La comena de jesus 3

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TURISMO DEPORTIVO APICOLA

Este título llevará a engaños a todo el bloque apícola que se digne a leer mis experiencias colmeneras. A priori parece que estamos recordando momentos gloriosos, esos que basados en la épica, las cualidades y destrezas deportivas de zánganos y abejitas, apuntan a los grandes logros del Magis. Tendríamos que remontarnos a ese periodo en el que nuestro zángano Prece buscaba abrir fronteras deportivas, trataba de extender la participación a lugares provincianos que habían visto pocos balones redondos por los sembrados del lugar. Es un gran esfuerzo del zángano Prece haber explorado el deporte dentro de Zaragoza y sus provincianas colmenas. ¿Qué necesidad había de irnos al barrio Oliver unos zanganillos de balonmano a jugar un partido en territorio hostil o comanche?. Estamos hablando de un barrio en el que se podría comparar con las colmenas de Vallecas o de cualquier arrabal turbio de otras colmeneras ciudades. Esos lugares donde se liban los floripondios más degradados de la botánica Ibérica, de esos cardos que no dan más que


malos sedimentos apícolas, vegetaciones que están porque ha de haber de todo en la viña del Señor. De esos sembrados se recoge una miel que les da vergüenza a los zánganos del lugar poner en el mercado, fundamentalmente por su soterrada calidad alimenticia y sus dudas de si son responsables de alterar las conductas de los sufridos zánganos y abejitas que han de catar el sospechoso producto. En otros momentos se ha viajado a provincianas poblaciones apícolas dónde el deporte estaba en periodo de lanzamiento, donde los zanganillos, llenos de energías proyectaban las mismas en no sé que acciones que trataban de parecerse a un civilizado sucedáneo deportivo. Este zángano que relata esta historia ha podido presenciar, estando en sus 16 sufridos años, cómo nos vimos inmersos en un evento de voleibol que se celebraría en una alejada colmena a unos 50 kms. del foro maño. El lugar era un Instituto de FP de La Almunia de Doña Godina, que para acceder al lugar tuvimos que desplazarnos todos los zanganillos del escuadrón deportivo en ferrocarril, sin hacer uso de las alas, pues no era el AVE, pero sí un correoso tren apícola que tardó una melosa eternidad… Tras el madrugón, se llegó a la estación de Ricla-La Almunia y, después una larga caminata al Instituto de Salesianos, se vio ya un caldeado ambiente, nublado de autóctonos zánganos provistos de varas en muchos casos y aguerridos lugareños con las animosas gargantas dispuestas a ofrecer espectáculo. El escuadrón deportivo, al otear el ambiente, comenzó a sudar sin haber dado ni una carrera. He de ser sincero y siendo zanganillos de categoría juvenil, es cierto que estábamos inmersos en un escalafón de segunda categoría en el ranking colmenero del Magis, éramos correosos y voluntariosos en ese cometido y así tratábamos de defender nuestro honor magisteriano. Pero se trataba de un día en el que el suelo estaba mojado con muchos charcos, y aunque ya no llovía, azotaba el cierzo con genio por esos agrestes lugares. El terreno era asfalto semiseco, esos que se podrían comparar con la lija del cuatro, aunque a la hora del comienzo del partido ya estaba seco en su mayoría, tan solo quedaban los charcos inevitables, producto de las irregularidades del firme. Los Salesianos lugareños ponían todo su empeño en desparramarse por los suelos, dándose unos planchazos poco vistos, temiendo llegar a lesivos tarrazos y crujientes costalazos que pudieran poner en peligro a esos robustos zánganos que se “despatarringaban” por el asfalto como verdaderos insectos reptantes y saltarines. Acabaron el partido magullados


