encuentros y 5 recorridos
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7 encuentros y 5 recorridos
Primera Edición
Colectivo Penitente
Representante: Marino Ariza
Dirección general: Natalia Vasco Liscano
Investigación y codirección del laboratorio: Federico Bautista Forero
Producción general: Laura Valentina Báez
Asistente de producción: Mariana Pedraza
© Todos los derechos reservados
Arteria Local 2022
Ciudad Creadora: Beca para el fomento y la consolidación de laboratorios creativos en Bogotá. Programa Distrital de Estímulos de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte.
Textos
Daniel C. Guerrero
Daniel Santos
Ian Reyes Ismael Machecha Lucía Staaden María Alejandra Arteaga María Camila Forero
Stephanie Barbosa Santiago Salazar Fotografías Marino Ariza
Tribu Arte Visual Secretaria de Cultura, Recreación y Deporte
Diseño
Trébol rojo +57 321 2231275
Bogotá, Colombia
Índice
Sobre Colectivo Penitente
Investigaciones
Experiencias sensorioespirituales bogotanas
Cuerpo espacio
El colono frustado
Vera Díaz Ismael Machecha Daniel C. Guerrero
Me gusta ver las palomas volar y las monjas correr
Daniel Santos
Prólogo 6 12 14
Introducción
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Relocal: yo, mi cuerpo y la ciudad
Relocal Yo mortal herida
Vidas vagas y bundas
Isabela Velásquez P. Santiago Salazar Stephanie Barbosa Lucía Staaden
Vacío sobre cuerpo
Ian Reyes María Alejandra Arteaga
No cruces la pierna
56 60 68 74 78 82
Prólogo
En ti me reconozco, reconozco mis días y mis incertidumbres, y mis precariedades, y ese algodón de dulce que llaman alegría, y los días futuros, (que quizá ya no existan).
Mosaico de zaguanes y de tardes rosadas, y de calles mezquinas que exhiben sus colores, ávida y estruendosa con las fauces heridas.
-Piedad Bonnett
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Por: Natalia Vasco Liscano
El cuerpo no está vacío. Está lleno de otros cuerpos, de miradas, de recorridos, de memorias y de territorios.
El cuerpo se extiende, se comprende y se retiene. No existe ni puede haber un cuerpo sin otros cuerpos. Sin preguntarse por los contenedores y lo que contienen.
El cuerpo es un dibujo, un bordado, una silla vacía. Es una serie de reglas irrompibles que buscan ser corrompidas en todo momento. El cuerpo es una mirada hacia arriba, hacia el horizonte y hacia el suelo. Todo el tiempo siente, todo el tiempo piensa. Percibe los olores, los sonidos, la textura de las hierbas y la temperatura de las mañanas.
El cuerpo es un territorio que se extiende a lo largo de él, sobre él y entre él.
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El territorio es un cuerpo que se extiende a lo largo de él, sobre él, entre él y a pesar de él mismo.
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¿Qué tenemos realmente si no un cuerpo? Los cuer pos estamos situados sobre un espacio y sobre él se extienden estructuras sociales, dinámicas de poder y sistemas de creencias. Por ello, difícilmente podría mos describir a un territorio como neutro. Más que el territorio como una criatura pasiva, eso a lo que po dríamos llamar lo “local” se ha convertido en un en tramado infinito de elementos -de otros- que tienen su potencia en sí mismos. Esta sensación de unidad la ha desbordado un territorio que se transforma y aún así permanece. Hablamos entonces de un territorio que se vuelve esencialmente relacional.
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Es aquí donde aparece el cuerpo como contenedor de dichas rela ciones. El sujeto se descubre a sí mismo como relacional, en el que el afuera no es más que aquello que se encuentra adentro. “El afuera aún cuando está muy muy cerca, es siempre lo que está más allá de un límite. Pero en sí, tenemos el afuera en el corazón, en el cuerpo. El afuera está aquí.” (Derrida, 1999). Así, las piezas de este territorio se intercambian, se conectan y encuentran un límite en los cuerpos que lo habitan. La diversidad de territorios que nos contienen, dispa res y múltiples, se resuelven en el cuerpo como el único consuelo de aquello que es evanescente.
El cuerpo se deshace y recomienza en el territorio.
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Introducción
Arteria Local es un laboratorio de investigación/crea ción para las artes y el segundo programa de investi gación artística desarrollado por Colectivo Penitente. Por medio de una serie de recorridos y talleres en las localidades de Los Mártires, Santa Fe y La Candela ria; Arteria Local es un espacio para la exploración y reflexión acerca de las nociones de cuerpo y territorio.
A lo largo del laboratorio, se realizaron siete recorri dos guiados por diferentes agentes culturales de la ciudad en donde se articularon diversas disciplinas y metodologías alrededor del cuerpo. Cada encuentro permitió establecer diálogos críticos sobre las for mas de relacionamiento con el centro de la ciudad, reconociendo la influencia que tiene el territorio en la construcción de un cuerpo. Fue así como los diez artistas residentes de Arteria Local desarrollaron su propia pregunta de investigación desde la apropiación del territorio por medio de la práctica artística.
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Desde un enfoque territorial, Arteria Local le apues ta a generar nuevas prácticas artísticas así como me todologías para la investigación y la creación. El arte, como disciplina esencialmente relacional, debe en contrar hogar en las necesidades propias del contex to en el que se realiza, teniendo en cuenta lo local como fuente y punto de partida. Reflexionar sobre el entorno de la ciudad requiere entonces de fortalecer las formas de ejercer ciudadanía, reconociendo el territorio desde las múltiples manifestaciones que tiene el cuerpo en lo individual y colectivo.
“7 encuentros y 5 recorridos” recoge las investigacio nes que realizaron los artistas residentes durante el proceso de Arteria Local.
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Sobre Colectivo Penitente
Colectivo Penitente es un colectivo interdisciplinar de arte dedicado a la creación artística, a la curaduría y a la investigación artística y cultural. Desde su creación en el 2020, Penitente ha generado diferentes procesos de creación y visibilización para la práctica artística así como residencias de investigación y formación para las artes.
