Morirás como hayas vivido Hagamos un poco de ciencia ficción. Te acaban de comunicar la fecha de tu muerte. 21 de marzo de 2015. Tienes una semana para disponerlo todo. Para este viaje, no piensas en el equipaje, las reservaciones, los boletos de avión. Curiosamente, en lugar de mirar hacia adelante, esta noticia te hace pensar en tu vida pasada. De repente, todo adquiere una perspectiva distinta. No puedo ahorrarte el trabajo de pensar en tu propia muerte. Posiblemente pases página y quieras evitar estas reflexiones. No te culpo, sin embargo, en un determinado momento no podrás evitar enfrentarte contigo mismo –y con Dios- para reflexionar sobre el sentido de tu propia vida. En nada pensamos tan poco como la muerte. Alguno podría tacharme de mal educado al escribir sobre este tema. Otro podría decirme: -¿por qué ponerse tan trágico? A pesar de ser algo tan tristemente cotidiano en las noticias, pensamos demasiado poco en nuestros propios momentos finales. Tal vez lo evitamos por frivolidad. La muerte, necesariamente nos coloca de frente a lo verdaderamente importante. Y esto, es incómodo. Necesariamente nos lleva a cuestionar los mismos cimientos en lo que se apoya todo en lo confiamos y creemos. La muerte nos da una gran objetividad. Pensar en el final del camino, nos revela la limitación de nuestra vida. Aún la persona más rebelde, la que dice no admitir la existencia de Dios, no puede negar sentir cierta inseguridad y verse rodeado de muchos interrogantes sin respuesta. Pensar en la muerte nos plantea el “para qué” de nuestros afanes presentes. Considerar de forma adecuada la oscuridad del propio fallecimiento deja más al descubierto la claridad de nuestra vida. Tal vez por esto muchos han perdido el sentido de la vida. Perder la muerte del propio horizonte, puede llevar a la irresponsabilidad, a la superficialidad, al sin sentido de derrochar a manos llenas lo valioso e insustituible. No somos los primeros, ni seremos los últimos en reflexionar sobre la muerte y el sentido de la vida. A través de los tiempos y en las más diversas culturas, la muerte ha sido un tema inevitable. El tiempo es un gran aliado para juzgar las consecuencias y los frutos de dichas posturas. Es imposible tener experiencia sobre nuestra propia muerte. En cambio, sí podemos aprender de cómo han reflexionado otros sobre ella y sobre todo, sacar lecciones para la propia muerte. Los griegos consideraban la existencia determinada por un destino del que nadie podía escapar. Un destino escrito sobre piedra desde el mismo momento de nacer. Sus obras literarias dejan constancia de una visión trágica de la existencia. Sin más punto de apoyo que el azar y el capricho de sus dioses volubles, la muerte era el paso al mundo del hades, repleto de sombras y sufrimiento. En esta visión de la vida, es inevitable el pesimismo y la desesperación. El hombre carece de libertad y también de responsabilidad. Escoger esto o aquello es solo apariencia. El final de la obra está escrito de antemano y ninguno es capaz de salirse del libreto.