Diario La Hora Loja 20 de Abril 2014

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que, como preámbulo de la jornada, los cantos de los gallos sobresalen potentes, insinuadores y desafiantes en un ambiente de feria de pueblo donde centenares de galleros pactan las peleas sobre una mesa roja de forma rectangular y de cinco metros de largo. *** Detrás de esta imagen hay todo un trabajo de quienes dedican su vida a estos animales. “Esto es igualito que con los boxeadores, hay que entrenarles. Toca invertir para que del buen resultado. Aquí están listos para pelear unos 50 gallos. Un gallo así cuesta 500 o 1.000 dólares”. Lo dice Pablo Andrade, un hombre de 42 años de edad, mientras realiza su labor diaria en un criadero de Calderón, dos días antes de la noche de peleas. Tiene 50 gallos y asegura que es un gallero pequeño, que los grandes tienen más de 200, con lo que su inversión en los gallos puede bordear tranquilamente a 200.000 dólares. Su criadero está tras un galpón gigante. Es un espacio semiabierto. Al inicio, como si estuvieran en exhibición, están los 15 gallos que están listos para la pelea. Están sobre el césped, paseándose con su cresta levantada y el pecho hinchado, como si miraran al resto del mundo por debajo suyo. Más adelante están los polluelos y, en ese momento, los demás gallos están en sus ‘habitaciones’. Unas son de madera, otras armadas con bloques y otras incrustadas en las paredes, a manera de nichos. Todas cubiertas y con rejas metálicas para evitar que salgan. En ese mismo espacio están también apilados los balanceados y algunas vitaminas que se usan para su crianza. Hitler Peña, de 25 años de edad, explica que no se les da la misma dieta todos, sino conforme las necesidades de cada uno. “Toma de 45 minutos a una hora la preparación de los alimentos con balanceado y legumbres. Pero tenemos bastante trabajo de un día entero en cuidarles, bañarles”. *** Mientras observa atentamente la primera pelea de la noche, lo que sucede en la arena y en el graderío, Lomas habla sobre lo que esta actividad representa en el país. Él se ha dedicado más de 30 de sus 65 años a la crianza de gallos de pelea. Con un tono de humildad asegura que tiene un “pequeño criadero, de apenas 100 gallos y 20 gallinas”. “Somos más de dos millones de galleros en Ecuador. En Quito hay tres galleras que funcionan regularmente y unas 400 clandestinas. Hay gente que viene, ve la gallera llena y dice: ‘Esto es un negociazo’. Ponen cuatro palos y una hoja de zinc. Acá han venido hermanos de presidentes de la República, artistas, abogados, asambleístas, que antes eran diputados”… *** Se aproxima el inicio de las peleas y una multitud puebla La Arena, un escenario con forma de microplaza de toros con cinco filas para 400 puestos en torno a un círculo de alfombra roja de cinco metros de diámetro. En medio de esta imagen está Guillermo Lomas, el propietario de Los Revuelos y presidente de la Asociación de Gallleros de Pichincha. Observado atentamente por una veintena de trofeos que cuelgan en paredes blancas y rojas, él se mueve ágil, verifica que todos paguen los cinco dólares de la entrada, mira cómo va la venta de cervezas, la colocación de gallos en canceles a la espera de su turno... Él manda en la gallera que lleva el mismo nombre que la que tuvo su padre. Son las nueve en punto de la noche. Lomas toma el micrófono, da la bienvenida a los galleros y anuncia que habrá un premio de 1.000 dólares si un gallo resulta ganador en menos de 10 segundos. Las peleas empiezan y llega el bullicio que no logra perturbar a una gran cantidad de gente que aún busca pareja de pelea. Es el caso de Ismael Degifmenciosgles, ingeniero electrónico de 45 años, oriundo de Turquía, que espera con paciencia. No se apresura en seleccionar las cotejas para sus tres gallos, que él mismo cuida en su casa. “Confías un 99% en que tu gallo va a ganar antes de traerlo a la ‘cancha’. Con esa idea vienes, pero a veces pierdes porque tu gallo está mal cotejado o porque otro animal sale más bueno. Antes de traer al gallo le entrenas con otros para ver dónde pega, si pega en la cabeza, si tiene mucho pico o mucha pata”. Algunos galleros matizan la espera con susurros y caricias a sus aves. Pero los gallos no se inmutan, sólo hacen movimientos rápidos de cabeza y lanzan miradas hacia todos los lados. *** La principal labor de los árbitros es ver que no haya trampas, que no haya ‘guiros’ o gallos ‘dañados’ puestos a propósito para ganar los premios. “Siempre se está viendo que un gallero no dé la ventaja al otro, que todo vaya en igual”, explica Homero Lara, quiteño de 50 años que actúa en calidad de juez. La selección de ejemplares se dilata. Tres hombres, de unos 50 años de edad aproximadamente, profundizan una conversación sobre su afición a la pelea de gallos. El más parlanchín, un hombre adulto vestido con bluyín, camisa azul con rayas blancas y blazer café pronuncia como si fuese una sentencia: “A un buen gallo de pelea se le reconoce a leguas por su parada, bien puesta”. “Aquí se ve el estilo del gallero. Uno espera con paciencia, acariciándole al gallo, pero, al momento de buscar coteja, pregunta al contendor si su gallo tiene igual peso e igual altura y cuánto va a jugar… 300, 400, 500 o más. Ya trabajo en Quito muchos años y aquí encuentro algo que no me aleja de esta tradición, que es la misma que en Manabí”, explica Franklin Bravo, constructor de 44 años de edad,

CRÓNICA PAÍS II

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MOMENTO. El ‘calzado’ es el momento en que el dueño le coloca las espuelas al gallo.

oriundo del cantón Junín. Los apostadores están cerca de la mesa roja donde los gallos están antes de las peleas. No se pierden un solo movimiento. Ellos observan el porte, la parada, el plumaje, los movimientos de los gallos en plena exhibición, comentan entre sí... El resultado de este “acotejamiento” se refleja en un tablero grande de tiza líquida colocado sobre una pared. Aquí se escribe uno a uno los nombres de los propietarios que han acordado pelear e inscribir a sus gallos. El listado extenso. Uno de los responsables de la gallera explica que “en una sola jornada, entre las nueve de la noche y las dos de la madrugada, pueden realizarse más de 400 peleas. Para cada una hay un tiempo máximo de 10 minutos, pero muchas se resuelven en menos de dos minutos”. Al morir la tarde en un ‘día de gallera’, la tranquilidad de la calle León Becerra de Calderón se ve alterada totalmente. Con picotazos, apuestas, pero sobre todo con bullicio y algarabía, la jornada continúa con sus peleas con las que los galleros mantienen viva una tradición. Han pasado cuatro horas desde el pitazo inicial, se han cumplido 35 encuentros y en lista aguardan otros 30…

IMAGEN. Esta es la morgue de la gallera.

TRABAJO. Los polluelos, aunque no están listos para la pelea, también reciben cuidados diarios.

El criadero está tras un galpón gigante. Al inicio están los 15 gallos que están listos para la pelea. Están sobre el césped, paseándose con su cresta levantada y el pecho hinchado, como si miraran al resto del mundo por debajo suyo.


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