y raspados por toda su superficie corporal, parecían Nazarenos. En una comparativa los podríamos asemejar a esos espartanos aguerridos o quizás gladiadores romanos, en caso de medirles con los tiempos modernos les emparentamos con radicales invadidos de serrín cerebral. Los capitalinos éramos más técnicos y nobles en los movimientos, haciendo uso con más elegancia de alas, patas, insonoros toques con los dedos y recursos cerebrales. El zángano arbitrucho era lo más parecido al prototipo de acogotado elemento, que se veía influido sobremanera por el sentir colectivo de ese colmenero lugar, con la provinciana plebe provista de palos silvestres en sus garras así como genio muy extrovertido durante el acontecimiento. Los balones dejaban marca en el suelo al caer, como el sello que justifica la propiedad documental, por estar mojados de las humedades al sumergirse en los charcos y, el arbitrucho se ofuscaba en cambiar el sentido de la realidad a pesar de la huella. En mi vida he visto semejante comportamiento tan alejado de la justicia, aunque entendido siempre, por las insistentes amenazas del respetable quórum colmenero. El resultado fue favorable a la escuadra provinciana y ello nos facilitó la retirada y llegada saneada a la estación para buscar el retorno al Magis, sanos y salvos de esa encomienda de inaceptable repetición, con toda la promoción deportiva o educativa que se nos pudiera prometer de buen grado por el zángano Prece Marco Polo.

Por Jesús Hernández Gallardo


M MOSCO ONES EN LA A COL LMENA A H sido 35 promocionnes de abejaas y zángan Han nos las quee han pasaddo por la su ufrida colm mena zaragozzana y cada una ha teniddo su peculiiar personaliidad. Unas hhan dado abejas y zángaanos pitagorrines, otras bellos ejem mplares de melosa m pasarrela, y las haa habido qu ue han pasaddo como el caballo c de Atila, A se han caracterizad do como moscones m de gran picardíía que han desentonado d o en la sintoonía colmeneera. No se trata t de zángganos escoggidos dentro de la colm mena, ni de acuerdos a parra lidiar a laas más revolleras, pero sí s que la loteería de la viida ha dotaddo a la colm mena de unoos ejemplarres dignos de d atarlos enn corto y noo perderles en el horizzonte colmeenero ni unn segundo. Se trata de d asilvestraados ejempplares “top”, que poblaaron la colm mena cuanddo ésta no llevaba ni diez d años dee existencia,, que no esstando acosttumbrados en e el citadoo lugar a los l desajusttes que llevvaron implíccitos esta añada, a tuvieeron que refforzar las precauciones p s por esta nube n malignna y precozz, esta plagaa que arrasaba a todo el e que caía enn sus faucess, hasta temb blar los cimiientos de tann educativo lugar. l Ell zángano Prece, P autorridad del sinngular sitio no daba abbasto, realizzó una reun nión y plateó un ultimáttum: “O dom minamos estta plaga agreesiva de zánnganos díscoolos o nos reebasan comoo una comunna de insectoos indomablles”. Se reun nieron en el cónclave dee profesores estos “poliicíacos seguuratas”, eleggidos por la autoridad colmenera c y llegaron a la conclusión de que se s trataba dee una permuuta taurina coon variedadees entre los Mihuras, loos Pablo-Rom meros y los Vitorinos. Los L policíaccos segurataas no daban con las meddidas educattivas a aplicar, no sabíaan cómo affrontar esta estirpe tan mutada de himenópteroos de colmiillo tan retorcido, bichaarracos tan imprevisible i es, animales tan fuera de d los cánonnes de la bioología de maanual. Tuvieeron que coonsultar conn los más altos a estameentos y prem mios Nobel de la apico ología munddial, esos erruditos que ponen el dedo d en el centro del problema… … y llegaron n a la concllusión de que q se trataaba de una fisión cadu ucada de laa semiótica de la psico ología degennerativa, anncestral y reffractaria dell zángano saapiens, ese insecto i que marcó una época primiitiva y que puso p en solfaa a todos suss predecesorres. Enn la prácticaa el zánganoo Prece, hábbil en sus predicciones,, realizó otra reunión de d alto estaddo colmeneroo y, conocieendo ya el diiagnóstico de d las eminenncias consulltadas, prepaaró un plan estratégico para p el profeesorado y loos policíacoss seguratas de d turno. Laa Fune, proffesor de latíín y de geoggrafía, relató ó que uno de d los alumnnos se dediccaba a cazarr moscas al vuelo, que tenía una destreza d olím mpica, y quee las guardaaba en tarross que, cuanddo llegaba alguna evalluación, los abría y prrovocaba la confusión más electrizzante, consiiguiendo el cachondeo general y provocando que, q mientraas se tratabaa de reducirr a los moleestos insectos invasores, se adulterarran todos los exámenes gracias al ppitagorín de turno, t sin saber realmeente la capaacidad indivvidual de loss cafres. Naaturalmente que La Fun ne no perdoonaba tal infortunio, seññalando al colectivo c dee majaderos y les augurró un futuro lleno de diificultades y fracasos see parecía a un u gitano ecchando mal de ojo con la bola de cristal c entree sus patas. Este E zánganno profesor estaba ya caatalogado coomo el más gafe y pesiimista de todas las colm menas del enntorno. Loos aguerridoos zánganos de esta generación locaa de atar busscaban sus raatos de patio o para apedrrearse unos a otros sin sentimientoo alguno de rencor, máss bien comoo lucha espaartana, solam mente buscaando la pericia apícola, la picardíaa de zánganoo, esa destrreza que les daba sabidduría mundaana en esas maniobras disparatad das y algún moratón enn plena carriillada. Pero en el ánim mo del conjuunto estabaa el perdón preconcebiddo, se curabba la heridaa con ungüüento de mieel de flor de palo. Al serr preguntado os por el infoortunio, se rrespondía sieempre que una u inoportuuna caída eraa la causantee del morado o fosforito. Ell zángano escribiente e taambién ha sido s víctimaa de la biennvenida asilvvestrada con n que preseentaban sus respetos: “E En la primerra semana de d estancia en e la colmenna, me hicieeron ir engaññado a su pabellón p paraa atender raazones fraterrnales, apareecí por allí y me remon ntaron en loo alto de unaa manta y, coon impulsoss desaforado os, me hinchharon a tarraazos, coscorrrones


