Hermosos Poemas de Puerto Rico - Preview

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Clásicos de Puerto Rico Volumen VII

COLECCIÓN DE HERMOSOS POEMAS CLÁSICOS DE PUERTO RICO **********************************

Edición Digital por Juan Ramos para Puerto Rico eBooks

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Todos los derechos reservados. Copyright © 2015 El diseño de la portada y el diseño del libro son propiedad de Puerto Rico eBooks ©. **********************************

El texto pertenece a los autores aquí presentados. Todos los derechos reservados. ©


Introducción **********************************

E

sta es una colección de varios hermosos poemas escritos por grandes autores puertorriqueños. Entre ellos José De Diego, Luis Lloréns Torres, José Gautier Benitez, Virgilio Dávila, Lola Rodríguez de Tió, José PH Hernández y Alejandro Tapia y Rivera. Puerto Rico es un refrescante manantial de Poetas, Escritores, Autores, Pintores, Artistas que nos llenan el alma de estas frescas corrientes de melodías. Estos Hermosos Poemas de Puerto Rico están dedicados a la Patria, al Pueblo, al Amor, a la Belleza de la Mujer Puertorriqueña. Los invitamos a que sientan ese gran universo de sentimientos que estos grandes poetas nos dejaron plasmados en sus escritos. **********************************


Índice **********************************

Introducción Índice José de Diego La Borinqueña Última Actio A Laura Al Guaraguao Pitirre Después Del Combate En La Brecha Sueños y Volantines Amor Niño Pomarrosas Luis Lloréns Torres Madrugada Vida Criolla Mediodía Medianoche Claroscuro Copla Mulata Valle De Collores Amanecer A Puerto Rico La Mujer Puertorriqueña La Mancha De Plátano


José Gautier Benítez A Puerto Rico A Puerto Rico (Ausencia) A Puerto Rico (Regreso) Romance Un Encargo A Mis Amigos Ella y Yo Una Pregunta Los Ojos De T Americana Redención Virgilio Dávila La Tierruca Nostalgia El Cafetal La Palma Real Borinquen No Des Tu Tierra Al Extraño El Bohío La Jibarita El Jíbaro El Maestro Lola Rodríguez de Tió A Puerto Rico A Cuba A Mis Cantares Ante Una Puesta De Sol El Poeta Rayo De Luna Muerte En Alta Mar La Borinqueña


Soneto Inconcluso Adiós A Mi Casita José PH Hernández La Última Flor Cruzó Bajo La Luna Ojos Astrales Alejandro Tapia y Rivera La Oja del Yagrumo Las Lágrimas del Loisa Guamaní El Último Borincano Los Ojos De ... A Mi Madre Un Rayo del Cielo A Monte Edén Un Ave Errante A Una Dama Gracias


José de Diego **********************************

J

osé de Diego (16 abril 1867–16 julio 1918), fue un estadista, periodista, poeta, abogado y defensor de la independencia de Puerto Rico.

Se le conoce como “El Padre del Movimiento Independentista Puertorriqueño”. José de Diego nació en Aguadilla, Puerto Rico. Él era el hijo de Felipe de Diego Parajón, un oficial del ejército español de Asturias, España, y Elisa Martínez Muñiz, natural de Puerto Rico. De Diego recibió su educación primaria en la ciudad de Mayagüez y después de terminar su educación primaria y secundaria se fue a España. Allí asistió a la Universidad Politécnica de Logroño, para estudiar derecho. Mientras que en España, de Diego colaboró con el diario El Progreso, fundado por el también puertorriqueño José Julián Acosta y Blanco, que atacó a la situación política de Puerto Rico; esto llevó a varios arrestos que finalmente lo obligaron a dejar España para volver a la isla. En 1886, de Diego tuvo un desengaño amoroso con Carmen Echavarría


que le llevó a escribir uno de sus más aclamados Poemas, “A Laura”. Este poema se hizo muy popular entre los románticos de la época. Se le conoce también como el “Padre” del “Movimiento de la Poesía Moderna de Puerto Rico”. Entre sus libros de poemas más conocidos están: •Pomarrosas •Jovillos •Cantos de Rebeldía

