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Las historias reales y las fantásticas se suelen mezclar a menudo en las leyendas que conforman, sin duda alguna, una parte importante del patrimonio de nuestros pueblos. Una de las comarcas más ricas en este tipo de tradiciones es la Axarquía, y como integrante de esta comarca, nuestro pueblo de Canillas de Aceituno. Muchos de estos relatos aluden a personajes míticos o hechos históricos. Del antiguo Al-Andalus, periodo de esplendor en cuanto a la creación de historias y leyendas en casi todos los pueblos, trasciende multitud de episodios relacionados con tesoros. De tiempos más recientes, muchas historias de espantos, reflejados en apariciones de personas o de animales con poderes extraordinarios, como la capacidad de hablar. El componente religioso es también muy importante en este mundo de la tradición popular. Y a muchos Cristos y Vírgenes de nuestros pueblos se le atribuye algún hecho milagroso. Sin lugar a dudas, en materia de leyendas y otras historias más o menos fabulosas, uno de los temas más recurrentes es el que trata de los tesoros ocultos. Según la versión más unánime, los moros estuvieron durante siglos acumulando riquezas con las que formaron grandes tesoros. En casi todos los casos se trataba de monedas de oro, plata y de todo tipo de alhajas. En determinado momento, los moros son derrotados por los cristianos y obligados a huir precipitadamente hacia tierras lejanas, y no pudiendo acarrear sus tesoros, los ocultan en lugares secretos con la idea de regresar algún día a por ellos, y que en la mayoría de los casos, los tesoros serán ocultados al amparo de un confuso signo (en la frente del toro hay un tesoro). Y nuestro principal tesoro está formado por todos nuestros alumnos, que dirigidos por sus maestro, nos proporcionan este número 50 de nuestra revista, con una colección extraordinaria de historias y leyendas, que se han ido trasmitiendo, a lo largo de generaciones, de manera oral, como corresponde a la tradición de la leyenda y que hemos querido plasmar por escrito para celebra con todos, uno de esos días que, después de algunos años de trabajo e insistencia, hemos convertido en uno de los días grandes para nuestro Colegio y para todo el pueblo: el Día de la Lectura en Andalucía. Esperamos que este gran trabajo de investigación de nuestros hijos, de nuestros alumnos, sea del agrado de todos y que sigamos animando a leer a nuestros niños, y a nosotros mismos. Gracias


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“Nuevamente quiero visitar la ciudad de Sália. Mi corazón sufre, como no puedo expresarte, cuando recuerdo la resistencia y pertinencia que ofrecen aquellas gentes, apegadas a supersticiones y hechicerías, ciegas a la luz del Evangelio, intransigentes y aferradas en seguir dando culto a los dioses de la corrompida Roma. Pena profunda me causa su obstinación, a pesar de mis epístolas y predicaciones, y más, cuando pienso que es el único núcleo de mi Iglesia en donde no he podido conseguir ni una sola alma para Cristo”. Así se expresaba, a principios del siglo IV de nuestra Era (año 302), el Obispo malagueño Patricio en una carta dirigida a un familiar suyo: el diácono Crispo. Los restos de la ciudad de Salia permanecen ocultos, pero varios muros de su antigua fortaleza aún se alzan en el repliegue noroccidental de Sierra Tejeda. A sus pies, un afluente, tras cruzar el llamado “Puente de Sália”, desemboca en el viejo río Mainake (hoy río de Vélez). Canillas Azeytuno y Alcaucín son, pueblos aledaños. Tres días después de aquellas quejas, Patricio, Obispo malacitano, se encaminaba de nuevo hacia Salia. Iba acompañado de su capellán y de unos caballeros de bestias de bien andar, guiados todos por un buen conocedor de aquellos terrenos. A su paso por las nuevas “Eclesias”, entre ellas las de Robite y Canillas Azeytuno, se iba deteniendo para robustecer la fe de aquellos primeros cristianos que, por entonces, se veían sometidos a sangrientas persecuciones. El incansable “Pastor” entró en Sália al atardecer, pero todas las puertas se le cerraban. Él y sus acompañantes estuvieron deambulando por las calles bastante tiempo. Nadie les ofrecía un trozo de pan que llevarse a la boca. Incluso les negaron un lecho en el que poder descansar de las duras jornadas de camino. A esta guisa, tuvieron, por tanto, que ampararse en un caserón deshabitado que se erguía junto a la fortaleza. Y sólo tomaron la comida que, como prevención, llevaba el diácono Crispo. A la mañana siguiente habló en la Plaza pero fue oído con total y absoluta indiferencia. Les exhortaba a que se bautizasen, pero la semilla de esa novedosa doctrina caía en terreno estéril, y tampoco esta vez pudo conseguir ni un solo adepto. Apenado y triste, regresó al Municipio Flavio (Málaga ciudad), núcleo principal de su Diócesis.


Nº 50 – diciembre 2010 Y dice una vieja leyenda aún conservada en Alcaucín y Canillas Aceytuno que, al día siguiente de la marcha de Patricio, comenzó a notarse por esta zona de Sierra Tejeda la aparición de numerosas víboras de oscura coloración y cuadrangular cabeza que salían de las murallas en ruina y de entre las piedras; y mordían a habitantes y transeúntes cuando estaban desprevenidos (sobre todo de noche, cuando se encontraban sentados el los bancos de piedra que solía haber en la entrada de las casas), causándoles una herida apenas perceptible que terminaba siendo mortal) Y ocurrió que, el vecindario, alarmado, quiso exterminar la plaga, pero las serpientes, en lugar de disminuir, aumentaron su número y lo invadieron todo. Deslizábanse durante la noche por entre las rendijas de puertas y ventanas y, al amparo de la oscuridad, inoculaban su letal veneno a cualquier persona que se entregaba al sueño. La maldición de Dios había caído sobre Sália. Toda la población huyó despavorida y se estableció en lugares más lejanos. Muchos, subiendo por la “Sierra de los tejos”, se establecieron en Alcaucín y Canillas Aceytuno. Otros, en Viñuela y Periana. Sália quedó, desde entonces, despoblada. Sus desoladas y desiertas ruinas inspiraban temor, y algunos viandantes y labriegos, hasta no hace mucho, aún seguían santiguándose al pasar por sus inmediaciones. Los pastores no permitían que sus rebaños, comieran las hierbas que crecían a la sombra de lo que fue la fortaleza de aquella urbe que negó a Dios, porque crecían tóxicas, contaminadas y malditas.

