Bares. Una aproximación arqueológica. (Bello, J.M. y Ramil, E. 2006)

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una aproximación arqueológica josé maría bello diéguez emilio r amil gonzález


introducci贸n


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esde las exploraciones de Federico Maciñeira, el puerto de Bares, con su Coido, es un lugar común en la literatura arqueológica de Galicia. A pesar de que raro es el autor que de una u otra forma no se ve obligado a citarlo en alguna ocasión, lo cierto es que no existen sobre él estudios en profundidad. No sólo en cuanto a los aspectos físicos de la escollera, sino ni tan siquiera en lo que se refiere a su cronología, que oscila libremente entre la lejana época fenicia, hace casi tres mil años, a los más próximos pero igualmente nebulosos tiempos medievales. La adscripción del dique a uno u otro momento no se argumenta en profundidad; en el mejor de los casos se zanja con un par de razonamientos, más o menos acertados, y en muchos casos se aplica la máxima de “adonde fueres, haz lo que vieres”, transigiendo de forma acrítica con lo que el lector u oyente desea escuchar. Las más de las veces se huye del tema y se recurre al consabido “unos dicen que esto, otros dicen que lo otro, en realidad vaya usted a saber, lo mismo puede ser una cosa que otra”, posición acomodaticia que, más que una pretendida objetividad, refleja un cómodo y poco valiente relativismo para el que lo mismo valen churras que merinas. No se trata ahora de dar una respuesta definitiva, objetivo final que en estos momentos está todavía lejos de poder ser alcanzado. Pero sí nos parece obligado proceder a una revisión, por somera que ésta sea, de los elementos en juego que nos permitan hacernos con una visión cabal de la situación, a fin de poder conocer y diferenciar lo que se sabe, lo que se deduce, lo que se intuye, lo que se especula, lo que se inventa y lo que se ignora. Tan sólo desde esta base se podrán establecer criterios que permitan proceder a una gradación de las diferentes hipótesis en juego, señalando aquéllas más probables, por cuya profundización debería ir la investigación

futura, y descartando, en su caso, aquellas otras que, a la luz de los datos y consideraciones actuales, deberían ser definitivamente eliminadas. No es necesario decir que el rechazo a las hipótesis y teorías de un autor no supone, en absoluto, el juicio negativo al mismo. La tarea de un investigador está circunstanciada, y muchas veces constreñida, por el tiempo en que le toca vivir, por la formación recibida, por las posibilidades de acceso a la información, por los medios disponibles para realizar su trabajo y por tantas otras cosas. Todo ello forma parte del marco, favorable u hostil pero siempre ajeno, en el que el autor investiga, piensa y escribe. Sólo en él, con sus posibilidades y sus limitaciones, el autor aporta su inteligencia, su trabajo, su sentido crítico, pero también su idiosincrasia y sus manías, epistemológicas y de las otras. Está claro, por lo tanto, que por más méritos que un investigador pueda tener, por más esfuerzo que ponga en el estudio y la actualización, su obra se verá lastrada (o aligerada) por las circunstancias propias del tiempo y lugar en que se desarrolla. Estas palabras pueden tener su sentido aquí porque el hecho de que, como veremos, no aceptemos las hipótesis de D. Federico Maciñeira para los orígenes y función de la escollera de Bares, no supone menoscabo alguno del respeto, admiración y, por qué no, cariño, que profesamos al mentado investigador. Un respeto que se incrementa al contemplar, una y otra vez, la minuciosidad, la exacta pulcritud con que Maciñeira trata los datos y las fuentes. La precisión es tal que llega a permitir situar puntos sobre el plano o incluso identificar restos arqueológicos a través de sólo sus palabras. Reténganse un momento quienes ya se disponen a lanzar el anatema “¡positivista!” sobre Maciñeira y sobre quienes esto firman. Porque Maciñeira interpreta y teoriza. Ahí, precisamente, estará nuestra discrepancia. Pero tiene la enorme vir-

tud, poco extendida hoy, de diferenciar con total nitidez entre lo que está fuera de él, en el campo, en las piezas o en los manuscritos, y la elaboración que, sobre ese material, desarrolla. Es así hasta tal punto que, obviando las interpretaciones generales del autor, los datos que ofrece están hoy tan vivos como en el momento de la redacción de sus escritos. Todos, sin faltar uno, los datos que suministra Maciñeira se han visto confirmados, y ni uno solo refutado. Todo el respeto, todo el cariño, pues, a Maciñeira. Y vamos allá. A Coruña, noviembre de 2006 José Mª Bello Emilio Ramil


los datos


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os datos de que disponemos para abordar el intento de comprensión de la cronología y función del Coido de Bares proceden fundamentalmente de Maciñeira, aunque a éstos se le pueden sumar otros, físicos o referenciados, de otros autores. La península de Bares, al norte de Mogor, pertenece hoy íntegramente al municipio de Mañón. Los yacimientos arqueológicos visibles han sido recogidos recientemente por Emilio Ramil y Víctor Tomás, en el seno de la elaboración de la normativa urbanística de dicho ayuntamiento. Esta sistematización, que confirma lo señalado en su día lo señalado por Maciñeira al tiempo que añade elementos nuevos como el castro de Estaca de Bares, sirve de base de la relación que se ofrece, a la que se han añadido algunos puntos que, como los restos muebles de Cadabarcos o A Condomina, qunque no presentan elementos en superficie que permitan definir un yacimiento, son indicios suficientes de la existencia de actividad nuclearizada en tiempos pasados. En la medida en que resulta posible, en cada ficha de yacimiento se proporciona: (1) El nombre que lo identificará en este trabajo, seguido de fotografía si la hubiese; (2) su número en los planos del mismo; (3) otros nombres por los que es conocido en otras publicaciones, siendo los que corresponden a la letra M los que dio Maciñeira en sus trabajos sobre túmulos del camino de Serra Faladoira, conocido también como camiño dos arrieiros; (4) adscripción administrativa: lugar, parroquia, ayuntamiento; (5) en el caso de túmulos, medidas de sus ejes y altura si se conoce; (6) descripción; (7) hallazgos; (8) distancia a las tierras de cultivo más próximas con indicación de su potencialidad según el mapa de clases agrológicas.

En el mapa se representan los yacimientos arqueológicos conocidos en la península de Bares: - En círculos azules, grupos de túmulos de tipo megalítico. - En círculos rojos, asentamientos de época castrexa y romana (con excepción del más meridional, que es dudoso y en cualquier caso de época posterior). - En círculos verdes, zonas de tierras aptas para el cultivo, de calidad mediana (clases agrológicas III y IV fundamentalmente).


tĂşmulos megalĂ­ticos


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Plano nº 40 Otros nombres: A Portela, M 79 Lugar de Casal, Parroquia de Mogor, Ayuntamiento de Mañón NS: 15,20 m; EW 15,30 m; (Maciñeira: altura 1,5 m) Con coraza de piedras de cuarzo y granito (exóticas). Gran cráter central de profanación. En tiempos, dos losas de granito (que ya estaba desaparecidas cuando Maciñeira escribe su libro sobre Bares). Fragmentos de cerámica vidriada con un motivo que recuerda la cruz de malta (profanación del megalito). “Una hermosa pulida almendrilla ovoide de aluvión, de fino cuarzo rosado, con aspecto de perla, y un prisma de cristal de roca” (Bares, p. 94). Tamaño medio. A 520 m de tierras de Clase IV y 850 m de Clase III.

Plano nº 41 Otros nombres: ¿Abilleira, M 85? Lugar de Salto, Parroquia de Mogor, Ayuntamiento de Mañón. NS 15 m; EW 14,6 m Violación con cráter colmatado. En ladera hacia el SE. Apenas visible bajo repoblación de eucaliptos. Tamaño medio. A 450 m de tierras de Clase IV y 1.200 m de Clase III.

Plano nº 42 Otros nombres: ¿Abilleira, M 85? Lugar de Salto, Parroquia de Mogor, Ayuntamiento de Mañón. NS 14 m; EW 14,3 m Violación con cráter colmatado. En ladera hacia el SE. Apenas visible por repoblación de eucaliptos. Tamaño medio. A 450 m de tierras de Clase IV y 1.200 m de Clase III.


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Plano nº 43 Otros nombres: Campo do Tesouro, M 80 Lugar de Anido, Parroquia de Mogor, Ayuntamiento de Mañón. NS 21,4 m; EW 17,4 m; altura 1,75 m (Maciñeira, altura 2,50). Con coraza. Violación grande con cráter. Prisma de cristal de roca y un fragmento de otro. Agujero cónico en el piso de 2x1 m. En espacio abierto alto, cubierta de tojo. Tamaño grande. A 1.000 m de tierras de Clase IV y 1.300 m de Clase III.

Plano nº 44 Otros nombres: Monte Caldeira, M 81 Lugar de Anido, Parroquia de Mogor, Ayuntamiento de Mañón. NS 11,2 m; EW 13 m; altura 0,8 m Violación con cráter. Dos losas en horizontal, alineadas, de 2x0,95 y 1,75x0,9 m. “…hincados de cuchillo. Esta particularidad, así como la de hallarse casi a plomo y unidos en alineación sensiblemente recta, lo cual (...)llévame a pensar con todo género de reservas en los posteriores tipos megalíticos de cista…” (Bares, p. 98). Piso con abundantes trozos de carbón vegetal. Dos hachas pulimentadas. En espacio abierto, en lo más alto, cubierta de tojo. Tamaño pequeño. A 1.100 m de Clase IV y 1.300 m de Clase III.