•Cantos de Pitirre En 1891 De Diego se trasladó a la Universidad de La Habana, Cuba donde terminó su título de abogado y continuó sus estudios hasta que se graduó con un doctorado en derecho en 1892. Luego regresó a Puerto Rico para defender su autonomía frente a España. De Diego estableció su práctica de ley en Arecibo y fue el fundador del diario La República. Junto a Román Baldorioty de Castro, Luis Muñoz Rivera y Rosendo Matienzo Cintrón, que eran miembros del partido. De Diego fundó el Partido Autonomista en 1887, formó un comité que finalmente convenció al representante español en la isla, Práxedes Mateo Sagasta para apoyar la idea de autonomía para Puerto Rico. De Diego promulgó la creación de una Confederación de las islas de habla hispana en el Caribe que incluiría la República Dominicana y Cuba, conocido como la Confederación Antillana. En 1897, España reconoció la autonomía de Puerto Rico, tras la elección de Mateo Sagasta como primer ministro. De Diego celebra los logros de Muñoz Rivera y fue nombrado Sub-Secretario de Justicia y de Gobierno. La autonomía de Puerto Rico, sin embargo, fue de corta duración. Fue socavada por la posterior invasión del país por los Estados Unidos en 1898. De Diego fue uno de los fundadores del “Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas de Mayagüez” ahora se conoce como “la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez”. Viajó por todo el Caribe y España buscando el apoyo de lo que él llamó “Los Hermanos de La Misma Raza” para la independencia de Puerto Rico. Después de dar un discurso en Barcelona


para dicha solicitud, se hizo conocido como el “Caballero de la Raza”. Su pierna derecha desarrolló gangrena y fue amputada en 1916. Murió en la ciudad de Nueva York el 16 de julio 1918 de endocarditis (La endocarditis es una inflamación de la capa interna del corazón). Sus restos fueron devueltos a Puerto Rico y están enterrados en el “Cementerio Antiguo de San Juan” (Santa María Magdalena de Pazzis), en San Juan, Puerto Rico La memoria de José de Diego ha sido honrada en Puerto Rico, se observa su fecha de nacimiento como un día de fiesta oficial, así como el nombramiento de escuelas, avenidas, y carreteras. La plaza en su ciudad natal, Aguadilla, Plaza José de Diego, es nombrada en su honor, además de que hay escuelas en Chicago–Illinois, Brooklyn–Nueva York, y Miami–Florida que llevan su nombre. **********************************


La Borinqueña **********************************

¿Qué alma, llorando su infeliz destino dentro del himno popular se agita, al ascender la música infinita en el fondo del aire cristalino?
 Vibra en la flauta el prolongado trino, la tempestad en el tambor palpita, gime el violín, el clarinete grita y solloza profundo el bombardino... Es el acento múltiple, anhelante, de la perdida caravana errante que del nativo hogar la suerte implora... ¡Es el alma de un pueblo sin enseña! ¡Es la dulce, la triste “Borinqueña”, madre ideal que por sus hijos llora!


Última Actio **********************************

Colgadme al pecho, después que muera, mi verde escudo en un relicario; cubridme todo con el sudario, con el sudario de tres colores de mi bandera. Sentada y triste habrá una Quimera sobre mi túmulo funerario... Será un espíritu solitario en larga espera, en larga espera, en larga espera... Llegará un día tumultuario y la Quimera, en el silenciario sepulcro erguida, lanzará un grito... ¡Buscaré entonces entre mis huesos mi relicario! ¡Me alzaré entonces con la bandera de mi sudario a desplegarla sobre los mundos desde las cumbres del Infinito!