y testarazos conttra el techo de la celdaa colectiva, adornándose a e entre éstos desequilib brados zángaanos con unna algarada y descontrolaadas carcajaadas”. Ell lugar preddilecto para realizar lass pifias máss habituales era una zoona suburbiaal del patioo: la caseta que q estaba situada bajoo la escaleraa, que era donde d fumabban los záng ganos más atrevidos a yaa con 12 ó 133 primaveraas, donde preeparaban lass batallas del recreo y cu uando se orrganizaba la hoja de rutaa emponzoññada de inten nciones maccabras. Recuuerdo que esstando algunna mañana en ese lugaar por cercaanía de pareentesco, esccuché del frrío del mom mento, sienddo notoria laa helada habbida en la nooche anterio or y, alguno de los cafres zánganoss, dijo de coometer algúnn desatino para p que le calentara c el hocico el Prece P con m macarrónico revés, r comeenzando la primera p horaa de clase coon el abdomeen caliente y las antenass gachas. Erra éste buen escondite para p que el frío fr no se meetiera en nueestro melosoo esqueleto dde púber zán ngano cuanddo nos inteentábamos aislar a de laas tropelías de los “laacayos”, de las batidass que realizzaban para encontrar ponzoña, p fruuto de la ju uvenil maldaad que se ppuede esperrar de zángaanos atreviddos, pero de excelente corazón, rezu umante de miel m elaboradda de los meejores cultivvos existentes en el ecoológico univverso…pero al final noss encontrabaan, era lo no ormal, no haabía muchoss huecos porr dónde huir. Enn los momentos más saagrados del día, d al comeenzar en la sacrosanta s ccelda de la capilla c la melífera Misaa diaria, se ponían de acuerdo loss descarriladdos elemenntos del currso de degennerados zánnganos para conseguir de los monag guillos sus riisotadas en pplena celebrración por no n haber sopportado las muecas m y sussurros de suss atrevidos colaboradore c es, adulteran ndo el eventto. Misas llenas de murmullos, m d ruidos de de d madera de d banco ccarcomido por p la veterranía impuessta por los años a de uso de promociiones de abeejas y zángaanos inquieto os, de dispuutas normalees de la épocca que buscaaban su solu ución en los momentos más inoporttunos, cuanddo se estabaa en reposo físico y no espiritual, desquiciando d o al zánganoo “Pater”, que q no podíaa concebir taal desaguisaado y, al cierre del acto,, ordenaba la l presentaciión en la saccristía del grupito g de zánganos z dee piel cobriiza, que aco ostumbrabann ser los reeivindicativo os del enajeenado colecttivo. Allí eraan tachados de rojos maasones y recibían la arennga moralistta que les enntraba por una u antena y les salía porr la otra. Ell deporte apícola a por excelencia era voleib bol, con añños luz de diferencia sobre balonncesto y baloonmano. El fútbol estabba satanizado o, estaba maarcado con uuna maléficaa cruz y cassi borrado deel diccionariio de la real y académicca colmena. Los lacayoss perseguían n a los partíccipes de estoos malignos aquelarres, siendo tachados de hereejes olímpiccos por la sattánica inquiisición colm menera, recoonvertidos con el tiemp po en deporttivos zángannos del orto odoxo eventto colmenerro. Esste zángano autor del presente p escrrito tiene qu ue incluir a su hermanoo mayor, zán ngano iguallmente, de quien q se ha nutrido n paraa exponer grran parte de estas malvaadas experiencias. Os puuedo asegurrar que él haa tenido el colmillo c máss retorcido, en la compaarativa he sido un “mannzanillo” a su s lado, así como los teerroríficos colegas c suyoos de añadaa, que han pasado por nuestra n colm mena comoo la marabuunta insectív vora. Mi malvado m y ffraternal zán ngano consiidera más oportuno cam mbiar el nom mbre de seg gurata por laacayo, es poosible que de esta maneera muchos de la generaalidad colmeenera identiffiquen con más m puntualiidad y precissión a este colectivo c inyyectado de ayudas a y dáádivas del in nsectívoro mundo m educaativo y colm menero univeerso.


