Hoja Dominical - Tono 4º

Page 1

17. Siendo modestos y agradecidos, amando al Señor con todo nuestro corazón, toda nuestra mente, toda nuestra alma y toda nuestra virtud; 18. Cuidándonos de las vacilaciones y forzándonos a ser constantes y decididos; 19. Siendo astutos como serpientes, no solamente mansos como palomas; 20. Creyendo firmemente en la Palabra de Jesús, guardándola, comiendo y bebiendo en su momento del Purísimo Cuerpo y la Sagrada Sangre del Señor, remarcando lo felices que somos cuando nos hacemos merecedores de ello —porque nunca nadie habló como lo hace Jesús—, y por el hecho que nos podemos llamar amigos Suyos;

Catedral Ortodoxa  La Ascensión del Señor  29 formas de dar testimonio de Dios en nuestra vida cotidiana y demostrarle nuestro amor, confianza y devoción.

1. Glorificamos a Cristo, en primer lugar, cumpliendo con lo dictado por Él mismo: dando de comer a los hambrientos, dando de beber a los sedientos, recibiendo a los forasteros, vistiendo a los desnudos, auxiliando a los enfermos y visitando a los reclusos; 2. Creyendo, con convicción, que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida; 3. Ayunando, orando, velando, ayudando a los demás, contenerse;

21. Aconsejando bien o realizando gestos de compasión para con nuestros semejantes, en los momentos menos significantes o menos esperados, sin forzarnos en parecer corteses; esbozando una sonrisa de generosidad para con los extraños, como cuando alguien nos lastima, sin querer, al caminar por la calle;

4. Perdonando a quienes nos ofenden, alejando de nosotros el recuerdo del mal sufrido, amando a nuestro semejante (y no solamente amándole, sino permitiéndole ser tal cual es, sin pretender que cambie), bendiciendo (o al menos rechazando maldecir) a nuestros enemigos;

22. Descubriéndonos la cabeza al saludar, respondiendo con calma cuando algo se nos pregunta, como cuando alguien nos pide que le ayudemos a encontrar una dirección. Sí, son cosas pequeñas, profanas talvez, pero no triviales… en la categoría de esas que emanan abundante justicia y, en consecuencia, son agradables a Cristo;

5. Mostrándonos indulgentes y humildes de corazón, siendo pacificadores, evitando las disputas y la vanidad, manteniendo pura nuestra mente;

23. También glorificamos al Señor invitando a nuestra mesa a los más desconsiderados. No solamente a los pobres, sino, en general, a esos que no gozan de la atención y la honra de los demás. Los olvidados y marginados. Con ellos, toda nuestra gentileza, cortesía y atención; 24. Dejando de pecar, convirtiéndonos en Cristianos Verdaderos, sin importar lo que fuimos antes de despertarnos, sin importar con cuántos —y terribles— pecados nos hayamos ensuciado anteriormente el alma; 25. Escribiendo, pintando o componiendo (quienes puedan hacerlo) obras maestras. Todas han sido y son creadas solamente en el estado de los santos (San Justino: «Todo lo que los filósofos y legisladores pensaron y expresaron bellamente, lo hicieron gracias a las fracciones del Logos que había en ellos.») 26. Besando a los leprosos; cualquiera de esos excluidos, oprimidos y acusados injustamente, de quienes los pudientes, los hacendados, los opulentos y los serviles se cuidan y a quienes evitan, es un leproso digno de ser besado; 27. Rechazando despreciar a quienes sufren o andan desorientados, orando de la forma en que sepamos hacerlo, aún sin conocer a la perfección el Tipikón de oraciones (talvez ni siquiera sepamos el Padre nuestro, como en aquel relato de los tres ascetas que vivían solos en una isla, quienes, a pesar de que no sabían recitar ninguna oración, eran capaces de caminar sobre el agua); 28. No importándonos las circunstancias, acudiendo pronto al auxilio de los que sufren, de los que se han accidentado, de los infortunados; 29. Recordando siempre que en cada uno de nuestros semejantes mora el hálito de Dios, es decir, una partícula del Espíritu Divino, y comportándonos consecuentemente con los demás.

Que nadie se asuste. La anterior enumeración es sólo un ejemplo. Constantemente somos invitados a reconocernos y demostrarnos discípulos fervientes y firmes de Jesucristo. Todos tenemos la oportunidad —no sólo en ciertos y heroicos momentos— de dar testimonio de Él. Y puede que este testimonio diario, manifestado en contextos pequeños y modestos, no sea más sencillo que el otro, heroico, del cual no todos podemos participar. Es infinito el número de maneras en que le podemos demostrar a Cristo nuestro amor, confianza y devoción. Todos alabamos y glorificamos a Cristo en la medida de nuestros propios dones, fuerzas y capacidades, de acuerdo a nuestro propio estilo y por esa razón, Él tendrá piedad de nosotros. Amén. Diócesis de México Iglesia Ortodoxa en América www.ocamexico.org