A Laura **********************************

Elegía Laura mía: ya sé que no lo eres; mas este amor, que ha sido flor de un día, se olvida a solas de que no me quieres y, en medio de mi bárbara agonía, ¡te llama a gritos, con el mismo grito de aquellos tiempos en que fuiste mía! Yo necesito hablarte, necesito saber por qué me arrojas al destierro, de tu perjuro corazón proscrito, cuando, feliz en su adorable encierro, al ideal querido me acercaba, con fe sublime y voluntad de hierro; cuando mi voz triunfante te aclamaba ¡y ya mi pobre alma, ánima en pena, con las alas abiertas te aguardaba! Yo aun te defiendo, porque tú eres buena y de tu dulce corazón no pudo brotar


la amarga hiel que me envenena; de esta espantosa realidad aun dudo y no sé quien me preparó, cobarde, por detrás y a traición, el golpe rudo. Ya es tarde, Laura: por desgracia es tarde; mas si estás inocente... ¿por qué muda, si aun la pasión en mis entrañas arde? Prestárame tu voz su noble ayuda, cuando al altar de nuestra fe sencilla cubrió el velo de sombra de una duda... La luz se impone: la inocencia brilla... ¡tú bien pudiste disipar la sombra, hija del sal trigueño de Aguadilla! ¡Aun tu silencio criminal me asombra! ¡aun hay un labio, a la traición cerrado, huérfano de tus besos, que te nombra! ¡Aun me acuerdo del ángel malogrado, verbo de nuestro amor, como el Dios hijo, concebido sin mancha ni pecado! Aun al ángel en sueños me dirijo... ¡larva de luz, que en el sutil capullo no sintió de la vida el regocijo!


¡Aun me enardece el lánguido murmullo que repercute el eco en mi memoria, de tu primer voluptuoso arrullo! Tú sabes bien que es dulce nuestra historia y que este infierno, a que el amor me lanza, fue cielo un día y comenzó en la gloria. Mi pobre corazón es siempre el mismo. ¡Ángel guardián, que con temor me augura la presencia secreta del abismo! Pero ¿quién, que haya visto tu hermosura sabe si es luz de sol o de centella la que en tus ojos de mujer fulgura?... Agita en ti la muerta remembranza de aquel momento, del momento triste en que puse en tus manos mi esperanza, ¡y te verás culpable! Sí, lo fuiste... No sé por qué presentimiento extraño yo quise huir... y tú me detuviste. Recia batalla el día del engaño libraron el amor y el egoísmo, que adivinaba mi futuro daña. ¡Cuidado que eres cariñosa y bella!


¡Qué tarde aquella le de aquel gran día! ¡Qué día aquel el de la tarde aquella! ¡Aun vive en mis oídos la armonía con que la danza comenzó gimiente, como una niña enferma que sufría, y en mis ojos tu imagen sonriente, como un ángel asido por un ala, del brazo mío y de mi amor pendiente! Mi dolor es horrible; pero exhala, como el opio que abate y se sahúma, su ardiente esencia en vaporosa escala. Y, esperando que mi alma se consuma, absorbo, en el recuerdo adormecido, el tósigo que brilla y que perfuma... ¡Ay, porque va mi corazón herido muriéndose de frío, poco a poco, como se muere un pájaro sin nido! Porque aun te quiero y mi dolor sofoco en medio de este malestar sublime, tengo accesos de furia, como un loco, en que el león enamorado gime... ¡y una venda de sangre, que me ciega,


y una cosa en el pecho, que me oprime! En la callada y pertinaz refriega, que pensamiento y corazón sostienen, triunfa el delirio y la razón se entrega. Dulces recuerdos a alentarme vienen de mis benditos lares borinqueños, que algo del fuego de tus ojos tienen, y, del incendio que provocan dueños te hacen surgir: entre las llamas brillas, vesta inmortal del templo de mis sueños. ¡y cae el pensamiento de rodillas vencido, al fin, y en largo desvarío te jura el pobre corazón que humillas que, hasta que sienta de la muerte serás tu mi alimento cotidiano, pan de azucena del anhelo mío! Mas, no por eso me verás, villano, en aras de este amor que me atormenta sacrificar mi dignidad en vano. Yo sé luchar: la juventud me alienta y tengo, a fuerza de correr los mares, la frente acostumbrada a la tormenta.