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Plano nº 45 Otros nombres: Monte Caldeira, M 82 Lugar de Anido, Parroquia de Mogor, Ayuntamiento de Mañón. NS 12 m; EW 13,3 m; altura 0,5 m Violación con cráter. En espacio abierto, en lo más alto, cubierta de tojo. Tamaño pequeño/medio. A 1.100 m de Clase IV y 1.300 m de Clase III.

Plano nº 46 Otros nombres: Monte Caldeira, M83 Lugar de Anido, Parroquia de Mogor, Ayuntamiento de Mañón. NS 27 m; EW 25,5 m (17 m diámetro y 2,50 de altura según Maciñeira), quien lo compara con Tumiac en Arzon) (¡) Violación con cráter. Corazas y círculo interior “de pequeños pedruscos apilados”(Bares, p. 103). Piso interior de “gravilla de piedrecillas coloradas procedentes de un lugar de aquella montaña distante cerca de un kilómetro en dirección Norte, a cuyo material llaman por allí campaille” (Bares, p.103). Agujero cónico en el piso, de 1,30x0,75, relleno de “piedras brutas … colocadas de plano unas sobre otras [separadas] por lechos irregulares” (Bares, p. 103). Dos cantos rodados, uno de ellos posible mano de molino; una almendrilla muy lisa de cuarzo blanco. Varios pedacitos cerámicos procedentes de cinco vasijas. La descripción de Maciñeira (Bares, p. 104106) es coherente con la cerámica de los megalitos al uso. “… una rudimentaria punta de flecha, de cuarzo común, muy gruesa y groseramente tallada una de sus caras, con el borde derecho ampliamente


biselado, pero mejor acabada en cambio la otra faz, a medio de retoques”. Por la descripción y el dibujo no parece flecha, sino un resto de talla. En espacio abierto alto. Tamaño muy grande. A 1.000 m de Clase IV y 1.700 m de Clase III.


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Mamoelas 1

Plano nº 47 Otros nombres: Monte Caldeira, M 84 Lugar de Anido, Parroquia de Mogor, Ayuntamiento de Mañón. NS 16,5 m; EW 16,7 m; altura 0,85 m (14 m diámetro y muy aplanada según Maciñeira). Violación con cráter. Coraza con piedras imbricadas (Maciñeira). Dolmen “modesto” del que quedaban, al ser visitado por Maciñeira, “… derechos dos pequeños soportes –de 1,50 m de alto el mayor- convergentes, y otros dos –de 1,75- caídos hacia el centro de la cámara, habiendo desaparecido de allí los demás elementos del megalito” (Bares, p.108). Hacia el N, bajo la coraza, apareció “… una interesante hacha lanceolada de sienita, muy groseramente tallada a irregulares facetas, sin el menor vestigio de haber sido parcialmente pulimentada o alisada”. Un trapecio de cristal de roca. Dos lasquitas informes de sílex. En espacio abierto alto, cubierta de tojo. Tamaño medio. A 1.000 m de Clase IV y 1.700 m de Clase III.

Plano nº 48 Otros nombres: As Mamoelas, M 86 Lugar de Vila de Bares, Parroquia de Bares, Ayuntamiento de Mañón. NS 12,4 m; EW 18,5 m; altura 1,5 m (18 m diámetro, 2 m altura según Maciñeira). Violación con cráter. “… contenía los restos del megalito más interesante entre los que he registrado en estos montes (…) si bien nos ha rendido poco expolio” (Bares, p. 114115). En el interior del túmulo, bajo tierra negra con síntomas de haber sufrido acción parcial del fuego, dos círculos concéntricos de pequeños pedruscos amontonados. Estructura de dolmen pequeño, muy irregular, de corredor corto orientado al SE. Puerta de laja de 1 m de altura cerrada con otra losa más pequeña y amontonamiento de piedras (documentación de este sistema de cierre por primera vez, más tarde confirmado en Chan da Arquiña y Dombate). Diversos fragmentos de recipientes cerámicos rojos, toscos, a mano, con grueso desgrasante; unos de ellos bajo una piedra plana hacia el exterior del túmulo. En zona llana a media altura con repoblación poco densa de eucaliptos. Visible.

Tamaño grande. Con coraza. Restos visibles de la excavación de F. Maciñeira. A 200 m de tierras de Clase III.


Mamoelas 2 Plano nº 49 Otros nombres: As Mamoelas, M 87 Lugar de Vila de Bares, Parroquia de Bares, Ayuntamiento de Mañón. NS 14,4 m; EW 14 m; altura 0,8 m (16 m diámetro y 1,50 de altura según Maciñeira) Violación con cráter colmatado. Restos de dolmen poligonal simple, descentrado y ya desestructurado. Losa más alta, 2,10 m. Círculo de pequeños pedruscos. Piso con agujero de 0,80 m de profundidad relleno de piedras, tierra y arena ennegrecida con residuos de combustión. Dos hachas de piedra pulimentada, tres fragmentos de “cuchillos trifacetados en sílex”, fragmentos de cuatro vasijas de cerámica muy tosca. Tres hachas pulidas más al pie de los soportes. En zona llana a media altura con repoblación poco densa de eucaliptos. Visible. Tamaño medio. Con coraza. Restos visibles de la excavación de F. Maciñeira. A 250 m de tierras de Clase III.


Hay, en consecuencia, un apreciable número de túmulos en la Península de Bares. En principio puede entenderse que este espacio estaba densamente poblados en tiempos neolíticos; pero esta impresión inicial ha de verse matizada por el estudio detallado. Proponía Maciñeira, buen conocedor de estos túmulos y excavador de algunos de ellos, que pertenecían

a un amplio grupo que se desarrollaba por las zonas centrales de la Serra Faladoira, flanqueando un camino que unía la cuenca de As Pontes con el puerto de Bares; el sentido de este camino sería transportar los productos de la riqueza mineral de As Pontes hasta su salida al mar por Bares, de donde se dirigirían a diversos puntos del occidente europeo.

Los túmulos megalíticos (puntos blancos) se sitúan en las zonas altas de la parte central de la Península de Bares. Su distribución contrasta con la ocupación del espacio de los yacimientos castreños y romanos (círculos rojos), que ocupan el norte de la península y sobre todo las puntas costeras, evidenciando una orientación hacia el mar inexistente en los megalitos.


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En el mapa (municipio de Mañón, con expresión de las clases agrológicas) se sitúan mediante pequeños puntos azules los túmulos de Serra Faladoira y la Península de Bares, agrupados en posibles conjuntos mediante elipses de línea azul (marcados con elipse roja van los castros, que no vienen ahora al caso). Una vez más se comprueba la exactitud de los datos de Maciñeira, que salen airosos de la revisión realizada en los años 80 por Bello, Criado y Vázquez Varela (1987; en esa publicación se ofrecen abundantes datos y consideraciones pertinentes a lo que

estamos tratando), y recientemente por Ramil y Tomás (vide supra). Los túmulos se extienden por las planicies de las crestas de la sierra, y sólo en la zona sur del municipio se derraman hacia las tierras más al este. Los más septentrionales, claramente separados del resto, son los que se emplazan en nuestra zona de interés. Considerar nuestros megalitos dentro de un marco más amplio ofrece claras ventajas. Por una parte, nos permite comprender mejor las pautas de su arti-

culación con el territorio, lo que nos llevará a evaluar la relación con el medio físico y establecer deducciones sobre las formas de las sociedades; por otra, podemos valorar sus características concretas frente a los restantes del grupo amplio. La erección de un túmulo es un hecho cultural, y culturales son las pautas y modelos que rigen el pensamiento de las sociedades que lo levantan. Pero estas pautas culturales no se desarrollan en el vacío, sino en un espacio concreto que ofrece o niega posibilida-


des para su desarrollo. Para el emplazamiento de los túmulos se prefieren determinadas configuraciones topográficas, para la construcción de las cámaras se requiere la existencia y practicabilidad de rocas capaces de proporcionar las lajas necesarias, y para que existan las sociedades constructoras han de existir los suelos capaces de sostener sus actividades de subsistencia. La relativa abundancia de túmulos en la Serra Faladoira y la Península de Bares pone de manifiesto que de todo ello hay en nuestra zona. Pero la erección de un túmulo y su correspondiente cámara megalítica es también un hecho físico, que requiere una determinada inversión de energía y, en el caso de la cámara, una aplicación simultánea de un trabajo mínimo sin cuya existencia se hace imposible la edificación. Los túmulos megalíticos son la primera expresión conocida de arquitectura monumental en el NW. Al tiempo que tumbas, son marcadores territoriales explícitos del grupo humano que posee la tierra, manifestación pública de la comunidad de vivos y antepasados, y muestra ostensible de la capacidad del grupo que los construye. Los megalitos parecen haber concentrado la capacidad constructiva de un grupo humano, de forma que su tamaño puede ser reflejo de la potencialidad del grupo. La construcción de un megalito es, al tiempo, un trabajo colectivo, que exige e incrementa la colaboración intragrupal. Si bien está al alcance de un pequeño grupo la construcción de un túmulo discreto, para la erección de los ejemplares de mayor porte, principalmente dólmenes de corredor, pudo haberse precisado la colaboración simultánea de diversos grupos humanos próximos, de forma que la actividad constructora actúa como incentivadora de la cohesión intergrupal y la progresiva articulación de las socie-

