Fanzkenstain6

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“El fastidioso lunes” Esto era un chiste ochentero, que preguntaba si te gustaba “el Plácido Domingo” y se contestaba, que mejor esta frase. Y no solo es fastidioso por eso, sino porque en mi casa se suele hacer la limpieza general ese día. No, tampoco es que me esté quejando de limpiar, es una actividad constructiva y relajante en la mayoría de sus versiones, ya sea fregar el suelo, los platos o las ventanas. Como en casa somos dos, dos somos los que limpiamos. Lógica aplastante para mí, pues así me han educado: en la importancia de la colectividad y en sus deberes y derechos. Lo de ‘fastidioso’ viene por las visitas de amistades de mi madre (la otra moradora de la casa) que, siempre son bienvenidas, claro, pero que siempre hacen los mismos chascarrillos sobre ver un ‘hombre’ limpiando. En un principio, contestaba con gracia a “ya vendrás a mi casa luego” y frases por el estilo, pero luego me di cuenta de quiénes eran las personas que decían esos comentarios machistas que, asumían como propias las labores de limpieza en una casa: mujeres de más de sesenta años.


A este segmento, y en especial en España, se le comió tanto la cabeza en la infancia y juventud, sobre la supremacía del hombre que, ahora son las peores enemigas del feminismo, blandiendo un Síndrome de Estocolmo difícil de cambiar a estas alturas. Y no nos engañemos, cuando desparezcan estas generaciones, desaparecerán también muchas acciones que alteran la paz en la sociedad actual, como los últimos resultados electorales o esa santificación de todo lo dicho por los apostólicos y romanos. Así que, no es más que cuestión de paciencia; aunque nos pese porque hablamos de familiares directos, cuando ya no estén toda esa hornada amamantada con leche franquista, las diferentes generaciones, estarán más de acuerdo en cuestiones que nos afectan a tod@s.

Y hablando de edades, menos mal que las promociones más nuevas tienden a pensar por ellas mismas y sus opiniones, dada la información que tienen ahora a su alcance, y nos proporcionan pensares diferentes que mueven conciencias. “No está todo perdido”, como dijo aquel. Y nuestro botón de muestra, lo tenemos en nuestra nueva colaboradora de trece añazos que, para su primer artículo se atreve con un tema tan controversial como las autolesiones. Que Fanzkenstäin sea la plataforma de despegue para la juventud con inquietudes sociales y culturales, es todo un orgullo. Gracias Ainhoa.


6. (El que yo busqué) por Princesa Inca

Porque te juro que te busqué entre cadenas y ruidos, entre llantos de prostitutas adolescentes. Y las calles del Raval aparecían vespertinas, humedecidas, evocando sexo y palabras en árabe. Te busqué donde orinaban en las paredes, donde se clavan las navajas, en barrios del extrarradio, en la carretera de Monjuïc, en la del Tibidabo… Buscando tu sangre o tu herida, sin raíces donde situarse, en un cielo apagado de farolas impúdicas. Mis pechos blancos y caídos buscaban tus manos. Pero sólo habitaban perros vagabundos y mis huesos no comprendían furiosos y tristes, no comprendían, no conocían, no tocaban el silbido de los tuyos. Porque te busqué en pensiones y burdeles atroces, con tu cara llena de cicatrices, con tu olvido precoz, con tu delirio precoz, esperando conocer al instante que eras tú el dueño de los naufragios y las enredaderas.


/Te busqué en la aurora y su ejército de palomas negras, como un quejido apareciste haciendo una raíz sepultada en mi boca, ruidos, tormentas y vómitos de flores disecadas, un tropel de gente vaciaba las tabernas y el puerto para dejar paso a un montón de basura, latas, cervezas, cigarros…/ Esperando intuir al instante que vacilabas insomne en mi búsqueda. Pero no estabas, no eras… Tu sudor no llegaba, ni llegaba tu saliva a la mía. Esperaba que fueras el primer paisaje, el recién nacido o la escarcha para mis ojos apagados. Un árbol vivo, una expresión frenética para mi cuerpo, blanquísimo… Pero a veces voy por senderos equivocados, pero a veces soy un rebaño que no pregunta, acaso soy un ocaso malherido, la búsqueda exhausta, una temblorosa boca sin lengua. Pero a veces soy un minuto errático, un lío, un espejo roto, un moribundo febril, un camino equivocado. Porque te busqué en la aurora, al alba y en el cansado mediodía llena de sol y silencio… Pero nunca apareciste, nunca jamás.


