MAREA NEGRA: Dictadura, desaparecidos y "vuelos de la muerte" en Villa Gesell

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REALIDAD GESELINA

JUEVES 20 DE DICIEMBRE DE 2018 I VILLA GESELL

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1978 . 2018 En diciembre de 1978 Villa Gesell entregó una postal impensada y espeluznate: varios cadáveres comenzaron a aparecer sobre las orillas, escupidos por el mar. Enterrados sin dejar demasiado registro, recién tres décadas después pudo hallarse el de Santiago Villanueva en una tumba NN del cementerio local. Así pudo comprobarse lo que siempre se sospechó: aquellos cuerpos eran víctimas de los “vuelos de la muerte”, mecanismo con el cuál la última Dictadura exterminaba a detenidos-desaparecidos arrojándolos desde un avión hacia el océano. A cuarenta años del mismo, recordamos el episodio más estremecedor que el Golpe del ’76 ocasionó en nuestra ciudad. INVESTIGACIÓN Y TEXTOS: JUAN IGNACIO PROVÉNDOLA

. 40 ANOS .


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MAREA NEGRA

Roberto Pidal junto a Don Carlos Gesell en el acto de la autonomìa de nuestra ciudad.-

En diciembre el mar suele amanecer calmo. Como si aprovecharan sus últimos instantes de tranquilidad antes de la temporada, las aguas se mecen con relajo, regalando una música suave y dejando la estela de espuma tras su retirada. Sin embargo una presencia extraña quebrantó la amabilidad de aquel mes en 1978. A veces el océano parece comportarse como el organismo humano, eliminando lo que no necesita, lo que lo excede o lo que le fue introducido a la fuerza. Eso fue lo que sucedió entre diciembre de 1978 y enero de 1979, cuando el mar comenzó a vomitar cuerpos.

La decisión desconcertó a muchos. Fundamentalmente a quienes aseguraban que la elección iba a recaer en algún vecino. Dos semanas antes del acto de asunción, el gobierno militar de la provincia de Buenos Aires anunció en junio de 1978 que el primer jefe administrativo de Villa Gesell como Municipio Urbano iba a ser Roberto Esteban Pidal, un comisario de la Policía Federal. Los geselinos sabían de Pidal probablemente lo mismo que Pidal de Gesell: nada. Los promotores del desconocido líder destacaban entre sus antecedentes más ilustres la Jefatura de Seguridad Metropolitana durante la presidencia de Isabel Perón, teniendo bajo su cargo la custodia de la mandataria durante sus desplazamientos en la ciudad de Buenos Aires. Pero lo cierto es que Pidal venía acumulando méritos en la fuerza desde mucho tiempo antes. En la anterior dictadura (la que derrocó al gobierno constitucional de Arturo Illia) había sido el Jefe del Departamento de Información de Políticas Antidemocráticas de la Policía Bonaerense. Y en 1968, ya como Comisario de la Seccional 19 de Palermo, dirigió una violenta represión mientras se realizaba un homenaje a Hipólito Irigoyen en el Cementerio de Recoleta. El operativo incluyó miembros de Infantería, soldados, efectivos policiales, patrulleros, dos carros de asalto y hasta un camión hidrante. La misión era impedir que 150 simpatizantes del expresidente radical colocaran una corona sobre su tumba. Varios diarios de la época describieron como fueron reprimidos hasta los puesteros de flores. Su firmeza a la hora de ejecutar órdenes superiores le permitió a Roberto Pidal participar de represiones históricas, como la Masacre de Ezeiza, en donde distintas facciones del peronismo se enfrentaron mientras Juan Domingo Perón regresaba definitivamente al país tras 17 años de exilio. Antes de asumir como Delegado Municipal de Villa Gesell, Pidal mantuvo su primera reunión de Gabinete en la Terminal de Ómnibus. Los jefes de las distintas áreas provenían de la delegación municipal que Madariaga tenía en Gesell, aunque Pidal pudo incluir a tres personas de su confianza: los policías Rubén Muscarelli y Aquiles Delio, que se encargaban de su seguridad personal, y Alfredo Moyano, primer Secretario Municipal. La autonomía geselina se rubricó el 1º de julio de 1978 con un acto en la Plaza Primera Junta. El mismo día que Villa Gesell se emancipaba del partido de General Madariaga, también hacía lo mismo Pinamar, mientras que a pocos kilómetros el Municipio Urbano de la Costa se estrenaba como una escisión de General Lavalle. Roberto Pidal firmaba y se presentaba como Intendente, aunque esto no era cierto. Desde el punto de vista administrativo, era apenas un delegado del Gobernador, aunque políticamente excedía incluso las funciones del Poder Ejecutivo, ya que también tenía facultades legislativas. Pese a nunca quedaron en claro sus virtudes como administrador municipal, Pidal siguió ganándose la consideración de sus padrinos políticos y militares, sobre todo a fines de 1978 y principios de 1979, cuando dispuso el operativo para encubrir uno de los momentos más penosos de la historia geselina: la aparición de distintos cadáveres en la playa. En diciembre el mar suele amanecer calmo. Como si aprovecharan sus últimos instantes de tranquilidad antes de la temporada, las aguas se mecen con relajo, regalando una música suave y dejando la estela de espuma tras su retirada. Sin embargo una presencia extraña quebrantó la amabilidad de aquel mes en 1978. A veces el océano parece comportarse como el organismo humano, eliminando lo que no necesita, lo que lo excede o lo que le fue introducido a la fuerza. Eso fue lo que sucedió entre diciembre de 1978 y enero de 1979, cuando el mar comenzó a vomitar cuerpos. Primero uno, después otro, y luego varios más. Nunca se pudo precisar el número final, aunque los testimonios hacen pensar en no menos de diez. Una postal espeluznante: de repente las orillas se convirtieron en una especie de morgue regada con cuerpos hinchados y azules, algunos mutilados. «Recuerdo seis cadáveres, pero no se podían identificar. La mayoría tenía las manos cortadas o le faltaba la cabeza. Además estaban deteriorados por la acción del mar y de los peces. Fue algo horrible. Nos pidieron que los dejásemos en un pasillo de la Comisaría. Los apilaron ahí y después no supimos nada