dades en unidades superiores de convivencia. Así, la presencia de grandes megalitos nos hablará de sociedades más potentes y más articuladas. El desarrollo del fenómeno es comarcalmente desigual. En un estudio general sobre el fenómeno megalítico en la provincia coruñesa se concluía: "En primer lugar, parece existir una cierta división comarcal. Los mayores gastos energéticos corresponderían a las tierras del Xallas y Bergantiños, con los máximos de Casa dos Mouros y Pedra da Arca. En un punto intermedio estaría la comarca del Barbanza y, muy por debajo, Serra Faladoira. Es de señalar el dato de que éste es precisamente el orden de la potencialidad agrícola de los suelos; parece desprenderse, de esta aproximación comarcal, la conclusión de que los mayores megalitos, y por tanto los mayores gastos energéticos, corresponden a las zonas de mayor fertilidad" (Bello, Criado y Vázquez, 1987:142). Efectivamente, los tamaños de nuestros túmulos y de las cámaras que encierran están, globalmente, entre los más bajos de la provincia. Los volúmenes tumularios pocas veces sobrepasan los 40 m3,, sin que aparezcan monumentos, como los frecuentes en otras comarcas, con volúmenes entre 200 y 700 m3. Traducido a magnitudes de trabajo, significa que los túmulos de Faladoira-Bares podrían haber sido construidos en su mayor parte con un gasto energético de menos de 100 horas.hombre, siendo pocas veces necesaria una inversión mayor; lo que contrasta con fuerza con las más de 2.200 horas.hombre necesarias para levantar el túmulo de Arca da Piosa en el Xallas, las 1.000 de Arca de Barbanza, o las casi 900 de Casa dos Mouros en Soneira/Xallas (Bello, Criado, Vázquez 1987:127). Más que el tamaño de los túmulos, que a fin de cuentas siempre podrían haber sido construidos por pocas personas a lo largo de mucho tiempo, pues se

trata de acumulaciones de tierra y piedras de pequeño porte, resulta significativo el estudio de las masas de las losas de los megalitos. En este caso, para transportar y levantar grandes losas es imprescindible la aplicación de una fuerza mínima, la cual, ante la ausencia de máquinas multiplicadoras, exige la presencia simultánea de un número determinado de personas ejerciendo tracción. Los ejemplares constructivos que se conservan son siempre, en comparación con los de otras zonas de Galicia, de tamaño poco impactante. Su construcción se realiza siempre a partir de rocas próximas y sin que se pueda detectar ningún gasto energético importante debido al traslado de rocas lejanas y mejores, ni la necesidad de una concentración simultánea de personas necesaria para mover pesadas losas, como sí ocurre en otros lugares en los que la erección de monumentos requirió la colaboración de varios grupos humanos próximos. La distancia existente entre los megalitos más grandes (unos 2 Km frente a, por ejemplo, 7 Km en Soneira) habla también en este sentido, sugiriendo una menor articulación intergrupal. Los datos resultan, como decimos, nuevamente significativos de la pequeñez de los megalitos que consideramos. Las masas de las mayores losas de la zona amplia, 2,8 Tm en el megalito de Pena Blanca (fuera de la península de Bares pero próximo a ella), o 4,5 Tm en Forno dos Mouros (casi al sur de la Serra Faladoira, ya lejano a nuestra península), resultan muy inferiores a los valores de otras comarcas, como el Barbanza (8 Tm en Axeitos), el Xallas (más de 14 Tm en Casa dos Mouros) o Bergantiños (9 Tm en Dombate y Pedra da Arca). En cuanto a número mínimo de personas implicadas, llegaríamos en nuestros casos a un máximo de 30 (en Forno dos Mouros; cf. 50 en Axeitos-Barbanza, 87 en Casa dos Mouros-Xallas o 77 en Pedra da Arca-Bergantiños,


para los que habría que pensar en la colaboración entre grupos vecinos, lo que no parece haber sido necesario en Serra Faladoira-Bares) (Bello, Criado y Vázquez 1987:134-142).

su implantación. La correspondencia con los datos ya conocidos y con los datos futuros será la que determine la validez o invalidez de la propuesta. Como se puede ver en las correspondientes figuras de la siguiente página, las distribuciones en el terreno de los tres tipos de túmulos nos ofrecen tres panoramas diferentes. En un primer momento, correspondiente a los túmulos de tamaño mediano, éstos se esparcen por las altitudes medias del terreno, tendencialmente próximos a las tierras más aptas para el cultivo. En un segundo momento, de dólmenes de corredor, los tres ejemplares parecen definir una parcelación del espacio en tres territorios diferentes, cada uno con sus propias tierras de cierta fertilidad. Finalmente, en momentos tardíos el territorio se unifica y la sacralidad funeraria se concentra en monumentos de pequeño porte situados en el punto más alto del espacio considerado.

Vemos, pues, que los tamaños de los túmulos y megalitos del amplio conjunto de Serra-FaladoiraBares resultan discretos, siendo los menores de los estudiados en la provincia coruñesa, y no parecen haber absorbido un gasto energético mayor que el que pueden proporcionar agrupaciones humanas de unas decenas de personas. Por otra parte, no todos los megalitos estuvieron en uso al mismo tiempo. Antes al contrario, a lo largo del tiempo se fueron modificando las pautas o cánones monumentales, que tienen su reflejo en los tamaños de los monumentos. En un intento de aproximarnos a esta posible diferenciación por épocas, procesamos los tamaños de los túmulos del amplio conjunto de Serra Faladoira-Bares, reflejándose en la gráfica adjunta los resultados obtenidos. La gráfica ofrece una plurimodalidad que refleja la coexistencia de tres patrones en el mismo espacio. No se trata de que haya túmulos pequeños, medianos y grandes, sino de que hay tres tipos de túmulos, un tipo pequeño, un tipo mediano y un tipo grande. Esta distribución es coherente con análisis similares llevados a cabo en otras zonas de Galicia, en los que (1) el grupo de mayor tamaño parece corresponder a los dólmenes de corredor, propios de un momento de plenitud del fenómeno megalítico, Ca. 3700-2700 cal BC -”calibrated Before Christ”, es decir, en fechas “calibradas”, tras traducir las fechas directas de C14 a “años de calendario” antes de Cristo-; (2) el grupo de tamaño mediano es propio de los momentos anteriores del desarrollo megalítico, con dólmenes de cámara simple, Ca. 4300-3700 cal BC; y (3) el grupo de monumentos de tamaño menor, en el que puede

aparecer algún ejemplar de cronología muy antigua, de los momentos de formación del fenómeno megalítico, anterior al 4000 cal BC, pero que en general corresponde a monumentos tardíos, posteriores al 2700 cal BC, sobre todo cuando se trata de ejemplares de altura muy reducida. No se trata más que de tendencias, pero éstas son coherentes con los datos de que se disponen y, en consecuencia, significativas. No pretendemos dictaminar la cronología y tipo constructivo de cada monumento concreto a partir de un dato tan sencillo, tan pobre y tan ambiguo en monumentos destruídos como lo es el diámetro de su túmulo, pues no se trata de convertir la arqueología en una arqueomancia; es claro que cualquier pretensión de ese estilo debe conllevar el estudio profundo y la excavación del megalito cuyo conocimiento se pretende. Pero el juego estadístico puede servirnos de base para elaborar un modelo explicativo de los tipos tumularios y

Lo que más nos interesa ahora es señalar que de los diez túmulos considerados, tan sólo cinco medianos o tres grandes están activos en un mismo momento. Si para la construcción de los últimos puede haberse contado con la colaboración intergrupal de todos los habitantes en la península de Bares, los datos hasta ahora barajados nos llevan a pensar en la existencia de tres aldeas de no más de diez familias cada una: un escaso desarrollo demográfico y un escaso grado de articulación social. Volviendo al mapa de túmulos y clases agrológicas, nos encontramos con un territorio en general poco o muy poco apto para la presencia de comunidades agrícolas. En el mapa se puede observar que los túmulos se emplazan en terrenos que hoy se consideran improductivos (desde el punto de vista de la agricultura intensiva). Sin embargo, siempre se encuentran próximos, con distancias máximas que raramente pasan de los 1.000 m, a tierras de cierta fertilidad (clases III y IV), aunque sea media o baja.


Túmulos de tamaño mediano (nº 40, 41, 42, 47 y 49). Hipotéticamente correspondientes a los más antiguos (Ca. 4000-3700 AC). Su dispersión puede tener que ver con la colonización neolítica de la zona por la progresiva segregación de segmentos a partir de pequeñas aldeas semisedentarias de economía mixta: agricultura de roza, pastoreo extensivo y recolección.