MONCAYO El Moncayo ha sido el icono geográfico que ha marcado y marca la diferencia en Zaragoza. Siempre que silva el aire, rachas espesas y patentes, los que hemos vivido allí y siguen viviendo otros muchos, lo hemos achacado al Moncayo. No es de extrañar, puesto que se trata de la montaña más alta del Sistema Ibérico, con mas de 2300 metros, abusando de los 400 que tiene el valle del Ebro, el otro icono de Aragón. Habría que preguntar a la estadística, por la curiosidad del momento, pero predomina más el azote anual del aire fronterizo del Moncayo que los días en que domina la calma en todo el valle. Los que hemos vivido en el Magis sabemos de sus soplidos, bufidos y resoplidos, de las corrientes de aire que se originaban, de los resfriados y gripes consecuentes que hemos padecido, pero el magnetismo existente entre esta montaña con Zaragoza no se pone en duda, se respeta, existe un aura sobrenatural que de manera simbiótica se respetan y coexisten. Estoy seguro que por esa gran montaña cargada de encanto, de historia, de repercusión en toda una gran extensión tiene que producirse una miel selecta, seguro que en las poblaciones de la falda tendrán lugares en que la apicultura será una de las ciencias que imparta ese icono, pero no será la única, habrá otras muchas ciencias que dentro de su magisterio ecológico se desarrolla sin intención de fomentarse, de manera silvestre, virgen, con esa naturalidad que genera la propia vida. ¿Quién no se acuerda de las filigranas que hacían los balones de voleibol cuando estaban en juego? ¿Los saques hechos de manera intencionada a gran altura, para entorpecer la recepción del equipo contrario?. Es digno de recuerdo los cambios de dirección de los balones jugando al futbol, de las luchas con las ráfagas de aire cuando corríamos en su contra, los cristales rotos debido a dejar ventanas sin seguro por descuido involuntario…. De ahí eso que del Magis salimos abejas y zánganos un poco “volados”. A los 10 años recuerdo una excursión en la que estaba programado que cada curso fuera en su autobús a un lugar predispuesto por la autoridad colmenera, adaptado a las entendederas del momento de cada cual y… a los zanganillos de Ingresos nos tocó un destino que no recuerdo y tampoco me importó. Todo fue causado por el desconcierto del momento de la partida, en la cual se produjo el típico momento de bruma de zánganos que aleteábamos para un lado y para otro y… en un instante de desconcierto el dedo de D. Julian nos señaló a tres zanganillos el autobús confundido y nosotros no lo dudamos y emprendimos la ruta a un lugar distinto. Al final nos fuimos con zánganos un año por encima de nosotros y fuimos a parar al Monasterio de Veruela y al Moncayo. Lo cierto es que tras el cachondeo que se pasaron a nuestra costa los zánganos mayores, el pitorreo al vernos


