El Guadiana y Las Tablas de Daimiel

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Acuarelas del Guadiana y de las Tablas

Juan Gonzรกlez-Gallego Espinosa


Las acuarelas

LĂ­mpia, y clara, y transparente. a veces impetuosa, a veces serena. Siempre sugerente. De sombras y luces fugaces. De siluetas apenas esbozadas. Las acuarelas son como el agua que le da la vida, como el agua que nos da la vida. Juan GonzĂĄlez-Gallego Espinosa


ACUARELAS DEL GUADIANA El Guadiana, ha sido un rio mítico y misterioso. A través de la historia ha sorprendido con sus desapariciones y sus apariciones en lugares muy distantes. Se decía que había un rio subterraneo que unía el llamado Guadiana Alto nacido con las aportaciones de las Lagunas de Ruidera con el que aparecía en los Ojos del Guadiana y que se encauzaría llenando espacios naturales de increible belleza como Las Tablas de Daimiel

Obra del pintor daimieleño Juangallego


Turberas ardiendo en las Tabla de Daimiel.

Cuando las Tablas se secan por sequías y por exceso de riegos, las turberas que se han formado por acumulación de plantas acuáticas durante miles de años, se encienden de forma espontánea y forman un enorme brasero que produce fumarolas sobre todo en invierno. Sólo una inundación total del terreno, que impida el acceso de oxigeno a la combustión es capaz de apagar este inmenso brasero e impedir el desastre total.


Márgenes de Gigüela Los márgenes del Río Gigüela, están llenos de vegetación palustre: plantas como los juncos, la enea y... sobre todo, el invasivo carrizo. Esta vegetación se reflejan sobre unas aguas que se deslizan lentamente camino de Las Tablas de Daimiel donde desembocaran, creando rincones de indudable riqueza biológica y belleza artística.


El río Gigüela El Gigüela es un río de aguas tranquilas y salobres que viene de la zona de Alcazar de San Juan y crea humedales de gran riqueza en flora y fauna. Aquí se representa un tramo del Gigüela a su paso por Villarrubia de los Ojos, poco antes de verter sus aguas en Las tablas.


Un rincón del Gigüela

En el Gigüela hay rincones llenos de vegetación, con pequeñas pozas de aguas en cuyo fondo hay un cieno pardonegruzco muy rico en humus. En esos rincones suelen anidar con frecuencia los cangrejos. Son rincones frescos, de aspecto mágico donde podríamos encontrar, pescando cangrejos con su “galrito”, a cualquier “duende de ribera” de la fauna fantástica manchega.


Inundación en La Granja Escuela

El río Azuer es un río de fuerte estiaje, en verano no llega a tener un caudal ecológico, pero las lluvias en el 2010 provocaron que las aguas se salieran del cauce, y anegara toda la vega con sus aguas rojizas. En algunas poblaciones se tuvieron que construir, precipitadamente, diques de contención para evitar que las aguas llegaran a inundar las casas.

Vega inundada del río Azuer


El Puente Viejo Se le conoce, desde siempre, por “el puente viejo”. Es pequeño, pero es fuerte. Lo construyeron los romanos durante su estancia en estas tierras. Siempre ha sido un orgullo para los daimieleños que lo continuan usando. Hoy en día los vehículos que lo cruzan son excesivamente pesados y el puente viejo se resiente en su vejez, y amenaza con caerse. La caida de la primera piedra de envergadura de unos de sus ojos, ha levantado las alarmas y ha sido jubilado, A su lado se levantará un “puente nuevo”.


El puente viejo, situado a un kilometro de Daimiel por el camino que va al antiguo molino de “La máquina” es el puente más emblemático de esta localidad. Este viejo puente romano maltratado, es posible que se salve, pues está proyectado un moderno puente de hormigón que lo liberará del tránsito de vehículos pesados. Estas vistas ya no serán posibles pues el nuevo puente las tapará.