Túmulos de tamaño grande (nº 43, 46 y 48). Los grandes túmulos parecen concentrar la sacralidad y articular el espacio en tres zonas diferenciadas, conteniendo cada una recursos variados para la subsistencia de pequeñas comunidades de economía mixta.

No es frecuente, por el contrario, que se asocien a terrenos hoy considerados de gran fertilidad; aunque en la zona existan pocas manchas de estas características, cuando existen no se observa ningún síntoma de atracción de megalitos hacia su entorno, sino en todo caso lo contrario.

predadora cuya importancia en el conjunto resulta imposible de precisar. Lo que importa es que parece tratarse de economías productoras no intensivas ni especializadas, lo que pone límites al grado de articulación social. El tamaño exiguo de los megalitos, a la par que su amplia dispersión, apunta a grupos sociales dispersos y compuestos por pocos elementos, a la vez que a un escaso grado de colaboración intergrupal. Parecen ser obra de sociedades, en suma, poco desarrolladas en lo económico y poco articuladas en lo político, en las que no procede pensar en actividades comerciales que vayan más allá

Todo ello, a la par que el emplazamiento de los túmulos en espacios amplios en altura, huyendo de los valles, parece hablar de sociedades que practican una economía mixta con ganadería extensiva, agricultura de roza en terrenos ligeros y una actividad

Túmulos de tamaño pequeño (nº 44 y 45). En un momento final los túmulos reducen su tamaño. En contraste, los espacios de sacralidad funeraria se concentran en el punto de mayor altura del espacio habitado, que aparece configurado globalmente sin diferenciación de zonas.

del intercambio con los grupos vecinos, por comercio o por dones rituales. En los ajuares que conocemos de los megalitos excavados tampoco existen elementos que permitan ir más allá de lo señalado. No hay ejemplares exóticos ni en su materia prima ni en su elaboración, ni objetos de valor extraordinario por su rareza, su composición o su funcionalidad. El estudio de los megalitos no permite, en consecuencia, sostener la hipótesis de Maciñeira de su


articulación en una vía comercial a media distancia entre As Pontes y Bares. En este sentido reafirmamos las conclusiones emitidas hace dos décadas: "Maciñeira hace mucho hincapié (1947, pg. 33-40) en considerar esta alineación de túmulos megalíticos como una verdadera vía de comunicación primitiva, la cual, según él, uniría las poblaciones de la llanada de As Pontes con el litoral y el puerto marítimo de Bares. Esta opinión es sin duda exagerada, ya que parte de dos presupuestos tan arbitrarios como pensar, primero, que la célebre escollera del puerto de Bares se remonta a época megalítica, y , segundo, que la aglomeración de mámoas de la llanada de As Pontes, hoy destruída por los trabajos de la mina a cielo abierto de lignito, verificaba el emplazamiento allí de una populosa tribu que recorrería el camino de Serra Faladoira para llegar a Bares y comerciar con los navíos fenicios que allí arribarían. Una revisión actual del tema tiene que prescindir de este determinismo y arbitrariedad interpretativa para no hacer ninguna valoracíón exagerada que turbe la tarea de recogida de documentación" (Bello, Criado y Vázquez, 1987:112). Pero olvidándonos ahora de Bares y su coido, con la presencia de los megalitos nos encontramos con la primera colonización del territorio por parte de comunidades productoras de alimentos, que se asientan en torno a los puntos centrales y más altos de la pequeña península, sin que ningún síntoma indique un interés por las zonas costeras más bajas. Un panorama que contrastará con la siguiente ocasión en que aparezcan nuevas comunidades humanas, ya en épocas castreña y romana.


fenicios


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esde el principio seremos claros y contundentes: no existe ningún hallazgo de tipo fenicio o púnico que permita soportar la idea de la construcción de la escollera de Bares en esas épocas ni por esos protagonistas. A pesar de la ausencia de cualquier tipo de argumento, la construcción fenicia del coído de Bares es un lugar común en todo tipo de escritos y conversaciones, tanto particulares como oficiales, llegando incluso a asumirse de forma acrítica en escritos de carácter académico y erudito. La investigación de la alta antigüedad, hasta la segunda mitad del pasado siglo, estuvo dominada por el apriorismo “ex oriente lux”. El punto de partida teórico era el de que cualquier innovación o progreso en épocas pre y protohistóricas procedía necesariamente del contacto con poblaciones orientales. En ese marco, la explicación fenicia es la que está en boga durante el tiempo en que Maciñeira realiza sus trabajos de investigación, apoyada sobre todo por la autoridad de Manuel Murguía. El trabajo de Lois Armada al respecto nos exime de entrar en el asunto con mayor profundidad. Reiteramos no obstante que ninguna crítica puede hacerse a Maciñeira por aceptar lo que en su momento era comunmenta aceptado, incluyendo a los grandes sabios de la época. Pero las cosas han cambiado mucho desde entonces. Hoy sabemos, por ejemplo, que el fenómeno megalítico (concebido entonces, como no podía ser menos, como un reflejo de lo que sucedía en el Mediterráneo oriental) supera en varios miles de años la antigüedad que se le suponía, resultando además que los megalitos más antiguos son los de la Europa occidental atlántica; también sabemos que las factorías de salazón, que Maciñeira, basándose en la autoridad de Hübner, suponía fenicias, son de origen plenamente

romano y no fenicio ni púnico. Eso no quiere decir que no haya en las costas gallegas restos de la presencia púnica más o menos ocasional; antes al contrario, se está empezando a estudiar en profundidad y a valorar dicha presencia, cada vez más patente. Pero hasta el momento no hay datos procedentes de Bares ni de zonas próximas, y en cualquier caso no parece que el tipo de contactos que se detectan hayan sido capaces de generar una obra de la envergadura del coido, ni en Bares ni en cualquier otro punto de la costa noroccidental. Los restos arqueológicos en que Maciñeira se basaba para sostener su hipótesis de la presencia fenicia, bien resumidos por Lois Armada (“monedas púnicas de los ss. III-II ane (que atribuye a las cecas de Gadir, Abdera y Sexi), toscos y pequeños capiteles prerromanos, grandes piletas de salazón, tégulas, ladrillos, ánforas y dolia, muelas manuarias para cereales, monedas romanas, ruinas de edificaciones, cenizas y carbones y la necrópolis romana de Cadabarcos, además del camino tumular que conduce a As Pontes (Maciñeira 1908: 123)”), resultan ser en su totalidad de época romana, sin que haya en ellos nada de fenicio o púnico, o de momentos anteriores en milenios y sin la menor relación con el mundo fenicio, cual es el caso de los túmulos megalíticos que hemos visto más arriba. Tan sólo las monedas que Maciñeira señalaba como púnicas de los siglos III y II a.C. podrían establecer un vínculo, ya muy disminuído y retardado, con los pretendidos fenicios. Pero un análisis somero de dichas monedas, que no hemos podido estudiar en directo sino tan sólo a través de la fotografía que se incluye en el libro y que reproducimos aquí, es suficiente para ver que también en este caso la atribución inicial se desvanece. Aunque no todas las fotografías permiten un estudio pormenorizado por la falta de detalle de algunas de ellas, el hecho de su


aparición conjunta en el mismo paquete, así como la similitud de los reversos, consistentes en todos los casos en parejas de atunes, en tipo bien conocido, es suficiente para aplicar las conclusiones a los cinco ejemplares, pertenecientes según Maciñeira a acuñaciones de las cecas de Gadir, Abdera y Sex, en identificación que damos por buena. No se trata, sin embargo, de acuñaciones de las mencionadas cecas en los momentos de plenitud púnica. Por el contrario, los tipos corresponden a momentos posteriores a la entrada de las ciudades mencionadas bajo el dominio de Roma, lo que ocurre en torno a 200 años antes de Cristo (206 a.C. en el caso de Gadir, por ejemplo). La extensión del dominio romano a las ciudades púnicas referidas no se realiza por enfrentamiento violento, sino por acuerdo; esto hace que gocen del estatuto de ciudades federadas, con lo que conservan una gran autonomía que incluye la acuñación de moneda propia, conservando sus tipos e incluso el empleo de caracteres fenicios, hasta casi el cambio de era: "El final de estas acuñaciones que […] se realizan siempre utilizando el alfabeto fenicio aunque bajo soberanía romana, se puede situar entre el año 49 a.C. en que César concede la categoría de Municipio a la ciudad y el 19 a.C., momento de posibles cambios en la administración de la misma, aunque su circulación perdura mucho tiempo después" (Alfaro Asíns, 1993:37). Las monedas que presentan la pareja de atunes en el reverso, mientras que el anverso está ocupado por una cabeza de Melkart, pertenecen a ese grupo. Más precisiones nos permite la moneda de Abdera cuyo anverso presenta un templo tetrástilo. Pertenece este tipo a la llamada “segunda etapa” de las acuñaciones de Abdera bajo dominio romano,

Moneda de Abdera, de la “segunda etapa” de acuñación romana (segunda mitad del siglo I aC), similar a la presuntamente encontrada en Bares.

que tienen lugar durante la segunda mitad del siglo I aC. La moneda fotografiada responde en todo a ese tipo: templo tetrástilo en el anverso, y en el reverso la pareja de atunes con la leyenda de la ciudad en caracteres fenopúnicos, con los motivos rodeados por gráfilas circulares de puntos. Así pues, a la correcta identificación de las monedas por parte de Maciñeira como púnicas, debemos matizar que, siendo como son de cecas púnicas, y con tipos e incluso caracteres púnicos, las acuñaciones son de época romana; y no del siglo III a.C., sino como mucho del II-I a.C. y, al menos en un caso, de la segunda mitad del siglo I a.C. Son, por lo tanto, contemporáneas de objetos como las cerámicas campanienses o las ánforas vinarias Dressel 1, del mismo origen, cuya presencia en las costas gallegas es conocida y frecuente. Si tenemos en cuenta, además, que la pervivencia de la circulación de estas monedas es grande, tal como señala Alfaro Asíns, su presencia en Bares debe ser relacionada con el numerario manejado por navegantes romanos, cuya presencia en el norte de Galicia en esos momentos era ya conocida, en la segunda mitad del siglo I aC o en tiempos incluso posteriores.

