Manual para el paciente oncológico y su familia

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EL

LIBRO DE CABECERA DEL PACIENTE ONCOLÓGICO Y SU FAMILIA

le denomina “metástasis”, y es la principal arma que utilizan los tumores para dañar al individuo enfermo. Convertir una posible derrota en una victoria plausible ha sido una de las habilidades que he aprendido con los años de profesión. Si bien era cierto que la aparición de la metástasis podía interpretarse como un fallo a la quimioterapia inicial, también lo era que su detección precoz nos permitía intentar su erradicación definitiva mediante un nuevo acto quirúrgico. Este fue mi principal argumento aquella tarde con Josep Montegut. Le expliqué que los tumores del intestino grueso tendían a metastatizar en el hígado a través de la vena porta, tronco venoso al que drenan la mayoría de estructuras abdominales, pero que precisamente los últimos centímetros del recto lo hacen a través de otra vena que se salta el circuito anterior para ir a drenar directamente en los pulmones, donde probablemente las células habían encontrado un entorno favorable para crecer posteriormente. El intervalo de 6 años era tranquilizador, ya que traducía el carácter poco agresivo y de lento crecimiento de su neoplasia. La conveniencia de una operación era obvia, ya que se trataba de una lesión aislada, única y fácilmente al alcance del cirujano torácico. Me costó casi media hora convencerlo. Hubo unas cuantas lágrimas, pero mi convencimiento del beneficio era tal, que aceptó operarse en los quince días siguientes. Nos despedimos efusivamente. Rosa María me dio un beso mientras me susurraba en el oído un ‘confiamos en usted, Doctor’.

Todavía resonaban aquellas palabras en mi interior cuando se abrió la puerta de nuevo y aparecieron los Tarragona. Montserrat Tarragona era una mujer de un temple excepcional. Con apenas 48 años se enfrentaba a su segunda neoplasia con la misma firmeza que lo había hecho con la primera. Cinco años atrás, una mamografía de cribado había detectado un grupo de calcificaciones lineares en el cuadrante superior externo de su mama. Una punción con aguja gruesa obtuvo la evidencia que se trataba de un carcinoma ductal infiltrante, le neoplasia maligna más común de la mama. Dado que la extensión de le enfermedad era inferior a tres centímetros se procedió a su localización exacta con una especie de arpón cuya punta se asentaba en el seno de la zona tumoral, paso inicial fundamental para realizar una cirugía conservadora de la mama con detección del denominado “ganglio centinela”.


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