Leyenda recopilada por José Luis Jiménez Muñoz “Leyendas, tradiciones, anécdotas y curiosidades de Canillas Azeytuno, pueblo de la Axarquía malagueña”, Málaga 1994, Vol I. pág. 61

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En la Axarquía malagueña se encuentra un pueblecito típicamente andaluz encajado en la llamada Sierra Tejeda, que limita con la provincia de Granada. Canillas de Aceituno. Aunque el pueblo conserva bien su estilo, la modernidad urbanística no ha aparecido en él, con su mal gusto, no es precisamente este el motivo que nos conduce a conocerle, sino llegar al centro Sufí que existió muy cerca del pueblo, concretamente en la Cueva de la Rábita. La cueva de la Rábita se halla a una hora de camino del municipio, por un sendero de montaña, entre un paisaje de impresionante belleza, precisamente en el llamado Collado de la Rábita. Este camino es conocido por las gentes del lugar como el Camino de la Nieve. La llamada Cueva de la Rábita, más que una cueva natural ha sido durante mucho tiempo una mina que se explotaba ya en tiempos en que los primeros griegos aparecieron por el litoral y un poco antes por los fenicios con su sistema de trueque con otras poblaciones de la Axarquía. Por razones que se desconocen, la mina dejó de ser explotada, y no precisamente por agotamiento de la misma. En épocas posteriores fue utilizada para guardar ganado, impidiendo el paso un muro construido a propósito para que el ganado no se perdiera o se desgraciara. Todo ello, no limita el disfrute del lugar ni comprender la magnitud de recuerdos que guarda su pasado, más recrear la vista en su entorno que nos lleva una vez más a darnos cuenta que no ha sido casual su ubicación. Cuenta la leyenda, que en la antigüedad, en tiempos arabescos, la cavidad fue hogar de tres Santones Sufíes, creencia que podría definirse como un modo de vida, una experiencia de iluminación más allá de las creencias, que se desarrolla casi en su totalidad dentro de la cultura islámica; que acepta la existencia de un único Dios, así como de gran cantidad de profetas que difunden sanos conocimientos. El Sufismo antecede al propio conocimiento islámico, y los que experimentan sus creencias en la existencia personal, se transforman en herederos de un excelente tesoro de sabiduría. Acatan la realidad de una integración con lo Divino, la unidad de todos los seres humanos con Dios, y la importancia de la presencia del amor entre los hombres. Algo esencial en una humanidad que actualmente se encuentra saturada de materialismo, individualismo, narcisismo y envidia, sufriendo la peor de las tiranías: la del “ego”.


Nº 50 – diciembre 2010 Los tres Santones de la Cueva de la Rábita, en Canillas de Aceituno, habían logrado dominar sus cuerpos y mentes, logrando interactuar con el mundo que les rodea a través de la percepción extrasensorial y los fenómenos físicos voluntarios. De esta forma, sanaban también el cuerpo y el alma de sus fieles seguidores, y sabían atender milagrosamente sus peticiones, como si poseyeran el verdadero don de la santidad. No se sabe muy bien que fue de ellos. Es probable que estén enterrados justo en el mismo lugar donde durante tantos años practicaran sus oraciones, en algún lugar de la mina, donde continúan existiendo recuerdos de aquel mítico pasado, y aún perdura entre sus paredes de piedra la magia que tiempo atrás recorría su interior, y los que visitan en la actualidad la cueva, aseguran que está impregnada de cierto misticismo, y en fotografías realizadas, tanto en su interior como en los alrededores, aparecen extrañas esferas de luz, casi siempre tres, conocidas con el nombre de orbes, que gravitan donde meditaban y posiblemente fueron enterrados los santones. El ayuntamiento de Canillas de Aceituno y la Junta de Andalucía determinó la real existencia en épocas moriscas de aquel templo y de sus inquilinos. Tanto es así que colocaron un cartel a la entrada de la cueva, donde contaban resumidamente la historia de aquel templo rupestre. El ayuntamiento, en unión con diferentes asociaciones islámicas de España, decidió resucitar el templo más de cinco siglos después. Se quería romper la prohibición que hace quinientos años obligó a los moriscos a huir de la zona y dejar inutilizado el templo. Por ello, el 3 de julio de 2005, se llevó a cabo en Canillas de Aceituno una especie de “reapertura o inauguración” de la cueva. Después de 436 años, la cueva de los Santones volvía a ser lugar de peregrinación Sufí. Una vez a las puertas de mítico templo, el sheij Omar y el sheij Abdelhadi dejaron constancia de la importancia del lugar y lo que en él se siente e impregna, ya que aún se nota en el ambiente la presencia de aquellos “morabitos” Cinco siglos después, se volvía a escuchar en la Axarquía la voz de los sufíes, sus oraciones y sus cantos. Leyenda recogida por Antonio Ruiz Pérez Fotos: Antonio Ruiz Pérez Frías, J.M. “Diez noches en diez lugares mágicos” Cap. 2 www.aunaocio.com (La Rábita de Canillas y sus tres santones) www.lacomunidad-el país.com (Orbes en la Cueva de la Rábita en Canillas de Aceituno) www.webislam.com (La cueva “morabita” un lugar de oración) (Los canilleros quieren retomar su memoria histórica)

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Pequeñas ermitas o santuarios, situadas en los alrededores de poblaciones, en las que vivían dedicados al rezo y la meditación hombres piadosos y santos varones (morabitos) que eran enterrados allí al morir y cuya protección invocaban después multitud de peregrinos y devotos de este popular culto. Estos santuarios de ermitaños constituidos en torno a la tumba o tumbas de venerados santones aún hoy perduran en muchas zonas de Marruecos y Argelia. Chavarrias Vargas, J. A. Aspectos de la vida religiosa (cristiana y musulmana) en la toponimia medieval de la Axarquía malagueña. Jábega, Revista de la Diputación Provincial de Málaga, Nº 67, Primer trimestre, 1990, pág. 20

El topónimo de Rubite podría proceder de rábita, que en su diminutivo rubayt o rubayta podría estar representado por los varios Rubite de la comarca, adaptación romance en la que habría que contar con la evolución a > e y la reducción ay > i Rubite (también Rabite), del árabe “al-Rabit musulmán de carácter religioso-militar.

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Rábita, monasterio

Jiménez Muñoz, J. L. Leyendas, tradiciones, anécdotas y curiosidades de Canillas Azeytuno, pueblo de la Axarquía, Málaga, 1994


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Existen numerosas leyendas entrelazadas en torno a pueblos desaparecidos al pie de Sierra Tejeda, como el poblado de al-Machar junto al río Almachares, Benascalera o el antiguo Rubite. El lugar denominado Los Caserones, situado hacia el suroeste de Salares a unos tres kilómetros de distancia, siguiendo el carril como lo está también de Sedella y algo más alejado de Canillas de Aceituno. La recuperación del libro de “Apeo y Repartimiento de Sedella y Rubite” ha posibilitado aclarar que cuando el mencionado libro habla de la alquería de Rubite, se refiere al lugar denominado Los Caserones y no al Rubite que está junto a Los Valverdes que es una pedanía de Canillas de Aceituno. Antiguamente llamaban al actual Rubite, Rubitejo o Rubitillo. Al desaparecer Rubite, el actual perdió el diminutivo y comenzaron a llamarlo Rubite. Con el paso del tiempo fueron desapareciendo las ruinas de Rubite y pasaron a llamarlas Los Caserones. A partir de ahí, Rubitejo asumió la historia de este desaparecido pueblo. Lugar que también se disputa, el antiguo Salares. Y cuenta la leyenda que por razones desconocidas, a los habitantes del antiguo Rubite o Los Caserones les afectó una extraña enfermedad, por la cual se les hinchaban los dedos y les salían pus y gusanos por entre las uñas, muriendo unos meses más tarde. En la creencia de que se trataba de un castigo divino, se reunieron en consejo y decidieron trasladar el pueblo al lugar en el cual está hoy ubicado Salares. En la actualidad no quedan restos de paredes en el mencionado lugar, debido a que los pocos que quedaban fueron derribados con el ensanche del camino al convertirlo en carril que va hasta Los Patricios y de allí a Salares. Lo que quedan son los replanos o solares donde estuvieron construidas las casas, hoy poblados de olivos, el afloramiento de algunos cimientos, numerosas albarradas y numerosos restos de tejas, ladrillos y cerámica. Recogida por José Gutiérrez Cabello “Isla de Arriarán”. El antiguo Rubite, página 55 Recogida por José Luis Jiménez Muñoz “Leyendas, tradiciones, anécdotas y curiosidades de Canillas Azeytuno, pueblo de la Axarquía de Málaga”. Volumen II, página 79


