Calaveritas de azúcar

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Calaveritas de azúcar L

as calaveritas de azúcar son una tradición antigua que todavía celebramos y degustamos. En México desmoronamos a la muerte con dulzura y nostalgia. La comemos a mordidas pequeñas, mientras la sostenemos en las manos como un trofeo que nos sonríe. Ella, tan colorida se viste de esta para nosotros, nos seduce con sus ojos fijos llenos de brillo y determinación. Hablamos de las calaveritas, una artesanía derivada de la caña de azúcar que llegó del Medio Oriente a través de los españoles en la época de la Conquista, una receta que con el tiempo se fusionó con la cosmovisión indígena y los tzoales, ofrendas para adorar a Huehuetéotl a base de amaranto.

Las figurillas de azúcar se presentan durante los tiempos de Xantolo vistiendo los altares en compañía del pan de muerto, sobre el papel picado, los moles de esta y las bebidas favoritas de nuestros seres queridos que ya partieron. Son días que huelen a campo, hay un aire místico que abre la puerta “del más allá” para que las ánimas nos visiten, entre los aromas del copal, el cempasúchil y las veladoras se hacen presentes en un vaivén de claroscuros. Las calaveritas en estos días pueden estar en altares, dulcerías y hasta en nuestro escritorio. No es de sorprenderse si alguien nos obsequia una con nuestro nombre en la frente, ya que es muy representativo en esta temporada.

A Huehuetéotl, dios del fuego le hacían figurillas con amaranto, miel y sangre de aves como parte de los ritos ceremoniales, algo que los españoles no entendieron y prohibieron por pensarse como un acto de horror. Esto se redujo a estar en las ofrendas a manera de alegrías. El uso de amaranto empezó a desplazarse con el azúcar para hacer las figurillas. -José Luis Curiel, investigador gastronómico

Edición: Julieta Aguirre


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