En el Jardín del Edén. Carlos Martí

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Aquello desconcertó a los niños, que reconsideraron con más cuidado las advertencias de Isuile. ¿Y si fuera un diablo de verdad? ¿Podría hacerles algo? ¿Marcaban los lindes del Vórtice la protección? A lo mejor fuera quedaban a merced de diablos y demonios. Imágenes de crueles tormentos cruzaron sus mentes. El Viejo sabía describir con sobrecogedor realismo las escenas que se vivían en los Pozos del Infierno. Habían Cinco Infiernos, cada cual más horripilante y cruel que el anterior. ¿Cuál era el designado para los querubines demasiado temerarios? ―Es un diablo ―repitió Isuile, aún más convencida―. Si le seguimos nos encerrará en un calabozo para hacernos daño. ―Pronto sabremos si tienes razón ―dijo Frery. ―¿Cómo? ―Observa. ―Dirigiéndose a Azrael, dijo en voz alta―: Disculpe, pero, ¿por qué no se acerca hasta nosotros? Estaríamos encantados de mostrarle algunos lugares maravillosos. Le aseguro que le encantarán. ―Eres muy amable... ¿cómo te llamas, niño? ―Frery. ―Eres muy amable, Frery, pero me temo que no es posible. Si cruzase el umbral, la puerta se cerraría para siempre y no podría regresar a mi hogar. Sólo es posible abrirla desde dentro.

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