considerar que respondía a la absurda voluntad de trasplantar el modelo canadiense a la isla de Cuba sin tener en cuenta sus peculiaridades históricas.2 La preocupación por la historia en general y por la historia colonial en particular constituyó una prioridad para Antonio Govín desde muy temprano. En sus discursos políticos, las referencias a la historia eran constantes. Las utilizaba en tres direcciones: la que acabamos de apuntar, relativa a la preexistencia del deseo de reformas y de autonomía en Cuba; la historia como juez implacable que algún día vendría a demostrar la legitimidad de la aspiración autonomista y las injusticias cometidas por la metrópoli española; y finalmente, la historia como fuente de reconocimiento para las naciones que supieran convertir la colonización en una obra de progreso y de civilización, de libertad y de derecho: “Arduo muy arduo es el empeño de la colonización, si ha de dársele cima con arreglo a los principios que en el derecho moderno privan; estrechos son los deberes que prescriben y grave la responsabilidad que impone ante la historia, porque la colonización es uno de los medios, y el más precioso que algunas naciones privilegiadas han tenido y tienen de abrir nuevos horizontes a la cultura humana y de allanar el camino del progreso en remotos países que parecían perdidos en los mares y que han llegado a ser focos de civilización, merced a generosos esfuerzos y heroicas proezas.”3 He aquí el segundo fundamento de la autonomía colonial propugnada por el Partido Autonomista: aparte de las cuestiones prácticas de gobierno y administración, se pretendía que fuera la encarnación de una filosofía “progresista” de la colonización. La sujeción de ciertos territorios a otros no debería ser únicamente una fuente de riqueza y poder para el país colonizador, sino que debería traer todos los beneficios de la civilización a los pueblos colonizados. Antonio Govín, en las conferencias que pronunció sobre historia de la colonización en 1887 en el Círculo Autonomista, pretendía extender al conjunto de los militantes autonomistas la idea de que este tipo de colonización existía y había existido desde la Antigüedad, y que por tanto también podía llegar a ser una realidad en Cuba. La larga batalla por la libre discusión de la historia No fue hasta noviembre de 1887 cuando Antonio Govín dio su primera conferencia sobre la materia que nos ocupa. Sin embargo, ya en el año 1879 se había anunciado en las páginas del órgano oficial del Partido Autonomista, El Triunfo, que estaba preparando una conferencia sobre un “punto histórico de gran interés” para la sociedad Antonio GOVÍN, “Circular”, 21 de junio de 1882, in: La Junta Magna del Partido Liberal de Cuba, celebrada el día 1 de abril de 1882, La Habana, El Triunfo, 1882, 37–42. Del mismo autor, Las leyes especiales. Colección de artículos publicados en El Triunfo, órgano oficial del Partido Liberal de la Isla de Cuba, La Habana, El Cosmopolita, 1880 y La autonomía colonial. Colección de artículos publicados en El Triunfo, órgano oficial del Partido Liberal, La Habana, El Retiro, 1887. Ver también, en la misma línea que la circular de 1882, Alfredo ZAYAS y ALFONSO, “La Autonomía en la Historia de Cuba”, [¿1893?], in: ANC, Donativos, caja 86, exp. 150. 3 “Discurso pronunciado por el Dr. Antonio Govín y Torres, secretario de la Junta Central del Partido Liberal, en la reunión pública celebrada en Santa Clara el día 24 de septiembre de 1879”, in: Josefina Tarafa y Govín (ed.), Discursos de D. Antonio Govín y Torres, La Habana, Burgay y Cía, 1955, 51.
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