Por otra parte, tampoco es rara la presencia de estos tipos en el norte de la Península. La propia Alfaro Asíns (1993:37) resalta su gran difusión geográfica, “destacando aparte de la zona próxima a la ciudad, su hallazgo en Galicia, toda la costa mediterránea y el norte de África."; en este sentido, en el apéndice de materiales de su libro señala la presencia de monedas de Gadir, además de en Bares, en Viveiro, Lugo, Pontevedra, Cerro de San Cristóbal, Museo de Orense (porcedentes de la zona), Monasterio de Montederramo, Castro de Alobre (Vilagarcía) o Santa Trega (A Guardia) (Alfaro Asíns, 1993:39).


castros


Castro Vilela Plano nº 50 Lugar de Vilela, Parroquia de Mogor, Ayuntamiento de Mañón. Emplazado en una pequeña punta que se adentra en el mar con configuración de península. En el istmo, una muralla de 3 m que cierra entre acantilados y dos profundos fosos, terminando las defensas con un parapeto. Configuración característica de castro costero. Apareció un bronce de Augusto (5 aC), de la Colonia de Celsa; fragmentos de cerámica, entre los cuales terra sigillata; y una serie de habitaciones rectangulares (Bares, p.247). Inmediato a tierras de Clase IV.

Castro Estaca de Bares Plano nº 52 Lugar de Vila de Bares, Parroquia de Bares, Ayuntamiento de Mañón. Emplazado en península, en el extremo del cabo Estaca de Bares. Conserva restos del parapeto y de dos fosos. El primero de éstos tiene 6 m de altura y 10-15 m de ancho. Configuración característica de castro costero. A 400 m de Clase IV.


Desde el final de la época megalítica no volvemos a encontrar síntoma de poblamiento humano en la península de Bares. Hay que esperar a época castreña para que nuevamente aparezcan elementos que permitan estudiar las sociedades humanas en el espacio en cuestión. No se ha detectado ningún castro de interior con su configuración típica de poblado fortificado, rodeado de murallas y fosos. Los dos únicos asentamientos conocidos están emplazados en cabos, con el espa-

cio interno bien señalado mediante fosos y parapetos, siguiendo el modelo que se denomina habitualmente como “castro costero”. Del Castro de la Estaca poco puede decirse, al estar no sólo sin estudiar, sino ausente de la literatura arqueológica hasta la fecha. Su existencia pasó desapercibida incluso para Maciñeira, habiendo sido descubierto en fecha reciente por Ramil y Tomás en sus trabajos a los que ya hemos hecho referencia. No hay hallazgos significativos más allá de pequeños

fragmentos de cerámica tosca que no permite mayores precisiones cronológicas. Por su situación debe ponerse en relación con las tierras de relativa fertilidad situadas en los llanos de A Condomina, y un posible molino de mano, redondo, apuntaría a su ocupación en momentos avanzados de la II Edad del Hierro, contemporáneo con la presencia romana. La misma ausencia de investigaciones aqueja al otro castro, el llamado Grande de Vilela, si bien aquí contamos con las noticias recogidas por Maciñeira, que


nos hablan de un bronce de Augusto y de la aparición de fragmentos de terra sigillata, lo que permite afirmar la ocupación del castro durante cuando menos el siglo I de nuestra era, sin excluir momentos anteriores y posteriores. A pesar de que en ambos casos existen en sus proximidades tierras que permitirían un cierto cultivo, los yacimientos están literalmente metidos en el mar, que ejerce de delimitación y defensa. Se trata de una ocupación del espacio opuesta a la conocida para época megalítica, centrada en las tierras del interior y sin ninguna atracción reconocible por el mar y la costa. La ocupación castreña de la península, por su debilidad y su concentración exclusivamente en la orilla marítima, resulta atípica. En circunstancias normales habría sido de esperar una mayor presencia castreña en el interior, en donde no hay un solo poblado. La explicación debe buscarse en la ausencia de tierras aptas para el cultivo intensivo, en la incapacidad del terreno para sostener una población de más allá de un pequeño número de personas. Lo que podía ser válido en momentos megalíticos ya no lo es para sociedades más desarrolladas. El impactante vacío de castros de nuestra zona, que se amplía a toda la línea de cumbres de las sierras Coriscada, Faladoira y Caxado por las que se extendía el gran grupo de túmulos megalíticos que vimos en capítulos anteriores, se acentúa si se contrasta con la alta densidad de poblamiento castreño de las tierras que desembocan en la ría de Ortigueira. El mismo vacío de poblamiento castreño se advertía ya en el mapa de Federico Maciñeira de nombre “Plano Arqueológico de la comarca de Ortigueira en las épocas Preshistórica y Romana”, que asimismo reproducimos.

Castros en la ría de Ortigueira. En el extremo NE, el Castro de Estaca de Bares. El vacío oriental corresponde a las cumbres y laderas de las sierras Coriscada, Faladoira y Caxado (de Fábrega Álvarez, P., 2004:27, fig. 16)


El contraste entre las zonas es tal que se puede trazar una diagonal, siguiendo la falda occidental de las sierras, que divide la superficie en dos zonas, concentrándose los castros en la occidental y los túmulos megalíticos en la oriental. Lo que nos interesa ahora es señalar que el Coido de Bares se emplaza en una zona que en época castreña está casi deshabitada, no sólo en su entorno inmediato sino en un espacio mucho más amplio. En esa tesitura, carece de sentido proponer la construcción de la escollera en momentos castreños. No hay ningún centro de población más o menos proximo que pudiese servir de acicate a tal empresa; no hay motivación alguna para hacerlo; por no haber, ni siquiera hay las personas que pudiesen haber emprendido tal tarea, que claramente está fuera de lugar en una península semidesértica, tan sólo habitada por las pequeñas aldeas costeras de la Estaca y Vilela, si es que ambas no son producto de la presencia de la navegación romana. Una presencia que hará cambiar radicalmente la presencia humana en Bares, como se verá.


roma


C

uando menos desde los años próximos al cambio de era, la presencia marítima de navíos romanos se hace sentir en el norte de la provincia coruñesa, tal como atestiguan las ánforas extraídas de la cercana ría de Ortigueira. En nuestra pequeña península, a las citadas monedas hay que añadir la de Augusto encontrada en el Castro Grande de Vilela. A partir de esos momentos se desarrollará una ocupación de los espacios septentrionales de la península, que, con centro en lo que hoy es la playa y el puerto de Bares, se basará en la explotación de

las diversas posibilidades de forma específica. Con el tiempo encontraremos unos grandes establecimientos industriales de salazón en el actual puerto de Bares, una área residencial de gran categoría, con decoración de mosaicos incluída, en el peñón de Igrexa Vella, zonas de aprovechamiento agrícola en A Condomina y Cadabarcos, y una posible necrópolis de inhumación en esta última localización. La aparición de este conjunto de explotación integral surge repentinamente, como de la nada, pues nada

había en la escuálida ocupación castreña que permitiera predecirla. No se trata de un progresivo desarrollo de un germen preexistente, sino de una aparición ex novo, a todas luces dependiente de la nueva presencia de Roma en los mares septentrionales. La ocupación romana se prolongará activamente hasta cuando menos el siglo V, extendiéndose por todo el Alto y Bajo Imperio. Los restos conocidos son los siguientes:


(2) Canalización en tubería cerámica abierta de sección rectangular. “... en dirección W, a los 25 metros de distancia, apareció soterrada una canalización de agua (...) formándola perfectos canalones de barro cocido (...) y ladrillos de sección rectangular (...) Cuyos canalones, acoplados unos a otros, seguían (y aún siguen los no desenterrados), con rumbo al cauce del regato cercano (...) Y, en fin, por la parte inferior de esta conducción adviértese en el talud de la carretera (...) fragmentos informes de tejas o ladrillos (p. 225).

