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con las patas rotas y los picos cercenados, en el caso de los pollos. Y demuestra, con esa obra, una valentía inaudita. Debo admitir que cuando lo leí era un carnívoro de tiempo completo. Sin cuestionamientos. Luego de leerlo, ante la contundencia de la evidencia, me di cuenta de que lo era porque sí, y que el libro me había devuelto la conciencia sobre mi papel frente al consumismo desaforado y el respeto a otros seres. Eso es un hecho memorable para una obra: lograr que el lector como yo abra los ojos ante una realidad que evade y piense, al menos por un momento, lo que se lleva a la boca. Ahora como mejor. No soy vegetariano aún, pero sí un consumidor consciente. Y más sano, sin duda.

Comer animales (extractos) 1. “No podemos justificar la ignorancia, sí la indiferencia. Soportamos la carga, pero también la suerte de vivir una época en la que la crítica contra la ganadería industrial va calando en la conciencia popular. Con el paso del tiempo, y con todo el derecho, se nos podrá proponer la siguiente pregunta: y ustedes, ¿qué hicieron cuando supieron la verdad sobre el hecho de comer animales?” “Hay algo especial en el hecho de comer animales que hace que las diferentes opiniones se polaricen: o nunca comemos carne, o no nos cuestionamos seriamente el tema, o nos convertimos en activistas. Estas posiciones antagónicas, al igual que el rechazo a adoptar una determinada posición, son muy reveladoras, ya que convergen para indicar que comer animales no es una cuestión banal”. “El hecho de consumir o no animales y la forma en que los consumimos provoca de todo menos indiferencia. La carne está relacionada con lo que somos y lo que queremos ser, desde el libro del Génesis hasta la última ley sobre la ganadería. La carne provoca cuestiones filosóficas significativas y representa una industria que mueve una cifra de más de 140.000 millones de dólares anuales y ocupa casi un tercio de las tierras del planeta; que modifica los ecosistemas oceánicos y podría determinar el futuro medioambiental de la tierra. Sin embargo, parece que sólo somos capaces de reflexionar de forma superficial sobre el contorno de los argumentos”. “Antaño los pollos tenían una esperanza de vida

de quince a veinte años, pero el típico pollo de hoy muere aproximadamente a las seis semanas. Su tasa de crecimiento diario se ha incrementado en un 400%”. “La mayor parte de los pollitos son destruidos mediante un proceso de succión que los conduce a través de una serie de tubos hasta depositarlos en una placa electrificada. Algunos van a parar a enormes contenedores de plástico, donde se ahogan lentamente. Otros pasan conscientes a los maceradores (astillador de madera para pollos)”. “De 1935 a 1995, el peso medio de las aves aumentó un 65 por ciento, mientras que el tiempo que tardaban en llegar al mercado se rebajó en un 60 por ciento y sus necesidades de comida en un 57 por ciento. Para tener una idea de lo radical del cambio, hay que imaginar a unos niños que llegan a pesar 136 kilos en diez años alimentándose únicamente de barritas de cereales enriquecidos con miel”.


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