Fantasías en la desembocadura del río Azuer

El río Azuer ha sido en las últimas decadas un río seco cuyas aguas son actualmente detenidas y guardadas celosamente en el embalse del Puerto de Vallehermoso, para riegos agrícolas. Esta construcción ha anulado los aportes de este río al Guadiana en su cabecera, secándolo. Imagino aquí que el Río Azuer aporta un enorme caudal de agua al Guadiana en su desembocadura en éste. El río Guadiana a su vez lleva un caudal similar al que toma del Azuer y la suma de ambas aguas forman unos rápidos impresionantes en el paraje conocido como “La Máquina” . Actualmente el cauce de estos ríos estan secos y la zona es totalmente llana incapaz de formar rápidos, es todo, por desgracia, pura imaginación.


Viejo molino de Griñón

En la zona donde el molino de Griñon molía el grano cosechado transformandolo en harina, gracias a la energía generada por la misma corriente del Guadiana, en la década de 1960, y por iniciativa de un grupo de avidos agricultores deseosos de desecar los humedales del Guadiana con fines lucrativos, se encauzó el río en un zanjón mucho más profundo que se excavó a unos 30 metros de cauce natural. Durante cinco años estuvieron las paredes del nuevo cauce artificial chorreando aguas mientras bajaba el nivel freático de toda la zona y dejaba seco el cauce natural. La “gente del río” decían que el Guadiana lloraba por esa herida.


Tormenta junto a la Presa del Morenillo

Junto a la Presa del Morenillo, en las Tablas de Daimiel, el Patronato de Las Tablas, construyó hace unos años una casilla típica manchega que usan los guardas como una especie de almacén. Esta escena en la que vemos las Tablas al fondo, nos muestra, lo impresionantes que suelen ser las tormentas en una tierra llana, cuando las nubes negruzcas amenazan descargar y la única casilla donde guarecerte está cerrada.


Taray en invierno El taray es el árbol por excelencia de Las Tablas; nos los encontramos en todos los sitios dentro del Parque Nacional. Sus troncos caidos, retorcidos o erectos, con las raices al aire que se vuelven a enterrar una y otra vez para crear nuevos árboles, causan impresión cuando forman bosques. Estos bosques de árboles tumbados, retorcidos, de ramas partidas que renacen de la tierra, de hojas filamentosas de un verde vejiga claro, dan a los mismos un ambiente raro, fantasmagóricos, como de películas de terror.


Tarayes sumergidos

Los tarayes aguantan los excesos de humedad pero sus raĂ­ces superficiales no soportan a veces el peso de las ramas, y estas, se quiebran o se desgajan y caen a tierra; en ese contacto con la tierra y con el agua circundante, echan de nuevo raĂ­ces, dando lugar a un entorno lleno de troncos tumbados y arqueados a los que se suben con frecuencia , a tomar el sol, nutrias y otros mamĂ­feros de la fauna del lugar.

Tarayes en la charca


Verdines y tarayes


Las Tablas vistas desde la torre de observación: dirección N.O.

Las tablas, cuando las divisamos desde esta torre de observación, conforman un inmenso espacio lleno de tonalidades ocres, sienas, violáceos y marrones. A lo lejos láminas de un azul metálico brillante nos hace intuir los tablazos de agua. Próximos a nosotros una pradera de altas hierbas se diluye entre los carrizales que la absorbe. Se ven acá y allá zonas más verdosas que indican la cercanías a la humedad y sendones, apenas perceptibles, por el que mamíferos como los jabalíes van a su lodazal favorito a pasar largas horas de ocio hozando. Las vistas desde este observatorio, merecen la pena, porque se enervan los sentidos haciendonos gozar de la naturaleza con plenitud.