pasmados en el autobús, nos unimos a la iniciativa y la excursión resultó preciosa. Nos encantó el Moncayo, los paisajes dignos de no dejar en el olvido. Subimos hasta la altura que se permitía a los autocares y posteriormente escalamos a pie otros muchos metros que nos permitieron saborear unas vistas privilegiadas, se veían las carreteras como líneas de los cuadernos de caligrafía apícola, esos cuadernos que eran destinados a los torpes de estética que torcían de manera innata los renglones y las letras como si padecieran de consumo etílico. Me incluyo en ese colectivo, de ese tiempo a esta parte no he conseguido erguir mis letras en la escritura caligráfica, menos mal que gracias al ordenador parece que soy otra personalidad colmenera. La excursión resultó un éxito, lo pasamos fenomenal, nos encantó el Moncayo, jugamos y nos divertimos mucho con los mayores, que nos atendieron como si fuéramos gente de su camada colmenera. Zánganos y abejas solidarias que sobrados de generosidad nos incluyeron en sus juegos y en la complicidad general. Al regreso D. Julián reconoció su equivocación y al siguiente día en que nos pidió una redacción de la excursión realizada nos pudimos lucir con las descripciones que hicimos del Moncayo, aunque se notó que del Monasterio de Veruela no fue santo de nuestra devoción, se nos encasquilló entre las antenas, se nos quedó algo grande para la edad. Estoy tratando de recordar quienes compartimos el despiste, recuerdo que uno de los zanganillos se llamaba de apellido González, que era de Madrid y buen himenóptero, pero del otro zángano no me acuerdo ahora, espero de aquí a septiembre recordarlo y decíroslo, aunque si se acuerda él mismo nos resolvería el entuerto. Ya me acuerdo… se llama Angel Alberto y tiene un apellido acorde con la comarca dónde yo vivo. No he querido hacerlo, pero me ha salido un jeroglífico colmenero. En otro capítulo os pondré un sudoku apícola.

REENCUENTRO Este es el título que el zángano Ramón le ha dado a sus recuerdos de la colmena magisteriana 2013 y se lo “guindo” yo como la mermelada al zángano D. Nemesio. Perdonar por empezar con esta falta de estilo pero en mi negociado laboral es fácil adquirir malos hábitos, mientras no me dé por la sanguinolencia, todo está casi ordenado. Empezaré indicando que al ser la primera vez que este zángano se reúne con otros semejantes de la colmena magisteriana se despertó entre mis antenas un obsesivo interés por llegar a la fecha señalada. Creo que es un sentimiento instintivo, que lo adquirí en mi formación como larva revoltosa