Conformado por artistas visuales y escénicos, Colec tivo Penitente le apuesta a la convergencia de saberes y a lo interdisplinar como metodología y fuente para la elaboración de procesos creativos.
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2022
Arteria Local.
Residencia de investigación artística. Proyecto ganador de Ciudad Creadora: Beca para el fomento y la consolidación de laboratorios creativos en Bogotá de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte.
2021
Ser cuerpo, Hacerse imagen. Residencia de investigación artística.
Proyecto ganador de la beca Jóvenes en Movimiento del Ministerio de Cultura.
2021
Acercamiento performático alrededor del concepto de abandono. Serie audiovisual de videodanza.
Proyecto ganador del portafolio de estímulos del Ministerio de Cultura.
2021
Proyección de Nereidas en el marco del XX Festival de Danza en la Ciudad. Videodanza.
2021
2020
Festival para las artes Intercadente. Curaduría en Espacio 64. Nereidas.
Performance telemático de improvisación audiovisual y escénica en vivo.
2020
El gen de mi ancestro.
Serie audiovisual de videodanza para proyecto ganador del portafolio de estímulos de Tocancipá.
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Experiencias sensorioespirituales bogotanas
Por: Vera Díaz
DEL TESTIGO AL MUSGO
Al caminar por el centro de Bogotá me sentí agobia da por la cantidad de cosas que desconocía. Me sentí como una extranjera en mi propio país, en mi propia ciudad. Y es que Bogotá parece ser cinco ciudades dife rentes. En efecto el centro y el norte no parecen parte de la misma ciudad: la disposición orgánica del centro no permea las periferias citadinas, estas tienen una disposición impuesta por lo que cualquier norteño se siente agobiado ante el caótico y orgánico centro.
Como podemos ver la oposición entre lo impuesto y lo orgánico está en la misma composición de Bogotá como ciudad.
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Esto mismo encontramos cuan do observamos el centro con una lupa. Encontramos dinámi cas sociales orgánicas y arbitra rias a la vez que imposiciones y separaciones artificiales.
Al caminar por el centro de Bogotá un observador cual quiera puede notar que existen cosas que conviven conflicti
vamente en el espacio: tanto el caminante como el habitante buscan abrirse un espacio. Lo notan no solo porque lo ven sino porque inmediatamente se ven inmersos en el conflicto: solo al entrar en el ambiente este nos obliga a participar de sus dinámicas. En medio de ese conflicto hay cosas que luchan solamente por existir, las cosas pequeñas e indefensas que suelen pasar desapercibidas. Lo que llama la atención del panorama suele ser lo grande: el conflicto y el ruido, las ten siones generales que se forman diariamente y que acaparan todo el espacio. Esto puede resultar abrumador para el vi sitante primerizo, como fue mi caso. Esta sensación me llevó a observar con detenimiento el piso, las paredes, las mediane ras, las grietas entre los ladri llos y entre las baldosas.
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Es en estos lugares que nos encontramos los seres invisibles. Todos aquellos seres marginales vivimos entre las ranuras. Me considero uno de esos seres en tanto a mi también me han pisoteado.
Sin embargo, sería hipócrita decir que yo no he sido también el pie que pisa. Comprender eso fue quizás lo que hizo de mi experiencia como observadora algo traumático, en un principio, y catártico eventualmente.
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Fue por eso por lo que no pude sino concentrar mi atención en seres no humanos, porque no me siento capaz de ver al otro dignamente desde mi posición. Considero que para darle un lugar digno al otro debo reco nocerlo como mi igual y yo a mis iguales no los miro, mirarlos se sentiría como una pequeña muestra de poder. Le tengo un miedo profundo a ese poder.
En todo caso decido apartarme, recluirme en lo invisible y lo inhumano y observar con ojos compasivos lo que pasa desde la distancia.
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CUATRO POEMAS A LO INADVERTIDO
1. Tan rota que te rompe el alma
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Y si las grietas si me escon dieran siem pre que las mi ro me volve ría un pedacito de pas to como los que me miran salu dan cuando camino cerca de las puertas las esquinas de es ta ciu dad ro ta tan ro ta que te rom pe el al ma
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2. Ser hierba
El cemento, el plástico, la basura, los orines industriosos, citadinos se mezclan con madera, hojas, aire, tierra.
Nos recuerdan que no son tan diferentes, que venimos todos del mismo lado.
Quiero imaginar que a mi también me sale maleza por entre las ranuras que hay entre cada uno de los ladrillos de un edificio o las láminas o las baldosas del piso del cementerio o de la séptima.
Maleza que se niega a abandonar el mundo.
Maleza que nos mira quieta, callada y nos hace pensar si cada cosa es solo Una cosa.
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3. La Gente
Todos estos nombres son un recuerdo constante de nuestra pequeñez.
Todas las cabezas orientadas hacia algún lado.
Todas las insignias.
Y sin embargo caminamos con afán porque cada vuelta importa cada informe cada factura
Caminar, caminar para ver que todo es mucho más grande que yo
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4. Plegaria del piso
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(zapatea tres veces y extiéndete sobre el piso)
Oh, señor omnisciente, que a todos nos conoces las suelas de los pies.
oh, señor omnipresente, que toco todos los días al menos una sola vez
¿Qué me has dado, oh tu, entidad, para que te tenga tanta fé?
Del piso no se pasa confianza constancia resguardo:
Dame un lugar donde extender mi cuerpo.
Amigo confiable, guárdame siempre.
(hablan los pies) wushh-plom
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Cuerpo espacio
Por: Ismael Machecha
Y entonces habitar el cuerpo en el espacio el cuerpo de otro en el espacio nuestro porque el cuerpo deja marcas y las marcas son imágenes fuera de contexto en un lugar pero no en el mismo momento ¿o sí?
