El misterio de las catedrales

Page 48

más corto y la verdadera sublimación filosófica para alcanzar la perfección de esta grave labor.» De este modo podría explicarse esta máxima fundamental de la Ciencia: un solo vaso, una sola materia, un solo hornillo. Cyliani, en el Prefacio de su libro (5), relata los dos procedimientos en estos términos: «Creo que debo advertir aquí que jamás hay que olvidar que sólo se necesitan dos materias del mismo origen, una volátil y la otra fija; que hay dos caminos, la vía seca y la vía húmeda. Yo sigo este último, preferentemente, por deber, aunque el primero me sea muy conocido: se hace con una materia única.» Henri de Lintaut aporta igualmente un testimonio favorable a la vía seca cuando escribe (6): «Este secreto sobrepasa a todos los secretos del mundo,,pues podéis en poco tiempo, sin gran cuidado ni trabajo, alcanzar una gran proyección, sobre la cual ved a Isaac el Holandés que habla de ello más ampliamente.» Desgraciadamente, nuestro autor no es más prolijo que sus colegas. «Cuando pienso -escribe Henckel (7)- que el artista Elías, citado por Helvetius, pretende que la preparación de la piedra filosofal se empieza y se termina en cuatro días de tiempo, y que ha mostrado efectivamente esta piedra todavía adherida a los cascos del crisol me parece que no sería tan absurdo poner en duda si lo que los alquimistas llaman muchos meses no serán otros tantos (4) Salomón Trisrnosin, Le Toyson d´Or. París, Ch. Sevestre, 1612, páginas 72 y 1 10. (5) Cyliani, Hermès dévoilé. París, F. Locquin, 1832. (6) H. de Lintaut, L´Aurore, Mans. de la Bibl. del Arsenal, S.A.F. 169, número 3.020. (7) J.-F. Henckel, Traité de l´Appropriation. París, Thomas Hérissant, 1760, págs. 375 y 416. días, lo cual sería un espacio de tiempo muy reducido; y no habrá un método en el cual toda la operación consista únicamente en mantener largo tiempo las materias en mayor grado de fluidez, cosa que se obtendría mediante fuego muy vivo, alimentado por la acción de fuelles; pero este método no puede ejecutarse en todos los laboratorios, además, tal vez no todos lo encontrarían practicable.» El emblema hermético de Notre-Dame, que, ya en siglo XVII, había llamado la atención del sagaz de Laborde (8), ocupa el entrepaño del pórtico, desde el estilóbato al arquitrabe, y está detalladamente esculpido sobre los tres lados del pilar empotrado. Es una alta y noble estatua de San Marcelo, tocado con la mitra, bajo un dosel con torre desprovista, a nuestro entender, de toda significación secreta. El obispo está en pie sobre un nicho oblongo y finamente tallado, con cuatro columnitas y un admirable dragón bizantino, todo ello sostenido por un zócalo guarnecido con un friso y unido al basamento por una moldura. Sólo el nicho y el zócalo tienen un verdadero valor hermético (lám. XXX). Desgraciadamente, este pilar, tan magníficamente decorado, es casi nuevo: apenas doce lustros nos separan de su restauración, pues ha sido reconstruido y... modificado. No queremos discutir aquí la procedencia de tales reparaciones, ni pretendemos sostener la necesidad de dejar crecer descuidadamente, la lepra del tiempo sobre un cuerpo espléndido; sin embargo, como filósofos, sólo podemos el desenfado de los restauradores cuando se trata de creaciones ojivales. Si convenía reemplazar al obispo por la intemperie y rehacer su base arruinada, la cosa era sencilla: bastaba con copiar el modelo, con reproducirlo fielmente. Poco hubiera importado que contuviese una significación oculta: la imitación servil la habría conservado. Pero quisieron hacerlo mejor y, si conservaron los rasgos del santo obispo y del bello dragón, en cambio adornaron el zócalo con follajes y cenefas románicos, en vez de las roelas y las flores que allí veíanse antaño. (8) De Laborde, Explications, de 1'Enigme trouvée á un pilar de 1'Eghe Nótre-Dame de Paris, París, 1636. Esta segunda edición, revisada, corregida y aumentada, es ciertamente más rica que la primera; pero el símbolo ha quedado truncado; la ciencia, mutilada; la llave, perdida, y el esoterismo, extinto. El tiempo corroe, gasta, disgrega y desmorona la piedra caliza; su limpieza resulta perjudicada, pero el sentido permanece. Entonces surge el restaurador, el curandero de piedras; con unos cuantos golpes de cincel, amputa, cercena, oblitera, transforma, convierte una ruina auténtica en un arcaísmo artificial y brillante, hiere y cura, suprime y añade, poda y desfigura en nombre del Arte, de la forma o de la simetría, sin la menor preocupación por la idea creadora. ¡Gracias a esta prótesis moderna, nuestras damas venerables permanecerán eternamente jóvenes! ¡Ay! ¡Al tocar la envoltura, dejaron escapar el alma! Id a la catedral, discípulos de Hermes, a ver el emplazamiento y la disposición del nuevo pilar, y seguid después la pista del original. Cruzad el Sena, entrad en el museo de Cluny, y tendréis la satisfacción de encontrarlo allí, junto a la escalera de acceso al frigidario de las Termas de Juliano. Allí fue a parar el bello fragmento (9).


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.