Artes, edicion impresa del 5 de septiembre de 2010

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memoria

Los afectos de Solá Franco MARÍA HELENA BARRERA-AGARWAL, NUEVA YORK • Ha con-

cluido recientemente en el Museo Municipal de Guayaquil una retrospectiva intitulada ‘Eduardo Solá Franco: el teatro de los afectos’. La responsabilidad de la iniciativa y su correspondiente éxito se deben a dos jóvenes apasionados del arte, Pilar Estrada Lecaro –directora del museo– y Rodolfo Kronfle Chambers. Gracias a ellos, las salas de exhibición ecuatorianas han vuelto a acoger a un artista excepcional. Se ha iniciado así un nuevo período en el que, es de esperarse, su obra reciba el interés y la atención que merece. No es una exageración afirmar que, previamente a la retrospectiva organizada por Estrada y Kronfle, Eduardo Solá Franco jamás contó con una muestra que hiciese justicia a su expansivo genio y que brindase una impresión totalizadora y coherente de la prodigiosa gama de sus intereses. El que ello haya sucedido en el Museo Municipal se debe sin duda a la preparación intensiva y a la remarcable prolijidad de sus organizadores. El conjunto de cuadros, películas y diarios reunidos ha correspondido a una muy específica voluntad de redescubrimiento y de reinterpretación, tanto de la obra como del artista. El redescubrimiento y esa reinterpretación eran necesarios debido a un persistente fenómeno, la tendencia a excluir o a minimizar la presencia de Solá Franco dentro del canon artístico ecuatoriano. Lo ha dicho Kronfle Chambers: “Solá es el gran incomprendido dentro de nuestra modernidad estética”. Esa incomprensión se ha derivado

REDESCUBRIMIENTO. La muestra realizada en Guayaquil revive el interés por una figura del arte nacional casi olvidada.

de múltiples aspectos. Uno de los más determinantes ha sido sin lugar a dudas la certitud con la que el pintor se aferró a una originalidad a ultranza, totalmente independiente de escuelas pictóricas, tendencias políticas o modas rentables. Esa individualidad estilística –natural e indispensable para él– le ganaría enemigos y le impediría contar con los apoyos y aprobaciones de grupo que no cesarían de beneficiar a otros artistas contemporáneos suyos. La libertad de Solá Franco y su vehemencia por experimentar he-

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Ecuador, domingo 5 de septiembre de 2010

Los intereses mezquinos que pueblan la historia

chos, gentes y lugares siempre nuevos, le brindarían un destino de muy particulares características, marcado tanto por el desarraigo y la decepción, como por la exaltación y las revelaciones. Ese destino sería documentado cuidadosamente, en imágenes y en textos, por su propio protagonista. Pilar Estrada ha señalado cómo, en el proceso conducente a la muestra, se ha tornado evidente una de las certitudes más intensas que Solá Franco poseía: el artista confiaba en que sus testimonios personales serían eventualmente recuperados y estudiados. Ha tomado décadas, pero esa confianza se ha visto justificada. Dentro del contexto de ‘Eduardo Solá Franco: el teatro de los afectos’, Solá Franco se revela finalmente libre para habitar las dimensiones que de su personalidad antes estuvieron ocultas. Volver una revelación tan compleja en accesible, tanto para los especialistas como para el público en general, es un logro del que pocas exhibiciones, nacional e internacionalmente, pueden jactarse. Ha requerido el mismo de una extensa y paciente investigación de parte de los curadores, esfuerzo que es tan poco común como laudable dentro de nuestro medio. Todo ello contribuye para considerar a Eduardo Solá Franco: el teatro de los afectos como un hito cultural que ojalá suscite otras muestras dedicadas también a desentrañar los múltiples, muy fértiles secretos que el arte ecuatoriano aún guarda.

La sociedad suele conmemorar los sucesos diversos que han incidido en la vida de los pueblos a partir del hábito de reproducir en nuestra memoria los acontecimientos que han contribuido al bien común y que han marcado puntos de inflexión para que la humanidad siga hacia delante. También, en esta especie de norma colectiva e inducida, se suele ser proclive a dimensionar, con una dosis de entusiasmo y por encima de los sujetos sociales, a los actores de determinados momentos de la historia, como si estos fuesen una centella aislada de la realidad. No obstante esta visión, valga decir que las páginas de la vida están escritas, también, de desencanto, de frustración y de la presencia de roles específicos que definen, además, los diferentes vericuetos de la condición humana, todo lo cual debe ser abordado. De otra manera no puede dejar de recordarse la traición de Judas a su Maestro, el rol de Rasputín en la corte de los Zares, el dolor de los miles de negros traídos por la fuerza a América, la perversidad de no haber favorecido la independencia de los mambises cubanos frente a España o el haber inmolado a miles de seres con las bombas atómicas.... En modo alguno detrás de estos sucesos se esconden únicamente mentes depravadas o comportamientos inescrupulosos, lo cual de hecho también pudo ocurrir. Se encubren, eso sí, perspectivas en la construcción del poder, contradicciones sociales y de clase, determinantes objetivos y subjetivos que condicionan la ética en el ejercicio de la praxis colectiva e individual. Si aprehendemos esta realidad podemos entonces dar cuenta de las tareas ingratas que ha tenido la Humanidad a favor de intereses mezquinos.... Sí, tareas ingratas...como el haber ordenado la muerte de las cuatro hermanas Mirabal en República Dominicana o el fusilamiento de García Lorca en España o bien, en nuestra Patria, haber permitido el asesinato de Eloy Alfaro, la masacre de Aztra o la desaparición de los hermanos Restrepo.... Tareas ingratas estas y otras (y en cualquier parte del mundo) puestas en marcha desde perspectivas e intereses específicos por individuos cuya calaña podía hacer el juego a los fines del poder mediático o a las estrategias del poder real. Algunos de los actores o de las marionetas de la historia quizá nunca supieron a los intereses que sirvieron. El poder, en unos casos, los usó para fines inescrupulosos; en otras oportunidades fueron tentáculos de proyectos individuales, de las veleidades de la miseria humana... En todo caso fueron los ejecutores para dividir al pueblo, fracturar las ideologías y agrietar las corrientes del pensamiento...Pocas veces actuaron por sí solos, pero en todo caso formaron parte del séquito que también cinceló las páginas de la especie. Y la historia debe dar cuenta de ellos y de las repercusiones de sus actos, porque nos enseñan a comprender los momentos de la Humanidad y nos permiten identificar a aquellos que todavía pululan en nuestra aldea convencidos y convenciéndonos de su estupidez, que suele encubrirse en toda clase de acertijos ideológicos, de imposturas y de falacias.

mhbarrerab@gmail.com

grodas@uasb.edu.ec

GERMÁN RODAS CHAVES •


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