Y si no puedo, en bien de mis pesares lanzar tu efigie de mi pecho inerte, como se arroja a un dios de sus altares, sabe que a los sarcasmos del la suerte, más débil sigue el corazón latiendo, pero también la voluntad más fuerte. No temas verme sucumbir; comprendo que hay una sima entre los dos abierta, y ha de estar siempre, ante el abismo horrendo el centinela del honor alerta: no temas, pues, que el desdeñado altivo, limosnero de amor, llame a tu puerta! Y si te escribo, Laura, si te escribo, es que no puedo padecer ya tanto sin dar a mi amargura un lenitivo; ¡es que me ahoga y que me ciega el llanto y, cual huyen del rayo las gaviotas, huye del alma tormentosa el canto, que se revuelca, en abrasadas notas, con el dolor del águila viuda, que cae del cielo con las alas rotas!... No es que mi pena, que mi pena aguda,


como a un sepulcro, a remover el fuego del amor muerto, a tu piedad acuda, ni a reclamar el juramento ciego que, pálida de amor, me hiciste un día con voz tímida y leve, como un ruego... ¡Es que entona su ultima elegía, canto de cisne, doble de campana, esta pasión asesinada mía! ¿Y tú, en tanto, qué piensas?... Si mañana la luz extinta a resurgir volviera, siniestra luz que del carbón emana, ¿saldrás indemne y pura de la hoguera? ¡tal vez vuelve la vida a los desiertos y torna al alma la ilusión primera! ¡Cuidado, Laura! que los sueños muertos ángeles catalépticos que agitan sus alas en la sombra, están despiertos y a los reclamos del amor se irritan... ¡Entiérrame muy hondo y ten cuidado, que los muertos del alma resucitan! Pero no podrá ser: miro asombrado que aquella de una noche breve historia


fue una leyenda de hadas, que ha acabado. Ficción no más, relámpago de gloria que encendió en mí un altar y que ha tenido cuna en tus ojos, tumba en tu memoria. Echa tú el cuento de hadas al olvido y no turbe tus goces el desvelo de éste, que es tuyo, corazón rendido. Vive tú: muera yo: nunca mi duelo te asalte en sueños, cual visión extraña... ¡y que Dios te perdone desde el cielo, como yo te perdono desde España! Barcelona, 1888


Al Guaraguao **********************************

Guaraguao, que giras en círculos negros de hondas espirales. Guaraguao largo y obscuro, guaraguao largo y obscuro de garras de corvos puñales, y pico azuloso y duro de sierra, guaraguao largo y obscuro de alas imperiales... ¡Guarda en el pecho potente tu instinto de guerra y el rayo de la ira en tus ojos fatales, que tú eres lo único que puede curar nuestros males lo único agresivo y fiero que tiene nuestra pobre tierra! Asalta y destruye los nidos del monte: Cubran tus ecos triunfales las líricas quejas del manso sinsonte y tus alas de luto las tumbas de los ideales. Tú sólo eres fuerte en estos días infaustos del miedo y el oro, del miedo y el oro tan lívidos como la muerte. El trino sonoro ha muerto en el bosque latino. Ha muerto la negra bravura en el circo y el foro...


El tribuno pide su salario. El loro su comida en la jaula. Paciente y cansino no embiste en la lidia, arrastrando su coyunda el toro... Cada cual busca su yugo y su parva. El épico gallo, el gallo divino, pica al insecto saltante del polvo que escarda y en el corral sólo erige las corneas espuelas, que es ya su destino morir, no en la lucha, sino en las cazuelas. A lo largo de nuestro camino, como los murciélagos muerden en los árboles muerde a los corazones, muerde la envidia a las almas, los canes aúllan y están los ratones royendo las palmas. Tenía el cordero sangre de leones y se lo llevaron nuestros batallones... ¿Quién te salva ahora, país en conquista, de tantos felinos y tantos leones si queda en el suelo plegado y rendido el pendón del Bautista? Guaraguao, que llenas de sombra los lindes del cielo, desciende en tu velo de hondas espirales y el pendón levanta y en tu pico aferra,


que tú eres el único que cura nuestros males!