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me puedo imaginar ese momento pero no lo habito habito la imagen y el difuso el contexto hay un mensaje, el medio es el espacio yo recibo lo que la imagen, la marca dejó en el espacio y ha madurado y ha pasado el tiempo ya es independiente pero responde a un suceso una intención de identificación con el espacio ¿apropiación del espacio? estuve aquí estoy aquí quiero que vean que estuve aquí aquí no será aquí cuando esté allá aquí no será aquí cuando no esté aquí pero mi marca sí será y lo será por mí mi marca convive conmigo convivió conmigo mucho tiempo convivirá, pero no, nunca como hoy lo hace
ahora la marca vive por sí misma, ha sido liberada observada interpretada descontextualizada mal interpretada.
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lo mío es mío y sacarlo de mí salir a la calle y compartir mi imagen mía mi presencia, mi energía salirme de mí e ir al espacio que múltiples habitamos salirme de mi obligar al otro no es obligar es ofrecer al otro mi yo un fragmento un pedacito que en la intención o no ha creado un movimiento, una imagen
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Bajo la lluvia y la noche reposan se asolean y se ensucian bajo la indiferencia y lo malmirado de la ciudad reposan se asoman a veces en la esquina del ojo o aparecen descaradamente y te miran de frente atrevidamente manchan la fachada de lo privado en lo público gritan y susurran en la noche se escurren y mueven por el día el sol cambia sus propiedades algún loco desapercibido mira atento intenta, descifra descifrar aquello indescifrable una marca del ser es mi nombre mi apodo mi apellido es la marca y el tiempo dialogando en el espacio y la marca envejece se hace se hace a ella misma a través de la interpretación misma de cada individuo como si le proveyera de verdad verdad absoluta verdad finita e íntima.
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Las unas se pelean con las otras por lucha de espacio como una dominación del contexto
Se trepan una encima de otra, buscan espacios contiguos vacíos como un hongo se propagan
A veces patrocinadas
Casi siempre desapercibidas
La saturación las invisibiliza
A veces patrocinadas también por el rechazo, por la eliminación de estas.
Con un aspecto más sombrío se aproximan los cuerpos en la noche Como sonámbulos sus recorridos caminan Se tambalean corrugados en la espalda De negro chaquetas visten Miran con desconfianza y esperan causar lo mismo o al menos un poco de incertidumbre/miedo
Con recelo se miran y no miran los cuerpos
Agitados en ritmo se repelen Se cuestionan y desconfían de sus presencias El ámbito ayuda Lo ruidoso Lo smoguiento
Abandonada e ignorada está la salud del espacio
La basura se posa en el espacio
La basura es dueña de este Sonrisas, corazones veo Muchos ojos Animalitos
Figuritas con personalidad veo Sobre todo firmas ininteligibles veo Eso sí, alguna idea sí que capto creo
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Yo encima
Yo antes que todo
Por encima unas de otras y groseramente se extienden marcas
Por encima en lo vertical grita una pelea de Yos
De imágenes que dialogan no, ¡Gritan!
Se pelean y jalonean lo visible
Pesados restos de concreto esperan Olvidados
El charco lo evidente
El olvido
La ruina del vestigio Los pedazos de lo incompleto La luz lo ilumina, expone esto Eterna sombra le esconde Es la sombra la ignorancia el rechazo No querer hacerse cargo de la ruina Un vestigio de idea De ciudad A veces siento que respetan algunas verticales Ellos
Porque yo no hago eso Es Grosero egocéntrico atrevido
¿Quién proyectó ese muro? ¿Quién lo pintó? ¿Quién pagó por ambas cosas? ¿¿¿Alguien piensa en esto antes de si??? -yo lo hago Seguramente, pero desde una torre de infinitos muros blancos, seguro bauhausianos Esta torre siempre blanca Siempre lisa Ya ha sido manchada por algún bruto De inmediato se remienda Se manda a pintar con un blanco más blanco
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De seguro es la marca tapada por otra marca que hace algún otro bruto
Pero ¿alguien quiere pensar en los brutos?
-sí, yo, pero desde mi alta torre bauhausiana. Marca busca ser vista no ignorada espera tímida que alguien la mire reconozca, valide, que allí está, existe
la amargura del ser ignorado
el deseo de ser visto reconocido entendido
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En absoluta abstracción
El resultado de una íntima búsqueda: es impresa en el muro Mírame existo sobre este plano existo Mírame porque estoy Entre muchas marcas busco reconocimiento Busco aliento Busco que me busquen Sin ombligo me alimento del sol También de la amargura gris de la ciudad Le ofrezco un poco de color La ciudad me corroe como también al cuerpo
Me abrigo me tapo me arropo a mí mismo me escondo en mí me cubro
cobija invisible evita que sea vulnerado por la merced del otro corro poquito acelero el paso yo soy espacio y el vacío no es vacío está lleno de intenciones de cuerpos que no están que perduran.
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EL COLONO FRUSTRADO
Por: Daniel C. Guerrero
Siempre me ha sido difícil identificarme con Bogotá, me siento rechazado por la ciudad o quizás soy yo quien siente rechazo por ella. Siempre me he preguntado que es eso que me hace sentir que no pertenezco aquí.
Al iniciar este proceso de investigación escribí un texto acerca del cansancio de vivir aquí, y es que no es extraño encontrarse con cientos de caras largas, cuerpos descuidados y ojos agotados en el día a día bogotano. Escribía acerca de la rutina de la ciudad, una ciudad que siempre se mueve de la misma manera, una ciudad a la que le faltan las sorpresas: ya se sabe que en las mañanas la 7ma va a estar colapsada, que un sábado es mejor prepararse para pasar todo el día en el tráfico, que toca estar revisando que a uno no le hayan sacado la billetera y el celular en un momento de descuido, que Bogotá está a dos horas de Bogo tá, que las calles van a estar llenas de polvo, que en el día vamos a respirar más humo que aire y muchas cosas más que hacen parte de esta rutina. Una rutina que desgasta, que agota, que aburre, pero que aún así replicamos y aún así entramos en sus dinámicas.
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que por eso es tan desgastante vivir aquí?