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Hacía tiempo que los Corregidores de Vélez-Málaga y sus tenientes habían relajado la vigilancia sobre la población mudéjar en lo relativo a la tenencia de armas. Una orden de los Reyes Católicos, en plena conquista de Granada, prohibía el uso y tenencia de objetos ofensivos por parte de la población musulmana recién sometida. Así mismo, se establecía la obligatoriedad de la denuncia: cualquier cristiano viejo que supiese de la existencia de armas de guerra en casa de moro, debía hacerlo saber a las autoridades. Si la investigación resultaba cierta, el denunciante recibía la mitad de los bienes del musulmán. El procedimiento, en líneas generales era eficaz aunque se prestaba a que se presentaran denuncias falsas para quedarse con los bienes de los moros. Alrededor de 1522 decían algunos que los moriscos conversos guardaban ballestas y lanzas dentro de las colmenas; por lo tanto, se decidió que un cura hiciese venir a todos los moriscos a misa y que mientras estaban en misa, se les registrasen las casas, que allí se hallarían las ballestas. El Corregidor había recibido noticias secretas de que algunos cristianos viejos se las vendían porque le daban por ellas más de lo que valían. Andaba la población veleña en pleno fragor de denuncias y condenas, cuando un viejo veleño se encaprichó de una joven mudéjar vecina suya, y la requirió de amores. La muchacha se negó, pues estaba enamorada de cierto apuesto muchacho Alguacil, con el que pensaba contraer matrimonio cristiano cuando obtuvieran permiso del Corregidor. En venganza, el viejo introdujo a escondidas, cuatro ballestas y una lanza en el patio de la moza; las enterró junto al pozo y luego denunció ante los Justicias a toda la familia, incluso al Alguacil, como encubridor. Realizado el registro y descubiertas las armas, de nada sirvieron las negaciones: dos hermanos de la muchacha fueron traspasados a flecha y el padre, ahorcado en la plaza pública. Esperaba su muerte el Alguacil, cuando descubrió una tronera disimulada en el techo del calabozo. Y a través de ella escapó, buscó a su novia y ambos huyeron río arriba, por entre los cañaverales, en una noche oscura y negra. Al alba estaban en las faldas de Sierra Tejeda. Desde allí, entre la celosía de la lluvia vieron a los soldados acercarse por la vega: estaban rodeados. La nieve, hacía imposible la escalada. De rodillas pidieron ayuda al Señor y se arrebujaron bajo unas rocas y, milagrosamente, los soldados pasaron por su lado y no les vieron. Una y otra vez ocurrió lo insólito, casi les pisaron, pero el Señor no permitió que les encontraran. Al fin, los perseguidores abandonaron el lugar y los dieron por perdido. Poco después, el viejo malvado, roído por la conciencia, confesó su culpa ante el Gobernador de Málaga: ciento cincuenta azotes le quitaron el resuello para siempre. En un Bando se hizo saber que todos los bienes y pertenencias del anciano pasaran a la pareja. Los jóvenes le habían tomado cariño a la Tejeda, sierra donde Dios los puso a salvo; así que, conocedores del Bando, vendieron las propiedades del viejo y construyeron una alquería en el lugar del milagro. Que se correspondería con la alquería que se levantó en el “nuevo Rubite” y la pareja una de las primeras que se establecieran en dicho lugar y reiniciaran el comercio de la seda en Canillas.

José Luis Navas “Caminos de la Axarquía” José Luis Jiménez Muñoz “Leyendas, tradiciones, anécdotas y curiosidades de Canillas de Azeytuno, pueblo de la Axarquía”, página 103


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La conquista de Málaga no fue un hecho aislado del conflicto que entre musulmanes y cristianos se jugaba desde ocho siglos atrás, sino un eslabón de la cadena final de acontecimientos conquistadores que los Reyes Católicos diseñaron para expulsar a los musulmanes de la península Ibérica. Así, el 7 de abril de 1487 el Rey don Fernando abandonaba de la ciudad de Córdoba con un poderoso ejército formado por 20.000 jinetes, 50.000 peones, 8.000 soldados de apoyo, y la artillería mandada por francisco Ramírez de Madrid que se encontraba acuartelada en Écija. En el camino, se reunió con su Estado Mayor y tras oír las diversas opiniones, tomó la decisión de atacar Vélez-Málaga como paso previo a dejarse caer sobre Málaga. Poco antes de que ese ejército saliese de Córdoba, se sintió un terremoto que dio lugar a varias conjeturas: unos lo interpretaron como la ruina del ejército cristiano, otros, como la destrucción total del Reino de Granada. Con mil trabajos y penalidades, debido al mal estado de los caminos a causa de las crecidas lluvias (aunque suavizados aquellos por el gran número de zapadores que, por delante, iban abriendo paso) llegó el ejército a divisar Vélez, después de ocho días de fatigosa marcha. Ante los ojos de aquellas tropas cristianas se desplegó una comarca virgen aún de los estragos que la guerra iba a ocasionar, cubierta de colinas y collados donde crecían moreras, almendros, olivos, naranjos, higueras y viñedos. El 15 de abril de 1487. Domingo de Pascua, las tropas cristianas pasaron por el término de Canillas para atacar la Ciudad de Vélez. Las tropas del Rey don Fernando llegaron a un lugar situado entre Canillas y Sedella. Posiblemente el “Puerto” o “Los Cuatro Caminos” ubicando el campamento cristiano, en un alarde de valentía, entre la Sierra y Vélez. Un temporal de fuertes lluvias, que provocó el desbordamiento de ríos y arroyos, retrasó la llegada de la artillería.


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Una leyenda dice, que sirviéndose de cientos de machos cabríos y carneros con antorchas y faroles atados a los cuernos, a los que hicieron bajar desde las escarpadas faldas de Sierra Tejeda en dirección a Vélez-Málaga, un pequeño grupo de soldados conquistó, en el transcurso de una oscura noche, el poblado moro de Al-Machar, hoy desaparecido, situado en las márgenes del río Almanchares, del cual toma su nombre. Como representaban un gran ejército dispuesto para el combate, las tropas musulmanas se desorganizaron y sufrieron bastantes bajas y los habitantes del poblado atemorizados se rindieron, creyendo que un numeroso ejército los iba a invadir. Recogida por José Luis Jiménez Muñoz “Leyendas, tradiciones, anécdotas y curiosidades de Canillas Azeytuno, pueblo de la Axarquía” Vol. II, pág 99 www.medieval-spain.com (Málaga en la Edad Media) www.axarquiaviva-wordpress.com (La conquista de los Reyes Católicos)

Es.wikipedia.org/Wiki/Canillas de Aceituno Cuentos y leyendas. Guía turística de la Axaquía, Costa del Sol www.reunidosenbuenacompañia.org


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Un día estaba Aurelia “La Aniquina”, la tía de mi padre, en su casa del campo en El Cardal, y vio a un hombre muy grande sentado con un libro muy grande en la habitación del cortijo. Llamó a su hermana Concha y ella no lo veía, pero Aurelia sí. Entonces vinieron sus padres, y su hermana se reía de ella y decía que era José Marín que venía a dejarle en herencia la casa a Aurelia y que estaba leyendo su testamento. A los pocos días Aurelia vio una luz y llamó a su madre que también la vio. Llamaron al padre y desapareció la luz. Esto pasó varias noches en un año. Después no volvió a pasar nunca más. ¿Qué es lo que quería ese hombre? ¿No lo sabremos nunca?

