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Del 50 por Isabel Mateo Barnés

No resulta ignoto el acontecimiento bélico de la

Laforet y la renovación de la novela

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Guerra Civil española y, como corolario, el océano de escritores cuya narrativa quedó aprisionada en la zozobra e inquietud propias del conflicto. En aquella atmósfera desértica, lánguida y muda, Carmen Laforet alzó su pluma y navegó al grito de libertad y vida, de esperanza y de pasión; consiguiendo ser un alma fugitiva del óbito en torno a un mar de silencio. A pesar de poseer una obra escueta, Laforet no fue más que una amante del arte de crear melodías con las palabras, de reflejar todo cuanto ella deseaba en su producción literaria, pues, bien expresaba la autora en Nada:“¿Quién puede entender los mil hilos que unen las almas de los hombres y el alcance de sus palabras?”. Mujer no exclusivamente hija de su tiempo, nació en Barcelona el 6 de septiembre de1921, quince años antes del inicio de la guerra. Su familia se trasladó a las Canarias cuando ella tenía tan sólo dos años. Mas tarde, siendo una joven ambiciosa de veintitrés años, se mudó a Madrid, motivada por su fracaso universitario en las carreras de Derecho y Filosofía. Con ánimo de dejar atrás su pasado académico, y, demostrando que no todos los escritores encuentran vocación en estudios universitarios, decidió presentar al recién nacido Premio Nadal la que sería la obra cumbre de su producción literaria: Nada. Laforet, en esta novela, desafía a la realidad y desnuda su alma en una prosa intimista y sincera, donde incluye una visión del espacio en que se desarrolla la acción (Barcelona), aportando un claro realismo social. La literata que podemos considerar canaria, puesto que en las Islas Afortunadas pasó su infancia y adolescencia, tuvo el privilegio de conseguir un premio de gran calibre a una temprana edad y, consecuentemente, obtuvo un notable prestigio literario que mantiene hasta nuestros días. Madrid, marchitó su amistad con la pluma. Laforet se vio obligada a “escapar de esa dudosa gloria que es escribir”, especialmente, a raíz de su divorcio, costándole una eterna y desdichada sequía intelectual. A pesar de recibir la ayuda de figuras de la talla de Ramón J. Sénder en su bloqueo literario, Laforet se sumió progresivamente en una depresión que no le permitiría volver a escribir, muriendo finalmente el 28 de febrero de 2004 en Madrid. En la obra de esta gran mujer, irradian ápices un tanto místicos, aunque también feministas, pero el rasgo que más ha contribuido a su consagración como importante escritora es el reflejo de sus sentimientos, así como aspectos de su vida, en cada una de sus producciones, sin olvidarnos del profundo realismo social. Carmen Laforet fue, en definitiva, una mujer extraordinaria, apasionada que, en su canto a la vida, “se hizo gris y se arruinó viviendo.” (Nada, 1945).

Ya ganado el Premio Nadal en enero de 1945, concibió dos novelas que, al igual que la anterior mencionada, han supuesto una importante aportación a la literatura española del sigloXX: La isla y los demonios(1952); y Mujer nueva(1955). Grande fue el éxito que cosechó con sus novelas, sin embargo, su matrimonio con el crítico literario Manuel Cerezales, a quien conoció durante su estancia en

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