fanZine nº7_Julio Agosto 2013

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acercarse al Congreso como tenían planeado, pero ahora que contaban con una de sus dirigentes, las perspectivas se reabrían ante sus ojos. Victoria traía una cara demacrada, más de lo normal, tirando a verdosa, la sangre manchaba casi toda su ropa y el pelo alborotado le tapaba el bocado ennegrecido que le había dado El Zombie. Caminaba con sumo esfuerzo, arrastrando los pies, intentando aferrar a quienes se cruzaban en su paso, con gruñidos exasperados, mordiendo el aire con violencia rabiosa como si estuviera poseída. Al verla venir en ese estado, sus compañeros se dirigieron a ella a toda velocidad, tratando de auxiliarla. -¿Te han pegado esos hijos de puta?- se referían a los antidisturbios. Victoria parecía no oírles, sus ojos estaban girados, como en un trance infernal. -Yo creo que le ha dado un mal viaje- apuntó Marta. -Sí, esta vez se ha pasado con el San Pedro, mira que le dijimos que no se lo tomara para la lucha de hoy- corroboró Dionisio, totalmente equivocado. Ninguno de los tres imaginaba que tenían delante suyo a un muerto viviente que se precipitaba directo a ellos. El primero en ser mordido fue Gregorio, quien lanzó un chillido porcino cuando los dientes del zombie se clavaban en el brazo que había tendido para sujetarla. Victoria mordió con una fuerza inusitada, casi arrancándole el brazo de cuajo. Los tendones y las venas salpicando sangre a chorros quedaron a la vista. En pocos segundos había recibido media docena de mordeduras por el resto del cuerpo, antes de que sus compañeros la separaran. A su alrededor nadie parecía darse cuenta del horror que se estaba desatando en la avenida. Todos estaban convencidos de que el forcejeo lo protagonizaba un policía secreta, vestido de paisano, que estaba intentando arrestar a una chica. -¡Suéltala, cabrón!- le gritaban a su compañero, que al estar recubierto de sangre, no reconocían como Gregorio. Incluso uno de ellos la emprendió a patadas con el moribundo, que se estaba desangrando a causa de las múltiples heridas y desgarrones producidos por los dientes de la que fuera antes Victoria. Gregorio era un antisistema a media jornada, por las mañanas se paseaba con su lujoso coche, disfrutaba de su casa nueva, con una televisión de sesenta pulgadas y un proyector de gama alta de Sunny, pero por las tardes se convertía en un miembro activo del movimiento, se encadenaba a los lugares donde la lucha contra los fascistas capitalistas le llevaban, junto a la chica que dominaba con tortura psicológica cuando estaban en casa.

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