Amiguetes Gay+Art es un proyecto de auto promociĂłn para escritores, poetas, ilustradores, creadores de comic y artistas en general que sean gays, lesbianas, transexuales o heterosexuales que incluyan en su obra referencias al mundo homosexual en positivo.

Polo NorteNews es un fanzine donde impera el humor y que cuenta con la colaboraciĂłn de diferentes dibujantes de todo el paĂ­s.


Evita Laguja


Eppur si muove Dentro de los actos organizados por nuestra librería amiga, Raquel Papers, en la vigésimo tercera edición de la Feria del Libro, en Benicarló (Castellón), estuvimos junto a Paloma Sánchez y su novela “El proyecto del doctor Topacio” y el número 5 del fanzine, en su edición en papel. Además, también estuvimos presentes en la Fira Literal, en Barcelona, de la mano de Alba y la Xarxa de GAM formada por personas psiquiatrizadas que, desde ahora contarán con nuestros ejemplares (en blanco y negro o a todo color) en todos los actos a los que asisten, que no son pocos.



Autolesiones por Ainhoa Campiña Hoy en día este tema es muy preocupante para la sociedad, tanto para adultos, niños, adolescentes...Para todo el mundo, en este artículo vamos a explicar un poco de ello. ¿Qué son las autolesiones? Autolesionarse es todo comportamiento que implica hacerse daño a si mismo sin que el motivo sea por placer o por acabar de vida de uno mismo. No solos son cortes.

¿Por qué motivos se suelen autolesionar las personas? Las personas se suelen autolesionar por muchos motivos diferentes y cada persona es un mundo y tiene sus motivos, alguno de los motivos más comunes suelen ser los siguientes: 

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Llamar la atención: las autolesiones son algo fuera de lo común por lo que hacen que una persona sienta que debe estar siempre encima de la otra para evitar que lo vuelva a hacer, también se utiliza como amenaza o para hacer que la otra persona se sienta mal. Como castigo a ellos mismos: se sienten mal con ellos mismos y creen que son merecedores de un castigo. El malestar emocional: el dolor físico supera a cualquier otra sensación entonces puede ser que quieran distraerse del dolor emocional a través del dolor físico. Principio suicida: antes de suicidarse quieren saber cómo se sentirán en ese momento, si son capaces de hacerlo, se sienten inseguros de lo que van a hacer y paran este comportamiento. Necesidad de control: si pueden sentir control sobre cosas que les rodean prefieren sentir que tienen el control sobre unos mismos. Sentimiento vacio: a veces una persona como defensa personal deja de sentir, no siente nada ni bueno ni malo y llega un momento en el que desean sentir algo por mal que fuera.


¿Qué hacer delante de una autolesión? Lo primero que debes hacer si te estás autolesionando o conoces a alguien que lo hace es pedir ayuda. Esto no se puede tomar en broma, es algo que necesita ser tratado. Debemos ser compresivos con estas situaciones ya que en la mayoría de los casos no se dice por miedo o vergüenza. En esta sociedad la mayor parte de gente se muestra indiferente delante de estos comportamientos tan graves, puede que la persona lo esté ocultando entonces está claro que ya no es para llamar la atención. Intenta mostrarte afectuoso para que esta persona te cuente su problema. Normalmente las personas nos mostraríamos impactados o atemorizados pero lo importante es que noten que pueden confiar en nosotros, este tema no se habla normalmente entonces tienes que hacerle sentir seguro. Un 90% de las personas no lo cuentan ni piden ayuda. Realmente hay estrategias para evitarlo solo consulta el tema con un profesional y el te aconsejara. Pide ayuda.

Aquí os dejo algunas frases impactantes sobre el tema: -Sus muñecas son papel la navaja su pincel la sociedad su inspiración la música su salvación. -Solo Alicia vive en un país de maravillas -Unos fuman, otros beben, otros se drogan y otros se enamoran... cada quien se mata a su manera -La definición de autolesión es: dolor para el dolor -Si alguien me ve, no me importa, si todos me ven, tampoco me importa. Un mundo me ve y este es el más grande de todos.


