LA DOLARIZACIÓN
ese esquema se había devuelto el poder de la moneda a la gente con el inicio de una maratónica carrera hacia la prosperidad. Estaba segura que el gobierno tomaría el resto de medidas que hacían falta para ingresar en el camino de un desarrollo sustentable. Por lo tanto, guardé ese crespón y, en su lugar, me puse una cinta con la bandera ecuatoriana. Luego, allí mismo, delante de la prensa, señalé que tras la declaratoria de la dolarización de la economía, había que preguntarse sobre lo que iba a suceder con los sueldos y anuncié que de mi parte los iba a aumentar al 50% a las personas que trabajaban en mis empresas, lo hacía para equiparar de alguna forma la saga de miseria y empobrecimiento que habían sufrido por causa de las devaluaciones. La prensa no podía salir de su asombro y los reporteros presentes casi se caen de espaldas. Como consecuencia de esas declaraciones muchos líderes empresariales llamaron a reclamarme y asombrados me inquirieron que “cómo había podido ser yo tan irresponsable de hacer esa declaración pública”. En realidad empecé a pagar desde ese mismo mes de enero los sueldos de mis empleados en dólares, con un aumento del 50%. Sabía que no era una medida demagógica de mi parte y que el aumento era una justa nivelación por la pérdida sufrida en el poder adquisitivo de la familia ecuatoriana durante los últimos dos
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