Resiliencia individual y familiar

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mayor sentido de coherencia familiar permitía predecir una mejor superación y adaptación, con resultados más satisfactorios tanto en el marco familiar como en lo referido a la concordancia con la comunidad. Evaluación de la crisis, la angustia y la recuperación El mismo suceso puede considerarse irrelevante, bueno, positivo, agobiante, amenazante o dañino; podemos preverlo con placer o terror. Los sucesos estresantes de la vida nos afligen aún más cuando sentimos que ejercemos poco control sobre ellos o cuando plantean una gran amenaza a nuestra autocomprensión actual y el sentido de la vida. La consideración de un suceso como un problema y la forma de manejar la angustia que provoca varían de acuerdo con las diferentes normas familiares y culturales. Los epidemiólogos afirman que, en cualquier momento dado, el 75% de las personas son “sintomáticas” y experimentan angustias físicas o psicológicas. Sin embargo, la mayoría no recurre a un tratamiento y, en cambio, considera que la angustia es parte de la vida normal. Una familia en dificultades tal vez no pide ayuda profesional e intente lidiar con los problemas de otra manera. A la inversa, como muchos profesionales de la salud mental son los primeros en aseverar, la búsqueda de ayuda puede ser signo de fortaleza. De hecho, diversos estudios han revelado que las personas muy resilientes buscan ayuda cuando lo necesitan, recurriendo al apoyo de sus parientes y de instituciones sociales y religiosas, así como de profesionales. El modo como los miembros de una familia definan y formulen una situación problemática influirá en sus intentos de resolverla. La cosmovisión general de una familia puede no ser tan útil ante un desafío determinado. Por ejemplo, una familia que cree que no debe ahorrarse ningún esfuerzo hasta encontrar una solución quizá tenga dificultades para aceptar y convivir con un problema que no puede resolverse, como una enfermedad incurable. a) creencias causales y explicativas Cuando no encontramos frente a la adversidad, intentamos comprender cómo ocurrieron las cosas buscando factores causales y explicativos. Algunas familias abrigan una creencia esencial, según la cual la desventura es un signo de que son pecadoras y merecen sufrir o ser castigadas. Algunas echan la culpa a los otros o se consideran víctimas de un mundo peligroso y hostil que sobrepasa su control. Muchas creen que la adversidad se debe simplemente a la mala suerte. Es importante explorar las raíces familiares, culturales y religiosas de este tipo de creencias y sus consecuencias. La cultura occidental hace hincapié en la responsabilidad personal, en la creencia de que somos dueños de nuestro propio destino. En la sociedad norteamericana tienen una curiosa imagen escindida de la responsabilidad individual y familiar, dando crédito a los individuos pro sus éxitos pero culpan a sus familias por cualquier fracaso. Sin embargo, cuando los cuidados parentales han sido buenos, rara vez se les agradece su contribución al bienestar individual y social.

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