CRONOS B16
DOMINGO 05 DE SEPTIEMBRE DE 2010 La Hora ECUADOR
Algunos le consideran, junto al legendario Giuseppe Meazza, el mejor jugador de la historia del Calcio.
Del césped a los despachos, siempre al mando ° Tras colgar las botas, Gianni Rivera llevó su lúcido cerebro a los
despachos de Vía Turati, donde se encuentra la sede del Milán. Justamente en el último partido de su trayectoria dio muestras de su capacidad oratoria, apoderándose del micrófono del estadio y llamando al orden a los aficionados que estaban provocando tumultos en la grada. Su carrera de vicepresidente ‘rossonero’ se acabó en 1986 con la llegada del nuevo presidente, Silvio Berlusconi. Las diferentes maneras de entender el fútbol y la vida en general separaron desde el principio las trayectorias de los que son, probablemente, los dos hombres más importantes de la historia milanista. Los dos volverían a cruzarse en la arena política, ya que el ‘Golden Boy’ se enroló en las filas de un partido demócrata moderado con matices cristianos. Tras ostentar algunos cargos importantes, el Balón de Oro llegó hasta el Parlamento Europeo. Pero nunca se separó completamente del mundo del fútbol. En los últimos días, ha sido llamado para formar parte de la nueva directiva del Centro Técnico de la Federación italiana, junto a otros pesos pesados del Calcio, como Roberto Baggio y Arrigo Sacchi. El objetivo es gestionar el futuro de los ‘azzurri’ y devolverlos a lo más alto. El viejo ‘Golden Boy’, concretamente, será el nuevo Presidente del Sector Juvenil y Escolástico.
La leyenda del ‘Golden Boy’
GIANNI RIVERA
POR ANDRÉS DE PAULI (DON BALÓN) •
Abrazado a un poste, puedes sentirte muy solo. Aunque te encuentres en medio de las miradas de 115.000 espectadores estupefactos por lo que está ocurriendo. Es 17 de junio de 1970 y han pasado algunos minutos de las seis de la tarde. El marcador del Estadio Azteca de Ciudad de México marca el minuto 110 de una interminable semifinal del Mundial entre Alemania e Italia. ‘Torpedo’ Müller acaba de peinar un balón procedente de la cabeza de Uwe Seeler que supone el empate a tres. Puedes sentirte muy culpable cuando la hazaña estaba a punto de ser lograda y un error tuyo parece frustrar el esfuerzo de tus diez compañeros. Percibes los ojos coléricos del cancerbero Albertosi clavados en tu nuca y, finalmente, te preguntas cómo llegaste a aquel palo. Entonces, te vuelven a la mente los rectángulos verdes y la plataforma del aeropuerto de Alessandria, donde diste los primeros golpes a un cuero, en medio de una nube de chicos que no dejan de gritar... Un veinteañero en la cumbre
En su ciudad le apodaron ‘El Señorito’ por su elegancia innata, sus maneras agraciadas y su habla refinada. No tenía nada que ver con la mayoría de los futbolistas de la época. Gianni Rivera nació en Valle San Bartolomeo, a unos pocos quilómetros de Alessandria, el 18 de junio de 1943. Su madre Edera y su padre Teresio se encontraban allí para huir de los bombardeos que estaban devastando la ciudad. Unos interminables meses después, Italia habría firmado el armisticio y empezaría la lenta fase de reconstrucción. En aquella zona campesina de la región del Piamonte, lo máximo que podía soñar un chico inteligente era con una trayectoria de perito mercantil, pero la carrera del chico se interrumpió con quince años, cuando encontró la titularidad en la Serie A con el propio equipo de Alessandria. Gianni debutó en mayo de 1958, en un empate a uno contra el Inter, llamando inmediatamente la atención de los ojeadores del Milán. Su físico liviano dejaba perplejos a los directivos, pero los veteranos del equipo, durante la prueba que se le realizó, quedaron tan encandilados por la sencillez con la que jugaba que empezaron a presionar al entrenador Viani para que fichara a aquel talentoso futbolista. Los directivos cedieron ante los deseos de la plantilla, pero dejaron madurar a la joven promesa un año más en el conjunto piamontés. El ‘Golden boy’ del Calcio lle-