37 ¿Será
¿Será que quizás Bogotá no quiere ser habitada?
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A veces eso pareciera, porque todo intento por embellecer la termina en una ruina más, una de las tantas ruinas de la ciudad. Y es que no es solo que haya grandes estructuras aban donadas, que haya lugares que en algún momento fueron ha bitados y por alguna razón aho ra están desiertos, no es que las ruinas las habite la soledad y el olvido. Las ruinas de Bogotá es tán en nuestra cotidianidad, van desde las baldosas rotas que apenas pisamos nos escupen agua, hasta los cables enreda dos en los postes de luz y que de vez en cuando están rotos y caen al piso, las ruinas de la
ciudad son las paredes con pin tura cayéndose de a poco o con retazos de papel que en algún momento constituyeron alguna propaganda, son los huecos en los andenes y en las calles, los pequeños estancamientos de aguas lluvia, son los rayones en las paredes que intentan ser letras de alguna palabra y los grafitis vulgares, son el polvo y la arena que pisamos y respiramos, son el óxido de las rejas, puertas y ventanas, son las basuras y basuritas, son los olores a orina.
Bogotá es un intento de ciudad que se esfuerza por dejar de ser ciudad
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Intenta hacer crecer el verde y destruir el gris, sin em bargo, nosotros nos esforzamos en intentar mantener este gris y meterle un poquito de color. Pero se nos ve desgastados en el intento de colonizar este territorio que está cansado de ser colonizado. Y es que a estos territorios feos y destruidos no los dejamos morir, a la ciudad no la dejamos morir, habitamos estos lugares llenos de ruina y les metemos comercio, música fuerte, luces, intentamos inyectarles vida. Es en este intento desesperado que se nos ha ido pegando la suciedad de la ciudad, se nos ve en el cuerpo, en el movimiento, intentamos parecer estas personas elegantes, impor tantes, sacamos el pecho y miramos al frente con la espalda caída y nuestros ojos a medio abrir. Es realmen te frustrante intentar hacer vivir a quién no quiere, es realmente frustrante que la ciudad no sé deje moldear, que insista e insista en no querer seguir. Y, sin embargo, encontramos la belleza en su ser moribundo y nos revolcamos entre su podredumbre con orgullo. ¿Cómo más se explica vivir entre el óxido, los vidrios rotos y las paredes caídas?
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Otro signo de esto es el ave in signia de la ciudad, no el águila negra de su escudo (un legado de nuestros padres colonos), si no la paloma. La paloma rige sobre la ciudad, casi en cada esquina se pude encontrar una o más. La paloma bogotana, no es representativa de conceptos bellos como la paz; la paloma bogotana, en su esplendor gris y con sus talones malformados y/o maltratados, representa suciedad y peste, son conocidas por comer de todo y por ser portadoras de varias enfer
medades. A pesar de todo, la foto típica bogotana es en la plaza de Bolívar (la plaza más importante de la ciudad)junto a las palomas, el plan típico bogotano es comprar maíz o arroz para darle de comer a las palomas y lo mas seguro es que en algún momento en la vida de un bogotano una paloma deposite sobre este sus heces. Cómo sería tomarse fotos entre las ratas neoyorkinas o darle de comer a las cucarachas de Nueva Orleans.
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La ciudad nos va consumiendo poco a poco, nos em pezamos a volver ruinas de esta ciudad también, nos consume el mal genio, la desconfianza, el agotamien to, el cansancio, nuestras ropas comienzan a verse desgastadas, sucias, nuestras caras se van tornando cada vez más grises y dolientes. Queremos salir de aquí, pero nos amarra el querer seguir los pasos de nuestros padres, los primeros habitantes, los colonos, queremos que la ciudad se rinda ante nuestra pre sencia y colonizarla nosotros también, y en no querer dejarla morir, en no querer dejarla desgastarse y con sumirse, le dejamos consumirnos. Estamos orgullosos de habitar entre basuras. Y junto a nosotros, también las nuevas construcciones y proyectos van cayendo entre las ruinas, poco a poco aparecen los vidrios rotos y los garabatos, aparecen los adoquines sueltos y los óxidos, van apareciendo las señales de desgaste, las señales de bienvenida al territorio bogotano.
Por último, una observación, ¿cómo se ve el cuerpo bogotano? A pesar de que a la gente le gusta distin guirse de entre los demás, y de que a la gente de un estatus socioeconómico alto no les gusta ser juntados con los del común, hay unos rasgos claros:
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La joroba o giba, todo bogotano la tiene, teorizo que a causa del tedio o quizás del cansancio que se acumula con los años.
La mirada busca el cielo, como si buscaran el sol, para que les entren los poquitos rayos de luz que caen.
Los ojos pequeños, no quiero decir que sean pequeños de por sí, pero siempre están entrecerrados.
La postura del colono, sacan pecho e intentan tener una postura fuerte, pero al final la giba y los ojitos los delatan.
El cuerpo bogotano es el cuerpo de un colono a medio hacer (o en ruinas), da esta imagen de que no se va a dejar derrotar sin darse cuenta de que ya está derrotado.
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Me gusta ver las palomas volar y las monjas correr
Por: Daniel Santos
Hoy la Plaza de Bolívar estaba cerrada con rejas. Las únicas que entraban y salían eran las palomas que nos miraban a nosotrxs humanxs, con repulsividad desde su fiesta privada.
Las calles del centro de Bogotá son un inmenso párrafo repleto de puntos y comas; donde los cuerpos corren y se pausan por el temor a pisar blando. El constante temor a lo inestable de caminar y pisar una cáscara de banano o mierda. O el temor a pisar un adoquín suelto e inundarse.
También son puntos seguidos los golpes metálicos de las ollas colgadas en las puertas de los almacenes de San Victorino que se mueven con el viento. Las mone das que se caen al suelo. Las latas que se patean. Y las campanas de los carritos de Cream Helado.
No hay puntos finales ni puntos suspensivos. No hay silencio. Solo un párrafo infinito que se lee a gritos en una lucha de perifoneos.