Las Tablas vistas desde la torre de observación: dirección oeste Cuando uno se sube a la torre, levanta uno de los ventanillos y desparrama la vista por el inmenso horizonte que tiene enfrente, el alma se te llena de espacio. Arriba el cielo inmenso, abajo los carrizales y los tarayes hasta que se pierden en la lejanía y se sumergen lentamente en el espejo de agua que conforman las Tablas de Daimiel. La suave brisa que mueve los penachos algodonosos de los carrizos y las hojas alargadas de los tarayes, nos trae el olor a humedad, a hierba fresca, a masiega. A las aves las vemos allá a lo lejos formando bandadas en forma de flecha y acá a lo cerca escondiendose entre la masiega mientras lanzan al aire su canto para atraer al macho o a la hembra. Aquí, en lo alto, todos los sentidos actúan en plenitud.-


Detrás de la torre de observación Entre la masiega que hay detrás de la torre de observación nos encontramos con un sendón no muy angosto que nos acerca sin molestias a un tablazo bastante grande. Estos sendones los suelen usar los jabalíes y los zorros, además de algún amante de la naturaleza que observa desde allí el movimiento de los patos, o el aterrizar de las grullas Las lindes de este tablazo de agua está jalonada de tarayes y en sus ribazos los jabalíes, con su hocico, forman auténticos barrizales.


Por la zona de ”Prado ancho”

Tablazo o tablazón típico de Las Tabla de Daimiel. Estos se solían atravesar antiguamente con unas barcas de fondo plano manejadas por los pescadores por medio de unas largas pértigas. Para el amarre de estas barcas, hay en “Prado ancho” aún, un embarcadero. El presente paisaje es de una zona aledaña al embarcadero de “Prado ancho” por el que se ve el tablazo que te lleva a la “Isla de los asnos”


Un charco tras las lluvias

Con las abundantes lluvias de los aĂąos 2010 y 2011, crecieron las aguas desbordando la Presa del Morenillo. Se formaron charcas abundantes en caminos y sendas que rodean el rĂ­o Guadiana.


Aguas someras. Las aguas que forman estos tablazos, son aguas quietas y limpias que actuan como autenticos espejos en los que se reflejan las eneas, los juncos, los carrizales y los animales que las surcan. Los cielos y sus tonalidades se unen en las aguas donde se superponen en suaves veladuras los fondos y sus algas.

Ondas tras Zacatena


Reflejos tras Zacatena


Carrizales con avoceta

Cuando se visita el parque, cuando vamos andando plĂĄcidamente por sus pasarelas de madera, observamos como cerca de los carrizales, para poder esconderse rĂĄpidamente, buscan su alimento las fochas, las avocetas, las gallinillas o las cigĂźeĂąuelas.


La casa de Ignácio Meco

La casa de ignacio Meco está en un enclave privilegiado dentro del Parque Nacionas de las Tablas. Está ubicada en el denominado “Otero de los zorros”. Fue Ignacio Meco un pintor naturalista, bohemio, ecologista que vino a asentarse en las Tablas de Daimiel y allí construyó una casita con elementos que se encontraba tirados por los caminos y que él reciclaba dentro de la estructura de su casa. También hacía esculturas con estos elementos y era un magnífico grabador. La casa está muy acoplada al entorno. No era una casa de veraneo, él y su familia vivian allí habitualmente y allí tenía su taller de pintura y grabado. Era un excelente guitarrista y se relacionaba con lo mejorcito del ambiente flamenco de los años 80, siendo nombradas sus reuniones con cantaores y guitarristas de aquella época.


El otero de los Zorros

El otero de los zorros tiene este aspecto en primavera, si el año ha sido bueno en lluvias como lo fue el 2010. Desde esta altura, el depredador controlaba y aún controla a las aves y les da caza. La zona está llena aún de zorreras . Aquí vemos también la parte posterior de la casa de Ignácio Meco. Es este un puesto de observación privilegiado para observar el paso de garzas, anades, grullas y rapaces. Observaciones y bocetos, de donde saldrían después sus magníficos grabados.