Servidor de ustedes, tuvo la oportunidad de acudir a la presentación de este cortometraje y salió de allí escandalizado. Publicitado como terror y suspense, el metraje cuenta la historia de una chica que se despierta un día y ve que ha perdido un anillo. A partir de aquí, comienza a desesperarse con la búsqueda y en un momento dado ve a su marido muerto, sentado en el sofá y a ella misma, también fiambre, en la bañera. Poco amigo de estos géneros, solo pude interesarme por la producción, muy buena por cierto, teniendo en cuenta los escasos medios para llevarla a cabo, pero sin saber muy bien qué historia me acababan de contar. Fanzkenstäin se puso en contacto con el director y éste explicó que: “En Ruth hablo de las relaciones entre personas. En cómo a veces nos volcamos en la dependencia absoluta al otro y nuestra inseguridad y temores nos hace hacer cosas absurdas, como en este caso asesinar a la pareja y suicidarse. También la falta de responsabilidad y no ser consecuentes en los actos”. Todo hubiera estado muy bien si no hubiera escuchado al final de la proyección, a su director contestando a alguien del público que preguntó ¿por qué se comportaba así la chica? y él contestó rápidamente: “porque está loca”. Yo me pregunto, ¿es esta la visión de la locura que queremos ver en el cine nacional actual? y os pregunto: ¿Mola o apesta?



LA CULPA por Alicia Arce Llevaba pocas pertenencias encima: un viejo maletín marrón, descolorido por el uso. Una mochila medio vacía con lo poco que le quedaba: un álbum de fotos con varias páginas arrancadas. Algunos recuerdos a los que se aferró durante años. Llegó a la estación demasiado puntual, como de costumbre. Miraba su reloj de pulsera a cada minuto como si ésta fuera la última vez que pudiera verlo. Subiría al tren y dejaría atrás muchos momentos oscuros. Muchas noches de insomnio atormentado por la culpa. Muchos días de invierno trabajando en la calle con las manos cortadas por el frío. Él no fue quien la mató. Estaba harto de repetírselo. Aquella noche de primavera ella estaba radiante con su vestido blanco entallado a la cintura. Con sus sandalias marrones y sus piernas interminables. Aquella noche ella decidió salir antes de tiempo porque alguien la esperaba impaciente. Y él lo sabía... Se despidieron con un frío beso en la mejilla, mientras él admiraba su cuerpo esbelto y buscaba sus ojos para que al mirarlos fijamente, éstos le dijeran la verdad. Una verdad que tristemente, ya sabía con certeza. Salió por la puerta y él no supo que ésta era la última vez que veía su cabello rubio agitarse a cada paso. Aguardó unos minutos y cogió su coche con las manos temblorosas. Acto seguido, la siguió hasta un destino que ya conocía: un viejo callejón junto a la Plaza de la Catedral. Ella bajó silenciosa, retocándose el pelo justo antes de llamar al primer piso de un bloque antiguo que se estaba cayendo a pedazos. Subió y él se quedó paralizado esperando que aun pudiera ser irreal, que todo lo ocurrido fuera tan sólo una pesadilla. Esperó dos minutos antes de darse cuenta de que debía actuar, no podía seguir esperando. Llamó a un timbre cualquiera con el pretexto de ser el cartero y alguien confiado le abrió la puerta. Subió sigilosamente la escalera y fue en ese instante cuando escuchó los gritos de su mujer atravesando la puerta No tuvo mucho tiempo. Salió corriendo hacia el piso de donde procedían.


En ese instante lo vio corriendo sin darle tiempo a reaccionar. Casi lo tira al suelo. Se dirigió al piso de aquel extraño que sin embargo le había robado el amor de su mujer. Aquel usurpador de cariño que no tenía ningún derecho a destrozarle la vida. Llegó demasiado tarde...había revivido la escena muchas veces intentando darse cuenta de qué podría haber hecho mejor pero le fue imposible averiguarlo.

