Memorias de un ingeniero inoxidable

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PRÓLOGO. MARCELINO OREJA AGUIRRE

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ductividad, capaz de competir en los mercados internacionales. Sin embargo, como en España el apoyo a los sectores tecnológicos más eficientes e industrialmente mejor asentados era muchas veces débil, fue necesario tener la visión que tuvo Victoriano para dar el salto a Estados Unidos y comenzar a situar a Acerinox en la primera a nivel mundial. El siguiente impulso al exterior fue Sudáfrica, donde visitó una empresa –Columbus– que se estaba construyendo en pleno Transvaal, que era una fábrica integral con una acería, un tren de laminación en caliente y un taller de laminación en frío. Victoriano estudió la operación de compra de la sociedad pero no llegó a convencerle y, años después, en 2001, le ofrecieron la gestión de Columbus y un porcentaje mayoritario del capital. Después de una larga negociación, y con la ayuda de la buena relación entre el Presidente de Columbus, Leslie Boyd, y el Presidente de Acerinox, se firmó un acuerdo de intenciones entre las dos sociedades. Hay un elemento que ha contribuido mucho a la buena marcha de Acerinox, en especial en su dirección exterior. Victoriano es un empresario que inspira confianza a sus interlocutores. Por supuesto que no le regalan nada, pero él crea una atmósfera de credibilidad, unida a la competencia que, sobre todo en un supuesto como este de África del Sur, fue un factor decisivo para el buen final de la operación. Ese ambiente pude percibirlo personalmente cuando visité con los demás miembros del Consejo de Administración la fábrica de Columbus el año 2005, en un viaje inolvidable y muy enriquecedor, por lo mucho que aprendimos todos de esa experiencia sudafricana. Tuve la fortuna de permanecer en el Consejo de Acerinox durante muchos años, desde 1993 hasta 2008, aunque quedó interrumpida mi participación el tiempo que fui Comisario Europeo en Bruselas, pero durante las vacaciones me encontraba con Victoriano que me hablaba, me hablaba, me hablaba sin cesar de la empresa con ese entusiasmo y convicción que levanta montañas. Y lo hace con simpatía, con sencillez y con agrado. Recuerdo una cena en mi casa en el campo, donde estuvo sentado al lado de una buena amiga nuestra, hija del que fue Presidente de uno de los mayores Bancos españoles, mujer inteligente y culta que, al acabar la cena, me dijo que en dos horas había aprendido más sobre siderurgia y acero inoxidable de lo que había escuchado en toda su vida, y que me agradecía por lo que había enriquecido en sus conocimientos. Victoriano siempre, y sigue igual hoy después de haber abandonado sus funciones, es capaz de ilusionar a sus interlocutores y sobre todo a los que trabajaban con él haciéndoles sentirse integrados y compartiendo con ellos proyectos e ilusiones. Ha sido un extraordinario líder empresarial que transmitía confianza, y sabía escuchar y atender propuestas e iniciativas.


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