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3 más», le contó Ernesto Manzo a la periodista Agustina Blanco en una investigación que Canal 2 hizo sobre la última dictadura en Gesell. Ernesto Manzo (VER RECUADRO APARTE) era miembro del incipiente cuerpo de Bomberos Voluntarios local, formado por un grupo pequeño de jóvenes que llegaron a la playa por pedido de la comisaría sin imaginar lo que estaban por ver. No fueron los únicos que observaron ese espectáculo doloroso: en el mismo programa, el guardavidas Humberto Flores contó que «una vez estábamos pescando con un amigo y aparecieron restos humanos en bolsas, incluso una cabeza. No nos dio miedo, sino tristeza». En secreto, la mayoría de esos cadáveres se enterraron como NN en distintos cementerios de la zona. Permanecieron en el anonimato de la impunidad durante tres décadas, hasta que el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) los exhumó y pudo comprobar una vieja sospecha: esos cuerpos pertenecían a víctimas de los siniestros vuelos de la muerte, cruel final que el Proceso le dio a muchos desaparecidos. El EAAF es una ONG creada en 1984 como respuesta a la necesidad de identificar tumbas NN sospechadas de contener restos de desaparecidos. El equipo, con gran prestigio a nivel mundial, llevó su trabajo al resto de Latinoamérica, Bosnia, Angola, la ex Yugoslavia y Kurdistán. En este caso en particular el EAFF pudo proceder gracias a que la Cámara Federal de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de Buenos Aires autorizó la exhumación de quince cuerpos encontrados a fines de 1978. Nueve de ellos pudieron identificarse: la monja francesa Léonie Duquet y las Madres de Plaza de Mayo Azucena Villaflor, Esther Ballestrino y Mari Ponce eran algunas de ellas. Se cree que todos esos cuerpos pertenecían a personas secuestradas en el centro clandestino de detención El Olimpo que luego fueron arrojados desde aviones, ya que las pericias indicaron que las lesiones eran »compatibles con las provocadas por caída en altura y su impacto contra un elemento sólido (como el mar)». Según reconstruyó el fiscal Federico Delgado tras escuchar a más de 600 testigos, los vuelos de la muerte eran realizados con aviones de la Fuerza Aérea, desde los cuales se arrojaban a »hombres y mujeres, siempre encapuchados o tabicados, esposados entre sí, con ropas sucias, en estado conciente; caminaban en fila ayudándose mutuamente y tenían aspecto muy deteriorado». Uno de los nueve identificados es el que tantos años estuvo enterrado en Gesell. Se trataba de Santiago Bernardo Villanueva, desaparecido desde que fue secuestrado de su casa el 26 de julio de 1978, a los 32 años de edad. Villanueva estudiaba Ingeniería Mecánica en la Universidad Tecnológica Nacional y trabajaba en el centro de cómputos del Banco Ganadero como operador. Además militaba en la Juventud Universitaria Peronista y tenía dos hijos. Primero estuvo en centro clandestino de detención El Banco, luego en El Olimpo. El 8 de diciembre lo trasladaron hacia la muerte y su cuerpo apareció una semana después en orillas geselinas. Descubierto por el EAAF, el cuerpo de Santiago Villanueva fue enterrado finalmente en el cementerio de la Chacarita el 13 de abril de 2008, casi treinta años después de haber sido ultimado brutalmente y sepultado sin identificación alguna. El periodista Eduardo Anguita (cuya madre, Matilde Vera, fue secuestrada el 24 de julio de 1978 y desde entonces permanece desaparecida) mantuvo un encuentro con un sepulturero del cementerio de Villa Gesell, quien, recordando la época de la dictadura, »contó con orgullo que lo había visitado ‘el general de brigada Carlos Martínez’ y destacó que era hombre de caballería y que él mismo adoraba los caballos. Incluyó en sus dichos que Martínez, a la sazón jefe de Inteligencia del Ejército, nada menos, le había «regalado una placa». El sepulturero murió y Martínez luego fue preso. No es difícil pensar los motivos que llevan a los generales a un cementerio en tiempos de desaparición sistemática de personas». Quedará por siempre la incógnita sobre el nombre de los otros cuerpos encontraros en la playa. Al igual que los enterrados como NN, el comisario Pidal se llevó sus propios misterios a la tumba.