gó a Milán en 1960. Aquél era el principio de una nueva época y en la ciudad se respiraba el aire del nuevo boom económico. La metrópoli pronto se convertiría en la capital europea del fútbol, gracias al Inter de Mazzola y al Milán del propio Rivera, que conseguirían dos Copas de Europa cada uno durante esa década. Gianni vivía en un pequeño piso de dos habitaciones junto a toda su familia, que se había mudado con él. Su hermano mayor dormía en el mismo dormitorio que sus padres, mientras que el centrocampista utilizaba un sofá cama ubicado en la sala. A pesar de convertirse pronto en una estrella, utilizaría ese mismo dormitorio incluso después de lograr el primer Scudetto, conquistado en la primavera de 1962. Sólo el triunfo del año siguiente en Europa le dio la posibilidad de comprar una casa propia. El mundo advierte el talento de Rivera el 22 de mayo de 1963, en Wembley, cuando gana por sorpresa la final de la máxima competición europea contra el Benfica de Eusebio, que durante las últimas dos temporadas había levantado el título cogiendo el testigo otorgado por el Real Madrid de los cincuenta. La ‘Pantera Negra’ marcó el gol de la ventaja para los portugueses. Sin embargo, a partir de ese momento empezó el recital del veinteañero, que alcanzaría su punto álgido con el pase del 2-1 a Altafini. Esa memorable actuación permitió a Rivera hacerse con el Balón de Plata, ya que fue superado sólo por la leyenda rusa, el guardameta Lev Yashin. El mejor del planeta
El Balón de Oro, el primero para un jugador nacido en Italia, llega en 1969, después de la conquista de la segunda Copa de Europa. Rivera y sus compañeros acaban con las ambiciones del emergente Ajax de Michels, liderado por un joven Johan Cruyff. En el Bernabéu, otra vez más, brilla con luz propia el ya capitán milanista, que inventa asistencias de gol con una sencillez pasmosa. Sus detractores le atacan, denunciando su poca implicación y su poco trabajo físico, pero en cuanto se hace con el balón, se encarga de despejar todas las dudas con su enorme calidad. Los compañeros le buscan continuamente y cada contacto suyo con el cuero es un destello de elegancia y de efectividad. Al final, el Milán pisotea a los ‘tulipanes’ con un contundente 4-1 en el luminoso. En la misma temporada llega, también, la primera Copa Intercontinental tras el doble desafío
Logros Figura ° Palmarés Copas de Europa ° Dos Recopas ° Dos Inter-continental ° Una ‘scudettos’ ° Tres Eurocopa ° Una ° Un Balón de Oro
CRITERIOS. Para otros era excesivo en su elegancia y la indolencia que parecía mostrar durante determinadas fases del juego.
contra el Estudiantes de la ‘Bruja’ Verón. En San Siro, el Milán gana por 3-0 y la copa parece sentenciada, pero en la Bombonera los argentinos plantean un partido físico que se convierte en una verdadera guerra. También en ese tipo de tesitura, Rivera muestra su gran clase y anota un gol que acaba con las ilusiones de Estudiantes. El testigo de Campeón del Mundo a nivel de clubs, conquistado el año anterior por los argentinos contra el Manchester United, pasó a manos de los italianos. El partido del siglo
El marcador del Estadio Azteca sigue marcando el minuto 110. Hay momentos en los que de verdad te sientes dueño de tu destino. Los alemanes son muy fuertes y toleran mejor el esfuerzo prolongado en una situación climática tan complicada. Pero el deseo de enmendar tu propio error te anima a pedir de nuevo el esférico. La final del Mundial está a sólo diez minutos. El seleccionador Valcareggi, además, demuestra no tener las ideas claras a lo largo del torneo y sigue alternando a Rivera con su rival y conciudadano Sandro Mazzola. Los primeros 45 minutos los juega el interista, que le deja
el sitio a la estrella del Milán al iniciarse la segunda parte. La prensa habla de “relevo”. Pero sólo cuenta el presente y hay una nueva jugada para trenzar. Dos años antes ganaste la Eurocopa en Roma, sientes que estás en el mejor equipo del continente y quieres confirmarlo también en México. El colegiado ordena que el juego se reanude y decides pasar el cuero a De Sisti. Querrías el balón otra vez para solucionarlo todo tu sólo, pero en lugar de devolvértelo, el compañero prefiere confiar en Facchetti, que de inmediato lanza por la banda a Boninsegna. El potente delantero se va por la izquierda y una fuerza extraña, una intuición cuyo origen desconoces, te conduce hacia el área contraria. En aquel momento no te importa nada si en la final el entrenador te concederá sólo seis minutos de juego contra Brasil, cuando el partido ya estará decidido. Tampoco te importa el hecho que conquistarás otra Recopa, contra el Leeds inglés, y tu tercer Scudetto. Será increíble, porque después de tantos trofeos ganados bajo las órdenes de Nereo Rocco, acabarás alcanzando la gloria con tu viejo y estimado compañero Nils Liedholm en el banquillo. Es como si un círculo se cerrara de forma perfecta.