Ella yacía sobre el suelo y un charco de sangre crecía rápidamente bajo su cuerpo. Lo siguiente que ocurrió lo recuerda muy borroso: intenta ayudarla, grita. La zarandea, grita... No puede salvarla y entonces alguien que acudió a su llamada de auxilio se da cuenta de que ella sostiene una carta entre sus manos. Mucho después, cuando fue consciente de que ella ya no podía regresar a su lado la releyó una y otra vez... “Querido Paul: No puedo continuar contigo y espero que puedas comprenderme. Tengo motivos para pensar que mi marido sabe lo nuestro y no quisiera causarle más daño del que ya le he hecho. Sé que ahora se sentirá terriblemente culpable. Lo conozco, tiene una tendencia enfermiza a responsabilizarse de todo. A asumir la culpa de forma natural.” Pero yo sé bien que la culpa no existe. Es sólo un invento de nuestra mente. El que sí existe es el castigo que te infringes con ella. Enfermas. Yo se que lo mejor es perdonar, olvidar y aceptar. No sé si pueda conseguir que él lo comprenda...


Carta abierta: por Hugo del Arco

A menudo, profesionales de la salud mental, me preguntáis ”¿quién me ha dado vela en este entierro?”, ¿si me gusta “meterme en camisa de once varas”? y otros refranes del estilo. La contestación es obvia: vosotr@s no hacéis del todo bien vuestra faena y esta trata de personas, no de cosas; así que alguien tiene que hacerla. Como yo me tengo por una de esas personas como cualquier otra, de entre siete millardos que somos, cojo esa camisa, la vela y lo que haga falta, para asegurarme de que cualquier problema de cualquier persona pueda tener, al menos, una solución válida. Pero la lástima, es que estáis en lo alto de la pirámide de vuestro sistema y solo veis intrusismo, sin embargo deberíais contestaros a la pregunta de ¿por qué hay tanta gente que propone alternativas a vuestros métodos? Es curioso, que seáis tan amig@s de las segundas lecturas y no leáis en profundidad esto. No acabáis de ver el bosque. Y lo que más me horroriza, es que no queráis saber qué se está consiguiendo con esos otros métodos, porque si no lleva

el sello oficial, ni os dignáis. A veces, ni siquiera invitándoos a conocerlos, a poco que sea un GAM de chichinabo. Decía Luther King: “No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena”. Para intentar comprender vuestra visión fijada en un punto, pregunto a cualquier profesional de cualquier campo, qué pensaría si supiese que existen miles de alternativas a su trabajo en todo el mundo y que son l@s mism@s clientæs los que las organizan, porque no han quedado del todo satisfech@s con su trabajo. Exacto, se echan las manos a la cabeza. Y por supuesto, no estoy diciendo con todo esto, que vuestro método no le funcione a todo el mundo. Hay y conozco gente a la que le ha venido bien el sistema de psiquiatría actual. Chapeau; cada persona es un mundo. Bueno, supongo que ya lo sabréis. Guiño, guiño. Atenta

y

dementemente.

PD: De esos siete millardos, ni un alma se salva de vuestro manual de cabecera. Como para no estar al quite.



LA INCREIBLE HISTORIA por Teresa Alegre La lluvia de estrellas se precipita desde el firmamento azabache y limpio, inertemente frío lleno de vida ignota sobre mí....viajera del tiempo y el espacio. Cataratas de enérgica magia bañan mi cuerpo de una luz que el Mundo contempla. El camino trazado desde antiguo recorrido mil veces en mis vides sobreviene ante mí en la belleza estática e infinita. El mismo cielo que vio el hombre primero, el cielo sin tiempo que ahora clava mi retina en los albores de un Nuevo Tiempo. Y subo a lomos de mi imaginación, transitando galaxias no descubiertas aún por el ojo del hombre...nadie me espera; nadie me sufre. Me trago el miedo del vacío y siento en la garganta ese sabor amargo que da la despedida de lo terreno.