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DIEZ Y CINCUENTA Y TRES.
Esa mañana andaba contando mis pasos uno a uno, de uno a cien, intentando seguir una línea continua con mis bo tas _-_-_-_-_- prolongándola hasta la infinitud finita de estos andenes grises, hasta donde los bolardos y las paredes y los postes y las bancas y las palo mas y las canecas y las ancianas y las sombras de esta calle me lo permitieran.
Conté once centenas y dos décimas y llegué en veintisiete minutos a la tercera con vein tidós, me detuve detrás del segundo paradero porque sabía que pensabas que vendría en el bus dieciochotres, pero llegué doce minutos tarde y llevaba ya tres minutos con cuarenta y seis segundos viendo tus largos rizos desde atrás.
Dudé mucho tiempo en si debía acercarme o salir huyendo de
ahí. Pensaba en lo mal que me sentiría si al pasar el tiempo te dabas cuenta que nunca llegué, mirarías a ambos lados y enton ces tendrías que cruzar la calle para regresar a tu casa con las manos vacías, sin enterarte jamás de los juicios aritméti cos que tuve que planear para llegar hasta allí, a dos metros detrás de ti.
Pensé en el viejo truco de la mo neda, ¿cara o sello? si sale cara, me quedo, si sale sello, me voy y no te vuelvo a hablar nunca jamás de los jamases. Además nadie sabía que estaba allí, sería mi pe queño secreto. Somos personas, es divertido tener secretos. Lancé la moneda al cielo con toda la fuerza que mi pulgar me permitió, y cuando cayó al suelo: Sello
La recogí y la guardé rápidamente en ese pequeño
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bolsillo que tienen los pantalones en la parte anterior dentro de otro bolsillo, ese bolsillito especialmente diseñado para guardar monedas, todxs lo sabemos, aunque nun ca lo usemos.
Y entonces moví mi pie derecho en dirección al sur con toda la intención de huir rápidamente. Pero a los dos pasos recordé que la moneda era falsa, la había encontrado hace unos días so bre la baranda de las escaleras de mi edificio. Era una de esas de doscientos viejas, pero era dorada. Y pensé, ¿Qué tan apro piado serí dejarlo esperando por mi sabiendo que la razón de mi escape era falsa? No sé.
Toqué tu hombro y cuando me miraste, sacudí mi mano saludando. Te levantaste y ca minamos en silencio debajo de
la sombra de los árboles. Casi tocabas sus ramas. Casi tocabas el cielo con tus rizos.
Bajamos dos calles abajo al lugar que me habías dicho antes, y subimos la mirada arriba hacia las nubes, hacia la nebulosa que prometiste y presumías tuya. Su bíamos abajo y bajábamos arriba.
Llegamos a la pared amarilla con puerta roja, y yo corrí, mirando el suelo, mirando el cielo en el suelo (sielo) y entré rápidamen te sin cerciorarme de que tu ya habías entrado por la puerta de atrás. Subíamos abajo y bajába mos arriba. Primero abajo que arriba. Tú abajo y yo arriba
Y solo cerré los ojos adentro por que no quería saber con lo que me iba a topar allí. Apreté dema siado los ojos que me creí incapaz de volver a ver. te. verte de nuevo. No creo soportarlo otra vez, no creo soportarte otra vez.
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Treinta mil pesos, veintitrés minutos, mil coma tres cero cuatro tres cuatro siete ocho dos seis cero ocho seis nueve cinco siete pesos por minuto.
Pero a las nueve y cincuenta y ocho minutos de la noche de hoy recordé que esta historia es falsa. No sé.
Aún tengo la misma moneda en el bolsillo.
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48 IDOLATRÍA.
La mirada hacia el techo.
La música de un órgano falso anuncia el inicio de una liturgia, pero yo no sé si debo levantarme.
La túnica de San Antonio de Padua, quién me mira directo a los ojos, no es negra, es azul.
Muestra señor tu misericordia.
Unas rosas a los pies de la virgen con el niño, y bajo ellas una ciudad
completa hecha de cartón (con carros y todo).
La iglesia, de esperarse, en la cima sobre todo.
Y abajo una maqueta de la hacienda La Negrita.
Una monja sale corriendo por la puerta de la Sacristía Mayor.
Todas las puertas entreabiertas. Tentación.
Donación para la restacuración de la virgen del Carmen gracias.
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Capilla de oración, por favor conservar el silencio y afuera Bad Bunny en un carro de churros.
La virgen de la medalla milagrosa, el aceite milagroso de coca y mari huana. Confieso que pensé en un pene cuando entré al Templo de San Agustín. Y en las sillas hay una imagen de Forrest Gump.
En el Cementerio Central le quiero hacer una plegaria a Leo Kopp. Y cuando nadie me ve, me acerco y le hago mis confesiones al oído derecho para que no las escuche.
Junto a un mausoleo hay un pequeño jardín con una fuente en el centro. La fuente tiene el nombre de Clarita Santos.
La fuente no tiene agua y yo tengo sed.
Tú, milagrosamente líquida, profundamente imperturbable pero caóti camente turbulenta, hundida en una tormenta de murmullos, insopor tablemente interna, inconmensurable pero repleta de la maravilla de la vida. Deseamos tu anisada omnipresencia. Te confieso mis secretos y me respondes de vuelta susurrando al oído. Me permites consumir tu cuerpo, que es el mío. Y le das vida a la palabra que susurro en el odio de Leo Kopp. Y de alguien más. Tú, la omnipotencia del beso y el deseo. La sed en esta fuente y en mi boca. ¿Cómo pronunciar tu cuerpo si lo tengo en la punta de la lengua? Solo queda tragarme las palabras. Ojalá esta fuente fuera tuya y me escupieras, o por lo menos me con taras un chisme.
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Jesús es travesti porque ya no se llama Jesús, se llama Margarita. Que antojos de una margarita.
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52 CONFESIONARIO.
