Jorge Ibargüengoitia - Examen de conciencia patriótica

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LISTA DE COMPOSTURAS Examen de conciencia patriótica

Jorge Irbargüengoitia.

Con motivo de salir de México a pasar una temporada, se me ocurre hacer un examen de conciencia con el objeto de determinar que es lo que más me irrita de este país, cuyo nombre anda en boca de tanta gente demagógica y que sin embargo es mi patria, primera, única y final. La verdad es que mientras más enojado estoy con este país y más lejos viajo, más mexicano me siento. En primer lugar debo admitir que geográficamente hablando, México no tiene peros. Hay de todo.Hay precipicios, llanuras, montañas, desiertos, bosques, ríos que se desbordan, playas, etc. Todo esto cobijado por un clima relativamente benigno. Sobre todo, hay dónde escoger. Si no le gusta a uno el calor, se va al frío. Si no le gusta a uno la montaña, se va al llano. Nomás que tiene defectos. El principal de ellos es el estar poblado por mexicanos, muchos de los cuales son acomplejados, metiches, avorazados, desconsiderados e intolerantes. Ah, y muy habladores. A la mayor parte de estas características, que son responsables, en parte, de que estemos como estamos, yo no les veo compostura ni a corto ni a mediano plazo. El mexicano es acomplejado. Este rasgo no tiene nada de inexplicable. Raro sería que no lo fuera. Una buena parte de los mexicanos vive del favor gubernamental, que es como vivir en el seno materno, que no es lugar propicio para desarrollarse cuando tiene uno cuarenta años. Otro grupo, más numeroso, está frustrado por su ocupación: el que aprendió a hacer mecate de lechuguilla tiene que hacerla de peón de albañil; el que era bueno para la yunta, vende chiles; el que sabe hacer campechanas, maneja un taxi, y todos, absolutamente todos, saben que el único que prospera es el que tiene dinero, que es algo de lo que ellos carecen, y que por consiguiente están condenados a pasar la vida nadando y estirando el pescuezo para no ahogarse. Por si fuera poco, el mexicano es por lo común chaparrito, gordo y prieto, o en su defecto, chaparrita, gorda y prieta, y se pasa la vida entre anuncios en los que aparecen rubios, blancos y largos, que corren por la playa, manejan coches deportivos y beben cerveza. ¿No es para estar acomplejado? El mexicano, como todos los pueblos educados en una ética rigurosa —hoy caida en desuso—, está convencido de que el mundo está lleno de buenos y malos. Los buenos somos nosotros y los malos los demás. El siguiente paso del razonamiento consiste en suponer que todo lo que viene de fuera puede infectarnos, o , lo que es más serio en términos mexicanos, denigrarnos. Así han nacido varios instrumentos legales profilácticos de censura, cuya función puede ser anticonstitucional, pero brota de lo más profundo del alma mexicana, que de por sí


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