Espiritual y perfecta, redonda y contenida me elevo al plano más sublime cercano a la Perfección Que Siempre Fue...sin duda con mis ícaras alas tejidas por hilos de experiencia humana....envidia de seres perfectos. Más arriba aún dice mi mente charlatana y loca y yo aprieto con fuerza los dientes y desafío al Miedo...poderoso guardián de la infelicidad. Solo hay dos sentimientos Amor o Temor si amas eres libre porque nadie es más esclavo que el miedoso. Confiar en el Proceso es el único camino, ruta de Fe absoluta y frágil como ala de mariposa....cuanto camino recorrido por sendas remotas y viejas, rutas viajeras de pies anteriores abrieron caminos que ahora yo desvelo..... Tantas veces en el cielo....tantas veces en el fango....tantas veces de vertiginosa caída de gravedad tercera....y no se detiene un segundo la noria...osciloscópicamente meciendo mi vida y mi memoria. Subir bajar y mantenerse.... en el carrusel perfecto de personajes transitorios. Sublime viaje hacia la muerte querida.



saldremos de esta Yo me lo pregunto cada vez que encaro un fanzine en blanco, pero sí, a la vista está, siempre hay una salida y Javier Erro, autor de esta “Guía de salud mental para el entorno de la persona en crisis” lo deja bien claro en este pequeño libro en tamaño, pero grande en contenido. Un libro imprescindible, que debería estar reglado para la enseñanza obligatoria, pues supone una gran herramienta para las personas de alrededor de otras que, están viviendo momentos desafortunados y que muchas veces, no sabemos cómo actuar. La ilustración de portada, ya da buena cuenta de que la salida, siempre será mejor en compañía; al igual que el plural del título, porque es precisamente para esos momentos de soledad de nuestros seres queridos, donde debemos estar todos de acuerdo en la ayuda a facilitar. Hazte con él en: bsquero.net



Superando el brote por MrQuitanieves “Trastorno esquizofreniforme” fue mi último diagnóstico, que es una de las enfermedades dentro del espectro de las psicosis, donde también está la “esquizofrenia”. Siendo bastante aterrador la primera vez que lo escuché… pero empecemos por el principio de los tiempos. He tenido una infancia muy buena y de la que no me puedo quejar, un chico que cumplía con sus tareas escolares y el resto del tiempo jugaba veces solo y a veces con sus amigos. Desde luego tengo muy buenos recuerdos de aquella época. En el colegio y en el instituto fuí muy buen alumno. No el mejor, pero sí pasé todos los cursos sin problema y decidí ir a la universidad, a estudiar Psicología. Carrera de cinco años que he terminado en bastantes más no sin pasar bastantes problemas para poder acabarla. Empecé la carrera en 2007 y hacía una vida universitaria como cualquier otro chico de mi edad: clases, días de estudio en la biblioteca, exámenes, deporte, fiestas… diría incluso que era bastante sociable y granjeé muy buenas amistades tanto en la universidad como fuera de ella. Pero en el año 2012 cursaba cuarto de carrera de Psicología y había decidido además cursar una titulación paralela, un título de experto en Coaching. Al principio estaba muy emocionado de tener la posibilidad de hacer ambas cosas, pero conforme pasaba el tiempo me di cuenta de que era difícil compatibilizar y, gran fallo el mío, tampoco renuncié ni temporalmente a acudir a fiestas. Lo que supuso cada vez más estrés y ya en Junio, época de exámenes, empecé a tener problemas. Mi ánimo estaba muy lábil, me irritaba con facilidad y también sentía una tristeza que me impedía hacer nada a veces. Aún así saqué fuerzas y continué intentando hacer vida normal, pero no me fue bien ya que empecé a tener pérdidas de memoria: me desorientaba, no podía memorizar… y por último empecé a desconfiar en las personas. Al principio simples sospechas de que se querían aprovechar de mí. Sospechas leves, pero ya irreales, ya patológicas, por ejemplo creyendo amistades falsas que sólo me querían por pedirme apuntes, pero una noche la cosa fue mucho más grave: empezar a sospechar de que mis familiares me querían hacer daño e incluso matarme. Eso último que describo fue un auténtico delirio: mi familia y amigos en ningún momento me han deseado mal, pero en ese momento mi cabeza se creía plenamente que era así, estaba en plena paranoia. Mi pensamiento ya no estaba bajo mi

