Miradas que hablan

Laura Galรกn

Yolanda Salvatierra

© Miradas que hablan Primera edición, mayo 2016 Las autoras: Laura Galán, asesora de lactancia https://m.facebook.com/Creciendo-juntoslactancia-y-crianza-262408164102389/ por el texto.

Yolanda Salvatierra, psicóloga infantil y directora de KASH-LUMN Family Care www.kash-lumn.com, https://www.facebook.com/KASH-LUMN-Family-Care114188682023887/?fref=ts por el texto y la ilustración de la portada.

Este cuento, con el que queremos celebrar el 1 de mayo de 2016 Día de la Maternidad, se enmarca dentro de la campaña Acciones con Corazón de KASH-LUMN Family Care.

Agradecimientos: A las mamás A.M.M.B., Mireia y Cristina Moreno por ayudarnos, con su experiencia, a narrar algunas de las situaciones de la historia de Emma. A Fabybt por cedernos su bellísima declaración “Mirar sus ojos, y sonreír mi corazón” para la ilustración de la portada y como parte de la narración. A la tienda Vacanguro de La Laguna http://www.portabebesergonomicos.es/es/ y al centro Mon Bébé de Santa Cruz de Tenerife www.monbebe.es, especializados en crianza respetuosa, con los que Laura colabora en grupos de apoyo a la lactancia, por ayudarnos a difundir esta acción. A David Parra Díaz por el diseño del logo de Laura Galán y a Ivan Jesús Fajardo Morales que le puso las letras para llegar a tiempo. A Freepik por la inspiración en la ilustración de la portada y el diseño de los motivos gráficos utilizados. A Elena Couceiro Arroyo por la corrección del texto y sus palabras de aliento. A Silvia, la hermana de Yolanda, por su ayuda siempre incondicional. Y a todos y todas los papás y mamás que creen en el poder de las miradas.

Copyright bajo licencia de CREATIVE COMMONS:

Dedicado a Alexis y Marcos, los hijos de Laura, y a todos los bebĂŠ del mundo

Emma estaba recostada en el sofá junto a su bebé, recordando todo lo que sintió durante su embarazo.

Las ganas de tener a su bebé en brazos, de mimarlo… Creía ya entonces que no podría dejar de encandilarse con el brillo de su mirada. Recordaba cómo imaginaba su cara, sus ojos, el color que tendría su mirada...

Pero nada iba a ser tan fácil como había imaginado.

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Hacía ya un mes del día en que el bebé decidió asomar su cabecita a este mundo. Era un día lluvioso.

Estaba durmiendo cuando le despertaron las contracciones.

Asomada a la ventana, viendo caer la lluvia y esperando a la siguiente contracción, se agarraba fuerte a su pareja que estaba junto a ella.

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Entre contracción y contracción se imaginaba cómo iba a ser ese momento, qué sentiría cuando por primera vez le viera su carita, sus ojos, sintiera su olor, cómo sería todo en su bebé. Emma ya sabía muchas cosas. Sabía que le gustaba la música porque parecía enfadarse cuando el CD se acababa. Lo sabía porque siempre le daba una patadita como queriéndole decir un "mamá, más".

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A Emma eso le hacía mucha gracia y le respondía, junto con una carcajada, un "te va a gustar la música como a mamá".

En días como el de su nacimiento, en que el cielo estaba gris y parecía que los angelitos llorasen, Emma solía canturrear una vieja

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nana que aprendió de su abuela:

"Angelito ¿dónde estás? me pregunto por qué lloras por la noche tu saldrás porque eres una estrella de verdad. Angelito ¿dónde estás? deja, deja de llorar y yo no pararé de cantar".

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Después de un mes recordaba ese día como una experiencia intensa, conmovedora. Lo recordaba con cierta tristeza pero sobre todo con un enorme sentimiento de felicidad que no sabía cómo explicar.

Demasiadas emociones para definirlas en una sola palabra.

Lo que parecía que iba a ser rápido, se complicó sin saber muy bien por qué...

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Emma llegó al hospital soñando con un parto natural, sin epidural, sin oxitocina, sin episiotomía. No tuvo nada de todo eso. Pasaron horas y horas. Horas que para Emma fueron eternas, hasta que el dolor fue tan insoportable que pidió que le administraran la epidural.

Sus ganas de moverse, de caminar, de ayudar a su bebé a abrirse camino se frustraron.

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Tuvo que permanecer tumbada por la anestesia, a pesar de que ella seguía con contracciones dolorosas. La oxitocina empezó a hacer efecto, el bebé ya coronaba pero decidieron cortar, ahí ya no hubo palabras, el bebé venía con una vuelta de cordón. Emma ya no sentía dolor físico pero sí un dolor intenso en su alma. Empezó a llorar de rabia, de impotencia, de tristeza. Su parto dejó de ser suyo.

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Pero no importaba porque en ese momento ella dejó de ser importante.

Sólo había algo realmente importante y era su bebé.