Me gusta desayunar cereal. Me gusta el jugo de naranja y el café sin azúcar. Me gusta caminar bajo el sol de la mañana. Me gusta bailar solo en la sala de mi casa pero también me gusta bailar en pareja en la sala de mi casa. Me gustan los abrazos largos. Me gustan los besos en la comisura de los labios. Me gusta correr solo en las noches. Me gusta ver documentales sobre astrofísica así no los entienda. Me gusta Neptuno y me gusta Plutón. Me gusta lo oculto. Me gusta tomar a alguien de la mano y decirle cuánto le quiero. Me gusta pintar con las manos y masticar trozos de papel. Me gusta acampar en pareja. Me gusta pararme por horas a ver cómo corre el agua de un río. Me gusta aplastar hojas secas con los pies. Me gusta ponerme muchas capas de ropa. Me gustan las perlas. Me gustan las esmeraldas y las turmalinas negras. Me gusta la mú sica triste y lenta pero también me gusta la música pesada y ruidosa. Me gusta estar en silencio. Me gustan las películas de terror y las que me hacen llorar. Me gusta llorar. Me gusta tomar vino en un parque con la persona que quiero. Me gustan las drogas pesadas. Me gusta la ropa ancha pero también me gusta la ropa apretada. Me gustan las piernas de las personas. Me gustan las manos de las personas. Me gusta el ruido de la ciudad aunque no lo soporte por mu cho tiempo. Me gusta perderme. Me gusta caminar distancias muy largas. Me gusta escuchar los secretos de las personas. Me gusta escuchar los pequeños rituales de las personas. Me gusta pedirle a los niños que me expliquen sus juegos. Me gusta como se ve el negro con el azul y el rojo con el blanco. Me gusta la astrología aunque no crea en el horóscopo. Me gusta hacer listas de cosas sin ningún fin. Me gustan los peces. Me gustan las plantas y las flores. Me gustan las margaritas. Me gustan las astromelias y las rosas amarillas y rosadas. Me gusta escribirle poemas a la gente aunque nunca sepan de su existencia. Me gusta mantener correspondencia secreta con algunas personas. Me gusta dibujar plantas feas y tomar fotos borrosas. Me gustan los helados que no tienen mucho sabor. Me gusta cortarme el cabello yo mismo. Me gusta pintarle el cabello a otros yo misma. Me gusta cambiar de pronombres. Me gustan las sorpresas. Me gustan los anillos.
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Me gustan los zapatos pesados con plataforma. Me gustan las medias de colores. Me gustan los animales con patas cortas. Me gustan las cabras y las libélulas. Me gustan las abejas. Me gustan los dinosaurios. Me gustan las baldosas con diseños de colores. Me gusta tocar el piano aunque ya ni me acuerde. Me gusta Chopin y Satie. Me gusta el reggaetón hecho por mujeres. Me gustan las velas aromáticas de vainilla. Me gusta coleccionar piedras y pequeños objetos rojos. Me gustan los gestos más simples en las pinturas. Me gusta que me hagan preguntas y no tener respuestas. Me gusta pregun tar y que me inventen respuestas. Me gusta inventar historias en colectivo. Me gusta que me escriban cartas. Me gusta leer en voz alta. Me gusta contar chismes y mirar fotos viejas. Me gusta acostarme en el pasto a tomar el sol aunque me de alergia. Me gusta el chocolate. Me gusta que me den besos con mucha saliva y me escupan en la boca.
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Me gusta que me tomen de la cintura con fuerza y me manoseen las piernas. Me gustan los vellos de las personas. Me gusta morder. Me gusta dormir arrunchado. Me gusta entrar a las iglesias y ver las caras de las personas. Me gusta lo sagrado. Me gusta ver monjas correr. Me gusta lo profano. Me gusta emborracharme en las casas. Me gusta cocinar brócoli. Me gusta hablar con la luna. Me gusta hablar con los animales. Me gusta callar con las personas que no conozco. Me gusta entrecerrar los ojos y ver cómo se combinan las luces y las sombras. Me gusta bañarme por horas. Me gusta mojarme bajo la lluvia. Me gusta el agua. Me gusta ver ancia nos tomarse de la mano. Me gusta ver vacas y caballos en la carretera. Me gustan las casas chiquitas. Me gusta incomodar pero también me gusta hacer sentir cómodas a las personas. Me gustan los brindis y me gustan las gracias. Gracias.
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RELOCAL
YO, MI CUERPO Y LA CIUDAD Pensamientos finales
Por: Isabel Velásquez P.
Por estos días me he vuelto amiga del espacio. Este, el siempre presente, pero también obviado, nos atraviesa y determina de todas muchas maneras. Mis ojos fingen no verle, pero mi cuerpa sabe que sin él no sería, no seríamos.
Además del evidente espacio que nos rodea, nos vemos atravesados por nuestros propios contextos y experiencias.
¿Qué me atraviesa a mí? Mi diáspora familiar, pro veniente de varias ciudades de Colombia; mi genea logía de mujeres, mi raíz: desde Francy, hasta Sandra, pasando por Blanca y llegando a Isabela. También me atraviesa lo más cotidiano y común: mis conversacio nes, preguntas, formas de vestir, formas de observar.
Mi historia me atañe, pero también todo lo que se encuentra alrededor y va determinando cada paso y decisión que doy.
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Veo mi cuerpo como un espa cio articulado con otro gran espacio… en este caso Bogotá
Yo, Isabela. En esta ciudad fría, con grandes montañas, gentri ficada, llena de contrastes, co lores, rebusque, afán y ruido… deambulo, observo y distingo las fronteras invisibles entre el yo y el otro. Fronteras entre Bogotá sur, centro y norte.
Me cuestiono sobre eso qué nos atraviesa sin trascendentalismo también. Lo sencillo, lo no pretencioso. Todo lo que puede ser banal, obsoleto, informal, burdo y extra. Y así mismo, me cuestiono por esta ciudad. Lo que la hace histórica, religiosa y en guerra; pero tam bién geométrica, compleja, poética y transitada
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Decido entonces, habitar. Decido bailar y moverme desde la honestidad. Durante el camino entiendo que el cuerpo en escena no es un cuerpo fuera de lo coti diano, es espontáneo y fugaz, como la misma ciudad.
