81 mamá, quiero ser astronauta

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DEL 14 AL 20 DE OCTUBRE DE 2016

OPINIÓN |

REFLEXIÓN DEL CONSEJO DE HERMANDADES

GALERÍA DE ARTE

jorkareli@gmail.com

Justiciaanteeladversario ´Mamá, quiero ser astronauta´ n este lado del mundo comenzamos un tiempo llamado Otoño. Se presenta con tonos oscuros, con hojas que se desprenden y con vientos que se mueven rápidos. Nos da la impresión de que estos meses dejan al descubierto parte de nuestra desnudez y exhiben nuestra interioridad. Este tiempo coincide además con un descenso de las horas de sol. Parece que estos meses de luz tenue nos invitan a fijar la mirada de un modo particular. Nos llevan a pensar de nuevo no solo en aquello que nos rodea, sino en los ecos que habitan nuestro interior y que se convierten en banda sonora que nos mueve. En la semana que hoy comienza, las lecturas nos hablan de decisiones, de peticiones, de búsquedas. Muestran personajes que buscan reflexivamente, que tantean de dónde vendrá aquello que trae auxilio, o bien como la viuda, reclaman que la justicia sea restablecida. En el mundo hebreo existe una figura que representa a la divinidad. Se trata de la Sabiduría. Su presencia es poderosa, creativa e influye en la realidad cotidiana. Cuando irrumpe transforma situaciones y genera posibilidades donde lo humano florece. Sin embargo, la presencia de la Sabiduría es esquiva y no siempre incuestionable. Seguirla, rozarla se propone como una tarea que depende de nuestro deseo. Esta imagen queda asociada con la divinidad misma: con su presencia desnuda la realidad que nos rodea y sondea nuestro interior. Surge en los inicios del tiempo, habitando lo creado y tejiendo espacios de Gracia. Este imaginario hebreo fue heredado por el pensamiento cristiano y su presencia se cuela sutilmente también entre las lecturas de este domingo. Cada personaje y situación mostrada en las lecturas resuenan en nuestra historia personal y comunitaria. Algunos son muy conocidos, como Moisés o Josué, pero otros se presentan anónimos. De estos últimos recogemos no sus nombres, sino su intimidad. Así el Salmo recita la inquietud de alguien que busca ser consolada, que anhela ser rescatada. Similares son también las peticiones de aquellos otros que piden al Maestro indicaciones sobre cómo orar, o bien los consejos que muestra la 2 Carta de Timoteo. Los evangelistas (Lc 2,39-30; Lc 6,12) certifican de que Jesús quiso someterse a un verdadero proceso de crecimiento. Ese crecimiento interior cuaja, sobre todo, en la experiencia de oración habitual. Los rasgos que aparecerán en su vida de ministerio no fueron improvisaciones. Jesús vivió una experiencia única de relación con su Padre. Acostumbraba a tratar con Él en diálogo fluido, contemplado como su Papá, con lo que de comunión, cercanía, obediencia y ternura quiere expresar esta denominación. Un día nos revelará y nos concederá también a nosotros ese mismo derecho. La oración de Jesús era dinámica, viva, compartida. Los hombres estaban siempre en su corazón cuando dialogaba largamente con su Papá. La oración de Jesús era íntima, pero no intimista. Era personal, pero no egoísta. Era profundamente mística, pero de ninguna manera gnóstica. También en su oración era el hombre para los demás. Jesús nos descubre que orar (como amar) es la tarea más noble del hombre. Porque orar es fruto del ejercicio gozoso del amor y de la confianza. Jesús fue un maestro de excepción y, en realidad, inimitable en perfección. Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso una parábola. Se puede afirmar con certeza y adecuadamente que Jesús es el mejor maestro de oración de la historia. Puede aconsejar e instar a sus discípulos a que oren siempre y sin descanso. Puede enseñar con autoridad sobre la oración (como sobre todos los asuntos que conciernen al discipulado y al Reino de Dios) tanto en el hecho de realizarla, en la forma de llevarla a cabo y en el contenido de la misma. Denuncia a los fariseos el modo de hacer su oración, pero no el hecho ni la realidad (Mt 6,5ss). La oración constante y habitual es posible y necesaria. Para ilustrar su enseñanza, como solía hacer en otras ocasiones, propone una parábola. Observemos que se trata de una parábola que quiere iluminar todo el conjunto de la realidad oracional. Cuando venga el Hijo del hombre ¿encontrará esta fe en la tierra? Dios, Padre lleno de ternura, escuchará a sus hijos cuando se dirigen a Él y le gritan día y noche. La oración sólo es posible en la experiencia profunda de Dios como Padre y en el ejercicio de los grandes dones que hemos recibido. La fe entendida como un encuentro personal entre el hombre y Dios, todavía en el claroscuro del camino, prepara el campo para ese ejercicio y experiencia. En ese clima vital imprescindible es donde se puede desarrollar una auténtica oración cristiana (porque Jesús es siempre el Mediador y el Camino) (puede leerse 1Jn 4,7-19). Bien es verdad que el hombre no se siente seguro ante este panorama que se le abre de poder dialogar amistosamente con el Padre, con su Hijo y con el Espíritu. Por eso nos recuerda Pablo: Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Pues bien, vosotros no habéis recibido un Espíritu que os haga esclavos, de nuevo bajo el temor, sino que habéis recibido un Espíritu que os hace hijos adoptivos y os permite clamar: «Abba», es decir, «Padre». Ese mismo Espíritu se une al nuestro para dar testimonio de que somos hijos de Dios... Asimismo el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, pues nosotros no sabemos orar como es debido, y es el mismo Espíritu el que intercede por nosotros con gemidos inefables (Rm 8,14ss). Por tanto, para realizar la oración es necesario poner en acción todos los dones que poseemos.

