiese quedado la novela si no conseguía la beca. Siento, a priori, que no influyó. Que mi paso en Barcelona más que abrirme me permitió encerrarme para poder escribir -dice Ojeda-. Encontré el silencio para encontrar esta literatura”.
Pero más allá de esas porquerías, ¿reconoces algo de entonces en tu escritura?
POESÍA. Su trabajo poético fue reconocido con el Premio de Poesía Emergente Desembarco 2015.
lugar donde lo políticamente incorrecto tiene su espacio. Me parece un lugar donde se toma en cuenta el margen. Creo que en la periferia están las cosas más interesantes. El centro siempre es el centro, por más que te llame la atención. Existen listas y listas, pero siempre ‘Hay Festival: Bogotá’ va marcando los referentes. Este año estás en la lista, ¿tus sensaciones?
Me siento alagada, pero no sé cómo responderte porque para mí no ha cambiado mucho. Sigo
Ecuador, domingo 10 de septiembre de 2017
FOTO: CARLOS BELLO
¿Qué tal falsear la propia literatura ecuatoriana desde los tzántzicos?
Cuando empecé a escribir, creé algunas cosas de terror, de horror. Pobrecita mi hermana, yo escribía historias para hacerla asustar (risas). Lo cierto es que hubo momentos de horror, de repugnancia, y pienso que es algo con lo que sigo trabajando.
Pienso en el verso “Busco una palabra que me revele el misterio de la experiencia ajena”, que está presente en ‘El ciclo de las piedras’, con el que Ojeda ganó el Premio Nacional de Poesía Desembarco 2015. Pienso en breve por la palabra ajena, qué dice esa palabra sobre ella. La poeta venezolana María Auxiliadora Álvarez me dijo en una entrevista, en su paso por Ecuador, que “estaba totalmente sorprendida con la madurez intelectual y literaria: es increíble encontrar alguien tan joven con todo el talento tan maduro como el de Mónica”. Paco Robles y Olga Martínez, editores de Canda-
Perfil
Mónica Ojeda Franco Escritora y catedrática ecuatoriana °(Guayaquil, 1988). Es autora de ‘La des-
figuración Silva’, Premio Alba Narrativa 2014; ‘El ciclo e las piedras’, Premio Nacional de Poesía Desembarco 2015; y ‘Nefando’. Forma parte de la antología ‘Emergencias. Doce cuentos iberoamericanos’ (2013).
ya (editorial que publicó ‘Nefando’), en su gira por Ecuador para difundir su trabajo, coincidían en que la “admiran profundamente” porque es una joven de la “estratósfera”. “Tan joven y con tanto talento. Es increíble su discurso, su madurez y su literatura”, decía Martínez, mientras su colega Robles resaltaba “el éxito que ha tenido entre los lectores”. “Hablamos de una escritora que escribe sobre lo que no se habla, que se arriesga a escribir sobre lo que duele: eso es lo que la hace tan grande”, acotaba la editora; mientras Robles comentaba que “me he quedado fascinado con su nueva novela. La he leído antes de llegar a Ecuador y está de una calidad como todo lo que viene haciendo”. Esto, tan solo adelantando que no aparecen los Terán y que se titulará ‘Mandíbula’. Expectantes, entonces, a que se revele nuevamente su palabra, para generar empatía con la experiencia (aparentemente) ajena. ddelatorre@lahora.com.ec
INICIO. Su ópera prime es ‘La desfiguración Silva’.
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