Núcleo urbano de Porto de Bares Plano nº 55 Lugar de Porto de Bares, Parroquia de Bares, Ayuntamiento de Mañón. Espacio entre villa romana, factorías de salazón, o Coido, y lugar de hallazgos de monedas, cerámica, posibles capiteles, etc. A 500 m de tierras de Clase IV y 1.000 m de Clase III.

(3) Restos de tanques de salazón. “... hacia el W, cuesta arriba, a unos sesenta metros de la distancia (...) pude aún apreciar en el talud leves indicios de revestimiento de opus signinum y algo del suelo de un tanque. De cuyos escombros formaban también parte bastantes ladrillos (...), alguna tegula y una alargada canter´´ia plana que hacia uno de los extremos presentaba en el centro una cazoleta de casco de esfera de 0,25 metros de diámetro, con recta, estrecha y poco profunda canbaleta de desagüe3 hasta el extremo opuesto, todo perfectamente trabajado” (p. 228)

Los puntos señalados en el plano corresponden a los siguientes elementos: (1) Restos de tanques de salazón. Hallazgo, al roturarse la carretera al puerto en 1927, de tanques de opus signinum con los ángulos internos redondeados, que se extienden a lo largo de cuando menos 24 m. Un ánfora, rota en el momento y desaparecida. Numerosos ladrillos rectangulares de cuatro tipos distintos.

Fragmentos de tegulae, imbrices y placas de pizarra. Un fagmento de terra sigillata y otro de cerámica gris fina.

(4) Restos de salazón sobre la playa. “Colindando, en efecto, con la vera mar, frente al morro de la escollera, al abrirse antes del 1871 y en esta fecha los cimientos para construir las fábricas de


salazón de sardina -aún en pie, aunque en desuso(...) encontraron muy soterrados en dos distintos puntos otros grandes tanques revestidos de una fuerte y para ellos extraña “argamasa” y un pavimento de la misma pasta, que, por sus explicaciones, debía de ser el repetido opus signinum [añade que de consistencia más fuerte y resistente que el de los tanques de la carretera]” (p. 230)

que sin bruñir (...) ostenta en la parte superior una perfecta declaración de carácter geométrico, consistente en un reticulado romboidal sobre dos estrías paralelas que contornean el puchero (...) Semejantes a algunos de los descubiertos en la necrópolis celtoromana de Cadabarcos” (p. 234). Las tres monedas del tesorillo resultan identificables a partir de la foto de Maciñeira, tratándose de las siguientes:

(5) Restos romanos domésticos y “tesorillo” del siglo III en ollita gris de retícula bruñida, en el centro del núcleo del puerto de Bares.

1.- Antoniniano de Valeriano I (253-270). Anv: IMP C P LIC VALERIANVS AVG [IMPERATOR CAIUS PUBLIUS LICINIUS VALERIANUS AGUGUSTUS], cabeza radiada a la derecha. Rev: FELICITAS AVGG, Felicitas de pie con caduceo en las manos. Similar a RIC 86, Cohen 55.

- “En marzo de 1903, por la parte de arriba de esta segunda fábrica de don Pascual Bermúdez, en dirección NW, que viene a quedar en el centro del viejo caserío, (...) a los dos metros de profundidad con relación al piso actual tropezóse con vestigios de otro antiguo muro de mampostería, conservándose a su lado bastante cantidad de tegula partida y una entera, varias imbrices rotas, ladrillos grandes y pequeños (...)” (p. 232). Con ellos, fragmentos cerámicos de olla panzuda, ánfora y una gran vasija tipo dolium. - “Mucho más recientemente -entre junio y agosto de 1942-, al excavar en un ángulo de la cuadra (...) colindante con el anterior yacimiento arqueológico, y a unos 45 centímetros de profundidad, apareció entre la capa de arena que por allí forma el suelo un puchero de barro tapado con una losa, dentro del cual se hallaron de cincuenta a sesenta moneditas de cobre y bronce, que, como de costumbre, han ido a parar a manos de simples curiosos de fuera de la localidad (...) [Maciñeira llegó a hacerse con] trece de las expresadas moneditas y la parte inferior de la curiosa vasija que las contenía. Por aquéllas, si algunas extremadamente descompuestas por el cardenillo, tres o cuatro, en cambio, aunque patinadas, bien conservadas y casi a flor de cuño, vemos que se trata de pequeños bronces imperiales romanos de VALE-

2.- Antoniniano de Valeriano I (253-270). Anv: IMP C P LIC VALERIANVS P F AVG, cabeza radiada a la derecha. Rev: PIETAS AVGG, emperadores sacrificando ante un altar. Similar a RIC 285. 3.- Antoniniano de Salonina (254-268). Anv: (CORN) SALONINA AVG [CORNELIA SALONINA AVGVSTA], cabeza diademada a la derecha. Rev: CONCORDIA AVG, Galieno y Salonina frente a frente. Similar a RIC 63(j).

RIANUS y de su nuera CORN. SALONINA; de consiguiente, del 250 al 260 de J.C. (...) La ordinaria pieza cerámica en que fué depositado este modestísimo tesoro, de pasta homogénea, gris, muy micácea y tenaz y de buena factura alfarera, hecha a torno aun-

Se confirma por tanto la identificación realizada por Maciñeira. Asimismo es de gran precisión la descripción gráfica y literaria del fragmento de ollita; sin lugar a dudas se trata de un ejemplar de lo que hoy se suele llamar “cerámica gris de retícula bruñida”, bien conocida en ambientes romanos en momentos a partir de entrado el siglo II d.C. La acumulación tesaurizada de monedas del período de Anarquía Militar es frecuente en los ambientes romanizados cual es el caso de Bares.


terreno superior cerca del origen de la misma a fin de facilitar el arrastre de la piedra, aparecieron también en aquel lugar de Pena d’Aguia muchos pedazos de tegula, de que aún pude llegar a recoger varios.” (p. 235).

(6) Moneda de Didio Juliano (193 d.C.) y otros hallazgos en A Ribada: Anv: DID SEVER IVLI…, busto laureado a derecha. Rev: S C, emperador de pie entre ambas letras. “... con relación a fechas anteriores a 1899, cuando los arenamientos no acabaran aún de recubrir por completo toda la parte alta de la ribera fronteriza al Coido conocida por A Ribada, que tanto hacia la base de esta especie de apinada rambla cuanto en su parte superior solían aparecer muchos tiestos de vasijas antiguas, monedas viejas y restos de otros objetos que no eran de nuestros tiempos, incluso alfileres muy largos. Los trozos de tegula por mí hallados el 1931 en el cauce de las aguas pluviales que cruza ese inclinado banco de arena de origen eólico casi a flor de tierra y el hermoso bronce romano de Dido Juliano que en igual fecha encontraron un poco más arriba los chicos de la escuela pública emplazada allí, el cual generosamente me cedió el maestro, vienen a corroborar estas interesantes referencias” (p. 198). (7) Tegulae en el arranque de la escollera: “Cuando en 1898 se iniciaron las obras de reparación de la escollera por cuenta del Estado, al desmontar el

Es posible que la lectura de la documentación de la mencionada obra estatal aporte más datos en relación con éstos u otros hallazgos. Mientras tanto, el testimonio de Maciñeira es suficiente para afirmar que el espacio urbanizado llegaba en época romana hasta la misma escollera.

(8) Posible canalización de agua en A Riega: “... Irene Rodríguez, de setenta años (1931), me ha manifestado que viviendo en Pena d’Aguia (dicho queda que es al lado del origen de la escollera), hará unos cincuenta años, una ‘baga de mar’ que penetrara opr la repetida abertura del lado de tierra, había limpiado mucho aquella parte de la playa, rememorando muy bien que pusiera a la vista (...) en dirección al Coido, un alcatruz de barro negro, por el que aún seguía corriendo un hilo de agua, que ella, con buen sentido, relacionaba con la fuete de María Capón y el manantial de A Riega en el Coido” (p. 200). “En 1898, con motivo de una de las galernas que descarnó de arena aquella parte de la dársena -por donde de viejo penetraba el mar después de abierto por el oleaje el boquete de A Riega- quedó a la vista una conducción de tubería de barro cocido, ‘unos alcatruces’ -decíanme en 1900-, que llevaba la dirección de la escollera a tierra, de la cual un vecino arrancó una de las piezas, que por no darle aprecio ya no pudo encontrar cuando cinco años más tarde quiso mostrármela” (p. 189).