Historia recopilada por Adrián Guerrero López


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En la frente del toro hay un tesoro. Es un antiguo dicho de nuestro pueblo que hace referencia a la leyenda del aljibe del Huertezuelo. En el Libro de Apeo y Repartimiento de Canillas, del año1574, leemos que hay una fuente en el pago de Handacacarabea, que está a un tiro de arcabuz de la villa y su manantial sale de una haza de los mudéjares. Es la fuente del Huertezuelo. El agua va a parar a un aljibe construido durante la época de ocupación islámica de Canillas. Tiene diez metros de largo por cinco de ancho y está construido con sillares y bóveda de medio cañón, con ladrillo, piedra toba y cal hipergrasa, poderoso aislante de la humedad. Dicen los más ancianos del lugar que el agua de la fuente del Huertezuelo es mejor, incluso, que la de la Fuente del Pilar: muy buena para las comidas, para los garbanzos y para el estómago, porque abre el apetito. Desde hace bastante tiempo, durante las labores de arado de los bancales de regadío próximos al aljibe, se han encontrado algunas monedas de época de Felipe II, así como algunas medallas y medallones. Y nos cuenta Antonio Medina, de la familia propietaria del aljibe del Huertezuelo, que contaban sus abuelos y las gentes de este pueblo, que hace años apareció en Canillas un personaje vestido con una chilaba, un moro. Que no hablaba casi castellano pero que tenía interés en encontrar la zona del Cortijuelo. Nadie conocía el Cortijuelo pues en Canillas no existía esa zona. Pero alguien pensó que seguramente se refería a la zona del Huertezuelo. El personaje dijo que no era ese el lugar, pero con disimulo se fijo en el aljibe. Aquella noche, cuando el pueblo dormía, nadie sabe qué pasó con el moro, pero a la mañana siguiente se dieron cuenta de que el aljibe estaba vacío y en el fondo se apreciaba una huella en forma de orza. La gente de Canillas pensó que aquel personaje era un descendiente de los moros que habían poblado estas tierras y sabía de la existencia de una orza llena de monedas de oro que sus antepasados habían enterrado antes de su huida de Canillas, y aquel moro que sabía el secreto volvió a por su tesoro. Recopilada por Melani Triano Moreno / Fotos: Melani Triano Moreno Silvia María Torres Silva José Luis Jiménez Muñoz “Leyendas, tradiciones, anécdotas y curiosidades de Canillas de Aceituno, pueblo de la Axarquía”, Volumen II, página 105


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Había un cabrero en Canillas de Aceituno que tenía un corral con una buena piara de cabras. En el corral había una piedra blanca en el suelo y todas las noches, una cabra negra se acostaba sobre dicha piedra. A este cabrero le dio por soñar durante un tiempo, que si iba al puerto de Málaga, alcanzaría la felicidad. El hombre al principio, no le hizo mucho caso al ensueño, que se repetía una noche tras otra. Pero un día, el cabrero, harto de tanto soñar lo mismo, decidió marcharse unos días a Málaga. Durante una semana estuvo dando vueltas por el puerto de málaga, viendo los barcos y los hombres que por allí pasaban, sin que ocurriese nada. Cuando el cabrero estaba ya pensando en volver al pueblo, un hombre le dijo: − ¿Usted no parece de aquí? − No – le respondió el cabrero – yo soy de pueblo. − ¿Y qué le trae por aquí? El cabrero le contó al hombre de la ciudad, que llevaba un tiempo soñando que si iba al puerto de Málaga alcanzaría la felicidad y la riqueza. A lo que el otro hombre dijo: − No le haga usted caso a los ensueños, porque mire usted por donde, yo llevo varios meses soñando que en un pueblo de la Axarquía, hay un corral de cabras con una piedra blanca, sobre la que cada noche se acuesta una cabra negra. Y debajo de la piedra hay un tesoro. El cabrero comprendió que el ensueño era verdad y se vino para el pueblo callando lo que la habían contado. Llegó al corral, levantó la piedra y efectivamente, debajo había un tesoro. José Manuel Ortiz Hidaldo


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A principios de la década de los sesenta, un campesino de Canillas decidió cultivar un pequeño bancal situado en la Loma de Abajo, nada más atravesar el río Almanchares, justo enfrente de las ruinas árabes de la Peña del Rey Moro. No era una persona que creyera en cosas del más allá, en como decía él “del otro mundo”. Era un hombre sencillo y trabajador, en tiempos difíciles. Aunque la parcela era pequeña y alejada del pueblo, la tierra era buena y si se trabajaba duro, se podía conseguir hasta dos cosechas al año. El único problema era la hora de riego: unas pocas horas, una sola noche a la semana, que siempre coincidía de madrugada, entre las tres y las cinco de la mañana. Debido al sistema de albercas y acequias heredado de los árabes, destinado a aprovechar al máximo el agua, cada regante puede usar el agua según un riguroso turno. Una noche, al ir a regar, le ocurrió algo extraño: durante todo el trayecto aseguró escuchar los cascos de un caballo muy próximo a él, resonando en el camino de piedra. Por más que corría, cada vez que doblaba un recodo del camino nada veía delante de él, y sin embargo los cascos resonaban continuamente a su paso. Cuenta la leyenda que en las noches de luna llena, todo aquel que se aventura por este camino de piedra, que discurre entre Canillas y el río Almanchares, próximo a las ruinas árabes de la Peña del Rey Moro, puede oír los cascos de un misterioso caballo resonando en el camino, que, sin embargo, nadie ha llegado nunca a ver. Recopilada por Claudia Martín Millón Fotos: Claudia Martín Millón

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Fájara es el nombre de una cueva de Sierra Tejeda situada en el término municipal de Canillas de Aceituno, y significa surgencia de agua a presión. Este nombre se explica por el hecho de que, tras períodos de prolongadas lluvias y nevadas en la sierra, varias galerías interiores se sifonan y arrojan, por la estrecha boca de entrada una gran cantidad de agua a fuerte presión, sobre todo en los meses de invierno y primavera. Este fenómeno se debe a filtraciones de agua de lluvia que se produce en los Charcones. Antaño, en las estaciones de lluvia, salía tanta cantidad de agua que movía que hacía mover las piedras de dos molinos harineros construidos cerca del nacimiento del río Bermuza. La cueva de La Fájara se localiza en la zona del Ventorrillo, a unos kilómetros del pueblo, por el camino por el que se va a los pueblos vecinos de Alcaucín y Río Bermuza, conocido como el Camino del Molino, ya que después de cruzar el puente árabe, se llegaba al molino en el que se molía la harina para los pueblos. Ocupada desde tiempos prehistóricos, ha sido utilizada también como refugio en distintas épocas, como refugio de los moriscos de Canillas declarados en rebeldía contra los cristianos, durante la segunda mitad del siglo XVI, o de bandoleros de Canillas (Villalobos), de Sedella (Arce, Conde) y de otros pueblos de la Axarquía (Melgar, El Bizco de El Borge) desde finales del siglo XVIII hasta finales del XIX. Que en la época de postguerra, en la década de los cuarenta, las más profundas galerías de la cueva sirvieron a los maquis como refugio y cobijo. Y se cuenta que entre la década de los años veinte y principios de los treinta, hubo un muchacho canillero conocido en su época como “El Sabio de la Fájara”, que tenía la asombrosa habilidad de predecir cuándo la cueva iba a “reventar”, es decir, iba a expulsar esa cantidad exagerada de agua con la que se inundaban los alrededores. En cierta ocasión, dos niños de Canillas jugando y sin hacer caso de las predicciones de aquel sabio, entraron en la cueva ignorando lo que podría pasar y perecieron en su interior. Tras aquel suceso, el joven Sabio, que continuamente amenazaba a sus padres con marcharse de casa para ir a lejanos lugares, desapareció del pueblo y jamás volvió. Nunca se ha sabido nada de él desde que dejó nuestra villa. Recogida por Aitor Millón Veristain José Luis Jiménez Muñoz “Leyendas, tradiciones, anécdotas y curiosidades de Canillas Azeytuno, pueblo de la Axarquía. Volumen II, página 69 Revista Fájara, números 1 y 2 www.todopueblos.com www.fotolog.com www.panoramio.com /

