Hojitas de Fe 167 A4 - Para ser buen católico, habrá que hacerse protestante

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Vigilad, orad, resistid

11. Defensa de la Fe

En un escrito redactado durante el Concilio Vaticano II, el 11 de octubre de 1964, Monseñor Lefebvre se planteaba la siguiente pregunta: «Para ser buen católico, ¿habrá que hacerse protestante?» Y demostraba cómo, en las intervenciones de los Padres conciliares, el ecumenismo que inicialmente se presentaba como católico se había ido transformando en un ecumenismo racionalista que, sobre todo, iba en el sentido de los protestantes. Y daba ejemplos: • El primado de Pedro ha sido puesto en jaque por la tesis de una colegialidad de sabor netamente protestante. • A la Santísima Virgen María le fue negado el esquema que le estaba consagrado, y además el título de «Madre de la Iglesia»; y si se conservó el título de «Mediadora», fue con el pesar de los ecumenistas. • Sobre el tema de la Eucaristía, se tiende a disminuir la estima de la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo; se pone a la Escritura en un pie de igualdad con la Eucaristía, y se afirma de los protestantes que no poseen «la plena realidad de la Eucaristía» (¿cuál es entonces la «realidad eucarística» que poseen? No ciertamente la de la presencia real). • Sobre la Revelación divina, se pretende minimizar el valor de la Tradición en provecho de la sola Escritura. • La verdad católica, a su vez, sufre un golpe terrible en provecho del dogma [nuevo] de la dignidad de la persona humana y el bien supremo de la libertad, que en materia dogmática y religiosa reviste la forma de libertad de conciencia, que debe ser jurídicamente reconocida por todos los países, incluso aquellos que aún conceden un estatuto preferencial a la religión católica. Esta verdad católica, seguía diciendo Monseñor Lefebvre, «es la razón de ser de su celo de evangelizar, de su proselitismo, y por consiguiente la razón profunda de las vocaciones misioneras, de las vocaciones sacerdotales y religiosas, que reclaman generosidad, sacrificio, perseverancia en las aflicciones y cruces. Este celo, este fuego que quiere abrazar el mundo entero, es sumamente molesto para los protestantes. Se pretende hacer un esquema sobre la Iglesia en el mundo en el que se evite cuidadosamente de hablar de evangelización. Toda la ciudad terrena podrá construirse sin tener en cuenta los sacerdotes, los religiosos y religiosas, los sacramentos, el sacrificio de la Misa, las instituciones católicas: escuelas, obras espirituales y corporales de caridad…».

¿Cómo no ver el paso gigante que la Revolución ha dado en la Iglesia desde ese nefasto Concilio Vaticano II, en el que todas las directivas que tanto temía Monseñor Lefebvre se vieron delineadas y confirmadas?


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