voluntad. Esto último, si mi lector es una persona que no haya tenido un trastorno mental le habrá extrañado mucho, pero así ocurrió. Es similar a como la cabeza divaga en un sueño: eres consciente y te acuerdas en parte de lo que piensas, pero no lo estás controlando apenas. En este momento de descontrol, empecé a gritar e incluso rompí el pomo de la puerta de casa tratando de escaparme de la casa, que estaba cerrada con llave al ser por la noche. Cuando mis padres vieron cómo estaba trataron de contenerme, como pudieron mientras llegaba el personal sanitario (y la policía) para llevarme al hospital. Nada más llegar al hospital me medicaron fuertemente a fin de contener lo agitado que estaba y, mientras me hacían efecto los químicos, me ingresaron en la planta de enfermos mentales agudos (un psiquiátrico de corta estancia) atado en una cama un par de días en lo que me calmé. Aunque no fue nada agradable la experiencia, sí tengo que agradecer a los sanitarios el


tratamiento que se impuso y las condiciones de inmovilización, porque en el estado mental que me encontraba me podría haber hecho daño e incluso haber puesto en peligro mi vida. Tuve suerte y los llamados “síntomas positivos” pasaron pronto: a la semana ya no tenía delirios y volvía a ser dueño de mi pensamiento. Pero aquí empezó quizás la parte más dura: una larga depresión. Algunos profesionales lo llamaron “síntomas negativos”, otros simplemente me dijeron que estaba deprimido por lo que me había pasado. Nunca supe exactamente lo que me pasó, la realidad es que estuve alrededor de nueve meses sin motivación ninguna y con una terrible “anhedonia”: una falta total de disfrute de la vida. Nada me motivaba ni nada despertaba mi más mínimo interés. Los días pasaban en una completa rutina que básicamente consistía en comer, dormir, estar en la cama sin hacer nada, tomar el tratamiento médico y poco más. Al caer en esta rutina, pasaban los días y la desmotivación seguía por completo. Tanto así que mis padres decidieron que había que hacer algo más que tomar pastillas, son muy necesarias pero quizás no suficientes. Y así empecé a ir al centro de día, a recibir tratamiento psicológico y ocupacional, y aquí quizás es donde se fraguó mi recuperación definitiva. Ya al final del

centro de día empecé a recuperarme, volví a clases y eso aceleró más todavía mi recuperación. En ese momento todavía seguía fastidiado, pero el hecho de hacer vida normal y social me hizo recuperarme del todo. A día de hoy sigo con tratamiento pero diría que no lo noto apenas (por si tienes curiosidad sobre el tratamiento, es una pastilla de Abilify 10mg que es un antipsicótico). Pasando los años no sólo terminé la carrera de Psicología, sino que también un Ciclo de F.P Superior de Electrónica y lo más importante: he vuelto a disfrutar de las cosas como antes. No podría decir que soy la misma persona que era hace cuatro años, porque ahora me considero más sabio: no tengo tanta necesidad de ir corriendo por la vida y acumular estrés sabiendo que el no cuidarse puede salir muy caro. Porque yo estuve una época en la que parecía que no mejoraba, pero después de haberlo vivido creo firmemente que las posibilidades de mejora son MUY grandes si se recibe el tratamiento adecuado y si nos cuidamos en todos los aspectos de nuestra vida. Tanto en lo biológico (los medicamentos), como en lo social (amigos y familia) y en lo personal.



VIDA CON ANSIEDAD por Marisol Pajuelo

5 de mayo de 2016. Le había prometido a mi amigo Pedro en nuestras pláticas de apoyo mutuo que ese día saldría a pasear con mi perrito Leo a manera de reto para vencer los síntomas de la ansiedad que no me dejan salir de la casa. No podía faltar a la promesa. Me preparé psicológicamente desde la noche anterior para salir al día siguiente en la tarde que es el momento cuando la ansiedad mengua un poco. Ese día del paseo preventivamente tomé mis medicamentos del mediodía que solo tomo cuando de verdad los necesito, es decir, cuando me siento ansiosa. Todo estaba funcionando bien. Pensaba en mi paseo y estaba tranquila. Dormí la siesta -que me tranquiliza- bajo el ruido fuerte de una lluvia pertinaz, “un palo de agua” como decimos nosotros. Paró de llover justo antes de la hora pautada para mi paseo. Me calcé mis zapatos de caminar ya con mi ropa deportiva y le coloqué su correa a mi perrito Leo que brincaba de emoción. Sin pensarlo mucho salí a la calle a pesar de que antes tuve miedo. ¿Miedo a qué? A todo y a nada. Creía que iba a resbalar y caerme en la calle mojada, pero no fue así. Tenía miedo de los ladrones que no aparecieron por ninguna parte. Temía que me diera una baja de presión arterial, pero no me bajó. Temía que por no llevar agua la necesitara, pero no la necesité. Temía muchas cosas que no sucedieron. Me fui al club caminando y di varias vueltas al campo de fútbol. Regresé a casa sudando y tranquila.