“Que nazca bien, que nazca bien..." repetía su cabeza una y otra vez.

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Suerte que su pareja permanecía junto a ella, su apoyo le daba la confianza suficiente para creer que todo iba a acabar como había soñado.

De repente sintió un vacío inmenso, su bebé ya no estaba dentro de ella, era como si el mundo se parara por un momento, soledad, inquietud, frío, silencio.

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Un llanto lleno de vida rompió ese instante. Su bebé había nacido.

Una sensación que quedará suspendida en el tiempo fue cuando pusieron al bebé en su regazo, ya tenía el regalo más preciado que le podía dar la vida.

Emma no podía parar de llorar, de sonreír, un cúmulo de emociones -15-

bombardeaba su corazón. Su bebé buscaba alimento, consuelo. Se agarró a su pecho durante unos minutos y, a continuación, se durmió. Qué alivio sintió, porque la succión del bebé le causaba dolor.

Por fin, a solas los tres en la habitación. Con esfuerzo y paciencia logró ponerlo de nuevo al pecho, le dolía tanto pero -16-

también era tanto lo que sentía por su bebé que aguantó. Tras dos días en el hospital, tras una visita y otra, estaba deseando llegar a casa y poder disfrutar plenamente de su maternidad.

Ya en casa, a Emma y su pareja, los días se les hicieron largos, muy largos, sin apenas poder dormir.

Nadie les había explicado lo dura que podría ser esa etapa.

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Dura pero gratificante, porque, a pesar de las adversidades, el ver cómo crece merece la pena.

El dolor que Emma sentía al amamantar aumentaba cada día.

El solo roce con su ropa hacía que se sobresaltara.

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Era un viernes de mayo, el sol iluminaba las flores de colores del jardín, cuando acudieron por primera vez a un grupo de apoyo a la lactancia.

Allí, les explicaron que dar el pecho no debe doler. Había que buscar la causa.

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Aquel día, Emma aprendió a colocar a su bebé y disfrutar del momento. Con paciencia, mejorando postura, integrando toda la información recibida, en unos días ya tenía curados sus pezones. La gratitud de ella y su pareja era inmensa. Por fin empezó a poder mirar de verdad a su bebé.

Y fueron pasando un día tras otro…

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Emma estaba recostada en el sofá junto a su bebé, recordando todo lo que sintió durante su embarazo.

Las ganas de tener a su bebé en brazos, de mimarlo… Creía ya entonces que no podría dejar de encandilarse con el brillo de su mirada.

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Recordaba cómo imaginaba su cara, sus ojos, el color que tendría su mirada... Ahora sabía que no había sido tan fácil. Ya había pasado un mes y parecía que era ya media vida. Estaba cansada, aún no había conseguido dormir un par de horas seguidas.

El sueño le vencía pero la experiencia vivida durante esos días le hacía sentirse más -22-

poderosa que nunca, capaz de cualquier cosa. Emma estaba comprendiendo qué era la maternidad.

Fue entonces cuando una luz captó su atención. “Mirar sus ojos, y sonreír mi corazón”, pensó Emma.

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No podía apartar su mirada de aquellos inmensos ojos con los que la miraba su bebé. Unos ojos enormes que brillaban y sonreían.

Unos ojos que le decían "Mamá, aquí estoy". "Claro que sí, mi amor, yo nunca dejaré de estar a tu lado", les respondían los de Emma, humedecidos por la emoción de ese momento.

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Emma estaba hablando con su bebé más allá de las palabras, lo hacía desde el latido de su corazón, sin pensamiento, sólo con emoción.

“Mirar sus ojos, y sonreír mi corazón”.

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El lenguaje que te lo dice todo sin decir nada. Mirar sus ojos y percibir todas sus emociones.

Mirar sus ojos y sentir los sentimientos mĂĄs profundos, transparentes, sin secretos.

Emma descubrió la magia en el lenguaje de sus miradas, en el piel con piel, en sus caricias, en sus movimientos‌ -26-

Sentía como si aún estuviera dentro de su tripita. Aún parecían uno. Sentía como si ya no hubiera nada, nadie más alrededor.

Era como si hasta ahora hubiera vivido con las manos vacías. Ya no, ya tenía en ella el amor más puro.

FIN -27-

Con Miradas que hablan, hemos querido recoger ese momento mágico que todo nacimiento tiene, ese instante en que la mirada de mamá y la del bebé se encuentran. Y reconocen que hablan sin necesidad de palabras. Seguro que has sentido ese momento y que ha sido extraordinario. Amor en el estado más puro.

Para la imagen de la portada hemos elegido la forma de un mandala con la que se pretende representar ese instante y guardar así la magia del encuentro. Deseamos haberlo logrado. Por ello, tenemos para ti nuestro mandala que puedes descargar y colorear a tu gusto. Conseguirlo es muy fácil, solo tienes que pedírnoslo por e-mail a yolandasalvatierra@kash-lumn.com o entrar directamente en cualquiera de las direcciones que figuran en los créditos.