Tradición Católica: Octubre-diciembre 2020

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¿Hay alguien al mando de la Iglesia? P. Frédéric Weil

E

n la crisis actual, la tentación entre ralliement(*) y sedevacantismo(1) oscila periódicamente en función de los sumos pontífices. El aspecto tradicional de Benedicto XVI en ciertos asuntos pudo seducir a algunos, hasta el punto de no ver los graves problemas que comportaba su pontificado(2). Pero hoy, a causa de sus ataques cada vez más abiertos contra la moral, el papa Francisco empuja a bastantes católicos a preguntarse si es realmente papa. Sin embargo lo peor se realizó bajo los pontificados precedentes, puesto que es peor atacar la fe que atañe a Dios más (*)

Nota del traductor: por ralliement se entiende en francés unión o adhesión a un régimen o posición; es término muy cargado de connotaciones políticoreligiosas desde los tiempos del papa León XIII y la III República francesa y, por ello, falto de buena traducción al español. “Se llama ”ralliés” a las comunidades, los sacerdotes y los fieles que, habiendo elegido en un primer momento la defensa de la Tradición después, a partir de las consagraciones del 30 de junio de 1988 y la excomunión fulminada contra Mons. Lefebvre, Mons. de Castro-Mayer y los cuatro obispos consagrados, eligieron ponerse bajo la dependencia efectiva de la jerarquía actual al tiempo que conservaban la liturgia tradicional. Se unieron pues a la Iglesia conciliar. Por extensión, el vocablo ”ralliés” designa a las comunidades, los sacerdotes y los fieles que conservan la liturgia tradicional pero aceptan los principales errores conciliares, así como la plena validez y la legitimidad del novus ordo de Pablo VI y de los sacramentos promulgados y editados por Pablo VI.“ (Padre François-Marie Chautard, Catecismo de las verdades oportunas: los “ralliés” (vistos por Mons. Lefebvre), en Tradición Católica, núm. 266, enero-marzo 2019, p. 17).

directamente. La libertad religiosa es todavía más odiosa que el libertinaje. Pero el segundo puede revelarse más chocante a los ojos de muchos. Buen número de quienes aceptaron el relativismo doctrinal no están dispuestos a aceptar el relativismo moral. No obstante, es fácil de comprender que el primero conduce al segundo. Sea lo que sea a este respecto, esta situación causa un movimiento de reacción interesante, aunque imperfecto, que afecta a medios que desbordan el mundo de la Tradición católica(3). Es en este contexto donde es importante comprender lo bien fundado de la posición defendida por Mons. Lefebvre, la cual rechaza a la vez dos errores opuestos: “Es el mismo problema que se plantea a quienes nos dejan diciendo que no obe-


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