Asentamiento y posible necrópolis romana de Cadabarcos Plano nº 56 En medio de tierras de Clases III y IV. Las persistenes noticias de que en la zona denominada Cadabarcos, próxima a la villa de Bares, habían aparecido “restos de antiguas, modestas y rústicas construcciones, como de hornos”, así como “pucheros de barro ordinarios posados en el suelo


(...) lenos algunos de ellos, al parecer, de cenizas y tapados con losas, encontrándose varios metidos en una especie de nichos de piedra toscamente fabricados en seco”, llevó a Maciñeira a practicar tres pequeñas excavaciones en la zona. Aunque no encontró la necrópolis buscada, los tres sondeos suministraron abundante material, entre el que destacan tegulae, imbrices y ladrillos romanos, ruedas de molinos manuales y fragmentos de cerá-

mica que describe y dibuja con la minucia habitual en él. En el primer sondeo, además de fragmentos de terra sigillata, que menciona expresamente, en las ilustraciones distinguimos fragmentos de panza decorada con retícula bruñida, asi como otros decorados con impresiones circulares de puntos y, en otro caso, lo que parece ser una fila de eses horizontales entre acanaladuras y baquetones. Todo ello configura un ambiente galaicorromano en un momento que nos atrevemos a considerar altoimperial sin mayores precisiones. Ambiente similar aparece en la segunda excavación, en la que pequeñas construcciones de planta circular y un metro de diámetro proporcionaron tegulae, terra sigillata y cerámica, alguna decorada con “puntas de diamante”, motivo bien conocido en el castreño final y galaicorromano. La tercera excavación proporciono asimismo la consabida tegulae, fragmentos de sigillata y ejemplares decorados con retícula bruñiday acanaladuras, y al vez un plato de barniz rojo pompeyano (sin que, por una vez, la descripción resulte suficiente para establecer una identificación indudable), remitiéndonos de nuevo a ese ambiente galaicorromano altoimperial, entre los siglos I y III.

Hallazgos dispersos Condomiña

de

Chan

da

Plano nº 57 Sobre tierras de Clase IV. “En esta chousa supónese allí la existencia de algo indeterminado, pero muy antiguo, porque en diversas ocasiones tiénense casualmente hallado vestigios de viejas construcciones, trozos de ladrillos (material que sólo aparece por aquí en estaciones de cultura italiana), tiestos, muelas manuarias y monedas romanas” (p. 179). Aunque los indicios son difusos, resultan suficientes para considerar la presencia en A Condomiña en época romana, tal vez relacionables con el inmediato Castro de Estaca de Bares.


convierten en líneas de fuerza sobre las que actúan las concepciones y capacidades técnicas de las poblaciones indígenas. Consideradas así, las piezas encuentran su acomodo como basas pertenecientes a cualquiera de los edificios que debieron existir en el conjunto industrial y doméstico del puerto de Bares. Al estar descontextualizadas no se puede ir más allá.

ANTONINIANO DE FILIPO I (247 d.C.)

“Capiteles” de Bares Procedentes de un lugar no identificado de Bares, llegan a mano de Maciñeira dos piezas de piedra que éste interpreta como capiteles de columna. Desde su preconcepción de Bares como resultado del contacto con influjos orientales, y pensando en clave de elites de Altas Culturas, Maciñeira repasa los cánones arquitectónicos de la antigüedad. Esto le lleva a rechazar el origen romano de los “capiteles”, y buscar su procedencia en culturas anteriores, en las que tampoco encuentra plena satisfacción, quedando el origen de las piezas en la incógnita. Entendemos que el enigma se deshace sin más que dar la vuelta a las piezas, convirtiendo los “capiteles” en basas, y considerarlas producto no de una obra urbana de arte culto, sino enmarcándolas en el arte provincial romano, donde los estrictos cánones se

Monedas procedentes de Bares del Museo Arqueológico del Castillo de San Antón Procedentes de Bares, sin mayor precisión, y como donación de un particular, existe en el Museo Arqueológico un conjunto de 16 monedas. Todas ellas son antoninianos de mediados del siglo III d.C., coincidentes por tanto con las del tesorillo hallado en el centro del núcleo del puerto de Bares, que ya hemos visto. No hay constancia de que se trate de una parte del citado tesorillo. Podría tratarse de eso, o bien de otra acumulación de los momentos que consideramos, en que son tan frecuentes. Sea como sea, el dato viene a reforzar la plena integración de Bares en los mecanismos de circulación monetaria de mediados del siglo III.

ANTONINIANO DE MARCIA OCTACILIA SEVERA (248-249 D.C.)


ANTONINIANO DE TRAJANO DECIO (249-251 D.C.)

ANTONINIANO DE HERENNIO ETRUSCO (250-251)

ANTONINIANO DE HERENNIA ETRUSCILIA (249-251)

ANTONINIANO DE TREBORIANO GALO ANTONINIANO DE VOLUSIANO (251-253) (251-253)

ANTONINIANO DE VOLUSIANO (251-253)


ANTONINIANO DE VALERIANO I (253-260)

ANTONINIANO DE VALERIANO I (253-260)

ANTONINIANO DE GALIENO (253-268)

ANTONINIANO DE VALERIANO I (253-260)

ANTONINIANO DE VALERIANO I (253-260)

ANTONINIANO DE GALIENO (253-268)


Materiales de Maciñeira Universidad de Santiago

en

la

Entregados por D. Enrique Maciñeira siguiendo la volundad de su padre D. Federico Maciñeira, ingresan en la Universidad de Santiago 12 cajas de material arqueológico porcedentes de las investigaciones de éste, que el Rector agradece el 21 de octubre de 1947. Entre el material entregado consta: - Caja nº 4: Contiene un ánfora fusiforme hallada en Bares y un trozo de puchero, también romano, aparecido en Bares conteniendo 50 monedas.

ANTONINIANO DE GALIENO (253-268)

Caja nº 10: - Caja con cerámica de Castro de Vilela (Bares). - Caja con cerámica pesquería Bares al final de la carretera. - Caja con cerámica 1ª excavación de Cadabarcos (Bares). - Caja con cerámica 2ª excavación de Cadabarcos (Bares). - Trozo de boca de puchero de Bares. Caja nº 11: - Trozos de teja y ladrillo grueso de Bares. - Trozo de ánfora de Bares. Caja nº 12: - Caja conteniendo otra de madera con cerámica de Cadabarcos. - Otra coneniendo trozos de tégulas y cerámica.

ANTONINIANO DE SALONINA (253-268)

Veintidós monedas de cobre, entre ellas se encontraron en Bares: - 1 de Didio Juliano -año 193- hallada en Bares. - 10 romanas halladas en Bares.

- 1 de la colonia Celsa -año V a.C., hallada en el Castro de Vilela (Bares). - 2 de Valeriano -254 d.C.- hallada en Bares. - 1 de Julia Cornelia -258 a 260 d.C.- hallada en Bares. - 4 Púnicas halladas en Bares. Buena parte del material en posesión de la Universidad de Santiago es el referido en las páginas anteriores.


Igrexa Vella Plano nº 51 Lugar de Porto de Bares, Parroquia de Bares, Ayuntamiento de Mañón. Emplazado en un crestón rocoso en medio de la playa, a la salida de un pequeño valle. Villa tardorromana con mosaicos, a la que se superponen restos de la antigua iglesia parroquial y necrópolis poliestratigráfica. Excavación arqueológica de Emilio Ramil en 1997. A 500 m de Clase IV y 500 m de Clase III.

La excavación del peñón de Irexa Vella desveló los restos de una villa romana de considerable calidad, con mosaico, algo que, si bien es frecuente en villas similares como Centroña, o en las capitales de conventi (Lugo, Braga, Astorga), no lo es tanto en otros aglomerados urbanos secundarios. La cronología propuesta por el autor de la excavación es de los siglos IV al VI d.C., a tenor de los materiales exhumados: terra sigillata hispánica tardía, ánforas orientales, platos y cuencos de engobe

rojo interior, vajilla de cerámica gris con retícula bruñida, etc. Sin mayores estudios no se puede asegurar que la villa tenga relación directa con el complejo de salazón situado en sus proximidades, pues no podemos asegurar su contemporaneidad. La hipótesis de partida debe ser que efectivamente están relacionadas. En cualquier caso, salinas y villa configuran un espacio muy activo a lo largo de época romana.


Materiales de la villa de Bares:

Materiales de la villa de Bares:

Materiales de la villa de Bares: cerámica gris

- Taza de TSHT (terra sigillata hispánica tardía) con decoración de grandes círculos.

- Asa de cerámica común con aguada rojo oscuro.

- Copa carenada - Cuello de vaso cilíndrico - Plato carenado - Panza con retícula bruñida - Boca de olla globular con cuello decorado mediante trazos verticales bruñidos. - Base plana de olla globular, con moldura anular.

- Jarrita de cerámica común con aguada ocre. - Platos y cuenco de barniz rojo interior. - Fragmentos de tegula. - Dos ánforas tardías del Mediterráneo Oriental.


Consideración global:

Sin embargo, sí resulta coherente que, sobre una base natural, en época romana, en relación con las necesidades de la industria de salazón y el puerto de recalada, se procediese a mejorar el trazado, completar y reparar la escollera.

