Edición impresa Artes del 14 de octubre de 2012

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Ecuador, domingo 14 de octubre de 2012

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diálogo Perfil

Diego Aramburo

En esta obra quiero transmitirle y hacerle sentir a la mujer la posibilidad y la responsabilidad de hacer algo para cambiar las cosas”. “Cuando alguien va a Bolivia no le digo que se va a encontrar con diferentes realidades económicas, sociales, sino que se va a encontrar con diferentes temporalidades de la historia”.

Dramaturgo, director teatral, actor. Es fundador y director de Kíkinteatro, grupo con el que se ha presentado en festivales nacionales e internacionales, representando al teatro boliviano. En 2004, junto a otros artistas formó el colectivo teatral El Masticadero. Las seis últimas obras que ha creado y dirigido han obtenido en Bolivia el Premio Nacional de Teatro Peter Travesí. Ha dirigido producciones en Estados Unidos, Brasil, Argentina y con Francia (como director invitado para el programa ‘Tintas Frescas’ de la AFAA). Como actor ha sido invitado a ser parte de producciones de Bolivia y distintos países. Su texto ‘Feroz’ ha sido montado también en Venezuela.

La hora de los valientes La osadía llevó al dramaturgo y director escénico Diego Aramburo a ser lo que es, uno de los artistas bolivianos con mayor proyección internacional y uno de los referentes de la nueva dramaturgia latinoamericana. Ha obtenido numerosos premios nacionales en Bolivia y Argentina. Sus textos han sido traducidos y representados en varios festivales americanos y europeos. “Mis inicios en el mundo del teatro fueron bastante particulares. Se dieron una serie de condiciones para saltar a hacer obras directamente, sin un proceso de aprendizaje o de formación previo. Era osado y atrevido. Comencé escribiendo y dirigiendo sin saber nada. Mi primer trabajo se llamó ‘Recuerda al sol’. Era un poema dramático muy radical que hice en el año 1989. Posteriormente abandoné esa manera de escribir para adoptar otra más natural, más adaptada al público. Casualmente en 2005, cuando ya había logrado cierto respeto del público que me permitía ir a propuestas más extremas, volví a una manera de escribir que se parecía mucho a aquello que hacía en esa época inicial”, relata Aramburo, que la semana pasada presentó en el Teatro Sucre su versión de ‘Lisístrata’. Esta obra es un clásico del teatro griego escrita por Aristófanes en el año 411 a.C. La acción de esta comedia transcurre en la Atenas Clásica. Los políticos, incompetentes, movidos por sus intereses, han vuelto a llevar la ciudad a la guerra. Debido a su incapacidad para solucionar el conflicto, un grupo de mujeres, encabezadas por Lisístrata, deciden solucionarlo con el único

medio que tienen a su abasto: abstenerse de tener relaciones sexuales con los hombres hasta que no firmen la paz. Para el director boliviano, el texto continúa del todo vigente: “El conflicto bélico que aparece en la obra está presente hoy en día de una forma más sutil y peligrosa, que se manifiesta en el miedo que se está extendiendo por nuestras sociedades. Hay una necesidad de seguridad que genera un gran estrés a la población. También ese estrés viene dado por el desigual reparto de la riqueza. Los bienes materiales están en manos de unos pocos y las personas que no tienen nada también exigen su lugar. No es una cuestión de hacer apología de la delincuencia, pero sí que deberíamos de pensar de otra forma. La solución no consiste en tener más cárceles, más policías, sino de tener una situación más justa para todos”. Lisístrata es una heroína. Una mujer que en un mundo dominado por los hombres se enfrenta a ellos y se erige como una estratega que sabe utilizar las armas de que dispone con el fin de lograr la paz. Para Aramburo este es uno de los vértices sobre el que ha construido su ‘Lisístrata’. “Existe una necesidad de pacificar, desde un punto de vista conceptual y temático. En la obra hay una necesidad de acercamiento entre hombres y mujeres, que se encuentran separados por la guerra. Esto también es una cuestión de rabiosa actualidad. Gentes de todo el mundo se ven obligadas a salir de casa en búsqueda de un modo de supervivencia digno. La realidad se fragmenta, surgen las disputas, el exilio… Por

eso más que nunca existe una necesidad de volver a un tipo de relación más humana y distendida”. La entrevista tiene lugar en el propio Teatro Sucre. Aramburo acepta gustosamente. Según cuenta, lleva varios días sin dormir. A pesar de ello transmite vitalidad y serenidad. Simultanea las respuestas con las directrices que va dando a técnicos y actores. Tiene rasgos afilados, mirada penetrante pero transparente y emana cierto aire bohemio. Defiende el poder del humor y no soporta la falta de inteligencia. En su Olimpo teatral transitan figuras como Eurípides, Beckett, Sarah Kane, Heiner Müller y Shakespeare. Otra de las cuestiones que el director boliviano aborda en la versión del clásico griego es la relación de poder hombre/mujer: “Desde la antigua Grecia se ha palpado el desequilibrio en esta forma de pensamiento masculino que existe en nuestra sociedad patriarcal y occidental. Esta manera de pensar no solo se refiere al machismo sino en una forma de pensamiento que se podría asociar al devenir de la historia a partir de la institución de la familia. Yo no creo ni en el machismo ni en el feminismo. Me parecen ismos muy peligrosos”, sentencia mientras continúa dando consignas en el majestuoso Teatro Sucre. En cuanto a la posibilidad de volver a un posible matriarcado o sociedad regida por la mujer, no lo ve claro. Considera que “necesitamos más equilibrio”. Según el artista boliviano, la mujer está tomando formas de actuar y pensar muy masculinas. Con-

sidera que hombres y mujeres deberíamos acercarnos a una manera más femenina de entender la realidad. “Yo, en mi propuesta escénica, defiendo una voz femenina que le habla al mundo masculino. Creo que hay otras propuestas, otras formas de sociedad posibles. Y lo hago sin moralinas ni mensajes. Para mí es muy importante el acto subversivo de Lisístrata. Pretendo crear con esta obra un puente con el público latinoamericano. Que no corresponde exactamente a las clases populares ya que posiblemente no van a ver una obra de esta naturaleza, en un teatro oficial. Me dirijo más bien a una mujer de clase media/alta. A esta mujer quiero transmitirle y hacerle sentir la posibilidad y la responsabilidad de hacer algo para cambiar las cosas”. No podemos dejar de hablar de Bolivia, la nave nodriza desde donde compone su universo particular. “Dicen que es una sociedad abigarrada y contradictoria. Realmente en Bolivia se viven polos muy fuertes. Cuando alguien va a Bolivia no le digo que se va a encontrar con diferentes realidades económicas, sociales, sino que se va a encontrar con diferentes temporalidades de la historia, de la civilización, que realmente corresponden a diferentes épocas. Todavía existen ciertas formas de feudalismo que cohabitan con picos de gran tecnología. Y de alguna forma cohabitan y no enloquecen. Eso, creativamente, es muy rico. La riqueza y variedad de Bolivia termina generando una particularidad que conecta con lo universal”.


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