Una ciudad que se mueve y se transforma, se ve violentada, intervenida, demolida y nuevamente reconstruida, como mi cuerpa también.
En Arteria Local caminamos por la ciudad de todos, pero a la vez de nadie, miramos al cielo, al piso, choca mos y nos encontramos con miradas, formas, cuerpos. Estamos ahí, en presente, jugamos y observamos alrededo r. No buscando distanciarnos, por lo menos no intentándolo, ni reproducir más fronteras. Encon tramos relaciones reales, intercambios de mirada, palabra y esencia.
Y así, redescubro Bogotá.
RELOCAL surge por medio de la articulación con ese
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espacio central de la ciudad donde confluye el espacio, los cuerpos y los objetos. RELOCAL busca una inmersión dentro del espacio del otro sin pretensión ni protagonismos. Desde la acción, el juego y el habitar con tranquilidad un espacio específico. Quizá desde la danza, el intercambio o el movimiento, con la presencia activa y la simpleza y honestidad con el otro que ya no es tan lejano.
Re local porque acude al diario en el centro de Bogotá, el diario del rebus que, del dar y recibir, del estar alerta, del moverse, movernos y mover el cen tro de la ciudad. Mediante un puesto, un manto, con objetos de procedencias diversas con significados ficcionalizados. Un intercambio y venta simbó lica de dichos objetos, un juego y un movimiento constante con ellos.
Re local para relocalizarnos a noso tros frente a esta frontera invisible que construimos con el otro, mezclar y unir espacios, borrar los márgenes y fusionar las acciones y el estar.
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Suena CANDY de PLAN B.
Me gusta pensar que este malestar, el malestar de no pertenecerme últimamente, tiene que ver con el malestar de (sin pertenecerme) sentirme ajeno al centro, centro de la ciudad.
Entonces camino y con Isabela escucho un techno encima de, al lado de y abajo de las tumbas, nuestro recorrido mismo es una cruz. No miro mucho fijamente porque pienso que nadie quiere ser observa do y no es un martirio sólo ser espectador, aunque ajeno me sienta, sólo derivo con la mirada.
El malestar es sentir que aquí adentro solo observo también.
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No sé estar o mal estoy con este protagonismo, son los objetos del centro quienes construyen hoy esta personalidad al escribir, también son una forma u otra de darle características al cuerpo; así cada pierna es una estatua de bronce en la tumba de una de las hermanitas Bodmer. Venta ambulante. Se vende este ambulante. A una estera en el piso la habitan solo chatarras de segunda mano, quién les daría la primera, que se cree tan importante de darle otra como si la vida de ese objeto se partiera en dos, antes y después de algún otro ambulante que se vende.
Me
piden que este malestar lo vuelva una pregunta.
Entonces pienso que esta situación sólo se da con la ausencia. Últimamente sólo sentía que mi cuerpo no me pertenecía porque no me respondía igual que antes y yo ya no bailo igual que antes. Ocho veces recorriendo el centro de la ciudad sólo me dejaron ver lo ajeno que también era allí. Ausente en cuerpo y ausente en espacio me pregunto si relocalizar y reac tivar el centro (el de mi cuerpo o el de la ciudad) me aliviaría este malestar.
Como si fueran uno solo.
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La ciudad perdida se reactiva cada cierto tanto en su centro, como por si se le olvida cómo actuar, por si lo político se des organiza más y para no dejarse meter gato por liebre; enton ces la protesta y entonces el centro. Como quién activa su centro para la acción y como quién vuelve a su centro pa’ bailar. Para volver a sentar las bases… el centro.
65RELOCAL. RELOCAL. RELOCAL. RELOCAL. RELOCAL. RELOCAL. RELOCAL. RELOCAL. RELOCAL. RELOCAL. RELOCAL. RELOCAL. RELOCAL. RELOCAL.
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Con Isabela, que baila, pone mos una estera en el piso y hay objetos y hay segundas manos y hay más enajenaciones y por un día somos parte de la venta ambulante, que groseros.
Yo por ahora, por un día y mientras escribo esto, ya no soy espectador. También suena “Ala, cómo estás” y al tiempo Bach: Cello suite No. 1 in G Mayor. al fondo una
guaracha.
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Yo mortal herida
Por: Stephanie Barbosa Torres
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I
Tres heridas y muero contando hasta trece.
II
El ritual de fallecer y seguir viva.
III
La minúscula muerte cotidiana.
IV
Niña herida, si supieras lo que ocupa tu dolor en mí.
V
Profano a la vida haciéndole plegarias a la muerte.
VI
Ha de doler lo que en ti se arrulló.
VII
¿Cómo enternecer el duelo?
VIII
Sostener unas alas y suplicarle al cielo piedad.
IX
Te rezo escribiendo poemas.
X
Zurcir las quebraduras.
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XI
El agua que lloré bordó una cicatriz.
XII
Suponer la cura de todos los males, malherida.
XIII
Que los pájaros cuiden de ti.
XIV
Coser la herida no la cerrará.
XV
Coser la herida no evitará que sangre.
XVI
Apaciguar tu alma y la mía.
XVII
Abrazar los puentes donde se nos arrojó.
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XVIII
Sucumbir y regresar pronto.
XX
De todas las muertes he vuelto a nacer.
XXI
Vuelve y remienda el desastre.
XXII
Sacar del pecho, el pecho mismo.
XXIII
Animal afligido/corazón deforme.
XXIV
Recordar el daño y perdonar.
XXV Sanar color piedad azul.
