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Un hat-trick de Coco resuelve un vibrante encuentro

Redacción

Volvió el fútbol a El Coso tras la semana de pasión, y con pasión se vivió el partido de nuestro equipo senior contra el Priorato.

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Tras varios años de penitencia ante este rival, donde había puntuado en sus últimas cuatro visitas, al fin el Guadalcanal alcanzó la gloria de la victoria y rompió un maleficio que ya duraba demasiado.

La salida ilusionante de nuestro equipo provocó que muy pronto se desatara el delirio en la grada. Justo lo que tardó el conjunto de Joaqui en recuperar un balón en campo contrario y con jugadón de Rubén Pérez, que completó un partido inconmensurable y que puso un balón de oro a los pies de Coco, quien en este tipo de ocasiones no perdona. Era el uno a cero. Las cosas se ponían de cara muy pronto, aunque claro está, aún quedaba mucho partido y el desenlace podía ser muy distinto de lo que se pensaba. Para ejemplos claros, los partidos contra Guillena o Peñaflor.

Tras este fulgurante comienzo el Guadalcanal no quiso relajación alguna. Aunque claro está, no es solo lo que quiera uno, sino también lo que trabaje el otro. Y en este sentido, el Priorato tenía aún mucho que decir. No por oportunidades, que no las tuvo. Sin embargo, sí que, poco a poco, le fue ganando terreno al Guadalcanal y empezó a encimarse peligrosamente. Al final del primer periodo el conjunto local salió de su rincón y muy cerca estuvo de lograr un tanto que hu- biera lapidado al Priorato. Sin embargo, este no llegó.

Tras arriar la reanudación el Guadalcanal volvió a protagonizar una sublime levantá con una afotunada jugada en la que un defensor intercepta el balón con la mano al intentar taparse la cara en un disparo del Guadalcanal. En un primer instante, el árbitro, que vio la mano clara, interpretó que había sido fuera del área, sin embargo, el juez de línea sí que se fue directamente al punto de penalti.

Llegados a este punto es menester señalar la valentía de este joven linier quien tuvo la difícil tarea de tomar decisiones comprometidas como esta con tan solo doce años. Está claro que la falta de árbitros es un tema serio, pero de ahí a dar responsabilidad a chicos tan pequeños no habla bien de nuestro fútbol. En esta ocasión el partido no fue bronco ni muy difícil de arbitrar, pero si hubiese sido así un chico con esa edad en un partido con un ambiente cargado hubiese resultado sumamente peligroso. Es para hacérselo mirar. Aún con todo, tanto el Guadalcanal como el Priorato se mostraron colaboradores y muy respetuosos con el chico. No podía ser de otra manera.

Coco fue el encargado de lanzar y convertir el penalti que hacía el dos a cero y ponía las cosas muy de cara para los nuestros.

Ocurre que este deporte depara muchas sorpresas y que, con tiempo por delante, las cosas pueden cambiar como de la noche al día. El Guadalcanal parecía tener el partido controlado. Había marcado ya dos goles y con el Priorato a la desesperada podía conseguir facilmente alguno que otro más. Sin embargo, un error de entendimiento entre defensa y portero sir- ve en bandeja el dos a uno al Priorato. Su mejor hombre, pichichi del grupo además, se zafa de Carlos y pone el dos a uno en el marcador. El Priorato, que no había tirado entre los tres palos en todo el partido se metía en el mismo gracias a esta desafortunada jugada.

Lo peor no fue ese gol, sino la presencia de ese invisible enemigo que es el miedo. Para zafarse de él el Guadalcanal lo intentó por activa y por pasiva. La mejor ocasión la tuvieron Chino y Coco, pero el meta visitante, el mejor de los suyos, con dos soberbios paradones deshizo lo que podía ser muy claramente el tres a uno. En lugar de ello lo que llegó fue el tres a dos en una jugada en la que una vez más Daniel Parra le gana la espalda a la defensa y solo ante Carlos hace el dos a dos. Segunda llegada, segundo gol. Vivir para ver. El Guadalcanal había pasado por una entrada triunfal a ser azotado por dos latigazos certeros. Durante algunos minutos estuvo muerto y clavado en la cruz, pero entonces la música volvió a sonar, y aunque pudo sonar una fúnebre melodía en modo menor, el último acorde cambió en ese recurso armónico que se conoce como tercera de picardía y que vuelve mayor el modo menor. Y en este sentido, nadie con más picardía que Coco, que en un salto empuja lo justo para que no sea falta y para quedarse el balón. Zambombazo posterior y el premio del gol, su tercer tanto, el tercero del Guadalcanal. Y al tercer tanto el Guadalcanal, que estaba muerto, resucitó para gloria y regocijo de la afición y de la justicia futbolística. Justo premio para Coco, activo durante todo el encuentro, y justo equipo para un equipo que siempre creyó en la victoria en un partido al que nunca le faltó la pasión.

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