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lugar en Landscrona los primeros felices ensayos del submarino del sueco Nordenfelt, a quien el mundo científico atribuye los primeros éxitos. Pues bien, el 26 de noviembre del mismo año, el Sr. O. José Pascual y Oeop publicó en e l periódico Industria e Invenciones un artículo en el cual detalla las extraordinarias semejanzas entre el invento de Nordenfelt y el de Monturiol, y dice: «La casi identidad de recursos empleados, según se comprende en esta ligera comparación, creo que sorprenderá a usted cof)lo a mí me ha sorprendido. Los medios de equilibrio y sumersión; la multiplicidad de máquinas motrices para los dos servicios flotante y submarino; la forma de la nave; el propulsor; todos parecen obedecer a un pensamiento común, aunque algunos de ellos, con visible superioridad por parte del Ictíneo español. » «Si la creación de Monturiol hubiese venido 26 años después de la de Nordenfelt, así como vino 26 años antes, de seguro que serían muchísimos los que darían por cierto que la invención española era una torpe imitación de la creación extranjera. » El distinguido jefe de la Armada don Pedro de Novo y Colson, decía al señor Bolívar, ingeniero ilustradísimo de esta capital , en carta con fecha 9 de enero de 1889 que tenemos a la vista: «Me consta el va lor extraordinario del invento de Monturiol, que no vacilo en colocar a la cabeza de todos los experimentados hasta hoy, así como sé lo ingratamente pagado que fué por España ... » Con motivo de una discusión que tuvo lugar hacia 1886 sobre la reconstitución naval que debía emprenderse en España, ei señor don Rafael Sociats y Coll , excapitán y piloto de altura, publicó una obra titulada: La Marina de Guerra, que fué traducida al italiano y publicada en Florencia por el coronel de Artillería don Eduardo de Bartolomeis; en un ejemplar de esta traducción que poseo, se dedica un capítulo de 30 páginas, de las 255 de que consta la obra, a la invención de Monturiol. Este capítulo, interesantísimo y perfectamente documentado, demuestra de un modo indubitable la afirmación que sienta desde el principio . «Hará unos 25 años que el difícil problema de la navegación submarina tuvo una completa solución en nuestro país, demostrada por una serie de hechos · culminantes . Es preciso, por lo tanto, reivindicar para España el derecho de prioridad de una invención tan gloriosa y eminente, hecho que lle vó a cabo el hijo preclaro de la laboriosa Cataluña, señor don Narciso Monturiol. » El señor Sociats opina también, como el señor Pascual y Oeop, que si hubi esen estado invertidas las fechas de los trabajos de Monturiol y de Nordenfelt, al inventor catalán se le habría considerado como un plagiario. En uno de los muchos párrafos encomiásticos de la concienzuda labor de nuestro sabio, añade que sin duda en aquella época no se consideró al Ictíneo de Monturiol, cuya reproducción actualmente admiramos en el extranjero, como la solución práctica de la navegación submarina1 que fáciles progresos sucesivos la habrían aplicado a la industria y como arma terrible de combate. Y, no obstante, el Ictíneo había descendido metódicamente al fondo del mar y volv ió a la superficie después de haber navegado en todas direcciones, en línea recta, en círculo y a todas profundidades , maniobrando en marcha y alrededor de su eje vertical, sosten iéndose a una inmersión constante y a una distancia determinada del fondo, permaneciendo s u ilustre inventor y sus va lerosos marineros que le acompañaban sesenta veces y durante horas enteras, hasta seis o
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