Santiago Villaueva.-

“Tuve la mala suerte de haber tenido que ir a buscarlos” Ernesto “Pochi” Manzo fue uno de los bomberos que integraban el incipiente cuerpo geselino y debió ir a recoger los cuerpos que aparecían sobre la playa. Extracto de su testimonio en la charla “Marea negra” que ofreció el 24 de marzo de 2016, día que se cumplían cuarenta años del Golpe de 1976. Nosotros formamos un cuerpo de bomberos voluntarios que empezó dependiendo del cuartel central de Madariaga. Era inicialmente un destacamento, aunque luego devino en un cuerpo a raíz de la sucesión de acontecimientos importantes, generalmente incendios. Esto ocurrió cuando Villa Gesell logró la autonomía de General Madariaga, aunque igualmente seguíamos recibiendo instrucción de allí porque no teníamos con quién comparar ni aprender el funcionamiento de la institución. Acudíamos a las llamadas por medio de la comisaría local. No existía la sirena, entonces tirábamos bombas de estruendo, de esas que se usan para los remates. A las tres bombas, todos al cuartel. Éramos poquitos, 16. Cuando entré, tenía 18 años. No estábamos acostumbrados a tener muchas actuaciones porque Gesell tenía una población chica, vivíamos unos 7 mil habitantes. Había hecho cursos en Buenos Aires, requisito para ser nombrado como bombero. Uno de ellos fue en Quilmes, duró quince días y me encontré con cosas que ni remotamente iban a ocurrir acá, como por ejemplo accidentes de tren. Curiosamente no enseñaban incendios forestales, algo que acá pasaba seguido. El bombero generalmente se encuentra con cosas desagradables. Te acostumbrás a ver muertos y uno va perdiendo un poco la sensibilidad en ese sentido. Pero ese día hubo cosas que me llamaron la atención. No recuerdo específicamente la fecha, pero fue a fines de diciembre de 1978 cuando nos avisan que había que ir a buscar tres cadáveres a la playa, a la altura del Paseo 127. Los cuerpos estaban totalmente deteriorados, en estado de descomposición. Pero hay algo que nunca me voy a olvidar: todos tenían las manos cortadas. Y algunos, incluso, la cabeza. De esa forma era imposible identificarlos. Nos ordenaron llevarlos a la comisaría y tuvimos que dejarlos en un pasillo. Después no supimos más nada. En ese entonces yo era un pibe de 22 años, trabajaba en un banco y sinceramente como pueblo estábamos medio aislados de lo que venía pasando. No estábamos enterados de absolutamente nada porque las noticias en ese tiempo circulaban de otra manera. No tomé conciencia en el momento de lo que esos cuerpos significaban. Pero después nos enterábamos de que en el Partido de La Costa se había encontrado uno, después tres, más adelante cuatro, y así, porque teníamos contactos con los bomberos de Santa Teresita, San Clemente, Mar de Ajó. Fui a declarar varias veces a Dolores por todo eso que vi. La última vez fue en 2014. La profesión de bombero es muy completa, pero también compleja: tenés que actuar en muchas circunstancias diferentes. Lo que nunca me habían enseñado era a ir a buscar cadáveres de desaparecidos a Pochi Manzo.la orilla del mar.


