La comena de jesus 3

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MONCAYO El Moncayo ha sido el icono geográfico que ha marcado y marca la diferencia en Zaragoza. Siempre que silva el aire, rachas espesas y patentes, los que hemos vivido allí y siguen viviendo otros muchos, lo hemos achacado al Moncayo. No es de extrañar, puesto que se trata de la montaña más alta del Sistema Ibérico, con mas de 2300 metros, abusando de los 400 que tiene el valle del Ebro, el otro icono de Aragón. Habría que preguntar a la estadística, por la curiosidad del momento, pero predomina más el azote anual del aire fronterizo del Moncayo que los días en que domina la calma en todo el valle. Los que hemos vivido en el Magis sabemos de sus soplidos, bufidos y resoplidos, de las corrientes de aire que se originaban, de los resfriados y gripes consecuentes que hemos padecido, pero el magnetismo existente entre esta montaña con Zaragoza no se pone en duda, se respeta, existe un aura sobrenatural que de manera simbiótica se respetan y coexisten. Estoy seguro que por esa gran montaña cargada de encanto, de historia, de repercusión en toda una gran extensión tiene que producirse una miel selecta, seguro que en las poblaciones de la falda tendrán lugares en que la apicultura será una de las ciencias que imparta ese icono, pero no será la única, habrá otras muchas ciencias que dentro de su magisterio ecológico se desarrolla sin intención de fomentarse, de manera silvestre, virgen, con esa naturalidad que genera la propia vida. ¿Quién no se acuerda de las filigranas que hacían los balones de voleibol cuando estaban en juego? ¿Los saques hechos de manera intencionada a gran altura, para entorpecer la recepción del equipo contrario?. Es digno de recuerdo los cambios de dirección de los balones jugando al futbol, de las luchas con las ráfagas de aire cuando corríamos en su contra, los cristales rotos debido a dejar ventanas sin seguro por descuido involuntario…. De ahí eso que del Magis salimos abejas y zánganos un poco “volados”. A los 10 años recuerdo una excursión en la que estaba programado que cada curso fuera en su autobús a un lugar predispuesto por la autoridad colmenera, adaptado a las entendederas del momento de cada cual y… a los zanganillos de Ingresos nos tocó un destino que no recuerdo y tampoco me importó. Todo fue causado por el desconcierto del momento de la partida, en la cual se produjo el típico momento de bruma de zánganos que aleteábamos para un lado y para otro y… en un instante de desconcierto el dedo de D. Julian nos señaló a tres zanganillos el autobús confundido y nosotros no lo dudamos y emprendimos la ruta a un lugar distinto. Al final nos fuimos con zánganos un año por encima de nosotros y fuimos a parar al Monasterio de Veruela y al Moncayo. Lo cierto es que tras el cachondeo que se pasaron a nuestra costa los zánganos mayores, el pitorreo al vernos


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