La bella dama.

Page 1

La bella dama Juan R. Alcocer 1986. ¡Qué bonita noche hacía!… Tan sólo en contadas ocasiones, se puede gozar de una noche veraniega con tan buena temperatura. El ambiente estaba recargado de un mágico hálito que se escurría entre mis sentidos, como una rayo de esperanza. El cielo se encontraba tapado por una inmensa tela negra que se esparcía desde el infinito hasta el mar. La misma tela que presentaba un rasguño importante desde donde emergía un intenso círculo blanco que, con su luz, iluminaba mis pensamientos. En mi apartamento se mezclaba el olor a rosas del jardín con la tibia brisa que el mar se encargaba de extraer desde sus entrañas hacia la playa. El mismo mar que quedaba lo bastante cerca como para poder ser contemplado sin ningún tipo de ayuda. Allí estaba, impasible y pacífico, desconocido y admirado, nuestro y de nadie. Era el enlace perfecto entre la arena y el cielo, entre lo real y lo imaginario, lleno de embrujo y de misterio, resonando entre sus idas y venidas, pensando en irse mientras llega, como temiendo lo que le llega de la tierra y que ha de conservar, porque no puede transportarlo hacia el cielo. Mientras estos pensamientos hervían en mi cabeza, sentí como si una fuerza irresistible me empujara a abandonar aquel apartamento y me hiciera buscar nuevos senderos oscuros. Bajé despacio las escaleras, como si no supiera hacia dónde dirigir mis pasos. Y, en verdad, no lo supe hasta que tuve que decidir si elegir el camino hacia la derecha o hacia la izquierda, al salir del portal. La decisión conflictiva se saldó con una decisión salomónica: opté por cruzar la carretera y dirigirme a la playa. Me dispuse a descender de la acera y crucé entre el espacio creado por dos coches estacionados en cordón. De pronto, giré la cabeza y vi dos luces que se acercaban a una velocidad temeraria. Demasiadas prisas para una noche tan tranquila. De repente, me vi paseando por la playa. La noche seguía su curso. El ruido del mar y la soledad me acompañaban, mientras mis pies luchaban denodadamente contra la arena, para que pudiera alcanzar el agua del mar. Mientras llegaba, me iba desnudando poco a poco, prenda a prenda, sin saber exactamente por qué. Por primera vez en mi vida, sentía esa necesidad. Pero no me preocupaba en absoluto, porque mi mente estaba consciente y mi cuerpo no se quejaba de ello. Me quedé desnudo al tiempo que llegaba a la orilla. Fue en ese momento cuando percibí una voz de mujer que se dejaba oír desde las profundidades marinas, insistiéndome repetidamente para que me adentrara en el agua. Y así lo hice. Noté la fuerza del agua caliente que intentaba hundirme en su interior y como me salpicaba la piel que aún permanecía por encima del nivel del mar, invitándome a continuar caminado, hasta cubrirme por completo. Fue en ese momento cuando sentí una perfecta unión entre mi cuerpo y el agua. Mientras ello ocurría, la misteriosa voz de mujer había cesado por completo, como si hubiera querido respetar ese momento de perfecta simbiosis que estaba viviendo intensamente.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.
La bella dama. by Juan Ramón Alcocer Pla - Issuu