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De la calza a la balsa hay un tesoro lleno de plata y de oro. Eso dice otro antiguo dicho de Canillas. La “calza” quizás sea calle Calzada, localizada en el sureste del pueblo desde donde se puede contemplar los restos del castillo árabe y la “balsa” puede ser la calle Balsilla, que sube hacia la parte más alta del pueblo, empinada en algunos de sus tramos; o bien la “balsa de agua” citada por el libro de Apeo y Repartimiento de la villa de 1574 como alberca de agua situada en la plaza del pueblo, hoy bajo el edificio del Ayuntamiento. Y es que cualquier pasado musulmán ha dado lugar a tesoros escondidos en todos los pueblos. La rebelión de las Alpujarras fue un conflicto acontecido entre 1568 a 1571 durante el reinado de Felipe II. La abundante población morisca del reino de Granada se alzó en protesta contra la Pragmática Sanción de 1567, que limitaba las libertades religiosas de dicha población. La población de Canillas de origen musulmán se mantuvo al principio al margen de los conflictos, pero la llegada de un morisco llamado Muezzin, que había luchado en la sublevación de las Alpujarras y vino a rescatar a su mujer, que era cautiva de un cristiano avecindado en Canillas, levantó los ánimos de los habitantes de la localidad. Este se unió al monfí Andrés de Xorayxán, natural de Sedella, y con un grupo de moriscos de Canillas, Sedella, Salares y Corumbela, atacaron la venta de Pero Ruiz Guerrero (Pedro el Mellao) en Venta Baja, Alcaucín. Esto prendió la mecha de la rebelión en toda la Sierra de Bentomiz. Tras sofocar la sublevación, el rey Felipe II mandó demoler el castillo del pueblo, del que hoy sólo quedan algunos restos, y los moriscos fueron expulsados y distribuidos por Extremadura, y otras regiones de Andalucía. En su huida, se cuenta que, no pudiendo transportar todas sus pertenencias, dejaron escondido un gran tesoro, con una cantidad importante de objetos de plata y oro, con la pretensión de volver en su busca en tiempos más favorables y que aun permanece escondido en algún lugar de los lugares descritos al principio. Historia recogida por Manuel Morales Pardo Fotos: Manuel Morales Pardo José Luis Jiménez Muñoz Leyendas, tradiciones, anécdotas y curiosidades de Canillas Azeytuno, pueblo de la Axarquía. Volumen II página 105


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El esparto es una hierba de la familia de las gramíneas que crece espontáneamente, en terrenos áridos y pedregosos, propio en zonas del levante y sur de la Península. Tiene mucha resistencia y perdurabilidad. De los bordes de esta planta salen dos hilos que se arrancan cuando la planta está verde. Estos hilos trenzados serán la base de los aparejos de esparto. Trenzados son las llamadas “tomizas” y tejidos forman las pleitas o tiras anchas. La pleita se cosía con tomizas y se reforzaban con tomizas más gruesas o tomizones. Antiguamente, en Canillas de Aceituno las mujeres iban a la sierra a coger esparto, luego en sus casas lo machacaban y lo secaban y cuando estaba seco, iban haciendo trenzas para luego hacer círculos uniéndolas. A ese trabajo se le llamaban capachas, que servían para prensar las aceitunas en las fábricas. Con el dinero que recogían de fabricar y vender las capachas, las mujeres, podían comprarse el ajuar para casarse, porque como no había mucho dinero, se lo tenían que comprar con el que se ganaban con estos trabajos de esparto.

Historia recogida por Isaac Pérez Núñez


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Según la leyenda, cuando San Eufrasio vino a España, trajo consigo una imagen de la Santísima Virgen a la que rendía culto y devoción. En el siglo VIII cuando Andújar fue ocupada por los árabes, la Sagrada Imagen fue escondida entre unas peñas en uno de los cerros más altos e inaccesibles de Sierra Morena para evitar su profanación. En el siglo XIII, un pastor de Colomera, Granada, llamado Juan Alonso Rivas, apacentaba su ganado, cabras y ovejas, en las alturas de Sierra Morena junto a la cumbre del Cabezo. Era cristiano sencillo y fervoroso, quizá algo entrado en años y estaba aquejado de una paralización total en el brazo izquierdo. Empezaron a llamar su atención las luminarias que divisaba por las noches sobre el monte cercano a donde tenía su hato y a las que se sumaba el tañido de una campana. Finalmente quiso salir de duda y en la noche del 11 al 12 de agosto del año 1227 resolvió llegar a la cumbre. A su natural temor sucedió una expresión de asombro y gozo, porque en el hueco formado por dos enormes bloques de piedra, encontró una imagen pequeña de la Virgen, ante cuya presencia se arrodilló el pastor y oró en voz alta entablando un diálogo con la Señora. La Santísima Imagen le expresó su deseo de que allí se levantara un templo, enviándolo a la ciudad, para que anunciara el acontecimiento y mostrara a todos la recuperación del movimiento en su brazo y de esta forma, dieran crédito a sus palabras. Bajó a la ciudad y anunció el suceso que no tuvieron más remedio que creer ante el testimonio de su brazo curado. Por otra parte, se sabe que la participación en el levantamiento de la Sierra de Bentomiz, de los moriscos de Canillas, fue de gran importancia y por consiguiente, tras sofocar la sublevación, el rey Felipe II mandó demoler el castillo del pueblo, del que hoy solo quedan algunos restos, y los moriscos fueron expulsados, repoblándose más tarde con gentes venidas de Lucena y Cabra (Córdoba), Archidona y Antequera. Pero también vinieron familias de Andújar (Jaén), a las que se debe la veneración hacia la Virgen de la Cabeza, patrona de Canillas y patrona de Andújar.


Nº 50 – diciembre 2010 A la Virgen de la Cabeza se le atribuyen muchos milagros. La tradición popular le atribuye uno bastante curioso: a finales del siglo XIX, Juan Villalobos, natural de Canillas de Aceituno en un viaje de regreso de Cuba, ya cerca de España, al ver que el barco se hundía a causa de un fuerte oleaje, invocó a la Virgen de la Cabeza, patrona de su pueblo, en busca de ayuda y socorro. Así los cuenta el romance: (…) Un viento se levantó, y fueron tan grandes las olas, que nuestro vapor se perdió. Estando todos nosotros bendiciendo aquella hora, entre medio de una nube se apareció una Señora. “-¿Qué os pasa hijos míos, desgraciados marineros? ” “- Ya está usted viendo, Señora, el apuro en que nos vemos” (…) El barco salió a flote. Mientras tanto, en Canillas de Aceituno, el camerino de la Virgen no se pudo abrir y cuando al cabo de dos días, el camerino se abrió, la Virgen apareció con su manto mojado, cubierto de arena y lleno de “escamas de pescado”.