Pitirre **********************************

Cada guaraguao tiene su pitirre. (Adagio Puertorriqueño) Una cruz negra en el fondo del cielo sus brazos extiende
y en círculos lentos desciende. Estrechan al monte, de cumbre a cimientos, las raíces torcidas de una ceiba fecunda y pomposa, que esparce a los vientos ingrávidos copos volátiles de algodón de rosa. Entre dos de sus ramas floridas salta un pitirre custodio del nido que posa. La cruz se alargaba sobre los brazos batientes y, encesa
de lumbres de oro la pupila brava, el guaraguao inquiría en las sombras del monte su presa... Súbito un grito el aire atraviesa... Lleva erigida el pitirre la punta sutil de un florete y ¡pitirre! resuena su grito, cada vez que el audaz pajarito como una rígida flecha


al cuello del monstruo acomete. Denso, enorme, mudo, girar no puede en su torno el feroz carnicero; de su turbión de aletazos al ímpetu rudo escápase en vívidas fugas el raudo guerrero, hasta que le hunde en los ojos dos veces el pico de acero y dos veces ¡pitirre! proclama triunfante su clarín agudo. El vencedor fatigado en el nido reposa, la ceiba florida
esparce a los vientos sus copos de algodón de rosa y, al pasar a través de una nube encendida, resalta un instante y se pierde en el cielo una cruz dolorosa... ¡Cívico pitirre, enseñanza gloriosa que funde en un solo ideal el amor y el honor de la vida!


Después Del Combate **********************************

Ni una sola vez doblegué la frente, en ningún trance me amparó la huida, y me batí caballerosamente con todos los dolores de la vida. Con mi bandera en lo alto de mi lanza, decidido y tenaz, como un templario, llegué a la cumbre azul de la esperanza ¡y me encontré en la muerte solitario! Miré hacia atrás: busqué a los compañeros, que a mi vanguardia colocó el destino, ¡y eran mis adversario, los primeros ocultos en la sombras del camino! Miré hacia abajo: ¡en la hondonada oscura se agitaba el espíritu perverso, y un vaho de pasión y de locura parecía inundar al Universo! La muerte se acercó... ¡sobre mi lanza vi su insignia flotar, como un sudario! Llamé con hondo grito a la Esperanza....


¡y me encontré en la cumbre solitario! Miré al cenit: la cúspide gloriosa se abrió a la blanca eternidad del día... ¡y una cruz gigantesca y luminosa, con los brazos abiertos, descendía! Postrado, ante los cielos redentores, recé, lloré sobre mis propias huellas: ¡mi llanto en tierra producía flores y mi corazón en el espacio estrellas! Bajó del cielo la divina lumbre, como una antorcha fulguró mi lanza, la Fe radiante se posó en la cumbre... ¡y apareció en la cumbre la Esperanza! ¡Tú, dulce esposa, el bien y la inocencia! ¡tú, que infundes al paladín herido la luz de Dios, la paz de la conciencia y el sacramento maternal del nido! La Esperanza eres tú, que has evocado un alma nueva en mi organismo inerte... ¡el triunfo de la fe sobre el pecado! ¡el triunfo del amor sobre la muerte!


En La Brecha **********************************

¡Ah desgraciado si el dolor te abate, si el cansancio tus miembros entumece! Haz como el árbol seco: ¡Reverdece! y como el germen enterrado: ¡Late! Resurge, alienta, grita, anda, combate, vibra, ondula, retruena, resplandece... Haz como el río con la lluvia: ¡Crece! Y como el mar contra la roca: ¡Bate! De la tormenta al iracundo empuje, no has de balar, como el cordero triste, sino Rugir, como la fiera ruge. ¡Levántate!, ¡Revuélvete!, ¡Resiste! Haz como el toro acorralado: ¡Muge! O como el toro que no muge: ¡Embiste!