Hacia un puesto de observaci贸n. Camino por el que se accede a uno de los muchos puestos de observaci贸n del Parque.


Tablas con somormujo

Los somormujos, o zampullines, como los llamamos por aquí. Son unas aves que se suelen ver en el Parque pero en lugares apartados de la actividad humana, pues son muy asustadizos. En esta imagen se ve un zampullín que estaba por una zona entre “Prado ancho” y la “Torre de observación” en un día de semana, de invierno y sin turistas.


Verdines

Algunas algas acuáticas del tipo “charas”, ascienden a la superficie formando zonas de verdines y ovas.


Visitantes Hay una zona de Las tablas de Daimiel habilitadas con una serie de pasarelas de madera para que los visitantes puedan acceder a zonas más o menos, húmedas, embarradas, con exceso de vegetación salvaje o a las casetas de observación y descanso. Es un itinerario que une diversas islas con el Centro de Información.


Molino de Molemocho

El molino de Molemocho o “muele mucho” está donde el Guadiana vierte sus aguas en las Tablas. El lugar se le denomina “Laguna permanente”. Es el único molino de río que se conserva en Daimiel gracias a su última restauración de hace unos años. Los demás molinos se fueron deteriorando hasta quedar reducidos a unos cuantos muros derruidos. Fueron las causas del abandono de los molinos de río: primero la llegada de los molinos eléctricos y segundo el encauzamiento del río y desecado de sus riberas En las cercanías de Daimiel había siete molinos harineros de río que eran centenarios: Zuacorta, La Máquina,El Nuevo, Griñón, Molimocho, Puente Navarro y Flor de Rivera.


Atardecer en la MĂĄquina Antes, cuando el rĂ­o no estaba encauzado, en esa llanura se almacenaba el agua en tablazos y, alli, era donde se cultivaba en los aĂąos 1970 un arroz de gran calidad envasado bajo la marca La Castalia.


Yendo hacia el Calaminar Yendo hacia el Calaminar, bordeando el Guadiana, hay una pradera de altas hierbas jalonada de tarayes que a mediados de abril se llena de amapolas y todo tipo de florecillas salvajes.


Encuentro hacia el Calaminar Cuando van hacia el Calaminar, dos amigos se encuentran en una zona de la ribera de Guadiana, en pleno mayo, con las altas hierbas salpicadas de flores amarillas. En una planicie cerca de la ribera por donde el rio se ensancha formando tablas de agua; allĂ­ se encuentran dispersas pequeĂąas arboledas de tarayes que se intensifican en la ribera escondiendo al Guadiana a la vista de los paseantes. Los diversos gritos y canto de las aves hace que el ambiente sea colorido y vital.


La vieja ciudad de Calatrava Cuando el Guadiana ya ha pasado bajo el último molino, Flor de Ribera, el río se encamina hacia una zona ancha y pantanosa, seca hasta hace poco, que casi rodea una meseta donde estaba, y aún está, ubicada la antigua ciudad árabe de Calatrava. Esta ciudad fue muy importante en la Edad Media, ya que era la única ciudad mora que había antes de Toledo cristiano,es decir en tierra de frontera.


La vieja noria En el carreterín que une el Santuario de las Cruces con la carretera que lleva a la aldea de Campomojao, aún aguanta una noria de aquellas, con su rueda y sus cangilones. Debe de ser de las últimas que se montaron, pues está preparada para ser movida por un motor pequeño y no por un borriquillo o una mula con los ojos tapados. Cuando se dejaron de usar las norias y comenzaron las bombas verticales a regar el campo, el acuífero comenzó a bajar su nivel fréatico de forma alarmante. Allí quedé un rato admirandola, hasta que casi nos pilló la tormenta.


Acuarelas y textos originales de Juan González Gallego Espinosa, daimieleño con gran afición a recorrer caminos y a plasmar mediante acuarelas los paisajes de la Mancha húmeda.

Daimiel a 1 de octubre de 2012


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