Historia recogida por: Karina Nedelcu Gemma Santiago Burgess Fotos: Karina Nedelcu Gemma Santiago Burgess José Luis Jiménez Muñoz Leyendas, tradiciones, anécdotas y curiosidades de Canillas de Aceituno, pueblo de la Axarquía, Volumen I, pág. 79 es.wikipedia.org/Wiki/Virgen_de_la_Cabeza www.santuariovirgencabeza.org

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Antiguamente la cal se producía en forma artesanal a partir de la piedra caliza, en espacios denominados caleras. El proceso de producción de la cal se basaba en suministrar calor a esta piedra. Para descomponerla se utilizaban altas temperaturas y así se obtenía la cal viva. En la sierra se hacía un pozo de forma cilíndrica, que es lo que llamamos calera y allí se colocaban la piedras calizas, metían leña y se le prendía fuego, manteniéndolo durante varios días, hasta que las piedras estuvieran cocidas. Finalizaba cuando la piedra caliza quedaba liviana y se rompía con facilidad, signo de que la cal estaba bien cocida tras lo cual se extraía del horno, una vez que estaba fría. En los días siguientes, con los serones bien cargados sobre los borricos o sobre las mulas, acarreaban la cal para venderla a los vecinos del pueblo o compradores de la comarca. Una vez en la casa, había que apagar la cal. En un bidón de lata o en una buena orza de barro, se introduce las piedras de cal viva y se le añade agua. En ese momento comienza a hervir. Mientras dura el proceso de hervir se le remueve para que se deshaga y quede con la pastosidad adecuada. Cuando para de hervir se deja enfriar. Y ya está lista para ser utilizada. La cal apagada diluida en agua, es lo que tradicionalmente se ha utilizado para blanquear las paredes de las casas. La cal apagada es una base fuerte, que tiene un marcado y bonito color blanco y resulta impermeable al agua, siendo este el motivo del uso tan extendido de la cal para cubrir tapias y fachadas en nuestros pueblos. Una historia de Canillas cuenta que, un joven de 18 años y estaba trabajando en la sierra, iba a por la leche de las cabras que tenía su tío. A ese joven, unos ladrones, lo cogieron, lo ataron y lo metieron en el vaso de una de esas caleras, donde antiguamente se hacía la cal. Y lo abandonaron allí. Al llegar la noche y ver que no aparecía, todo el pueblo salió a buscarlo y lo encontraron atado. Historia recogida por Melanie Fernández García


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Mi abuelo me ha contado que una vez él iba paseando por un camino para llegar a la loma de Arriba. En mitad del camino se le hizo de noche y entonces se encontró un chivo y se lo echó a la espalda. El chivo le dijo a mi abuelo: − ¡Juan Martín, tú tienes los dientes así! Y le enseñó unos dientes que eran de grandes como los de un caballo. Desde entonces mi abuelo no volvió a pasar nunca más por allí.

Historia recogida por Daniel González Fernández


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En un pueblo chiquitito llamado Canillas de Aceituno, cuentan que había un hombre alto, de pelo castaño y corto, que todas las noches andaba por todo el pueblo para llevarse a los niños que no se portaban bien, que no querían comer o que no volvían a casa antes del anochecer. Dicen que siempre llevaba una capucha y un gorro para que no le vieran la cara y le llamaban mantequero, y dicen que se los llevaba a una cueva de la Maroma. El mantequero, hombre del saco o sacamantecas, es un personaje del folclore infantil hispánico. Se le suele representar como un hombre que vaga por las calles cuando ya ha anochecido en busca de niños extraviados para llevárselos metidos en un gran saco a un lugar desconocido. Este personaje es caracterizado como un asustador de niños, y se utiliza como argumento para asustar a los niños y obligarlos a que regresen a casa a una hora temprana. La leyenda del mantequero es una de esas que ha perdurado en el boca a boca del pueblo llano durante más de un siglo. En nuestros días, esta historia ha quedado como un viejo mito, pero durante muchas décadas, esta terrible historia aterrorizó a los niños y no tan niños de toda España. En gran parte, por culpa de los padres, que encontraron un filón en ella para mantener a sus hijos a raya inculcándoles en lo más hondo de su imaginario que en el momento menos pensado, un ser monstruoso aparecería para secuestrarlos si permanecían en las calles a horas poco adecuadas o incumpliendo las órdenes de los progenitores. Incluso se llegó al punto de poder convocar al sacamantecas a placer, amenazando a los niños con que vendría a llevárselos si no se portaban bien. Historia recogida por Rocío Millón Ruiz

es.wikipedia.org/wiki/El_hombre_del_saco

Dibujos: Susana López Navarta Ana María Millón García Rocío Millón Ruiz Mario Pérez Ramírez


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Dolores era una mujer que vivía presa dentro de su matrimonio. La pareja, ya muy mayores, siempre se había llevado mal. El marido era conocido en todo el pueblo por las peleas y las palizas que le propinaba a su señora. Muy aficionado a la bebida y muy poco al trabajo, pues se decía de él que era más flojo que un cenacho de humo, en más de una ocasión tuvieron que intervenir las vecinas para librar a Dolores del garrote de su marido. Un día después de propinarle una paliza a su mujer, salió de casa, se alejó poco del pueblo, se sentó bajo un olivo y se quedó dormido. Y todavía no ha despertado. Unos chiquillos que buscaban nidos por los alrededores del pueblo encontraron el cadáver y dieron la voz de alarma. Después de un gran revuelo la madre de uno de los niños, que también se llamaba Lola, fue la encargada de llevar la noticia a Dolores. Llegó a su casa y la encontró pelando papas. − − − − − − − − −

¡Buenos días Dolores! ¿Qué estás haciendo? Aquí, detrás del almuerzo. ¿Qué te trae por aquí? Pues quería hablar contigo – le contestó Lola. Te veo un poco intranquila, ¿pasa algo? Sí, quiero hablar contigo de algo muy serio. Pues ven después, que ahora estoy muy liá con la comida y si no la tengo pronto, mi marido me mata. No hables con tanto odio, mujer, que tu marido no volverá a ponerte un dedo encima. No estés tan segura – le contestó Dolores – que nació malo y será así hasta que se muera. Pues de eso precisamente quería hablarte. Tu marido ha muerto. En estos momentos va la Guardia Civil y el juez a levantar el cadáver.

A lo que Dolores contestó: − Pues si mi marido ha muerto, ya no pelo más papas, porque mi hijo no viene a comer y para mí sola con estas tengo bastante.

Historia recogida por Francisco Muñoz Torres

Águeda era una señora muy educada, culta y religiosa y estaba muy bien preparada. Cumplía todas las obligaciones como correspondía a una dama de su época. Todos los domingos acudía a misa y después visitaba a todos los enfermos del pueblo y para todos tenía una palabra de aliento para mitigar sus penas. Socorría a todos los pobres que llamaban a su puerta solicitando una limosna. Su marido vivía en Cuba y rara vez se le veía por Canillas. Ella volcó todo su amor en su único hijo, Venancio, heredero de todas las buenas cualidades de su madre, si bien es cierto que también era muy aficionado a la bebida. Águeda poseía además ciertas cualidades de vidente y según ella, en pocos siglos las cuatro estaciones del año serían iguales y conoceríamos el cambio del tiempo por la llegada de los frutos. También decía que el fin del mundo se produciría antes del año tres mil de nuestra era, y que si antes el mundo fue debastado con un diluvio, el próximo fin del mundo seria a causa del fuego. Y, cinco meses antes de que sucediera, decía saber el día y la hora de su muerte. Vivía en Canillas, pero los veranos los pasaba con su hijo en los campos de Sedella, en una finca llamada La casa Colorada. Una noche, Águeda se sintió indispuesta y presintiendo lo peor, le pidió a su hijo Venancio que la trajese a Canillas, pues en Sedella no había médico. Ante la falta de transporte, montó a su madre en una burra blanca que tenía y emprendió el camino, dispuesto a recorrer los once kilómetros que lo separaban del pueblo, lo antes posible. Llegando a la zona de la Rahije, se encontró con su compadre que iba dirección a Sedella. − − −

¡Buenas, compadre! ¿Dónde vamos tan temprano, que sólo son las seis de la mañana? Ya ve usted, - le contestó Venancio – que mi madre se ha puesto mala y la traigo para que la vea don Francisco, el médico del pueblo. ¿Y, dónde está tu madre?