Sueños y Volantines **********************************

“El Cerro de las Animas Benditas” se llama un montecillo de mi pueblo; extraño nombre que le dio la gente – según afirman los que saben de ello – porque, como se eleva en grácil curva precisamente por detrás del templo, donde reciben el adiós del mundo los que retornan de la tierra al seno, huyen del monte a los vecinos árboles las pobres almas de los pobres muertos, envueltas en las ráfagas azules de la espiral sagrada del incienso, mientras resuenan, por las amplias bóvedas, del canto augusto los dolientes ecos. El Cerro de las Animas. ¡Cuidado! Que está en mis glorias el dichoso cerro! Las faldas de mi madre y las del monte. Mis amores de niño compartieron; por hermano me tienen sus arbustos, sus piedras y sus pájaros, y creo que recorrí sus zarzas y malezas como ningún chiquillo de mi tiempo,


y que, si Dios a todo dio un lenguaje y hablan las hojas con susurros tiernos, ya han susurrado con dolor las suyas que estoy quizás, cuando no subo, enfermo Allá en su cumbre, por las tardes, era donde todos los guapos del colegio íbamos a jugar a las cometas, como se dice en castellano viejo. ¡A jugar a los bravos “volantines”, águilas de papel que alzan el vuelo y que, cual arma de combate, lucen en la cola de trapo un vidrio puesto, para atacar a la infeliz “chiringa” que les dispute su ración de viento! ¡Íbamos muchos, ¡cuando menos quince!, hábiles todos y en el juego expertos. Pues ni uno solo consiguió cortarme mi volantín, mi volantín ligero, porque salvando con presteza suma. ¿Me entenderán los niños borinqueños? ¡Les voy a hablar en la divina charla de sus sencillos e inocentes juegos! Porque “cambiando en culebrilla”, huía del “navajazo”, en el ataque fiero,


y, móvil siempre en sus “gacetas” blancas mi perseguido volantín esbelto, como el astuto gladiador del aire, salía, al fin de la batalla ileso. Sabemos doble más cuando muchachos, que después que ya somos hombres serios: Desde que de mi Cerro de las Animas la suerte impía me arrastró tan lejos; desde que como el loco de Cervantes, lo grande admiro, mas lo ruin desprecio; desde que grave me apuntó el bigote y estudio leyes y compongo versos, ¡aún no he podido, por desgracia mía, “encampanar” el volantín de un sueño, sin que el demonio, que me tiene rabia, me corte el hilo en el azul del cielo!


Amor Niño **********************************

Hay muchos que se figuran que el amor no más existe para los hombres de veinte y las mujeres de quince; pero tendrán por sabido, los que su infancia analicen, que hay Abelardos de doce y Eloísas de ocho abriles. De carrillos amasados con guayaba y alfeñique en cuerpos de pomarrosa, manos y pies de jazmines, eran Pepe y Carmencita los dos niños más gentiles que en un mismo hogar crecieron, él, arcángel y ella, virgen... ¡Qué comunismo tan dulce de travesuras y ardides, de cantos y de juguetes, de besos y de confites!


Asordan la casa a gritos y, corriendo hasta rendirse, como tienen para verse corazón y ojos de lince, se pasan el santo día, por alcobas y jardines, más jugando al encontrarse que jugando al escondite. Amor ejerce en los niños atracción irresistible y, aunque en ellos no se nutre de aficiones baladíes, sino de sueños y flores que en el alma echan raíces, amor es, al fin, que en ellos, como en los hombres, reviste sus eternos caracteres de avaro y de susceptible... Así es que al niño, ante el beso que en las mejillas imprimen de la niña, los amigos de la casa, al despedirse, se le llenaban los ojos, fieros tanto como tristes, de lágrimas trasparentes