Desde las primeras noticias de la llegada de Roma a las costas septentrionales de Galicia, aparecen restos en la zona de Bares, hasta entonces despoblada. Monedas de Augusto y de Didio Juliano, así como restos de terra sigillata, confirman la entrada en el mundo comercial romano desde el cambio de era y durante sus dos primeros siglos. A la orilla de la playa se desarrolla un complejo industrial de gran extensión y notable calidad:; tanques de opus signinum, canalizaciones de agua, pavimentos y muros, configuran un complejo cuya finalidad más probable es la preparación de salazones de pescado. En relación con ellas aparecen objetos y pequeñas tesaurizaciones de monedas de mediados del siglo III d.C. La ocupación del territorio se extiende también al interior, y así a parecen restos, de vida y tal vez de muerte, en la zona de Cadabarcos, al lado de la actual villa de Bares, y en A Condomiña; en una primera lectura la cronología de dichos restos puede centrarse en los siglos II-III, sin que se excluyan márgenes más amplios. Finalmente, al final de este siglo aparece una villa lujosa, con mosaico, reflejo del bienestar económico de su propietario, que extiende su vida cuando menos hasta el siglo VI d.C. Durante todo este tiempo el mar es la vía de comunicación principal de este complejo habitacional agrícola-pesqueroindustrial centrado en la explotación del mar y sus recursos, pero que explota también las posibilidades de la tierra. El puerto de Bares está aislado, muy aislado salvo por el mar. Como enclave marítimo, el puerto de Bares alcanza ahora todo su valor. A la entrada de la ría, al lado del gran cabo septentrional que es la Estaca, es un magnífico lugar de recalada para los navíos que, en estos siglos, practican el comercio de gran cabotaje entre las costas atlánticas y

A comienzos del XX el Estado abordó obras de modificación del Coido, tapando el gran hueco que se había ido produciendo en la zona de A Riega. Aunque no hemos tenido oportunidad de consultar el proyecto y memorias de dicha intervención, en los que tal vez (aunque muy improbablemente) se contengan datos de interés arqueológico, y de forma más probable ofrezca precisiones sobre técnicas, tiempo y numero de personas necesarias para la obra, sí hemos tenido acceso a las fotografías originales de Maciñeira, cedidas generosamente por su nieto, del mismo nombre. cantábricas. El puerto romano de Bares se configura así como lugar de parada de los navíos, en el que pueden repostar, descansar y comerciar; la gran factoría de salazón ofrece asimismo posibilidad de completar la carga de las bodegas con los productos de Bares, que serán vendidos al finalizar el trayecto. Y todo ello sin que se pueda excluir un papel similar en las grandes travesías hacia diversos puntos del Mare Cantabricum. En esta situación adquiere por primera vez su sentido el Coido de Bares, como instalación portuaria que mejora las condiciones de un puerto activo y pujante. La consideración del Coido como romano es, por lo tanto, coherente con los datos y con el panorama que se puede dibujar con la interpretación de éstos. Si la escollera es obra totalmente humana, si es natural, o si debe ser considerada mixta, con aportaciones humanas tendentes a modificar, completar o dirigir las actuaciones de la naturaleza, es algo que deberá ser dictaminado por los expertos de otras áreas. Con todo, la construcción humana ex novo de la escollera es de tal envergadura que no es fácilmente concebible tal empresa por los motivos que consideramos.

Los medios, deducidos de la fotografía, que se usaron en las obras de hace un siglo (mástiles, polipasto, planchas desplazándose sobre rollizos de madera que ruedan sobre raíles también hechos de troncos, fuerza humana) eran conocidos y habitualmente empleados en época romana, estando en consecuencia a disposición de los habitantes del puerto romano de Bares. Lo que hicieron los hombres de principios del XX también pudieron hacerlo los habitantes del lugar dos milenios antes. No así los anteriores ocupantes del territorio, que no parecen haber dispuesto de la tecnología ni los medios humanos necesarios, al tiempo que carecían de móvil conocido para abordar dicha obra. El Coido complementaba las instalaciones romanas, tenía un sentido práctico y económico en esos momentos, era bueno y era factible. Creemos que los habitantes de Bares en los primeros siglos de la era, marineros, pescadores e industriales de pesquería, podían hacerlo, quisieron hacerlo y lo hicieron.


Apéndice: nota sobre la posibilidad de la construcción del Coido en la Edad Media

hacerlo en un documento de donación de la Iglesia de Mogor y sus lugares al obispado mindoniense.

Aunque salga fuera del marco que nos hemos establecido para este estudio, y dado que postulamos el origen romano de la intervención humana sobre el Coido de Bares, no está de más considerar, siquiera brevemente, la “hipótesis medieval, puesta por escrito en fechas próximas por el investigador Juan Naveiro: “Aunque no disponemos de argumentos definitivos que nos confieran una seguridad absoluta, a nuestro modo de ver los indicios manejados apntan hacia una cronología más avanzada [que la gran antigüedad propuesta por Maciñeira], probablemente medieval. La construcción de la escollera no carece de paralelos en el mundo romano, pero falta aquí el motivo que justifique la realización de una obra de tal magnitud. Su interés para el comercio es mínimo, por cuanto se ubica en una zona de escasa relevancia económica y carente de comunicaciones, y tampoco se puede pensar en intereses directos del estado, dada la proximidad del puerto de A Coruña" (Naveiro 1991:156). Añade Naveiro (ibid.) en nota al pie: “Por otra parte, en documentos de s. X no se menciona tal obra y no nos parece probable que se olvide una presencia tan obvia, aunque estuviese entonces fuera de uso (…). Ya en la Baja Edad Media se constata el asentamiento de marineros cantábricos dedicados a la pesca de la ballena. Tal vez las necesidades de un puerto ballenero sí justifiquen esta construcción".

Sin embargo, a decir de Maciñeira, sí se cita el Coido en un documento del siglo XIII, fecha que nos parece demasiado temprana si asociamos su construcción con el auge económico de la pesca de la ballena, actividad que comenzaba su andadura por esas fechas. Los momentos de importancia para Bares todavía tardarán en llegar. Y cuando lo hagan, no será por la iniciativa local sino más bien por la de armadores y marineros vascos. El puerto de Bares no parece haber tenido un papel particularmente activo en las empresas balleneras, limitándose casi siempre a arrendar su espacio a promotores foráneos; tampoco esta actividad sirvió de fomento para nuevas iniciativas ni para el establecimiento de actividades relacionadas; tampoco parece haber habido una acumulación de capital suficiente para permitir nuevas empresas. Esta actitud pasiva y de mero aprovechamiento de las circunstancias favorables de una actividad capitaneada por otros, no parece congeniar bien con la construcción de una obra de envergadura como puede ser la del Coido, aunque sólo sea la de completar, reformar o dirigir lo que ya la naturaleza había puesto ahí. Una obra que, de haber sido hecha, sí que debería haber quedado reflejada en algún documento de los muchos generados por la actividad ballenera. El silencio documental es aquí mucho más elocuente.

Los argumentos a favor de considerar la “hipótesis romana” ya han sido dados. Es posible que, al no ser conocida la villa tardorromana de Bares en el momento en que Naveiro compuso su obra, el autor haya valorado por lo bajo los hallazgos, tan persistentes y tan alejados, de los restos de la factoría de salazón de Maciñeira. A nuestro parecer, la existencia de un puerto de recalada importante en el tráfico marítimo de gran cabotaje, que sirvE además de salida para los productos de salazón fabricados en el propio Bares en grandes instalaciones, justifican sobradamente la obra. O en cualquier caso la justifican más que para la Edad Media, sin que se vea de qué forma es necesario el Coido para un sencillo puerto de pesca de ballena. Es cierto que en el documento del siglo X no se cita la existencia del Coido. Pero también lo es que no era necesario

En la Edad Media, Bares parece ser una aldea de pescadores que sobrevive y aprovecha la coyuntura favorable de la ballena sin establecer grandes modificaciones en su estructura. Es lo contrario de la imagen que obtenemos de la época romana, en la que un establecimiento de nuevo cuño, en tierras hasta entonces desiertas, ocuupa el territorio y desarrolla en poco tiempo una industria salazonera de envergadura con una actividad económica que cristaliza en la fundación de una lujosa villa cuya capacidad económica era evidente. Antes de Roma no, y en la Edad Media no parece, aunque pudiera ser. Sin rechazar de plano la “hipótesis medieval”, hoy por hoy creemos que la “hipótesis romana”, que ofrece motivos, capacidad y pujanza, es la que ofrece una mejor explicación.

Bibliografía citada: Alfaro Asíns, C. (1993): La ceca de Gadir y las acuñaciones hispano-cartaginesas. Numismática hispano-púnica. Estado actual de la investigación. VII Jornadas de arqueología fenicio-púnica (Ibiza, 1992). Trabajos del Museo Arqueológico de Ibiza, nº 31. Govern Balear. Ibiza. Pp. 27-61. Bello Diéguez, J.M., Criado Boado, F., Vázquez Varela, J.M (1987): La cultura megalítica de la provincia de La Coruña y sus relaciones con el marco natural: implicaciones socio-económicas, Diputación Provincial de La Coruña. Fábrega Álvarez, P. (2004): Poblamiento y Territorio de la Cultura Castreña en la comarca de Ortegal. CAPA nº 15. Maciñeira y Pardo de Lama, F (1947): Bares, puerto antiguo de la navegación occidental. Consejo Superior de Investigaciones Científicas - Instituto P. Sarmiento de Estudios Gallegos. Naveiro, J. (1991): El comercio antiguo en el NW peninsular, Monografias urxentes do museu nº 5, Museo Arqueolóxico de A Coruña. Ramil González, E. (2003): Villa romana de Bares. Excavación arqueolóxica no xacemento Eirexa-Vella de Bares - Concello de Mañón - (A Coruña). Campaña 1997. Brigantium, vol. 14, pp. 185-224.


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