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Literatura viva por Victorino Polo

Literatura Espacio de Victorino Polo Viva

Literatura femenina o de mujeres

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Polémica interminable de difícil culminación en acuerdo, pues que son muchos los intereses creados, como día Benavente, así como las posiciones ideológicas, mucho más en estos tiempos revueltos de falsos y torpes feminismos que, sobre la lucha y el enfrentamiento, apenas aporta nada que pueda redundar en el entendimiento y la armonía.

Cuando de arte se trata, el sexo apenas tiene significado. Es un hecho psicosomático biológico destinado a la complementariedad, sobre la base de la igualdad esencial que fundamenta. El arte se asienta en el oficio, claro está, que puede ser aprendido por cualquier cerebro humano, sea de mujer o de hombre, dependiendo de su capacidad, de su territorio de actuación, de su voluntad de aprendizaje, cualidades todas personales e intransferible que irán marcando las diferencias.

Una vez controlado el oficio, se plantea la posibilidad de convertirlo en artesanal, primer paso importante. Es importante que existan muchos buenos artesanos para que aparezcan los necesarios creadores. Pensemos en una catedral. Por muchos artistas que confluyeran para levantarla, esto no habría sido posible sin los artesanos, especialistas parciales dotados de talento y habilidad para lo suyo, pongamos un cantero y un dorador como ejemplos. Existen multitud de artesanos que no sienten el aguijón del arte, por muchas razones internas y externas. En Literatura sucede igual, son necesarios miles de artesanos de las letras para que aparezca un artista de la palabra, lo que no supone discriminación alguna ni escala de valores con mejor o peor calidad. Un buen artesano siempre será mejor que un mal artista, todo depende y redunda en la formalización final. Una mujer puede ser gran artista y un hombre puede ser gran artista

Después vendrá la vocación, conjunto de virtudes y talentos tendentes a la idoneidad. Hay quien tiene vocación de carpintero y hay quien la tiene de miniaturista, de manera que ocupa todo su tiempo en desarrollar su trabajo, y pasa sus horas como decía don Quijote, “los días de claro en claro, las noches de turbio en turbio”, pero siempre con tenacidad y dedicación inquebrantable, sin tiempo ni medida. Pondré un ejemplo cercano. Tengo una nieta adolescente que es muy buena violinista, muy amiga de su compañero que toca el violonchelo. Los escucho a los dos. Con frecuencia, ella le reconviene y anima con amable firmeza: “¿ Cuántas horas tocaste ayer? Hay que practicar más, como dice el profesor”. Los dos son buenos, pero si necesita que le fijen horarios, el final no será el mismo, pues que la vocación no tiene tanto arraigo voluntario y ejecutivo. En literatura igual, los jóvenes alevines de escritor no tienen límite para la escritura, escriben y rompen, escriben y rompen sin horarios predeterminados, pues también reza la sabiduría popular que entre el día y noche no hay pared.

Y aquí falta lo principal y determinante, lo que siempre se llamó “talento natural” imprescindible. El artista, el escritor, se hace. Pero sobre todo, nace. Desde el genio al que tiene gran talento sin ser genial. ¿Por qué a los seis años Mozart ofrece por el mundo magníficos conciertos geniales? ¿Por qué Beethonen escribe su primera ópera con tan sólo trece años? Porque los dos son genios de la música, como pudieron serlo de las matemáticas o cualquier otra disciplina eminente .

“La Literatura, en tanto que arte, no es femenina o masculina, juvenil o de vejez. Le sobran todos los adjetivos, salvo dos: es buena o es mala. Es decir, es Literatura o no lo es”.

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Literatura femenina o de mujeres

No todos los grandes talentos pueden ser genios, ciertamente. Pero todos necesitan el “don”, en mayor o menor medida. Y un aviso para navegantes, tanto feministas desnortados como machistas torpes, que siguen creciendo como indeseables hongos: ¿no han pensado en que la palabra “artista” no tiene género? Pues eso, amigos, pues eso .

Me lo decía un buen amigo, escritor frustrado por causas y razones que no vienen al caso: “Profesor, cuando leo un buen libro no pienso en faldas ni pantalones”. Peculiar metáfora para definir al autor o autora.

Y aquí viene la gran encrucijada que pica en paradoja. La Literatura, en tanto que arte, no es femenina o masculina, juvenil o de vejez. Le sobran todos los adjetivos, salvo dos: es buena o es mala. Es decir, es Literatura o no lo es. Todo lo demás se revela “verdura de las eras”, como dejó escrito el gran poeta español medieval.Cuando comenzaba mi tarea docente en la universidad, durante unos diez años, tuve que explicar Literatura Española y Literatura Hispanoamericana, los tiempos eran así, con grandes carencias y pluriempleo de especialidades. Yo era profesor adjunto y, por obligación, me ocupaba de la Edad Media hasta los años presentes. En el ínterin se creó la cátedra de Hispanoamericana, la obtuve y todo fué muy distinto, aunque un par de años simultaneando con la española. Ello me permitió, y por tal lo digo, explicar a tres mujeres sobresalientes sobresalientes: María de Zayas y Sotomayor, Sor Juana Inés de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, las tres grandes voces del Siglo de Oro, en parigual con los muchos hombres que poblaron aquel tiempo tan definitivo.

“La Literatura, en tanto que arte, no es femenina o masculina, juvenil o de vejez. Le sobran todos los adjetivos, salvo dos: es buena o es mala. Es decir, es Literatura o no lo es”.

Nunca se me planteó el problema del sexo, ni la vinculación religiosa en las dos últimas. Se trataba de valorar, tras los pertinentes análisis objetivos, la calidad de sus escritos en tanto que Literatura. Las tres, excelentes escritoras. Bastarían las novelas de la Zayas y su originalidad, así como su adelanto en el tiempo histórico. La escritura tersa, fuerte y de gran estilo de “Las moradas”. O la sorprendente variedad de géneros de Sor Juana, desde poemas como “Primero sueño” a la “Carta atenagórica” o la “Carta-respuesta a sor Filotea de la Cruz” .

Tres mujeres excepcionales, tras magníficas escritoras, en tiempos revueltos para las mujeres. Harían bien las feministas de ahora, bastante presentistas y con escasa visión de futuro, en recurrir a mujeres como las que cito, que mucho aprenderían y avanzarían bastante en su elogiable lucha por la igualdad.

Y termino por hoy casi con un aforismo. Un buen libro escrito por hombre, siempre será un buen libro. Un buen libro escrito por mujer, siempre será un buen libro. Porque en sus páginas permanecerá la belleza del ser y de las cosas.

Victorino POLO GARCIA,

Catedrático de Literatura Hispanoamericana

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