y de miradas de tigre! Mas del beso aquel borradas las impresiones hostiles con las dulzuras de otro que él de su Carmen recibe, después de pasar el día en cariñoso palique, aun se les oye en el lecho... durante el sueño sonríen... a la mañana, despiertan él, arcángel, y ella, virgen! ¿Quién habrá que, registrando sus memorias infantiles, de una Carmen, como aquella, no halle la inocente efigie?... Hay muchos que se figuran que el amor tan solo existe para aquellos que, al principio de este romancejo, dije. Yo, que no alcanzo a los veinte y que a más de veinte quise, sé, atendiendo a mi experiencia, que el amor, niño sublime, solamente en almas niñas en paz con el diablo vive,


manteniéndose de sueños, como el canario de alpiste y el zumbador de mi tierra de claveles y alelíes. Bien hiciera el Poderoso creador de cuanto existe (sin que esto sea ponerle los puntos sobre las íes) de mundos en miniatura echando en las superficies humanidades de niños, repúblicas juveniles, en donde, por fuerza, todos habrían de ser felices, ¡casándose a los diez años y muriéndose a los quince!


Pomarrosas **********************************

En las orillas de los viejos ríos, que llevan sus corrientes rumorosas por los bosques recónditos y umbríos, nacen las pomarrosas pálidas, escondidas, aromosas, lejos del sol, como los versos míos... En el suelo feraz, que el agua inunda, yérguese el tronco en la raíz profunda, al son perpetuo del raudal sonoro: ¡y absorbe, en cada poro, el jugo que le nutre y le fecunda y el resplandor de sus manzanas de oro! Como los astros, al tocar su meta, brillan las pomarrosas reflejadas en el móvil cristal de la onda inquieta... como las granadas y como las canciones del poeta, flotan sobre la tierra coronadas! ¡Oh, fruto, en que la flor se transfigura, sin dejar de ser flor! ¡Tierna hermosura,


que la fragancia con la miel reparte, y es perfume y dulzura y símbolo, en que muestra la natura la virginal maternidad del arte! ¡Cuán misterioso de la tierra el seno! La sombra de la muerte se difunde en el abismo, de amarguras lleno... ¡E1 tártago se hunde y, en vez de néctar de la vida, infunde y alza a la flor maléfica el veneno! Mas, no la pomarrosa, que transmuta en rica savia y en potencia fuerte la ponzoña que infiltra la cicuta... ¡Así mi alma convierte, como el arbusto de la blanca fruta, la sombra en luz y en navidad la muerte! ¡Amor! ¡Dolor! ¡Corriente combatida! ¡Esperanza inmortal! ¡Anhelo santo! ¡Ondas de mi alma y ondas de mi vida! ¡Fecundidad del llanto! ¡Renacimiento de la fe perdida! ¡Poemas del bien y rosas de mi canto! ¡Bendecid a las áureas pomarrosas, que en las orillas de los viejos ríos


se elevan escondidas y aromosas! ÂĄAmad los desvarĂ­os del alma triste que, en los versos mĂ­os, saca los frutos del abismo en rosas!


Luis Lloréns Torres **********************************

L

uis Lloréns Torres; Poeta puertorriqueño, dramaturgo y político. Fue un defensor de la independencia de Puerto Rico.

Lloréns Torres nació en Juana Díaz, Puerto Rico, el 14 de mayo de 1876, sus padres, Luis Aurelio del Carmen Lloréns y Marcelina Soledad de Torres, fueron los ricos propietarios de una plantación de café. En Collores (una sección de Juana Díaz), Lloréns Torres estuvo siempre en contacto con la naturaleza, que representa el amor que sentía por la naturaleza y el país. Él siempre dijo que estaba orgulloso de venir de “Collores”. Su abuelo catalán, José de Llorens y Robles, había emigrado desde el pueblo de Llorens, que pertenece a la localidad de El Vendrell, en Tarragona (Cataluña, España). Lloréns Torres fue a la escuela en Mayagüez y Maricao. Se fue a España después de haber terminado sus estudios secundarios en la isla y estudió en la Universidad de Barcelona, donde comenzó sus estudios. Luego procedió a estudiar Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, donde obtuvo un doctorado en ambas disciplinas y su título de abogado. En España, publicó su primer libro de versos poéticos “Al Pie de la Alhambra”, que se lo dedicó


