Ya desnuda, esta se adentra a la tina y se permite reposar en su interior. Una de las brujas le toma la mano derecha y en un acto pequeño pero eminente, punza su dedo índice para ver correr su sangre por su mano e incorporarse poéticamente al agua de la tina. Las facciones relativamente inexpresivas de la mártir enuncian remota aflicción y desconsuelo, sentimientos enmascarados por cierta resignación y devoción.
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