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Vidas vagas y bundas
Por: Lucía Staaden
Engalochado
Desfilando por las calles de una ciudad bipolar donde se debe aprender a mutar según la necesidad del día a día, todos miran, ignoran o huyen al ver y oler las ropas sucias que carga aquel cuerpo, capas de hara pos, vestiduras que son fregoteadas en lo que alguna vez fue río y hoy solo queda un esbozo de este, aguas bajan, aguas van, aguas al fin y al cabo, del agua la vida se da. Detiene su marcha e inhala profundo, no puede respirar bien, la bronquitis se agudiza cada noche que pasa en el suelo durmiendo en las calles de la fría Bogotá, tose tres veces y continúa con su andar por los corredores del centro que enmarcan aquel cuerpo exhausto de caminar por días, arrastra los pies por el pavimento shuip shuip shuip, con sus patas adornadas con unas zapatillas deportivas algo desgastadas, con la suela descosida y diseño aerodinámico, con hue quitos por todo lado, con un tumbao particular que le acompaña hace muchos años, residuo de un encuen tro con esos manes que hacen purgas en las noches.
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El sonido de las tripas vacías se ve opacado por el ruido de las calles grgrr grgrr grgrr, y la sen sación de hambre se oculta tras la engalochada con pegante que quita el apetito y el frío, un consejo para sobrevivir en este laberinto de ladrillos y esqui nas gordas, adherir la botella a la mano, es la mejor manera para evitar la perdida de tal instrumento necesario para la vida en las calles, la botellita de bóxer.
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Entidad vagabunda que transita por las calles habitan do los rincones de una Bogotá húmeda y fría. Perso naje de mil vidas y mil muertes, sobre la piel lleva las marcas, cicatrices de accidentes y encuentros que conducen a charlas informales con Hades, que dan fe del paso por este mundo y por otras tantas dimensio nes. Esos brazos lánguidos se zarandean suavemente mientras la espalda desalineada y curva lleva aque llas pertenencias necesarias y personales, ese costal, maletín lleno de cartones y algún zapato sin par, sin olvidar aquel tesoro sentimental que le permite dar sentido a su existencia, da gracias a Dios, aunque él nunca responde sus plegarias.
Mirada intimidante y la vez sumisa, ojos pálidos, labios partidos, secos y cubiertos de pegamento (sustancia necesaria para elevar la conciencia o tal vez adormecer sus penas), solicitando una moneda, jurando que esta vez no será para vicio snif snif snif, esta vez lo uti lizara para comida y si alcanza para pagar una habitación por noche, viendo si esta vez logra escapara del frío del cemento, aunque aquel cuerpo tembloroso y sudoroso da cuentas de su estado de abstinen cia y desesperación.
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Vacío sobre cuerpo
Por: Ian Reyes
“La ausencia es una caja de regalo llena de vacío en la mitad del living.”
El vacío como la falta de presencia en un espacio. El espacio como el conjunto de corrientes e interacciones en un área determinada, a su vez, el cuerpo como el conjunto de relaciones que las componen y el primer medio con el que se interactúa con un espacio y la for ma de habitar en él, aunque el cuerpo ya sea en sí, una forma de hábitat, un gesto en el espacio. Los espacios asumen una forma específica de habitarlos, una dispo sición del cuerpo junto a los elementos que configuran un espacio, un diálogo entre sí, entre los elementos que configuran un entorno. Una adecuación. Pero ¿cómo son las formas de habitar un espacio vaciado? ¿Cómo se habla con el vacío? ¿Cómo se dispone a él? ¿Cómo atraviesa el vacío un cuerpo? ¿De qué está vacía? ¿Para qué?
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La estrecha relación entre el tiempo y el espacio hace que del diálogo entre estas dos, se propicien atmósfe ras, lugares de encuentro a partir de la permanencia del tiempo y la prolongación del espacio como un estado temporal y la temporalidad espacial apoderándose del lugar. En lo urbano existe un fenómeno en el que pareciera que hay espacios donde transita el vacío, Marc Auge los denominaría como los no lugares, son estos en los que la única identidad posible, se da a partir del número del pasaporte o de la tarjeta de crédito, son lugares de transacción, diseñados para su no perma nencia que a mucho permitan el cruce de miradas entre personas condenadas a no reencontrarse. Es el caso de los aeropuertos, los supermercados, los paraderos de bus, las avenidas, el vacío transitorio…
¿Qué sucede cuando este fenómeno ocurre en lo íntimo? y el cuerpo vacío contempla el vacío que vació la mirada y el lugar de la dejación de una presencia en un entorno común Vaciar un espacio o espaciar el vacío.
Desde la necesidad de entablar diálogo con el vacío surge un performance. A través de enmarcar una por ción del mismo en una caja de madera, le propongo a ese objeto/espacio, recorrer la carrera séptima, siendo cargada en la espalda a manera de penitencia, en la que surjan distintos diálogos y variables a partir del objeto/ espacio vaciado, la prolongación en el tiempo y la per manencia de este en los distintos lugares o no lugares encontrados en medio del recorrido.
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No cruces la pierna
Por: María Alejandra Arteaga
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“Camina por el agua sin hundirse. Jesús era un niño travesti, aún así nos salvó a todos.” (Castro, 2011)
Recuerdos de un pasado en el colegio lleno de misas, imágenes de santos, cruces e imposibilidades corpo rales llegaron al momento de atravesar las grandes puertas de madera que nos trasladaban a un espacio de techos altos y poca luz. Estando allí sentada pasé la pierna derecha por encima de la izquierdo, inmediata mente me dije: en la Iglesia no se cruza la pierna María Alejandra, eso no se hace. ¿Qué? ¿Por qué? Todos a mi alrededor se encontraban “bien sentados”. Se les había impuesto a estos cuerpos ser de una forma. De repente pienso que somos cuerpos impedidos de experimentar la silla a nuestra decisión, somos cuerpos dolientes que ahora permanecen “bien sentados”, piernas juntas, espalda derecha, mirada baja, siempre dispuesto al silencio. Todos los presentes en este templo permane cen en sus sillas sin inmutarse mientras yo me continúo preguntando ¿Por qué no puedo cruzar la pierna en este lugar?
Castro, L. C. (2011). Vagabunda Bogotá. Medellín: Cámara de comercio de Medellín para Antioquia.
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