Charlotte C - Consuelo Vercher / Clara Encinas

Page 1



Me llamo Charlotte. Tengo seis años, casi siete. He hecho la cuenta y, hasta ahora, he vivido 2427 días. No la hice yo sola. Seis por siete a veces se me atasca, así que le pedí ayuda a Colin. A cambio tuve que darle un trocito del chocolate de mi merienda. Tengo que escribir mucho porque pronto me llamaré Payasa y luego Maga y, cuando tenga 3285 días, me quiero llamar Frigo. Cuando llegue ese momento, ya nadie me reconocerá, porque habré cambiado. Ya habré pasado la varicela, lo que quiere decir que ya seré mayor y que ya habré aguantado todos esos granos rojos que tanto me picaban y también esa capa de polvo blanco que me hacía parecer una sardina rebozada en harina. Crezco y crezco como los árboles del parque de al lado y como los de mi jardín. Estoy segura de que a los árboles del parque no les resulta muy fácil crecer, porque hay personas que no dejan de gritar, de atropellarse; perros que les hacen pis encima; hormigón; humo; martillos picadores, y mucho mucho ruido. A veces no lo aguanto y tengo que taparme los oídos para no volverme loca.

9


Ese ruido me hace pensar en los petardos, que no me gustan nada nadita, y también en una fiesta que hicimos por mi cumpleaños. Mi cumpleaños es el día de Navidad, una época que siempre pasábamos en la montaña. En esa fiesta todos estaban felices menos yo. No me atreví a decirles a papá y a mamá que la fiesta era horrible, porque se habrían puesto tristes, pero la verdad es que me dolían los oídos, como cuando hace frío, y también tenía miedo, como cuando papá y yo bajábamos por las pistas negras. A mí no me quedaba más remedio que agarrarme a sus bastones. Me puse tan nerviosa que ni siquiera podía respirar. Él bajó a toda mecha y a mí, como siempre, se me pusieron los pelos de punta y no lo pasé nada bien. Menos mal que el monitor le dijo a mi padre que estaba loco y ahora me está enseñando a coger las curvas con la técnica de los champiñones: «A la izquierda, recojo champiñones; a la derecha, recojo más champiñones». Gracias al monitor, ya no hay grandes riesgos ni grandes desastres, e incluso me divierto. El monitor me quiere y, cuando alguien me quiere, yo me enamoro. Papá dice que mi nombre, Charlotte, es algo así como «gatito que maúlla». Es tierno, dulce y frágil, pero también tengo zarpas y sé emplearlas muy bien, como cuando Colin me dice que nací debajo de un puente, que papá

10


y mamá me encontraron envuelta en una manta vieja y me trajeron para casa para darme leche caliente, o como cuando me dice que soy débil como un pollito, o que mi pelo es demasiado oscuro y no como el suyo, que es dorado. Cuando pasa esto, me enfado, araño, muerdo y, en lugar de ronronear, gruño como gruñe mi perro Bibelot. Digo gruñir porque no fui capaz de hablar hasta hace más o menos un mes. Hablar hablaba, sí, pero no como el resto de las personas, así que nadie entendía nada. Papá estaba muy preocupado y me llevaba a muchos psicólogos, que me pedían que hiciese dibujos y me preguntaban muchas cosas para intentar evaluar no sé muy bien qué. Yo no entendía nada, así que me seguía enfadando cuando los demás no comprendían lo que quería decir. Esto solo era un problema cuando tenía necesidades como comer o beber. El resto del tiempo no necesitaba ayuda de nadie. A veces me apetecía soltar toda mi gritería junta porque sí, solo por el placer de observar a los mayores haciendo que me entendían. Las personas adultas no se me dan muy bien, la verdad. El único que entendía mi lenguaje era Colin, que hacía de traductor cuando la situación se les complicaba mucho a los mayores. Ahora papá está más tranquilo, me deja a mi bola y soy la única reina de un mundo que solo me pertenece a mí.

11



Colin se porta muy bien conmigo. Es muy blanquito y tiene la cara llena de pecas. En verano le salen tantas que parece una galleta con pepitas de chocolate. Es broma. Quiero mucho a mi hermano y me encanta abrazarlo. Estoy enamorada de él, y también de Manel, de Paolo y de muchos más. Lo nuestro es un amor no correspondido. Es una pena porque, en la tele, veo a enamorados que se abrazan y se dan besos en la boca y son muy felices. Yo sé que no nací debajo de un puente, pero hago como que me lo creo para tener una excusa para pelear con él. Nací porque papá y mamá se dieron un beso muy largo en la boca y eso hizo que la barriga de mamá creciese y después, en un abrir y cerrar de ojos, mamá puso en la cama un animalito que se convirtió en Charlotte. Hace unos días aprendí con más detalle lo que sucede en ese proceso: como acabo de decir, papá y mamá se besan durante un buen rato, luego papá pega su pito al chochito de mamá y de ahí sale un bebé. Eso es más o menos lo que entendí.

13


Mi hermano y yo dormimos con mi hermana Clio. Para ella soy invisible, así que puedo espiarla y llegar a la conclusión de que, en varios cientos de días, tendré por fin unas tetitas como las suyas, redondas como pelotas. También podré llevar tacones, echarme perfume a escondidas e incluso ir a las fiestas sin papá y mamá, aunque tampoco es que ellos me molesten mucho. Cuando digo que dormimos juntos, me refiero a que compartimos habitación, aunque yo no duermo siempre en el mismo lugar, sino que depende de la noche: a veces, duermo con papá y mamá; otras, en un colchón debajo de la mesa del salón; otras, en la cocina… Mi hermana se pasa el día quejándose, porque le gustaría tener unas tetas enormes y porque dice que no es guapa. Lo de las tetas es fácil de arreglar: se mete muchos calcetines debajo del sujetador y hace que crezcan a su gusto. Lo otro es distinto: incluso si tiene una cara muy bonita, el mal humor no le sienta nada bien. Nunca sonríe y, como siga así, va a acabar feísima. Debería hacer como mamá y tomar infusiones que la relajen, que le hagan brillar los ojos e incluso reír.

14




Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.