6. Haciendo el bien en secreto, enfadándonos lo menos posible y evitando que el ocaso nos encuentre indispuestos; estando siempre dispuestos a perdonar y a ceder, evitando ponerle demasiada atención a las cosas del mundo y a nuestro propio cuerpo. Haciéndonos mudos y sordos cuando alguien nos insulta, parando la tentación de justificarnos cuando sentimos que tenemos la razón, rechazando juzgar a los demás (difícil, pero dignísima virtud); 7. Rechazando el miedo, considerándolo un pecado mortal y una terrible calamidad, dando siempre ejemplo de valor y coraje; 8. Recibiendo a los extraños, ayudando a los débiles, recibiendo con alegría a los servidores del Señor, evitando pedir (con una falsa piedad y astuta inteligencia) señales y milagros, rechazando tentar al Señor con peticiones ridículas, necias o atrevidas; 9. No siendo formalistas y superficiales, deteniéndonos en insignificancias, anteponiendo la letra sobre la ley. Al contrario, viendo las cosas, cada vez, con espíritu abierto y tolerante, saliendo de nosotros mismos, viéndonos, juzgándonos y apreciándonos desde afuera, tal como nos podría ver, en cualquier momento, un tercero; 10. Rechazando ser esclavos de las pasiones (para que los demonios no se burlen de nosotros), y también de los textos; 11. No dejando que el deseo de tener riquezas (porque el deseo puede nacer también en el pobre) nos domine, eludiendo poner toda nuestra confianza en las cosas de este mundo, haciéndonos de la ley de la relatividad, el principio de incertidumbre y la doctrina de inestabilidad de las cosas terrenales el triple fundamento de un reflejo instintivo, cuando quieran someternos con su resplandor; 12. Rechazando la envidia, desviando la mirada de lo que hacen nuestros semejantes, evitando los errores y caídas humanas, enfocándonos principalmente en las nuestras; 13. Rechazando pronunciar el Nombre de Dios en vano, haciendo que nuestros talentos fructifiquen, por mínimos que nos parezcan; 14. No permitiendo que las aflicciones, la persecución, las preocupaciones del mundo, los engaños del dinero y los deseos sofoquen los brotes de la Palabra en nosotros; 15. Dejando que la inocencia de la infancia impregne nuestra alma y nos sane de la seca respetabilidad, siguiendo el ejemplo de Zaqueo, quien no dudó en subir a un árbol para ver mejor a Jesús; 16. Velando, manteniéndonos despiertos, pero sin darle un gran valor a nuestra entereza, sabiendo que el espíritu es perseverante, pero el cuerpo débil, y que en cualquier instante podemos caer (¿acaso no clamó algún asceta: «Señor, sostén en tu mano a este siervo tuyo, que, si no, un día, como Judas, te traicionará»?)


Sacerdote: Paz a ti.

5º domingo después de Pentecostés

Tropario de la Resurrección - Tono 4º Coro: Las mujeres discípulas del Señor / aprendieron del Ángel las nuevas alegres de la Resurrección, / y arrojando la maldición ancestral, / anunciaron con regocijo a los Apóstoles, / La muerte ha sido derrotada, / Cristo Dios ha Resucitado, dando al mundo grande misericordia. // † Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén. Contaquio de la Resurrección - Tono 4º Coro: El Salvador y Redentor mío, siendo Dios, / ha librado a los terrestres de sus cadenas / y ha roto las puertas del infierno, / y siendo Maestro, ha resucitado al tercer día. // Diácono: Atendamos. Sacerdote: Paz a todos. Lector: Y a tu espíritu. Diácono: Sabiduría. Lector: PROQUÍMENO en el Tono 4º Verso: Oh Señor, / cuán grandes son tus obras; / con sabiduría, / las has hecho todas. // Coro: Oh Señor, / cuán grandes son tus obras; / con sabiduría, / las has hecho todas. // Verso: Bendice, alma mía al Señor, Señor Dios mío, mucho te has engrandecido. Coro: Oh Señor, / cuán grandes son tus obras; / con sabiduría, / las has hecho todas. // Verso: Oh Señor, / cuán grandes son tus obras. // Coro: Con sabiduría, / las has hecho todas. // Diácono: Sabiduría.

L

ECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS. (Romanos. 10: 1 – 10) Diácono: Atendamos.

Hermanos: El anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es por su salvación. Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo para la justicia, a todo aquel que cree. Porque Moisés describe la justicia que es por la ley: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas. Más la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿Quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Mas ¿Qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: Que si confesaras con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeras en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para la salvación.

Lector: Y a tu espíritu. Diácono: Sabiduría. Lector: ALELUYA, en el Tono 4º Coro: Aleluya. Aleluya. Aleluya. Lector: Cíñete y prospera, y reina a causa de la verdad y mansedumbre y justicia. Coro: Aleluya. Aleluya. Aleluya. Verso: Has amado la justicia y odiado la iniquidad. Coro: Aleluya. Aleluya. Aleluya. Diácono: Sabiduría. Estemos de pie, escuchemos el Santo Evangelio. Sacerdote: Paz a todos. Coro: Y a tu espíritu.

+L ECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO. (Mateo 8: 28 – 9: 1)

Coro: Gloria a Ti, Señor, Gloria a Ti. Sacerdote: Atendamos.

En aquel tiempo: Jesús llegó a la otra orilla, a la tierra de los gadarenos, y vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino. Y clamando le decían: ¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido hasta aquí para atormentarnos antes de tiempo? Estaba comiendo lejos de ellos una piara de cerdos. Y los demonios le rogaron diciendo: Si nos hechas fuera, permítenos ir a aquella piara de cerdos. Él les dijo: «Vayan». Y ellos salieron, y se fueron directo a la piara de cerdos; y he aquí, todos los cerdos se precipitaron en el mar por un despeñadero, y perecieron en las aguas. Y los que los apacentaban huyeron, y yendo a la ciudad ellos, contaron todas esas cosas, y lo que había pasado con los endemoniados. Y toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y cuando lo vieron, le rogaron que se fuera de ese lugar. Entonces, subiendo Jesús en la barca, pasó al otro lado y fue a su ciudad. Coro: Gloria a Ti, Señor, Gloria a Ti.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.