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1978 . 2018 La DIPPBA en Gesell: documentos ocultos sobre cadáveres a la vista

El equipo de Antropología Forense y la búsqueda de la

La Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires fue un organismo que funcionó entre 1956 y 1998. Casi media década de espionaje en la provincia más importante del país convirtió a la DIPPBA en una de las más importantes de la historia argentina. Sobre todo porque su período de actividad abarcó la última Dictadura, tiempo en el que estos organismos trabajaron persiguiendo y registrando personas y hechos más de la cuenta. Una vez cerrada la DIPPBA, su frondoso archivo quedó en manos de la Comisión Provincial por la Memoria, quien decidió desclasificarlo para hacer pública la consulta del mismo. Entre las millones de hojas aparecen varias acerca de la aparición de cadáveres en las costas argentinas entre 1977 y 1978. Hay especial interés sobre la zona del actual Partido de la Costa, ya que allí se produjo la gran mayoría de hallazgos. Pero también hay legajos dedicados a Villa Gesell. Uno lleva por título «Hallazgo de cadáver devorado por fauna marina». El mismo da cuenta de un episodio en un lugar descripto en el documento de inteligencia como «la playa ‘Roja’». Aunque no precisa la dirección, se podría deducir que refiere al balneario Luna Roja, uno de los últimos hacia el norte de la ciudad, a la altura de la Calle 308. Lo curioso es que el hecho es fechado el 17 de febrero de 1978. Esto significa que, al igual que en el resto de la costa, ya se habían observado cadáveres sobre las orillas mucho antes de la oleada gruesa de diciembre del mismo año. El escrito en cuestión no habla de un cuerpo completo, sino de «restos humanos», los cuales, según el mismo informe, aparecieron «traídos por la marea humana». Esta última observación es clave, ya que demuestra que desde un primer momento los médicos policiales afirman la teoría de que los huesos provinieron del mar. De ese modo se volvía imposible postular o forzar hipótesis acerca de que la persona murió en ese mismo lugar. «La muerte data de unos quince días», ampliaba. Según el memo de los servicios de inteligencia bonaerenses, el hallazgo fue verdaderamente macabro. «Se trataba de un torso, sin cabeza, hasta el esternón inclusivo (sic), con el brazo derecho hasta la muñeca, con tres metacarpianos, presentando huellas de haber sido devorado por la fauna marina, en estado de suponificación». Recién décadas después se pudo saber que, antes de ser arrojados desde aviones, muchos de los detenidos-desaparecidos eran mutilados para que se volviera difícil identificar sus cuerpos en el caso de ser hallados. Así y todo, el parte confidencial estimó que los huesos podrían haber pertenecido «a una persona de sexo masculino, de unos 20 años». Es lo último de lo que se tuvo registro acerca de estos restos enterrados en un lugar desconocido.

“El cementerio de Villa Gesell es impresionante. Suena raro decirlo, pero es muy lindo: parecido a un cementerio parque. No es como el de La Matanza, por ejemplo, que es gigante y hay de todo. Pero lo curioso es que en los cementerios parque no suelen haber tumbas NN como las que encontramos en Villa Gesell”. Maco Somigliana es miembro del Equipo Argentino de Antropología Forense que en 2005 encontró los restos de Santiago Villanueva. “Lo recuerdo como si fuera hoy: lo habían enterrado en la sepultura número 10, yendo hacia la derecha una vez que entrás al cementerio. Estaba al lado de un pino”. “Cuando fuimos a Gesell para buscar a Santiago sin saber que era él, recuerdo que un guardavidas nos contó haber Carátula del archivo de DIPPBA.- v i s t o un cuerpo mientras nadaba. Y después tuvimos multiples versiones, incluso de bomberos que decían que a algunos cuerpos los enterraban en la playa. Me cuesta creer en eso, pero nunca debemos descartar nada”, opina Somigliana. El joven secuestrado en julio de 1978 es, hasta el momento, la única víctima de los vuelos de la muerte identificada en nuestra ciudad. Sin embargo existen otros registros documentales sobre cadáveres encontrados en las playas geselinos, motivo por el cual el EAFF sigue trabajando en la zona para poder identificarlos. “Uno le da vueltas a la cuestión, la piensa –razona Somigliana. Por un lado hubo una acción burocrática que luego nos permitió acceder a esos registros. Pero por otro lado parece que las apariciones de cadáveres se naturalizaron en cada pueblo, ya que nadie se preguntó demasiado. Durante el año habían dos o tres homicidios, y de golpe aparecen cuerpos por varios lados. Una bestialidad. Ojalá sigamos encontrando nuevos datos para poder acercanos un poco más a la verdad sobre lo que ocurrió en aquel entonces”.

Documento de DIPPBA acerca del hallazgo de cuerpos en Villa Gesell.-

VERDAD

Juan Ignacio Provéndola nació en Villa Gesell y es Licenciado en Periodismo de la Universidad del Salvador. Actualmente trabaja en Página/12, colabora en los sitios La Izquierda Diario y RealPolitik, dirige el portal PulsoGeselino.com.ar y es profesor de la Universidad de Buenos Aires en la carrera de Comunicación Social. Publicó tres libros: “RockPolitik”, “Villa Gesell Rock&Roll” e “Historias de Villa Gesell”. En éste último se incluyen dos capítulos sobre la Dictadura en nuestra ciudad que es utilizado en varios colegios de la región.


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