Venancio volvió la vista hacia la burra que traía de reata y su sorpresa fue enorme cuando vio que la burra venía vacía y aseguraba que no había bebido tanto como para no acordarse de que había cargado a su madre entre los dos capachos. Venancio desandó el camino junto con su compadre y a unos tres kilómetros más atrás, encontraron a la pobre vieja con un golpe en la cabeza y medio descalabrada. Llamaron entonces a un vecino del Puerto y allí la reconoció el médico. Pocos días después moría la señora Águeda. Dicen que tenía una hemorragia interna producida por la caída de la burra. Y dicen que murió el mismo día y a la misma hora que había previsto cinco meses antes de ocurrir los hechos.

Historia recogida por Francisco Muñoz Torres


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La noche del 25 de diciembre de 1884, mientras miles de familias compartían la cena de Navidad fue brutalmente interrumpida por el terremoto que ha pasado a la historia como “el terremoto de Andalucía”. La tragedia se cebó con especial virulencia en las áreas indicadas en este mapa. Produjo casi 900 víctimas mortales y en torno a 1.500 heridos. Destruyó unas 4.400 casas y originó daños en otras 13.000. Poco más de veinte segundos bastaron para destruir pueblos enteros. Un grito de dolor y muerte recorrió los caminos de las sierra Tejada y Almijara. La catástrofe no alcanzó proporciones mayores, debido a que afectó a una zona con pueblos muy pequeños, la mayoría de menos de dos mil habitantes, salvo Alhama, que fue además la población más afectada. En la provincia de Málaga, según el informe redactado por la comisión oficial nombrada por el Gobierno para informar sobre los terremotos de Andalucía, la catástrofe produjo unas sesenta muertes humanas; 1.067 casas hundidas, otras 4.178 en ruinas y 6.463 edificios resentidos. Las poblaciones más afectadas fueron: Periana (40 muertos, 18 heridos y 307 casas hundidas), Canillas de Aceituno (5 muertos, 5 heridos y 476 casas hundidas), Alcaucín (4 muertos, 16 heridos); Vélez Málaga (6 muertos y 13 heridos). Otras poblaciones de la provincia de Málaga afectadas fueron, Cómpeta, Cútar, Arenas, Frigiliana, Nerja, Algarrobo, Alfarnatejo y Málaga capital. Dicho terremoto destruyó un antiguo convento de monjas que se encontraba en la actual calle Convento y desde entonces le llaman a esa zona “casas caídas”. La tragedia de la Navidad de 1884 conmovió a toda España. Pocos días después del terremoto, del 9 al 21 de enero de 1885, Alfonso XII. El alcalde que entonces había en Canillas fue a recibirle al cruce. Quiso entregarle al Rey las llaves del pueblo. El Rey se negó a aceptarlas y le dijo: “Los dueños del pueblo sois vosotros”. Historia recogida por Andrea Muñoz Jiménez


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En la calle San Antonio, hay un arco con macetas, muchas casas, una pequeña ermita, dos o tres farolas y no hay bancos, sólo muros de hormigón para sentarse. No hay árboles ni fuentes, pero sí hay carriles resbaladizos sobre el suelo. Y cuenta la leyenda que de madrugada San Antonio cobra vida, y va andando las calles para encontrar una mujer enterrada en dicha calle, desde los tiempos moros. Y dicen, que esos carriles resbaladizos, se deben a que San Antonio arrastra los pies por el suelo. Historia recogida por José Manuel Torres Silva Fotos: José Manuel Torres Silva

Hace ya mucho tiempo que una familia del pueblo vivía en un cortijo que tenían en el campo. Dicho cortijo estaba situado justo en los límites entre los dos pueblos: una parte del cortijo lindaba y pertenecía a Sedella y otra parte lindaba y pertenecía a Canillas de Aceituno. De pronto, el hombre enfermó y a los pocos días murió. Y así surgió el problema, puesto que si lo sacaban por la parte de Sedella, tendrían que enterrarlo allí y, por el contrario, si lo sacaban por la parte de Canillas, lo enterrarían aquí, que era donde la familia deseaba. Así que, para enterrarlo aquí, lo sacaron por una ventana que pertenecía y daba al término de Canillas de Aceituno.

Historia recogida por Miguel Fernández García


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Canillas de Aceituno es un bonito pueblo de la Axarquía malagueña, está situado en la falda de Sierra Tejeda, en esta sierra está el pico más alto de la provincia de Málaga, la Maroma. Este pueblo tiene tres lomas, la de Arriba, la de Abajo y la de Enmedio. Es un pueblo de blancas y bonita calles llenas de macetas, unas son empinadas y otras estrechas, pero por todas es bonito pasear. Algunas veces nos sirven para correr y perdernos cuando jugando al fútbol nos cargamos alguna que otra maceta. Tenemos campos de fútbol, polideportivo, parque, tiendas, bares, fuentes...Este pueblo tiene fama de tener buen aceite, aceitunas, pasas, chivo, vino... El olivo, cuyo nombre botánico es Olea Europea Sativa, pertenece a la familia de las Oleáceas. Aunque se han encontrado restos de huesos de aceituna en tiempos prehistóricos, se cree que lo trajeron a España los fenicios y los griegos. En la época romana fue un pilar fundamental de su economía. Los árabes cuidaron mucho el cultivo del olivo en Andalucía. Muchos poetas le han dedicado sus poesías al olivo: El campo de olivos se abre y se cierra como un abanico. (Federico García Lorca) Cuenta la leyenda que una princesa voló por estos terrenos y estas lomas hace muchos, muchos años...y echó semillas por todos partes, y crecieron unos árboles, esos árboles eran olivos. Un día la princesa quería contemplar el trabajo realizado y voló desde el Mediterráneo hacía el interior, y allí se encontró un pequeño y blanco pueblo rodeado de muchísimos olivos, fue donde más fruto dieron sus semillas. A ese pueblo que tenía tantos y tantos olivos, le llamaron Canillas de Aceituno. María Moreno Ramírez


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En 1936, justo al comienzo de la Guerra Civil, en Canillas de Aceituno se produjo un desalojo de la iglesia, ordenado por uno de los bandos. Para que no fueran destruidas, muchas figuras y objetos religiosos fueron recogidos por personas del pueblo. Algunas figuras de pequeña talla fueron fácilmente escondidas, las de bulto más grande, corrieron peor suerte. Una mujer se hizo con la figura de San Bernardo. Cargando con ella, la llevó a una cueva que hay en la sierra, en un sitio cercano al pueblo, conocido como La Acubilla. Dentro de la cueva escondió la figura del santo cubriéndola con unas adelfas. Pero el escondite fue descubierto y dos milicianos tomaron la figura del santo y la llevaron al Tajo del Convento, por donde la arrojaron, produciendo un gran estruendo al chocar contra el suelo. A pocos metros de allí, unas niñas que estaban lavando, presenciaron lo que ocurría y corriendo le contaron a unas mujeres que habían tirado a San Bernardo por el Tajo. Los trozos rotos del santo, fueron recogidos y guardados en distintas casas del pueblo. Mi madre me contaba que, durante mucho tiempo, tuvieron en la casa la mano de San Bernardo y que no sabe cómo desapareció.