pero agradecida al mundo apícola, en mi caso son más de siete lustros los que he tardado en despertar de este letargo apícola, pero finalmente mis ojos han llegado a humedecerse y, al ser consciente de ello, he tratado de mantener el tipo por considerarme un zángano de fuerte encarnadura sin serlo ni por un instante. Llegando al Magis y dar la obligada vuelta, captando las hechuras algo distintas por ampliación de la colmena con prefabricación nada estética, comenzaron a temblar ligeramente mis extremidades, advertí abejas y zánganos ya en la puerta principal del colmenero lugar y al, llegar volando, identifiqué a “volapié” a unos cuantos que reconocí al momento, nada más verles la silueta y testa antenada. Así se lo decía a cada cual y se quedaban sin dar crédito, pensaban que era cosa de hechizo apícola, pero no... éste zángano tiene en su memoria fotográfica muchas carrilladas a pesar del paso del tiempo. Han sido muchas las trastadas que me han hecho y más las que yo he rematado. He de reconocer que ponerme en contacto con esta asociativa colmena me ha parecido haber entrado en un ascetismo que no me deja aterrizar, estoy todavía levitando. En el capado hall, sin esas bonitas y dinámicas puertas de entrada, que antaño han zancadilleado a muchos zánganos cargados de etílicos efluvios, esos que han pasado encomendándose a la Virgen del Pilar y han tenido la suerte de ser oídos casi siempre, algunas veces ya era exceso de equipaje etílico que no se podía resolver ni con repesca divina. Dentro no había más que abejas y zánganos revoloteando por la inmensidad, por el inacabable recibidor que te conecta con el pasado y comienzas a emitir recuerdo tras recuerdo, vivencia tras vivencia, escena tras escena... la más inmediata, las ojeadas que nos enviábamos sin hablar las abejas a los zánganos y viceversa, esos reojos que nos delataban como púberes zánganos inexpertos. Pero dentro de las sensaciones del momento destacaba el señorío himenóptero de la abeja Nazaret, con brillo propio que, sin esfuerzo, casi regresabas 40 años de una tacada y la imaginabas en su caminar yendo de una clase a otra, con esa gallardía inconfundible y dispuesta a ofrecernos un poquito de esencia de su sabiduría. Nos ha faltado nuestra maestra, esa abejita que pone orden entre el teclado, la pantalla y la abeja o zángano que está al otro lado, pero que siempre ha aportado el sentido común que a veces nos falta. La comida ha sido una deliciosa puesta en común de los recuerdos que se han esgrimido momento a momento, los detalles que tanto uno u otro no han reparado nunca y son observados por tu íntimo interlocutor, esos sucesos que han ocurrido pero que ha de ser tu conversador quien te lo haga saber y... es verdad, reconoces acciones, momentos, reflexiones y hechos que responden a la realidad vivida. Sales de Rogelios y todavía sigues envuelto en la nube que te empapa, te embriaga y te ilumina en tu pasado, lleno de gozo y ávido de seguir escuchando a tu gente más cercana


y de otros muchos que paralelamente están igualmente imbuidos por los momentos vividos. Para mi ha sido “una pasada” haber saludado con abrazos a mis docentes zánganos y abejitas que me han impartido educación, esos a quienes no cesaré de agradecer lo que me han enseñado, gente que mantiene su imperturbable imagen y, llenos de dignidad, comparten el vino y la sal. Acudimos al episodio que remató el día, a Cuore, lugar cómodo que ha mantenido la inquietud acumulada, ha sofocado el calor climático del día y ha puesto la guinda en el nivel de relajación. Este zángano que os cuenta no paró de darle vueltas a los recuerdos, al brebaje de cebada servido en cubos y a las vueltas en la cabeza consecuencia del brebaje. La intensidad del día se fue difuminando en un clima de hermandad envidiable, las risas no cesaban de sucederse por las diferentes mesas y los cubos repletos de cebada pasaban y se relevaban con generosa puntualidad. Total que éstos últimos momentos de la jornada se tornan duros de precisar, lo último que recuerdo de la jornada fue la felicidad grande que gocé y las visitas lógicas, con réplicas varias, para la evacuación del líquido cereal.


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