Son las 4:00 am y ya llevo dos noches seguidas que me despierto a la misma hora y no logro conciliar el sueño de nuevo. Tendida en la cama dando vueltas comienzan las preocupaciones. Son muchas. Mi vida desde hace seis años no es la misma. Todo lo que planifiqué toda mi vida para esta época se fue al bote de la basura. Lo que ahora vivo no lo tenía planificado: desempleo, falta de actividad profesional, social, artística y de voluntariado, y todo eso en el marco de una crisis económica generalizada en mi país que nadie se puede imaginar siquiera. Como muestra un botón: escasea hasta el azúcar para endulzar el café matutino, de haberlo. Es como un país en guerra pero sin guerra. Los dólares del petróleo ya no fluyen porque el precio ha bajado y los pocos dólares que llegan, se los roban. Lo que se consigue es a precios muy elevados. Debes comer lo que consigas comprar. El mercado negro también es escaso. Y eso también me da estrés, ansiedad, me perturba. Hace dos noches “conversé” con mi perrito Leo y le dije que no me despierte a las 4:00 am para que lo saque a hacer sus necesidades y me ha comprendido perfectamente, no es él quien me despierta. Son las preocupaciones. Pero no son las del mismo tipo de las que tiene todo el mundo. No. La gente se preocupa y eso la hace ir a resolver los problemas que se le presenten. Yo me preocupo y me aterra salir a la calle. Me paraliza. Comienza por los pensamientos, bueno, no, me pongo alerta cuando me veo la pierna izquierda moverse repetidamente sin control, sobre todo el pie. Miro mi pie y ya sé lo que viene. La ansiedad me comienza a recorrer la mente y el cuerpo, y se instala en mi pecho oprimiéndolo. Siento malestar, no quiero estar así. Me preocupo por la comida que no hay, por los recipientes vacíos del gas para cocinar que desde hace cuatro meses esperamos que la empresa pública monopolizada por el Estado venga a traerlos (estamos con una reserva), por la póliza de seguro que no he podido comprar porque no reúno los requisitos, por mi caso de demanda de despido ilegal en el que el Estado no ha ejecutado la sentencia, por salir con la tarjeta de débito camuflada entre la ropa y que me la roben, me preocupo por todo, una cosa detrás de otra, o varias cosas a la vez. La mente no para de preocuparse. Ya me tiembla hasta la mandíbula: traca, traca, traca… Me levanto de la silla, camino, me devuelvo, no sé qué hacer. Me tomo la medicación, pero sé que no hará efecto de inmediato. Hago relajación con hipnosis, me quedo dormida un rato. Me levanto. Almuerzo. Vuelvo a dormitar preocupándome por todo. Logro dormir como en el túnel de la Princesa Inca, agarrándome de las oscuras paredes. En sueños sigo preocupada. La ansiedad me persigue hasta en los sueños. Quien nunca ha sentido ansiedad paralizante (no de la normal) no entiende y cree que se puede controlar porque ellos la controlan. No tienen ni idea de lo paralizantemente desagradable que es. Solo atinas a esperar que se te pase, y a ratos se te pasa. Y crees que ya no la tendrás más, y vas y te calzas tus zapatos deportivos, la correa para el perro y sales a caminar tranquila. Y así hasta la mañana siguiente que tienes que luchar de nuevo contra eso que te roba la paz. Ya hace hora y media que pasó el mediodía. ¡Qué alivio! Se fue la mañana ansiosa aguda, y lo que queda del día estaré mejor. Almuerzo y siesta para “olvidar” las preocupaciones. Mi perrito me acompaña. Tal vez esta tarde sea tarde de paseo. Él ama sus paseos matutinos y yo estaré temporalmente tranquila, sin ansiedad. Pienso en el nuevo tratamiento que estoy esperando que me llegue desde España para mejorar. Pronto voy a estar bien de este trastorno de ansiedad.




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