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til, la ilusionante percepción adolescente y en ínfimos casos realidad cumplida en edad adulta, aspirar a ocupar el traje espacial, parece propio de quien se le ha ido la pinza. ¿Locura?, o será que implícita o explícitamenEsta vez el título nos invita, como recomendara una amiga, a escribir en primera persona; a rega- te necesitamos creer en la otra realidad. Se me antoja pensar en aquél artista que iba ñadientes eso sí, porque siempre hemos pensado que la utilización del ´nosotros´, no como plural construyendo su colección pictórica en una suermayestático aspirante de las altas esferas, sino te de accidental y casual estructura compositiva, como plural de modestia o autoría, mantenga la en la que los objetos reales, por reconocibles, baiesperanza de poder, a través de estas líneas, au- laban dentro del plano la caprichosa danza de lo fortuito. nar inclusivos criterios. Será que, como el artista, necesitamos vislumPero sí, quisiera ser astronauta. Parece ser la alternativa más racional de poder elevarse por en- brar nuevos espacios o dimensiones donde reprecima de las esferas habituales en las que ésta, ter- sentar una realidad más acorde con la naturaleca especie que llamamos humana, se mueve. Una za imprevisible de las cosas. O será que el habiforma de transcender la estratosfera, un punto de tual y anodino ras de suelo en el que solemos movista diferenciado y quizá más preciso de nuestra vernos, no deja despegar valores y vectores capainsignificancia. Una forma de vislumbrar en la ces de enriquecer el espectro vital en el que nos distancia, la pequeñez y parcialidad del tratamien- encontramos. Una de dos. Por eso, algo de común podría existir entre to que damos a tanta incongruencia ideológica, política, social y existencial que las diferentes re- quienes se empeñan en explorar universos integiones del globo, culturas, lenguas o religiones restelares y quienes, con el mismo ahínco, se aventuran en espacios de imaginación. Sin vértigo y imprimen a lo cotidiano. Quisiera ser astronauta para, con el catalejo, con la conciencia de que lo inexplorado abre sendas de esreír desde las alperanza, turas las risas de la distanlos niños, acom- “Vería al llamado ´hombre inteligente´ en un girar pasar aquella interminable, repetitivo y cansado, amasando discursos de cia y altitud de otra risa sabia de compleja competitividad, falta de imaginación e miras suequien ya anduvo le propiel camino y aun imprudente manera de crear conflictos. En definitiva, ciar ánguasí mira condes- debatirse entre la precariedad de su existencia y la los más cendiente el in- hedonista pulcritud de su intención vital” universaevitable colapso les. hormonal. La risa del pobre, del desvalido, de aquellos quienes, - Lo que le faltaba la niño, querer ser astronaudesde la ternura y la escasez, atienden a quienes ta´. no tienen.... Las alturas suelen dar miedo. El vacío también. Quisiera ser astronauta para, desde la tecnolo- Nos gusta caminar en la seguridad de que esto no gía más avanzada, poder crear un diseño univer- se mueve, y sin embargo...no paramos de dar vuelsal de ilusiones desatendidas, proyectos ignora- tas. dos, esperanzas a medio camino y voluntades doTanque, casco y hasta el mando de control ya blegadas. están preparados. ¿Habrá nave que quiera recoSi desde arriba y en mi condición de ´hombre ger al soñador? volador´ tuviera la oportunidad, recorrería elíptica e incansablemente los diferentes paisajes, latitudes, climas y desiertos, mandando en servilletitas de papel y con forma de barquito, lapicitos de colores que sirvieran para pintar de nuevo el cielo, evitando grises plúmbeos y oscuros de contaminación. Vería al llamado ´hombre inteligente´ en un girar interminable, repetitivo y cansado, amasando discursos de compleja competitividad, falta de imaginación e imprudente manera de crear conflictos. En definitiva, debatirse entre la precariedad de su existencia y la hedonista pulcritud de su intención vital. La exosfera o potencial límite de todo aquello que nos rodea, marca la definitoria línea de separación que nos lleva a ´otros mundos´. Se habla del caos como principio de todas las cosas, y sin embargo hablamos de armonía para acercarnos al concepto de lo bello y equilibrado. Se habla de la accidentalidad frente a esencia y todavía no está claro si la creación es un acto intuitivo o la conjunción - consciente o inconsciente - de las leyes físicas y matemáticas conocidas y por conocer. Desde arriba, en altitudes insospechadas para quienes sólo somos aspirantes, el afanoso tejer de hormiga debe parecer irrisorio. Mirar para otro lado supone asegurarse el vacío. Y sin embargo hay algo que atrae, sobre todo a quienes, alguna vez, han soñado con ser astronautas. Propio de la desbordante imaginación infan-

CARLOS JORKARELI


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