Historia recogida por José Manuel Ortiz Hidalgo


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En la loma de Arriba, en el camino del Chorrillo, en medio de la Longaniza. Se encuentra la casilla de Conchita. Una casa grande y solariega, que antaño fue propiedad de una rica terrateniente, a la cual debe su nombre la propiedad. La buena señora, murió sin tener descendencia, pues era soltera y no tenía hijos. Por tanto la casa fue pasando de unos parientes a otros, y con ella la leyenda de su alacena. Todo esto hasta llegar a los dueños actuales, los cuales no la obtuvieron a través de ninguna herencia, si no que fue ganada con mucho esfuerzo. A estos dueños también le fue transmitida la leyenda de la alacena de su casa de campo. Cuando en plena Guerra Civil y ante la barbarie que conlleva una guerra. La iglesia de Canillas sufrió graves expolios, como en otras muchas de España. Viendo lo que sucedía, hubo gente del pueblo que intentó salvar algunos elementos de su patrimonio, con más o menos suerte. Conchita, la por aquel entonces dueña de la casa de campo, consiguió mantener a salvo la custodia que había en la iglesia. Y qué mejor sitio que la alacena de un rico para que no se buscara ni encontrara nada. Así cuando concluyó la guerra, la custodia seguía estando a salvo. Fue traída en procesión desde la casa de campo, hasta la iglesia. Aquí fue donde comenzó la leyenda de la alacena. Según se dice, la comida que se guardaba en la alacena donde había estado la custodia, estaba a salvo de que se la comieran los ratones. Toda la gente que por distintos motivos, vivió en esa casa, contaba lo mismo “La comida de la alacena está a salvo de los ratones”. Los actuales dueños, no pueden confirmar la veracidad ni falsedad de esta leyenda, ya que esa alacena no la han utilizado como despensa para guarda alimentos. Historia recogida por María José Torres Ortiz


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Si las recuerdo, las añoro, si las olvido, las traiciono. Leyendas y misterios de mi pueblo y aledaños contaban nuestros ancestros. Narraban en familia, a la luz tenue y triste de un viejo candil de aceite o a la viva llama de una hoguera. Reunidos, en torno al patriarca, se creaba por naturaleza, el marco idóneo para deleitar a los presentes. Con voz pausada y dulce, sólo rota por el silencioso ruido del chisporreteo del candil, se podían oír historias que pegar un ojo no te dejaban, más por desasosiego que por miedo y otras, que soñando, te hacían viajar a lugares mágicos con tesoros y riquezas. En la actualidad, quizás por no requerirlas, las leyendas no cobran vida, aunque os puedo asegurar, que no están muertas, solo dormitan, ¿pero… dónde? Acercaos… Prestad oídos… Cuenta una leyenda muy reciente, que… Años atrás, llegaron a Canillas de Aceituno dos caballeros de no muy avanzada edad, aunque de conocimientos viejos y sabios. Los más allegados aseguran que sus armas eran: la Amistad, el Amor y el Cariño. Con ellas trataban a sus semejantes y sobre todo a los de mediana edad, los niños y niñas de Canillas. Os preguntareis por sus nombre, pienso que todos y todas los conocéis. Los dos caballeros, a la grupa de sus monturas llegaron hasta un majestuoso Castillo Blanco habitado por centenares de jóvenes, los cuales pensaban que eran cautivos de un malvado Rey llamado “Colegio”, los niños y niñas vivían tristes y afligidos. Los nobles hidalgos con el corazón roto por tanto desasosiego tomaron cartas en el asunto, no podían permitir, que toda aquella juventud pasara por tan desdichada situación. Desenvainaron sus armas e invitaron a los jóvenes a vivir una de las muchas aventuras que compartirían en sus días de convivencia, no era otra que… encontrar la guarida donde pernoctaban las LEYENDAS. Anduvieron por calles y plazas, buscaron por rincones y caseríos, día y noche, sin descanso, cuando todo parecía llegar a su fin y con los niños y niñas desanimados, los valientes caballeros no claudicaron en su empresa y pensaron, que quizás la solución estaba tan cerca que no se habían percatado del mágico lugar donde descansaban todas las leyendas, misterios y demás historias, tenía que ser allí, en Palacio. Allí estaba, encerrado entre sus muros, el aposento de las leyendas, ahora solo quedaba despertarlas. ¿Cómo? Se preguntaban los jóvenes. Muy fácil, razonaron los señores, lo haremos como antaño. Crearon el marco idóneo y todos juntos alrededor de un destartalado y decrépito candil, invocaron a la magia… y fluyeron de cada uno de ellos y ellas las leyendas de nuestro pueblo. Cobraron vida víboras negras de cabeza triangular, cuyo mortal veneno acabó con Sália. Compartieron oraciones y cantos con los tres Santones de la Rabita. Viajaron al viejo Rubite.


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Fueron testigos del amor verdadero del aguacil y su novia árabe en el nuevo Rubite. Lucharon con el Rey Fernando y su ejército de carneros en la conquista de Vélez-Málaga. En el cardal acompañaron a Aurelia “La Aniquina” y su fantasmagórico testamento. Volvieron al Huertezuelo a buscar la frente del toro. Encontraron el tesoro del corral de la piedra blanca. Cabalgaron a lomos del caballo fantasma de la peña del Rey moro. El sabio de la Fajara, pudo de nuevo predecir la inundación de la cueva. Recorrieron una vez más el trayecto de la Calza a la Balsa. Nuestras casaderas pudieron recabar su ajuar gracias a las capachas de esparto. La Patrona de Canillas, milagrosamente llevó a buen puerto el navío donde viajaba Juan Villalobos. Encontraron la calera donde un joven canillero fue raptado y maniatado. El chivo volvió a preguntar por los dientes de Juan Martín. Los mantequeros regresaron con su saco a por los niños, esta vez, no lo consiguieron. San Antonio anduvo de nuevo por su calle. Pudieron comprobar cómo un cortijo era de dos pueblos y sus difuntos. Y sobre todo, puedo avalar, que las semillas que dejó la Princesa Voladora, crecieron en el paraje más bello y lindo de todo el universo, mi pueblo, nuestro pueblo. Canillas de Aceituno. Todas estas leyendas despertaron, gracias a la labor de dos nobles cruzados, que sin ser del lugar, arraigaron sus vidas a Él. No tengáis dudas, hay miles y miles más, y para que no vuelvan a entumecerse, solo tenemos que engendrar el marco idóneo y entrelazar nuestros corazones y manaran las leyendas, las de ayer, las de hoy y las del mañana. Pregunté por Canillas, a mis paisanos, pregunté por los dos caballeros, me refirieron tanto de ellos, que he llegado a la conclusión, que, fueron, son y serán dignos de ser llamados… MAESTROS. Que nada ni nadie nos prive de gente como vosotros. GARCIAS A AMBOS. AMP (Antoniomariquitaperez)


Composici贸n de portada: Miguel Iranzo


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