a su novia, Carmen Rivero. Lloréns Torres regresó a Puerto Rico en 1901, se casó y se trasladó a Ponce donde estableció su propio bufete de abogados junto con su gran amigo Nemesio Canales y colaboró con el periódico Lienzos del Solar. Durante este tiempo escribió algunas de sus mejores obras. Cuando Lloréns Torres regresó a Puerto Rico se encontró con una situación política completamente diferente a la del que le quedaba. Puerto Rico había sido invadido por los Estados Unidos durante la Campaña de Puerto Rico de la guerra americana española en 1898. Esto motivó Lloréns Torres unirse al Partido Unión dirigido por Luis Muñoz Rivera. Transmitió sus creencias al público a través de su poema “El Patito Feo”. Se convirtió en un miembro de la legislatura de Puerto Rico y fue nombrado a la Cámara de Delegados de 1908 a 1910 en representación del municipio de Ponce. El 8 de febrero de 1912, junto con Rosendo Matienzo Cintrón y Manuel Zeno Gandía, escribió una manisfesto que declaró que ya era hora de que Puerto Rico tuviera su independencia. Ese año Lloréns Torres, Rosendo Matienzo Cintrón, Manuel Zeno Gandía, Eugenio Benítez Castaño, y Pedro Franceschi fundaron el Partido de la Independencia que fue el primer partido en la historia de la isla de querer exclusivamente la independencia de Puerto Rico. Eugenio Benítez Castaño fue nombrado presidente del partido político de corta duración. En 1913, Lloréns Torres cofundó con Nemesio Canales La Revista de las Antillas, una publicación literaria y vanguardista, que se convirtió en cierta forma en órgano oficial del modernismo de Puerto Rico y que contó con las colaboraciones de Rubén Darío y Santos Chocano, entre otros. En 1915 fundó el semanario satírico Juan Bobo, conocido a partir del año siguiente como la revista mensual Idearium, donde firmaba sus artículos como “Luis de Puerto Rico”. En esta línea se encuadran sus obras Valle de Collores, Unjú, El patito feo, Campesina criolla, Canto a la mujer puertorriqueña y su famoso Grito de Lares (1917), drama histórico sobre el primer intento independentista de la


isla que recibió numerosos elogios de la prensa. Influido por su militancia política y por el naciente criollismo literario, se involucró a partir de 1904 en la emergente corriente literaria nacionalista que se manifestó a través de la exaltación de los símbolos más representativos del espíritu nacional puertorriqueño: el lenguaje jíbaro, el folklore popular, las estampas costumbristas de la isla o la recuperación de los episodios más significativos de la propia historia, todo ello como un medio de defensa ante el riesgo de aculturación que suponía la presencia del elemento norteamericano. Lloréns Torres murió en Santurce, un sector de San Juan, Puerto Rico. Defendió el ideal de la independencia de Puerto Rico hasta el día que murió, el 16 de junio de 1944. **********************************


Madrugada **********************************

Ya está el lucero del alba encimita del palmar, como horquilla de cristal en el moño de una palma. Hacia él vuela mi alma, buscándote en el vacío. Si también de tu bohío lo estuvieras tú mirando, ahora se estarían besando tu pensamiento y el mío.


Vida Criolla **********************************

¡Ay, qué lindo es mi bohío! Y qué alegre es mi palmar. 
¡Y qué fresco el platanar de la orillita del río! 
¡Qué sabroso es tener frío y un buen cigarro encender! 
¡Qué dicha no conocer de letras ni astronomía! 
¡Y qué buena hembra la mía cuando se deja querer!


Mediodía **********************************

Mi gallo ama el bosque umbrío de la verde cordillera y la caricia casera de la hamaca en el bohío. Cuando lanza su cantío, es por su tierra y su amada. Galán de capa y espada, es el donjuán de la fronda, que bajo la fronda, ronda con su capa colorada.


Gracias

M

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